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miércoles, 9 de junio de 2021

la princesa y el traidor

El último libro que hemos leído en el club de lectura juvenil ha sido La princesa y el traidor. Un libro escrito por Andreu  Martín y Jaume Ribera, y que pertenece a la serie La cadena Mágica. De hecho, este es el segundo libro. 

Durante siglos, hubo dos mundos en conflicto compartiendo una misma tierra: el mundo de las tinieblas y aquel donde la magia solo existía como leyenda. Hasta que el gran mago del Agujero creó el " mundo nuevo " y, con él, la cadena mágica de cristal que obraría la magia de abrir su Puerta.
Atrapado en el mundo mágico del Agujero, Héctor sigue el rastro de Bijou, que ha caído prisionera del ejército del despiadado rey koon. Podría haber escapado haciendo uso del primer eslabón pero, fiel a su amistad y a pesar de las adversidades, Héctor correrá un sinfín de aventuras para tratar de regresar con ella a casa.
 

Y parece mentira, pero hemos terminado el club juvenil en este año tan raro en el que no hemos podido hacer nuestras sesiones en la biblioteca, pero donde hemos seguido disfrutando de los libros en los encuentros a través de la pantalla. 

¡


El curso que viene nos volvemos a ver!

última sesión del club de lectura infantil

El martes 2 de junio tuvimos nuestra última sesión del club de lectura infantil de este curso 2020-2021. Un curso en el que no hemos podido encontrarnos físicamente, pero donde nos hemos visto las caras a través de la pantalla y hemos seguido disfrutando de las lecturas, y de los comentarios. 

El último libro que hemos leído ha sido Un mundo a capas, un libro divulgativo sobre la tierra, su composición, interesantísimo, que nos ha encantado.

Y para terminar, hemos participado de nuestro concurso: ¿Qué sabes de cuentos? y... nos hemos llevado el bote. Ahí van las preguntas. Por si queréis intentar contestarlas. 

1. ¿quién entró en una casa con tres osos?

2. Fruta envenenada que duerme eternamente.

3. Conciencia de Pinocho

4. ¿qué dos cosas llevó Jack en el cuento de las habichuelas mágicas? 

a) arpa y gallina     b)arpa y monedas de oro    c)arpa y un cofre del tesoro

5. ¿Cuál era la profesión de los enanitos de Blancanieves?

6. ¿Cuántos cabritillos se enfrentaron al lobo?

7. ¿Dónde se escondió el cabritillo al que no encuentra el lobo?

8. ¿Cómo se llama el enano saltarín?

9. ¿Cuál es la moraleja de la liebre y la tortuga?

10. ¿Quién es Rocinante?

11. ¿Cómo se llama el niño malo de  Harry Potter?

12. enumera tres libros que hayamos leído este año

13. ¿quién escribió Harry Potter?

14. ¿Qué se representa con la onomatopeya "zas"?

a) el tic tac del reloj    b)una caída o golpe        c) un disparo

15. ¿quién escribió Marco y Mirco?

16. ¿Con quién toma el té Alicia en el país de las maravillas?

17. ¿dónde vive Peter Pan?

18. ¿quién saca huesos de pollo por una jaula?

19. ¿a quién se lleva un tornado lejos de casa con su perro Totó?

20. ¿qué tienen en común Pedro, los tres cerditos y Caperucita? 

21. Charlie va a una fábrica de

a)gominolas    b)chocolate    c)pasteles y pancakes

22. ¿dónde vive Peter Pan?


martes, 8 de junio de 2021

Miguel Delibes de Castro, la Tierra herida

 

Miguel Delibes de Castro: “Sin una justicia económica global no podremos salvar la naturaleza”

Miguel Delibes de Castro, en el jardín de su casa en Sevilla, con sus formidables prismáticos Leica.
Miguel Delibes de Castro, en el jardín de su casa en Sevilla, con sus formidables prismáticos Leica.

Delibes hijo heredó el amor por el medio ambiente de Delibes padre, cuyo centenario se celebra en 2020 y quien ya en 1975 alertó en su discurso en la RAE de la “inmolación” planetaria en ciernes. Juntos escribieron en 2004 La tierra herida, una charla casera sobre la amenaza del colapso ecológico. El padre defendió la cultura rural sublimándola en sus novelas. Su hijo fue director de la Estación Biológica de Doñana y ha sido el gran protector del lince ibérico. Jubilado y activo, el biólogo avista tempestades.

Es mediodía, hace sol en Sevilla y Miguel Delibes de Castro ya ha dado su habitual paseo mañanero en bicicleta con su yerno Jose. Ha recorrido 40 kilómetros —cifra estupenda para un hombre de 73 años— y lo único reseñable es que al sortear un camino recién arado se ha pinchado con una rama en un brazo. El biólogo no se fijó en qué clase de árbol lo rozó. Unos días más tarde, tras otro paseo, el exdirector de la Estación Biológica de Doñana y máxima autoridad en el lince ibérico envía un escueto mensaje de móvil informando de que se trataba de una planta leguminosa: “Fue una acacia”.

Miguel Delibes de Castro en entrevista

El 17 de octubre se cumplieron 100 años del nacimiento de su padre, el escritor Miguel Delibes, fallecido en 2010. La Biblioteca Nacional está celebrando con una gran exposición el centenario de un prodigio de las letras que fue a su vez un enamorado y un defensor de la naturaleza, sensibilidad que absorbieron sus hijos. En 1975, en su acto de ingreso en la Real Academia Española —sillón e minúscula para una persona que siempre rehuyó lo mayúsculo—, leyó un discurso titulado El sentido del progreso desde mi obra en el que advertía de los peligros de “un progreso de dorada apariencia pero absolutamente irracional” y sostenía la necesidad de encauzar el desarrollo con sentido ético y manteniendo la conexión con la naturaleza. Para quienes entonces pensaban sobre todo en un rápido crecimiento económico y en la modernización de aquella España anquilosada, podían sonar como las palabras de un aguafiestas o, como el propio Delibes dijo aquel día, de un retrógrado o un reaccionario. Hoy se leen simplemente como las palabras de un individuo cabal y perspicaz.

La preocupación medioambiental acompañó al escritor toda su vida, y en 2004 publicó con su hijo Miguel el libro La tierra herida, una charla casera en la que el novelista anciano apremia al científico en su plenitud a que le dé respuestas concretas sobre el desaguisado que se estaba produciendo en el planeta Tierra.

Nuestro desaguisado de ayer. Nuestro desaguisado de hoy. Nuestro desaguisado de mañana.

En la sala de estar de Miguel Delibes de Castro hay un simpático peluche de lince eurasiático, el Lynx lynx. El biólogo se encuentra fresco y bien dispuesto.

Es importante la bicicleta, ¿verdad?

Es esencial, cómoda y entretenida. Su empleo no debería ser visto como una imposición desagradable, sino como algo saludable y que permite disfrutar del paisaje de otra manera. En bici ves muchas cosas. Mi libro Cuaderno del carril bici: pedaladas de un viejo naturalista en Sevilla y más allá [Tundra, 2019] nació un día por la mañana en el que yendo hacia el trabajo tuve la suerte de observar el instante en el que un águila pescadora —el Pandion haliaetus— capturaba un pez junto a la Torre del Oro. En realidad, la he visto dos veces intentar pescar por la ciudad. Una se llevó una buena pieza, la otra falló. Por lo demás, es obvio que el uso de la bicicleta es muy importante por la reducción del dióxido de carbono y de otras partículas contaminantes que emiten los coches, y que la salud de los ciudadanos que andan en bici mejora. ¡Es tan absurdo gastar dinero y tiempo pedaleando en un gimnasio, o haciendo spinning como dicen, cuando se puede hacer ejercicio al aire libre para desplazarse de un lugar a otro! Una buena noticia es que parece que con el posconfinamiento se está haciendo un esfuerzo en las ciudades europeas por mejorar los carriles bici. París lidera el proceso, según dicen. En un lugar como Copenhague se le da tanta relevancia que esta vía es la primera que se limpia cuando cae una nevada. Madrid, al contrario, es nefasta para la bici.

¿Cree que en España hay un rechazo hacia este humilde medio de transporte?

No, tampoco diría eso. Lo que sí es un problema generalizado es que caminamos poquísimo para el clima tan benévolo que tenemos. Cogemos el coche para movernos uno o dos kilómetros. La verdad es que no sé de dónde viene esto.

En su familia la bici ha sido objeto de veneración.

¡Hombre, no tanto! Es cierto que a mi padre le gustaba muchísimo. Antes de casarse se hacía 100 kilómetros en bici para ir a ver a mi madre, y la usó hasta que tenía 85 años. Pero lo más importante para él, la pluma aparte, fue la escopeta. Ten presente que él no dijo nunca: “Soy un ciclista que escribe”. Dijo: “Soy un cazador que escribe”.

¿Y usted en qué está investigando?

Ya no tengo grandes proyectos, trabajo en temas con los que llevo años. Por ejemplo, otros biólogos del CSIC y yo tenemos pendiente la publicación de un par de artículos relacionados con la nutria. En uno estudiamos cómo va disminuyendo la contaminación en el río Guadiamar, ocasionada por el vertido de Aznalcóllar, mediante el análisis de las cargas de minerales pesados en los excrementos de las nutrias. Otro tiene que ver con las poblaciones de este animal en Marruecos, por donde hemos andado unos cinco años buscando nutrias. Es muy grato investigar cuando estás jubilado porque, aunque tengas que pagarte los gastos, te ahorras la horrorosa burocracia de la ciencia en España. Me siento más libre.

¿Por qué las nutrias?

Hace medio siglo, cuando yo empecé, aquí no había una estructura científica y básicamente escogías para investigar lo que más te apetecía. A mí me gustaban los mamíferos carnívoros como la gineta, el lince o la nutria, que en los setenta estaba desapareciendo en toda Europa y se ha recuperado con mucho éxito.

Tiene fama de ser pelín agresiva.

No hay animales agresivos si tú no los agredes, al menos en España. Todos son huidizos, y si hay algún riesgo se derivaría de una excesiva confraternización con ellos. Hay que comprender que los animales son distintos a nosotros, que Walt Disney creo una fantasía, que no es nada prudente acercarse a un oso cuando está devorando su pieza de carroña. Nosotros podemos considerarnos amigos de los animales, como Félix Rodríguez de la Fuente, pero ellos no tienen por qué ser amigos nuestros.

Su padre en su discurso de 1975 precisó que había escrito aquella disertación en memoria de su esposa, Ángeles de Castro, fallecida un año antes.

Sí, a ella le hizo muchísima ilusión que lo eligieran académico. Mi hermana Elisa recuerda que mi madre andaba por casa y de repente decía: “¡Uy, no sé por qué estoy tan contenta hoy!”, y luego: “¡Ay, sí, claro, por lo de la Academia!”. Ella murió en 1974, cuando aún no estaba acabado el discurso. A mi padre le entra una gran depresión y no tiene ánimo para hacer nada, pero en los primeros meses de 1975 saca fuerzas para terminarlo por ella. Por cierto, que esa parte del discurso que mencionas decidió no leerla en el acto porque temía quebrarse y echarse a llorar.

Delibes de Castro asoma entre el follaje de una madreselva.
Delibes de Castro asoma entre el follaje de una madreselva.

No quería exponerse.

Se conocía. Las comidas y las reuniones formales lo angustiaban. Decía que se le cerraba el estómago y que le entraba ansiedad. También le daban claustrofobia los aviones, y por eso cuando tenía que ir de viaje, así fuera a lugares remotos como Moscú o Estambul, nos pedía a alguno de los hijos y nuestras parejas que viajáramos con él. Mi esposa, Isabel, y yo lo acompañamos una vez en una gira por los países nórdicos, y después de Noruega y de Suecia, cuando aún teníamos que ir a Finlandia, se angustió, se le cerró el estómago y nos propuso que nos fuéramos a hacer turismo hacia el círculo polar, huyendo de comidas formales y clases magistrales. Él decía que era neurasténico.

¿Su madre y su padre compartían la preocupación por el medio ambiente?

Mi madre tenía otra clase de relación con el campo. Simplemente lo disfrutaba y, por su carácter alegre, tendía a ver el lado bueno de todo. Pienso que si ahora le dijesen que han desaparecido las truchas en tal sitio, ella diría: “Pero fíjate cuántas hay en tal otro”. En mi padre, sin embargo, las inquietudes siempre adquirían el cariz de una preocupación grave. Si se interesaba tanto por el medio ambiente, aparte de porque también lo disfrutaba mucho, era porque tenía la sensación de que era un bien que se estaba perdiendo rápido; lo mismo le sucedía con la cultura rural. Él, por su carácter depresivo, tendía a ver las cosas como negativas e irreversibles. Me acuerdo de que aun a los 89 años, poco antes de morirse, me dijo: “Hijo, yo sabía que el fin del mundo estaba cerca, pero no tanto. Me parece que aún voy a llegar a verlo”.

¿Ella era ama de casa?

Sí, aunque no el ama de casa al uso que se quedaba siempre en el hogar cuidando a los hijos y haciendo la comida. Le interesaba hacer patrones de moda, durante un tiempo fue con una tía mía distribuidora de libros en Valladolid, era agente de mi padre, lidiaba con sus traductores, organizaba sus viajes, reservaba los hoteles. Cuando ella murió, mi padre se encontró de pronto inerme, sin capacidad de hacer nada solo.

¿Qué comían en su casa en un día especial?

De muy niños, pollo, que ahora suena de lo más corriente. Comer pollo era excepcional. Mi madre hacía un formidable pollo guisado.

Imagínese que sus padres y sus siete hijos se ­reuniesen hoy a comer. Corre un día cualquiera de octubre de 2020. Una pandemia ha provocado ya la muerte de más de un millón de personas. Se atropellan las noticias sobre el cambio climático. ¿De qué hablarían?

Uy, qué difícil de imaginar. Ella murió hace 46 años, todavía vivía Franco y por entonces lo que más le preocupaba era la transición al posfranquismo. Le daba mucho miedo por su recuerdo de la Guerra Civil. Temía que hubiera otra guerra, y a los hijos nos pedía calma, prudencia, huir de los extremos; nos decía que había que buscar la democracia pero sin causar daños mayores que los que ya habíamos tenido. A mi padre esto no le preocupaba tanto. Creo que lo veía de modo más racional. En fin, que recuperar a mi madre en 2020 me resulta demasiado difícil. Pero la verdad es que sí estaría muy bien juntarnos otra vez todos a la mesa a comer un bonito con tomate, unas manitas de cordero o unos calabacines rellenos. Y hablaríamos de la pandemia, claro, pero casi seguro también de la familia, porque los Delibes somos muy familiares. Hablaríamos de las bodas de los nietos de mis padres, de sus nuevos bisnietos…

Cuando escribieron La tierra herida lo subtitularon ¿Qué mundo heredarán nuestros hijos? Han pasado 16 años. ¿Qué mundo heredarán los bisnietos de Delibes?

La situación es peor. Pese a que en comparación con entonces hay una mayor conciencia del problema, e incluso una tendencia casi universal a llevar a cabo políticas ecológicas y sostenibles, el deterioro del medio ambiente se acelera. Podemos constatar muchas mejoras concretas —los ríos europeos están mucho más limpios que hace unas décadas, hay más parques naturales y hay especies como la nutria o el lince en una situación más positiva, por poner algunos ejemplos—, pero todo pequeño avance local es casi insignificante a escala mundial.

¿Qué es lo más grave del deterioro actual del medio ambiente?

¡Eso es una pregunta de liga de fútbol! Los científicos no nos dedicamos a los rankings. Yo suelo decir que estamos ante un solo problema: un único problema ambiental y social con diversas facetas. Si no conseguimos una justicia económica global, la sostenibilidad social a la par que la ecológica, no arreglaremos nada ni salvaremos la naturaleza. Mientras haya gente que viva muy mal, habrá gente que daña el medio y gente que acaba con especies de animales; habrá pérdida de bosques; habrá pérdida de biodiversidad; seguirá sin detenerse la hiperfertilización de la tierra y de los océanos… Y parece inevitable que el mundo vaya volviéndose más y más complicado. Aunque dejásemos de emitir del todo gases de efecto invernadero, continuarán el aumento de la temperatura, el deshielo, la subida del mar, los huracanes y otros fenómenos extremos, y todo ello dará lugar a grandes dificultades de orden práctico, además de probables guerras por el agua. Esto va a más y solo se podrá afrontar con una gobernanza global, con algo como lo que supuso la ONU en tiempos del temor a un apocalipsis nuclear. Para evitar el colapso de nuestro mundo —climático o de otro tipo, pues bien pudiera ser tecnológico, por ejemplo— no hay soluciones locales.

¿Diría que su padre fue un ecologista?

Creo que sí, aunque el ecologismo hoy es muy heterogéneo. Algún ecologista lo rechazaría con cajas destempladas, pero otros lo aceptarían de buen grado. En todo caso, creo que es el único ismo al que se adscribiría.

No lo aceptarían, por ejemplo, los animalistas. ¿Cree que su padre, como cazador que era, tenía una concepción poco evolucionada de los derechos de los animales?

El punto de vista de los derechos de los animales es una conciencia nueva muy urbanita, y mi padre era de otra época y entorno y no tenía dicha conciencia. Yo como biólogo tengo dudas sobre algunos de esos derechos. No me considero en absoluto animalista y creo que esta corriente está llegando a extremos antiecológicos. ¡Hay movimientos que reclaman eliminar a los animales depredadores porque hacen sufrir a las presas!

En su discurso su padre dijo que se le acusaba de retrógrado por cuestionar la idea imperante de progreso en defensa de la naturaleza.

Más bien yo creo que si lo tachaban de eso era por el mundo rural que representaba en novelas como El camino o Las ratas. Entendían que era un conservador que no quería el progreso de los españoles (“¡cómo va a defender Castilla si convierte en héroe a un niño que vive en una cueva!”), cuando lo que subyacía a esas historias era una defensa de la necesidad de mantener la cohesión en el campo, los lazos con la tierra y la lentitud de ese modo de vida, adelantándose al problema tan obvio hoy del vaciamiento de los pueblos.

Le traslado una pregunta que lanzó su padre en su discurso: “¿En qué consiste el bienestar? ¿Qué entiende el hombre contemporáneo por estar bien?”.

Te digo lo que yo creo: que si pudiéramos ser felices sin comprar mucho, sin tener que cambiar de casa o de coche cada poco, sin necesidad de ir a las Maldivas de vacaciones, nos estaríamos acercando a una idea sensata del bienestar. Hacen falta economistas que nos orienten hacia la economía del no crecimiento y políticos que nos ayuden a ir por ese camino sin necesidad de que nos obligue una catástrofe como la actual o como otras que puedan venir.

¿Qué era para él el bienestar?

Estar en el campo. Que la familia estuviera bien. Ir de caza: “Ser un hombre libre en un campo libre contra una pieza libre”, decía. Y, por supuesto, la justicia social.

Y usted, ¿cuándo está bien?

Yo también en el campo. Es donde más canto.

¿Qué canta?

Canciones de los sesenta o de los setenta. En las excursiones familiares cantamos mucho. Hace apenas un año, en un viaje a Noruega, cantaba Palmero sube a la palma, de Los Sabandeños, con mi hermano Germán mientras navegábamos en piragua por aguas del círculo polar.

Es divertido que en La tierra herida su padre lo chinchaba seguido con comentarios como “Necesitamos hablar con cierto rigor”, “Pero bueno, ¿estás elucubrando?”, “Hablas y hablas…” o “¿Es que los científicos trabajáis por tanteo?”.

Sí, mi padre me chinchaba porque quería que fuera muy concreto, como le gustaban las cosas a él, y yo, como corresponde a la formación del científico, le iba dando vueltas a todo.

Y si ahora mismo su padre le reclamara que le dijera cómo va la cosa del medio ambiente, seca y llanamente, qué le diría.

Como decía el cartel de un niño que me llegó el otro día al WhatsApp: “Regulinchi”.

La Tierra herida

La Tierra herida, Miguel Delibes y Miguel Delibes Castro

Miguel Delibes nació en 1920 en Valladolid. Obtiene el premio Nadal por La sombra del ciprés es alargada en 1947. Ese mismo año nace Miguel, el mayor de sus siete hijos. Abogado y periodista, la obra literaria de Miguel Delibes es de una magnitud tan excepcional, ha sido tan reconocida, que su glosa, siquiera su referencia, no cabe en estas líneas.

Quizá convenga recordar, para entender las razones que han llevado a Miguel Delibes a embarcarse en este último libro, un doble rasgo de presencia constante en sus textos. Por un lado, su insistencia en que su mundo narrativo sea testigo y notario del discurrir del tiempo que le ha tocado vivir. Por otra parte, Delibes es, lo ha sido siempre, un intelectual desvelado por las gentes desfavorecidas, los débiles, los marginados o todos aquellos que viven mal en un mundo excesivamente preocupado por los bienes materiales.

La Tierra herida es un libro que abre desde el título su contenido. El subtítulo, ¿Qué mundo heredarán nuestros hijos?, subraya las intenciones del mismo. Lo que pretende Miguel Delibes es denunciar, expresar su inquietud ante la usura que sufre nuestro planeta a manos irresponsables de individuos, empresas y estados. La estrategia narrativa a la que ha recurrido Miguel Delibes ha sido la de explicarse a través de una conversación con su hijo Miguel Delibes Castro. Biólogo, presidente de la Sociedad Española para la Conservación y Estudio de los Mamíferos y ex director de la Estación Biológica de Doñana, su afición por la biología tiene mucho que ver con las salidas que hacía al campo al hilo de las jornadas de caza o de pesca de su padre.

Aunque al padre la afición y el interés por el medio ambiente le venga desde el lado cinegético y al hijo desde el costado de la ciencia, lo cierto es que ambos llevan años preocupados por la tremenda agresión que la Tierra viene sufriendo en los últimos lustros. Tras una breve introducción, Miguel Delibes recuerda que cuando ingresó en la Real Academia de la Lengua, “hace casi treinta años”, pronunció un discurso de entrada que posteriormente dio origen a dos libros titulados SOS y Un mundo que agoniza. En ellos denunciaba el agotamiento de los recursos naturales, la contaminación, la escasez de agua dulce y la disminución de la biodiversidad.

Estamos ante una obra que se debe a una preocupación reflexionada y documentada de Miguel Delibes. La puesta en marcha de la larga conversación en que consiste este libro tuvo lugar en Sedano, el pueblo burgalés en el que veranean los Delibes, en julio de 2004, a raíz de una de las visitas estivales que le hizo su hijo mayor. Posteriormente, en encuentros espaciados a lo largo de distintos fines de semana de Delibes Castro a su padre se completaría la serie de entrevistas.

Las noventa y dos preguntas, si no he contado mal, que componen La Tierra herida le entran al lector como una torrentera que, para facilitar su lectura, se acota en veintiséis categorías puestas en el margen de las páginas. Una serie de fotografías más una escogida bibliografía completan este volumen.

Las casi cien cuestiones que Miguel Delibes plantea a su hijo se abren con la preocupación por el aumento de la temperatura de la Tierra. Delibes Castro afirma que el calentamiento que sufre España está “entre dos y tres veces más que el promedio de toda la Tierra en cien años”. Señala con contundencia que el sur de España está, climáticamente hablando, en una situación similar al Marruecos de 1975.

Cambio climático, efecto invernadero, agujero de la capa de ozono y contaminación industrial son algunos de los vectores que inciden en amenazar el aire, un recurso vital que el Protocolo de Kioto intenta proteger desde la cumbre de 1997 pero que Estados Unidos, el principal contaminador del planeta, no acaba de aceptar.

Para los Delibes, el crecimiento de la población conforma, con el aumento de la necesidad de agua potable, un problema tan central como de difícil solución. Ambos, más crítico el padre, más contemporizador el hijo, han trazado un preocupado mapa de los males que afectan al planeta. Todo ello con el regalo añadido de la prosa de Miguel Delibes. Sí.

Las maravillas, de Elena Medel

 

La incómoda lucidez de Elena Medel

Elena Medel. Foto: Lisbeth Salas

En Lecturas compulsivas, recopilación de ensayos publicada en 1998, Félix de Azúa (Barcelona, 1944) constataba que la narrativa del momento apenas hablaba de dinero, y se preguntaba si la razón sería que los escritores daban por descontada su naturaleza determinante, del mismo modo que nadie narra el oxígeno (aunque, bien mirado, sería un estupendo tema). Fuera cierto o no entonces, lo que está claro es que, en 2020, toda la cultura de nuevo cuño habla del tema: las jerarquías y dinámicas de poder que proyectan el dinero y el modo en que se accede a él son el punto principal y multiforme en disciplinas tan dispares como la música trap o las novelas de vocación realista. Cierto que el asunto se mezcla íntimamente con el pensamiento de género, por la sencilla razón de que es la realidad quien los mezcla.

Las maravillas, primera novela de la poeta, editora y crítica Elena Medel (Córdoba, 1985), se presenta desde el principio como un libro acerca del dinero y su impacto en los cuerpos femeninos, con la historia de España desde finales de los años sesenta hasta ahora como telón de fondo. Esa historia del país puede reconstruirse en la sucesión de formas narrativas que ha ido proponiendo cada nueva promoción de novelistas. ¿Qué ha cambiado, dónde estamos ahora? Hoy, el dinero es igual de determinante que en los noventa, pero las disfunciones de su histérico flujo circulatorio se han exacerbado hasta el colapso. De ahí que el diagnóstico ocurrente de Azúa remita a un período ya agotado, y ya nadie despierto eluda la cuestión.

Las maravillas es una novela poco preocupada por resultar generacional (recuerda más al magisterio de Marta Sanz, por ejemplo, e incluso al de Belén Gopegui), pero está recorrida por la política en fondo y forma: así, una de sus escenas clave transcurre durante la manifestación del 8 de marzo de 2018, y cometerá un error quien interprete esta elección como oportunismo cuando lo que demuestra es compromiso feminista junto a una convicción sólida en la necesidad de narrar un momento percibido como esencial.


'Las maravillas' tiene claro qué quiere contar: que el dinero es el gran narrador del mundo al que debemos replicar

Medel enlaza las desventuras de tres mujeres de la misma sangre (abuela, madre, hija), que sin embargo a duras penas forman "una familia" ni mucho menos una tradición: también esas formas de memoria son bienes que no todos pueden permitirse. “Busca en sus bolsillos sin encontrar nada”, arranca la voz narrativa, y enseguida sabemos que esa primera línea contiene el libro entero. Un tono crudo y explícito en sus objetivos nos conduce por la caída en la pobreza de un linaje que casi protagonizó el milagro de la España tecnocrática de los setenta y ochenta, pero al final no lo logró.

Hay pasajes intensos, como aquellos que narran los cuidados que una sirvienta dedica a una anciana moribunda. En casa, mi pareja leía Una mujer de Annie Ernaux al mismo tiempo que yo hacía lo propio con Las maravillas, y cuando me recitó en voz alta las impresiones de Ernaux sobre el acompañamiento a su madre en los últimos días de vida (dedicándole las mismas atenciones que requeriría una niña: bañarla, limpiarla, peinarla…), el paralelismo entre ambas escrituras me impresionó e iluminó.

Es cierto que Las maravillas tiene problemas para dotar de tonalidad y textura diferenciadas a cada una de sus tres historias, sosteniéndose como lo hace en un registro bien ejecutado pero algo monocorde y condicionado por los paralelismos que aspira a establecer. Además, este lector alberga dudas sobre su final, que es estructural y discursivamente coherente con todo lo anterior, sí, incluso demasiado coherente: es decir, predecible. A cambio, insisto en que la novela ofrece escenas de lucidez incómoda (atención a mi capítulo favorito, 'El colgado', de una tristísima crueldad), y se conduce con un sentido claro de lo que quiere contar y por qué, a saber: que el dinero no es oxígeno, sino el gran narrador del mundo al que debemos replicar

fuente: El Cultural 

Elena Medel, primera mujer Premio Francisco Umbral por “Las maravillas”

 

Elena Medel, primera mujer Premio Francisco Umbral por “Las maravillas”

Carmen Sigüenza | Madrid - 4 febrero, 2021

La novela “Las maravillas”, de la escritora cordobesa Elena Medel, ha sido galardonada con el Premio Francisco Umbral al Libro del Año 2020, según el fallo del jurado, que ha destacado la frescura literaria de la obra y la “excelente calidad poética” de su prosa. Así se convierte en la primera mujer en ganar el premio convocado por la Fundación Francisco Umbral.

La poeta Elena Medel (Córdoba 1985) ha decidido publicar su primera novela y lo ha hecho a lo grande. “Las maravillas” es uno de esos libros que quedará como testimonio de una época, el de las últimas décadas en España. Medel, poeta, editora, traductora y autora de varios poemarios premiados, como ‘Chatterton’ (Visor), ha decidido dar voz a la precariedad, a la falta de dinero, a la verdad en blanco y negro de la clase trabajadora y al tema de los cuidados y los cuerpos. Todo ello con rostro de mujer.

“Las maravillas (Anagrama) comienza y acaba el 8M de 2018, una fecha emblemática para las protagonistas de una novela que ya ha sido traducida a seis idiomas y que narra la vida de dos mujeres de diferentes generaciones que se mueven en la misma situación de precariedad, en un barrio obrero y padeciendo la desigualdad social entre hombres y mujeres. Una es María, que abandona Córdoba para trabajar en Madrid a finales de los 60, y la otra Alicia, que nace treinta años después y hace lo mismo para trabajar en Madrid.

La historia de la precariedad

P.-  La novela recuerda el realismo social en la España de los años 50. Ha pasado mucho tiempo, pero leyendo su libro,  parece que la precariedad es la misma historia de la España en blanco y negro antes y ahora en el siglo XXI.

R.-  Es una novela que transcurre en España, en realidad, en los últimos casi 50 años. Me parece que podría haber sucedido unos años antes o después y podría haber sucedido también en un país cercano. Al  final es la historia de la precariedad y eso en la historia de la clase baja y de la clase obrera es algo casi transversal. Creo que ocurre por igual en España y en otros países. La precariedad no es una cuestión generacional. Creo que la precariedad, por desgracia, afecta cada vez más a generaciones muy distintas. Me parece que va a volver a pasar especialmente a raíz de esta última crisis y de forma muy salvaje cuando esta situación termine, se vuelva a la normalidad que conocíamos o algo parecido, y el mundo se vuelva a desajustar otra vez.

P.-  “Las maravillas” es el retrato de dos mujeres trabajadoras en un contexto de falta de dinero. ¿Cómo surge esta  historia, su primera novela?

R.-  Es la primera novela que publico, pero la cuarta que escribo. Hay otras novelas anteriores, dos terminadas, una por terminar, que acabé descartando por distintos motivos. Pero había un personaje que se repetía en todas ellas, Alicia. En todas estaba Alicia, en distintos momentos de su vida. Era un personaje secundario, por así decirlo, pero terminaba comiéndose al resto de personajes. Hubo un momento en el que me pregunté: qué tenía ese personaje que me interesaba tanto, cuál era su historia. Y de una manera muy libre, muy intuitiva, sin esquema, empecé a escribir sobre Alicia. Ese fue el origen.

Elena Medel

Portada del libro “Las Maravilla”. Foto cedida por Anagrama.

Ese origen está en el libro, en el capítulo “El reino”, donde se habla del desclasamiento. En ese capítulo está, por una parte la exhibición de Alicia, orgullosa de sus riquezas delante de sus compañeras más pobres y, por otra, el fin de ese espejismo, de esa vida de nueva rica que tuvo y en que la habían educado y criado sus padres. Así empecé a tirar de ese hilo.

Empecé a preguntarme: ¿Qué ocurre? -porque Alicia después de eso que pasó en su familia tiene una vida- ¿Cómo vive Alicia después volver a sus orígenes, a ese regreso a mediados de los 90, a la clase social de origen de su familia?  ¿Quién es la madre de Alicia? ¿Quién es el padre? ¿Quién es la abuela? ¿Cuáles son las relaciones entre ellos? Esas fueron un poco las preguntas que surgieron para ir armando la trama.

“El tema del dinero y la clase social es algo que me interesa cada vez más”

El tema del dinero y la clase social es algo que me interesa cada vez más, y ya estaba en mi libro ‘Chatterton’, de 2014. Toda la escritura abarca la crisis de finales principios de la década pasada y ya estaba el tema de la precariedad, no sólo laboral y económica, sino también sentimental. La manera en la que las relaciones emocionales se terminan mercantilizando cuando alguien me importa, según lo que me dé, no solo materialmente…y eso termina desembocando en la novela esta. Son libros míos diferentes, pero muy hermanados.

Cruda realidad en la ficción

P.- Pone encima de la mesa el tema de la clase social, la pobreza, la precariedad, el ascenso social, los fuegos de artificio, la mentira, un poco también en la línea de crítica de Belén Gopegui, Marta Sanz o Rafael Chirbes.

“Espacios íntimos como espacios políticos”

R.-  Sí pero también Carmen Martín Gaite, porque toda esa cuestión política y social estaba de forma sutilísima en ella, por el tiempo que le tocó vivir y escribir. Cómo ella va armando esa presencia de la realidad en la ficción me interesa mucho. Cómo las cuestiones sociales van filtrándose por la trama de sus novelas. También pienso en la poeta Angela Figueras, que siempre la nombro, me gusta cómo teje una poesía radicalmente social política y critica y utiliza los espacios íntimos como espacios políticos.

Figueras con sus poemas hace política en el salón de la casa, en la cocina, en el mercado, etc. Esa es mi guía entre muchas autoras, como Annie Ernaux, que tiene una frase muy inspiradora cuando dice que que escribe desde sus circunstancias. Ella escribe desde sus circunstancias como mujer de clase obrera, ahora desclasada en la burguesía, pero insiste en que sigue escribiendo desde esa mentalidad de mujer de clase obrera, ahora invitada en la fiesta, y que se siente una extraña.

“Nos da vergüenza hablar de dinero”

En cuanto al tema de la clase social, creo que nos da vergüenza hablar de dinero. Creo que nos da pudor hablar del dinero que tenemos, que ganamos. Por eso muchas veces decimos clase media cuando queremos decir clase baja. La clase media es como un disfraz para encajar a los que les da vergüenza decir que son de clase baja, y  también les sirve para los de clase alta que  sienten vergüenza decirlo. El dinero es algo que marca nuestras vidas. Con dinero se compra todo, incluso cuestiones inmateriales. La clase y el dinero terminan marcando sus vidas en la novela, como el género.

Construir un discurso universal con voz de mujer

P.- La novela comienza y acaba el día del 8-M de 2018, ¿por qué? 

R.- Para mí era simbólico comenzar y terminar la novela con la manifestación del 8 de marzo de 2018, la gran, gran manifestación que todas recordamos. Pero me gustaba que en una novela tuviera personajes femeninos protagonistas elegidos de forma muy deliberada, porque estoy convencida de que se puede construir un discurso universal con un personaje femenino. Nos han enseñado siempre que lo masculino apela a todo el mundo por igual. La historias masculinas, por así decirlo, son universales y las historias femeninas son particulares.

Una historia con una voz femenina, con un personaje femenino, habla de las cosas de las mujeres, sin embargo, una historia masculina con un personaje masculino es una gran historia de peso que analiza los grandes dilemas del ser humano, etcétera.

Entonces sí que quería defender la posibilidad de contar una historia protagonizada por mujeres, con temas como la maternidad, los cuidados, etcétera, pero que apelara por igual a los hombres y a las mujeres. Estoy hablando al final de precariedad, de la clase, que es un asunto que creo que nos atañe a todas, pero también a todos. Termina en el 8 de marzo porque tiene que ver con el periplo vital de María. Para mí era muy simbólico que la novela se cerrara para María ahí, porque es como una especie de culminación de su vida, pero también quería poner a Alicia en ese contexto, alguien tan antipático, misántropo, casi sociópata: qué hace alguien que no le interesa el mundo rodeada de gente que quiere cambiar el mundo.

El 8M cambió muchas formas de ver el feminismo

También ese 8-M es el acontecimiento histórico reciente, porque creo que cambió muchas formas de ver el feminismo. Fue la prueba de que el feminismo estaba ahí. Nunca había dejado de estar, pero sí que ese día se vio que había una voluntad mas allá de generaciones. No  era una cuestión de gente joven que salía a protestar, sino de todas las generaciones y eso fue muy emocionante. Era como un subrayado de que el feminismo apela a todo el mundo.

Para mí fue un momento muy especial que no ha terminado y que sigue vigente, y creo que, como todas las cuestiones históricas, la respuesta de lo que significó vendrá más adelante.

Nuestra vida marcada por dos crisis salvajes

P.-  Habla de la precariedad, de la crisis, y ahora estamos sumidos en otra que también afectará al futuro de los jóvenes. Esto no se agota  ¿Cómo lo ve?

R.-. Al final de cada nueva crisis, los pobres son más pobres y los ricos son más ricos. No sé dónde leía hace poco una estadística  , que apuntaba cuánto habían crecido las grandes fortunas durante estos meses de pandemia. Sí, y, por otro lado, yo creo que la precariedad es algo transversal en cuanto a generaciones. Cada vez hay más empleos precarios.

Pienso, por ejemplo, cómo puede la generación de mis padres, que están ya cercanos a la jubilación, vivir esto ahora. Pasaron unos años tranquilos y ahora se enfrentan a otra crisis más. Pienso en mi generación, que ya no somos tan jóvenes, que tenemos 35 años. Y hay gente, que tiene 15 años menos, que ha empezado ya a salir de la carrera, a incorporarse al mercado laboral, etcétera. Y en mi caso, por ejemplo, venimos de la crisis anterior. Es decir, que nuestra vida va a estar marcada por dos crisis salvajes.

Defensa de lo público a ultranza

Entonces, al final, creo que hay cuestiones de las que tenemos que ser conscientes, que tenemos que reivindicar y que son, por ejemplo, la defensa de lo público a ultranza, la sanidad pública, la educación pública, que todo el mundo pueda tener acceso a ella, que se sienta con esa tranquilidad, que quizá sea una utopía en estos momentos, que no importa lo que ganes si estás enfermo porque vas a estar bien atendido. Vas a poder tener derecho a una educación que te haga progresar, etcétera. Creo que son cuestiones a las que hay que estar cada vez más más atentos, y las mujeres con esta crisis también se llevarán lo peor.

Reacción a la contra de lo conseguido por el feminismo

P.- ¿ Cree que las mujeres en esta crisis se llevarán lo peor? ¿ Sufrirán una involución en la conquista de sus derechos y protección?  

R.- Claro, no tengo duda ninguna. Además con el tema del confinamiento también pensaba en todas las mujeres que tenían que estar con sus maltratadores. Me parece tremendo esa cárcel dentro dentro del propio confinamiento. Los cuidados siempre recaen en las mujeres y siempre están hiperprecarizados.

También hay una reacción a la contra de todo lo que está consiguiendo el feminismo. Para mí, el feminismo es algo trasversal, quiero decir, tiene que ver con la lucha por la igualdad entre géneros, pero también entre clases o razas. Son derechos humanos. Yo veo que hay una una reacción a la contra, un rechazo muy potente de todo lo que se ha ido consiguiendo. Se da un paso y te empujan para retroceder dos. Creo que es algo que está sucediendo en los últimos años y que se va a manifestar de manera mucho más salvaje en los próximos años con la crisis que va a venir.

Las maravillas, traducida a seis idiomas

P.-  ¿Qué lugar ocupa esta novela en su carrera?, ¿Va a seguir escribiendo novela, además de poesía, y a seguir dirigiendo la editorial La Bella Varsovia

R.– No lo sé. Tengo alguna historia en la cabeza. Tengo también ideas para un libro de poemas y estoy acabando un ensayo que saldrá en algún momento. Ahora estoy muy contenta con ‘Las maravillas’, que se va a traducir a seis idiomas, el alemán, inglés, italiano, neerlandés,  griego y portugués, saldrá en Portugal y Brasil. Va a salir en muy buenas editoriales y estoy muy contenta porque podría parecer que por el contexto era una historia muy española, pero que cada país se la puede llevar a su lado. Una editora portuguesa me lo decía: ‘Hemos tenido referencias hermanas’.

Es un poco el ‘Anticuéntame’. El barrio no es tan bonito. Hace poco volví a ver  ‘Laberintos de Pasiones’, de Almódovar, en el Madrid de 1982, y en esa época mis padres tenían veintipocos años y veían y vivían una realidad completamente distinta. Pues la novela trata de reproducir un poco esa realidad. 

fuente: efeminista