Había muchas ganas de encuentro literario, y pasara lo que pasara, lo íbamos a disfrutar gracias a la organización de las bibliotecas de Dueñas, Venta de Baños, Aguilar y Palencia.
Una jornada estupenda en Dueñas gracias a la organización de las bibliotecas de Venta de Baños, Aguilar, Dueñas y Palencia.
La literatura, en tanto que forma
artística, se asocia a la búsqueda estética. En términos simples, parece
lógico esperar que una obra sea o, por lo menos, quiera ser bella. Esto
hace que un libro como Cara de liebre, de Liliana Blum
(Durango, 1974), resulte complejo. Por un lado, la habilidad de la
escritora es indiscutible: su capacidad para construir una historia
redonda, llena de personajes profundos, y narrada con una prosa ágil,
reflexiva sin perder el ritmo. Dicho de otro modo, la capacidad de Blum
como escritora trasluce en cada página. En contraste, el tema abordado,
la vida de los personajes y las cosas que hacen nos confrontan. La
novela introduce en un mundo sórdido, explora realidades difíciles de
enfrentar. En pocas palabras, esta obra no está escrita para estómagos
sensibles y, por tanto, se aleja del sentido llano que se suele dar a la
noción de “belleza”.
La narración se enfoca en tres individuos. Irlanda es una mujer cuya
vida está marcada: una operación que corrigió un defecto congénito, un
labio leporino, le dejó una cicatriz en el rostro. Crece siendo el
objeto de las burlas y la violencia del mundo que la rodea. Entre los
apodos que le dieron de niña, se encuentra el que da título al libro:
Cara de liebre.Tamara, por su parte, es una joven pintora
que, incapaz de lograr el éxito en el mundo artístico, trabaja como
depiladora en un spa. Sus vidas se conectan a través de un hombre, Nick,
el obeso cantante de una banda de rock mediocre, un individuo narciso y
egoísta. A pesar de ser una persona que se aleja de los estereotipos de
la belleza, sus ojos azules se vuelven el origen del deseo de las dos
protagonistas.
A primera vista, la trama se proyecta como un triángulo amoroso y, en
cierto sentido, la idea no es desacertada. Sin embargo, desde el primer
capítulo se puede intuir que la historia tomará un camino poco
convencional y, con algo de malicia, el lector podría empezar a intuir
el carácter oscuro de la narración. Blum ha mostrado un interés por este
tipo de estrategias: partir de temas convencionales para mostrar su
rostro sórdido. En Cara de liebre, retoma una de las cuestiones
por las que ha mostrado interés en el pasado: el deseo. Al hacerlo, se
aleja de los lugares comunes a los que esta temática suele estar
asociada. No encontramos nada cercano al sentimentalismo fácil o a un
erotismo estereotipado. En las novelas de Blum, el deseo muestra sus
desviaciones, sus formas monstruosas. No sorprende, por esto, que el
cuerpo cobre relevancia. Pero, como se puede intuir, lo corporal se
explora alejado de la normatividad. Incluso cuando algún personaje es
capaz de entrar dentro de las expectativas sociales, es mostrado desde
un ángulo diferente que resalta lo extraño y hasta lo grotesco. Más
importante, y este es el caso, por ejemplo, de Tamara, quienes transitan
la novela de Blum están profundamente alienados de sus propios cuerpos.
Lo que subyace a estas cuestiones es la violencia: la del deseo
truncado o impuesto, la de una sociedad que impone moldes estrechos a
una realidad heterogénea, la de quienes se aferran a un pasado perdido o
la de aquellos que buscan ideales imposibles. En la novela, esta
violencia no es solo tácita, tiene expresiones concretas que confrontan
al lector con un mundo que no deja de asemejarse a la realidad. Parece
irónico que esta problemática englobe una novela que, como dijimos,
puede leerse como una suerte de triángulo amoroso. Ahora, no debemos
olvidar que el amor también es o puede ser una forma de violencia.
Volvemos, entonces, a la pregunta inicial: ¿dónde está lo bello? Cara de liebre se
suma a una tradición artística que quiere alejarnos de los lugares
comunes de la estética, de cualquier idea fácil que podamos tener en
torno a lo que es, supuestamente, la belleza. En cambio, aborda una
parte de lo humano que pocas veces queremos enfrentar o, incluso,
aceptar. Al hacerlo, rechaza cualquier idea acomodaticia sobre el arte.
Su potencia estética está, precisamente, en esa capacidad de remover los
tópicos que poseemos sobre las relaciones humanas y, en última
instancia, sobre la literatura.
Cara de liebre, una novela de terror cotidiano: Entrevista a Liliana Blum
Por María Rascón
«Nick abre la boca y
recibe las nueces como si tomara la Sagrada Comunión, no sin antes
expedir un aliento demoniaco. No he podido asearlo como quisiera porque
se rehúsa a cooperar. Me abstengo de comentar algo sobre su halitosis,
que espero sea pasajera. No se trata de herir sus sentimientos, pero me
resulta imposible suprimir un gesto de asco con el que cierro mis ojos
por una fracción de segundo. Él se aprovecha de este breve descuido y
muerde uno de mis dedos y parte del dorso de mi mano».
Es temporada de caza. En el jardín, un gran árbol de duraznos se nutre con los restos de los hombres que ha despedazado Cara de liebre. La zapatilla de cristal se ha roto. Solo queda la cebolla, que crece en la oscuridad.
1. El diseño de portada de Cara de Liebre es
enigmático. Funciona, en mi opinión, como un acertijo. Entrevemos
algunas pistas importantes de la historia, y el vistazo, aunque breve,
es sumamente provocativo. ¿Qué opina Liliana Blum sobre la portada de su
libro?
Es una de las cosas que más me gustan del libro. Gracias a lo bien
que le fue a mi segunda novela, para esta mi tercera, la editorial me
consintió mucho con la portada: un artista digital, tras leer la novela,
nos presentó algo muy parecido a lo que ves ahora. Usualmente los
autores no tienen mucho que ver con las portadas, sobre todo en las
editoriales grandes. Recuerdo que para mi primera novela, Pandora, se me
avisó cuál iba a ser la portada (y nunca me terminó de gustar por
completo). Sin embargo, a Pandora le fue tan bien que para mi segunda
novela, El monstruo pentápodo, se me preguntó qué cosa tenía en mente, y
se me hicieron tres propuestas de las cuales pude escoger una. Para
Cara de liebre realmente me querían consentir, y creo que fue un gran
acierto: es una portada que llama la atención, pero que no se termina de
entender hasta que se lee la novela.
2. Tengo curiosidad por saber qué parte de la novela escribiste primero.
Escribí la novela en dos tiempos. Primero escribí toda la parte de
Irlanda, y fue solo hasta que la terminé, que comencé a escribir la de
Tamara, guiándome por cada capítulo de Irlanda, y entreverando los
capítulos de Tamara.
3. ¿El final de Cara de liebre siempre estuvo claro para ti? ¿Cuál hubiera podido ser otro desenlace?
Muy buena pregunta. De hecho inicialmente pensaba en un final más
tipo Hollywood, donde prevalece el bien. Es decir, que Tamara llegaba a
tiempo y lograba salvar a Nick, sin saberlo, sino como un efecto
secundario de enfrentarse a la “otra”. Sin embargo, mi hija adolescente
(que no leyó el manuscrito, sino que lo escuchó platicado por mí), me
sugirió el final actual. Me gustó mucho la idea de que tras superar a un
mal hombre y apelar a su propia dignidad, toma la decisión que, sin
saberlo, será el destino fatal del hombre que tanto daño le causó.
4. ¿Crees que Irlanda volvería a cometer un asesinato después
de deshacerse de Nick? Tuvo suerte de que no la pillaran esta vez.
Creo que Irlanda ha aprendido la lección. Ya no quería más cadáveres
(por las razones más obvias y pragmáticas), así que lo que sucedió con
Nick fue un experimento que salió mal. Irlanda es muy inteligente y
aprende de sus errores, pero no es una asesina sádica que saque alguna
satisfacción de cometer un asesinato: sus primeros cadáveres son el
resultado (nuevamente, efectos secundarios) de no querer ser abandonada,
de tener un hombre que le haga compañía y la quiera. Por retorcido que
esto suene, son las razones por las que mata al principio. Al final,
tras darse cuenta de que no se puede obtener por la fuerza el amor de
nadie, tiene que disponer de Nick: no puede dejarlo vivo o ella
terminará en la cárcel. Así que podemos ver que esta muerte es necesaria
para conservar su libertad, pero tampoco es algo que quisiera o
disfrutara hacer. En mi cabeza, tanto Irlanda como Tamara aprenden una
lección muy parecida: no puedes obligar a nadie a que se quede contigo.
Por consiguiente, nadie necesita a un hombre en realidad.
5.¿Qué obstáculos enfrentaste mientras escribías Cara de liebre?
La batalla contra mi propia desidia y mi poca capacidad de
concentración en primer lugar. Después, unir las historias de Irlanda y
de Tamara de modo que coincidieran en acciones y en tiempo. Y
finalmente, obligarme a trabajar las revisiones que se vuelven siempre
tediosas y eternas.
6. De todos los libros que has escrito, ¿cuál es tu favorito?
Una pregunta difícil. Los libros escritos por uno mismo son como los
“amores de la vida” que uno se encuentra muchas veces. Durante un tiempo
piensas que ése es EL libro (o el amor de tu vida), pero más adelante
viene otro libro (u otro hombre) y te das cuenta que el anterior no era
tan bueno. Le tengo un cariño muy especial a El libro perdido de
Heinrich Böll, pero tengo una especie de “crush” por Cara de liebre,
porque es una novela catártica, juguetona, y en donde me atreví a
sobrepasar varios límites, tanto con la editorial como con mis lectores.
7. ¿Qué elementos consideras indispensables para escribir una buena novela?
Primero, tener una historia qué contar, y tenerla bien clara en la
cabeza, de principio a fin, antes de sentarse a escribir. En segundo
lugar, tener personajes tridimensionales, con sus defectos y virtudes, y
con quienes los lectores se puedan identificar. Trama y personajes para
mí lo son todo en una novela. Solo con ellos se puede dar el conflicto,
que será el motor que haga avanzar a la novela.
8. Esta es una pregunta que puede resultar interesante para
los escritores que apenas comienzan a hacer una carrera. ¿Por qué es
importante contar con un agente literario?
Esto plantea un problema casi casi de lógica, porque hay que tener ya
una carrera de cierto nivel y una obra sólida para que un agente quiera
representarte. Me refiero a los agentes verdaderos, esos que se llevan
un pequeño porcentaje de los contratos que logran para tu obra, sea de
publicaciones, traducciones, derechos para el cine, etc., y no los
fraudulentos que le cobran a los autores incautos una cuota fija
mensual, hagan o no su trabajo, tengan o no resultados. Lamentablemente
conozco varios autores que han perdido años y dinero pagándole a este
tipo de agentes, sin ningún resultado. ¿Por qué habrían de trabajar, si
reciben una cuota fija por no hacer nada? Por otro lado, los agentes
verdaderos no se arriesgan a representar a un autor principiante y
desconocido, porque no hay garantía de que puedan hacer negocio con
este. Al final de eso se trata, de una relación simbiótica entre autor y
agente, en la que ambos se beneficien. Recomiendo entonces a los
escritores que apenas empiezan tratar de publicar con mucha paciencia,
siempre de menos a más, y sobre todo, alejarse de las autopublicaciones
como si fueran la peste. Nada ahuyenta más a un editor serio o a un
agente, que un autor con libros publicados por él mismo. Así que hay que
hacerse a la idea de que esta es una carrera en la que quizás puedes
estar trabajando diez años sin que lleguen los frutos. Sugiero empezar a
publicar en revistas (usualmente no pagan a menos que ya tengas un
cierto nombre), luego en editoriales de los estados o municipios (suelen
pagar con libros). Todo esto va forjando un currículum poco a poco.
Después hay que pasar a las editoriales independientes, que pueden pagar
una cantidad simbólica o también con libros. Ojo: una editorial JAMÁS
le debe de cobrar ni un peso a un escritor por publicarlo. Las que lo
hacen son imprentas disfrazadas de editoriales y que se dedican a
defraudar escritores llenos de ansias por cortar camino y publicar. Si
los trabajos publicados en revistas, editoriales de estados, y
editoriales independientes son de calidad, vendrán luego las editoriales
más grandes, donde hay adelantos por cada libro, contratos, y regalías
anuales. Es en este punto que algún agente volteará a ver a los autores:
no antes.
9.Para Ignacio Alarcón eres una narradora
de prosa ágil y reflexiva, no apta para estómagos sensibles. Las
personas mayores te preguntan por qué no escribes sobre cosas más
bonitas. ¿Cómo definiría Liliana Blum su propio estilo de escritura?
A pesar de que muchas veces mis novelas se han catalogado como
literatura noir, yo creo que no es una etiqueta acertada, y no porque
tenga algo contra el género, sino porque no creo que describe lo que yo
hago. Me parece que el noir se refiere más a lo policiaco, a lo
detectivesco, y mis novelas son más bien enfocadas en lo psicológico. Yo
definiría mi escritura quizá como “terror cotidiano”: historias de
corte realista que resultan perturbadoras porque se adentran en la
oscuridad de la naturaleza humana. El terror deviene en la conciencia de
que son tan cercanas a lo que conocemos, que podría sucedernos a
nosotros o a alguien cercano a nosotros.
10. Por último, sabemos que Stephen King es el escritor que más admiras. ¿Cómo describirías aquello que lo hace tan especial?
Stephen King es un escritor que admiro, sin duda, pero no es el que
más admiro. Lo uso mucho como escape de mi cotidianeidad: cuando quiero
evadirme realmente de mi vida, tomo un libro suyo y me sumerjo en el por
días, olvidándome de todo lo demás. Es un gran maestro del que podemos
aprenderle mucho: tramas fluidas, que nunca aburren, y que se mueven
azarosas por el conflicto. Ahora bien, los escritores que más admiro son
otros: Alejo Carpentier, Margaret Atwood, Joyce Carol Oates, Jonathan
Safran Foer, Alice Munroe, Isaac Bashevis Singer…
El libro que hemos leído en el club de lectura juvenil ha sido Prohibido leer a Lewis Carroll, de Diego Arboleda , e ilustrado por Raúl Sagospe.
Sin duda es una novela muy divertida con la que nos hemos reído a carcajadas en ocasiones como la no-conversación, la persecución de las dos bandejas llenas de magdalenas, o la lucha por salvar a Humpty-dumpty y el muro de pan.
Además, hemos estado reflexionando sobre si es bueno prohibir, y qué pasa cuando nos obligan a hacer algo.
Vamos, que nos ha encantado, y para muestra, el vídeo de Nuria, una de las participantes del club, recomendando el libro.
Los niños y las niñas que aparecen en este libro hablan con la lluvia.
Juegan con amigos imaginarios, se enfadan con su sombra, andan boca
abajo, viajan alrededor del mundo, defienden a su muñeca, enseñan a leer
a un gato o cuentan las olas. Y hacen todo esto y mucho más sumergidos
en el mar de su imaginación, el mar donde nadan todos los niños.
Todo esto es lo que dice la contraportada de En el mar de la imaginación, el libro que hemos leído en el club de lectura infantil, y que ganó el XIV Premio de Literatura Infantil Ala Delta en 2003.
Un libro en el que hemos tenido que usar un espejo, dar vueltas a las páginas, leer en escalera... y donde nos hemos reído y hemos contemplado nuestros miedos, problemas y curiosidades.
Lleno de poesía visual... sin duda, os recomendamos su lectura.
Con
un padre que trabajaba en asistencia en carretera y una madre empleada
en una fábrica textil, el futbolista del Real Betis Héctor Bellerín es
uno de los jugadores más concienciados de la liga de fútbol. En una
entrevista en La Media Inglesa
ha dado su opinión sobre el conflicto ucraniano, o más bien sobre su
“narrativa a nivel de prensa”. "Me parece bastante duro ver que nos está
interesando esta guerra pero ha habido muchísimas otras guerras que a
nadie les ha interesado", afirma Bellerín.
Anteriormente
en un tuit donde compartía un mapa con todas las guerras y conflictos
actualmente en activo (Siria y el Kurdistan, Palestina, Yemen, Sudán…) y
que tuvo decenas de miles de ‘me gusta’ y de retuits, el lateral del
Betis ya había avanzado una reflexión parecida.
Comenzaba manifestando cómo “es tan difícil y
horrible ver todos los días el horror y sufrimiento que sucede en
Ucrania” y cómo “es correcto que nos preguntemos cómo podemos ayudar a
través de donaciones u otros medios. Pero también debemos ser
conscientes y educarnos sobre otros conflictos que suceden a nuestro
alrededor, la cantidad de dolor por el que están pasando otros países,
la violación sobre sus derechos humanos, la pérdida de sus seres
queridos y de su seguridad”. Bellerín se preguntaba por qué no oímos
nada sobre esto, “todos somos humanos, todos debemos ayudarnos unos a
otros sin importar dónde estemos”, concluía.
Ahora
ha desarrollado más este argumento durante esta entrevista, que al ser
compartida por el usuario @AranburuHaritz en Twitter se ha vuelto viral
con más de 83 mil ‘me gusta’, casi 20 mil retuits y una calurosa acogida
entre los demás usuarios.https://twitter.com/AranburuHaritz/status/1506396997410082832?ref_src=twsrc%5Etfw%7Ctwcamp%5Etweetembed%7Ctwterm%5E1506396997410082832%7Ctwgr%5E%7Ctwcon%5Es1_c10&ref_url=https%3A%2F%2Fwww.esquire.com%2Fes%2Factualidad%2Fa39523260%2Fhector-bellerin-mensaje-guerra-ucrania-rusia%2F
Bellerín aparece en el video tratando de entender
por qué una guerra recibe más atrención que otras. "No sé si es porque
ellos se parecen más a nosotros o porque es un conflicto que nos puede
afectar más directamente a nivel económico o de refugiados”, dice. Y
entonces vuelve a traer a colación esos otros conflictos, “la guerra de
Palestina que ha estado completamente silenciada y nadie ha hablado de
ella, Yemen, Irak…”.
A continuación Bellerín
menciona el hecho de que Rusia no vaya a jugar el mundial para afirmar
que “son cosas que otros países han estado haciendo durante muchísimos
años y hemos estado haciendo la vista gorda”. Y finalmente concluye, “me
parece, sinceramente, muy racista y muy poco empático porque se están
perdiendo vidas en muchos conflictos”.
Que un futbolista de primer nivel diga esto, a parte de ser tremendamente valiente, sobre todo, es alentador. pic.twitter.com/FxFKGzNlVB
— Haritz Aranburu Larrondo (@AranburuHaritz) March 22, 2022
El magistrado Joaquim Bosch suele dar en el clavo con sus reflexiones y
aprovecha la red social Twitter para explicar de forma didáctica
situaciones normalmente asociadas al ámbito del Derecho. Esta vez se ha
centrado en comentar algunos puntos que considera fundamentales sobre la
invasión de Rusia a Ucrania a través de un hilo que a las pocas horas
de ser publicado acumula miles de retuits y "Me gusta".
1.- Algunas reflexiones sobre la agresión militar de Rusia a Ucrania. La primera es que existe una regla de oro: hay que rechazar taxativamente las guerras. Esa regla solo tiene una excepción (hilo)
2.- Los derechos humanos son una de las aportaciones fundamentales de la humanidad para acabar con la barbarie. La guerra siempre supone una negación de esos derechos. A lo largo de la historia las guerras siempre han provocado las catástrofes más dolorosas.
3.- Las guerras no solo causan daños entre quienes combaten, sino también enormes sufrimientos en toda la población afectada, especialmente entre los más vulnerables e indefensos. Incluso entre quienes formalmente las ganan se produce un inevitable proceso de brutalización.
4.- La primera víctima de las guerras siempre es la verdad. Es el marco perfecto para la manipulación, el fanatismo, la incitación al odio y la justificación del exterminio ajeno. Se trata de situaciones que invariablemente sacan lo peor de la especie humana.
5.- Por eso la primera reacción cívica debe ser el “no a la guerra” y la condena a cualquier ataque militar. Eso es compatible con todos los matices que puedan contextualizar los hechos, pero en un plano muy inferior al rechazo categórico de la guerra.
6.- En el caso del ataque militar de Rusia a Ucrania, las relaciones entre ambos países pueden ayudar a entender lo ocurrido, pero en ningún caso pueden justificar una invasión armada. Los conflictos existentes deben ser resueltos de forma pacífica y sin acciones de guerra.
7.- Además, en el tablero internacional los intereses estratégicos y económicos también son muy amplios y van más allá de Rusia y Ucrania. La gestión de esas situaciones debe llevar a mecanismos distintos a una guerra, porque esta siempre arrasa con los derechos de las personas.
8.- En el derecho interno no se puede agredir a nadie, pero sí que está justificado repeler una agresión. Esa es la única excepción a la regla de oro, también en derecho internacional. La legítima defensa armada ante un ataque es completamente válida.
9.- Son legítimas las formas de resistencia no violentas, pero también lo son las respuestas que usan la fuerza de manera defensiva. Un caso muy claro fue la respuesta contra la guerra iniciada por Hitler. La Carta de las Naciones Unidas regula ese derecho a la legítima defensa.
10.- Hay que analizar con atención esas situaciones: históricamente todos los países han iniciado las guerras con la excusa de defenderse. No son admisibles las guerras preventivas, las que buscan supuestas armas de destrucción masiva o las que imputan malas intenciones ajenas.
11.- Todo ataque militar unilateral es una forma de guerra que debe rechazarse. La única excepción sería la defensa bélica ante una agresión real. El concepto de “guerra justa” también suele incluir la protección de los derechos humanos ajenos, pero es una noción más manipulable.
12.- No hay justificación para el ataque de Putin contra Ucrania. No puede ser un motivo la exhibición de ultranacionalismo imperialista. Tampoco lo justifica la protección o la seguridad de Rusia frente a la OTAN, porque ese interés legítimo se puede defender sin invadir un país
13.- En consecuencia, resulta admisible cualquier apoyo de la comunidad internacional para la protección de un país que se está defendiendo, con inclusión de las sanciones necesarias contra el agresor. Cruzarse de brazos es lo contrario a defenderse.
14.- Lo explicado aquí vale para todas las guerras. No son admisibles los ejercicios de hipocresía: no hay masacres buenas y masacres malas. El rechazo de la guerra es un imperativo categórico que está muy por encima de simpatías o antipatías hacia países concretos (fin).
La guerra y el conflicto han acompañado
la historia de la humanidad, sin embargo, desde la filosofía, no podemos
decir que sea inherente pues el ser humano es capaz de cambiar
cualquiera de sus circunstancias
“¿Cuál es la primera gran obra literaria de la civilización
occidental? – pregunta Guillermo Hurtado, investigador del Instituto de
Investigaciones Filosóficas de la UNAM -. La Ilíada, la historia de una
guerra cruel y sanguinaria. El poema alaba a sus héroes y ensalza sus
proezas. He aquí un ejemplo, entre otros, de cómo guerra ha sido
enaltecida como una empresa admirable. Los héroes son, casi siempre,
héroes de guerra. Y, sin embargo, la guerra también nos parece algo
repudiable.
Acerca de la guerra, como de cualquier otra cosa, podemos tener
opiniones encontradas: desde las más negativas, hasta las más positivas.
La filosofía tiene que colocarse entre esos extremos. Hay que
reflexionar críticamente sobre las razones que nos pueden mover a pensar
de una u otra manera”.
Para Hurtado, lo más difícil es encontrar el punto medio. “Para
algunos es fácil tomar una postura radical, por ejemplo, defender un
pacifismo a ultranza; sin embargo, ha habido algunos filósofos, como
Bertrand Russell, que han sido capaces de distinguir los matices. En la
Primera Guerra Mundial, Russell fue un pacifista, incluso fue a la
cárcel por negarse a participar en ella. Pero en la Segunda Guerra
Mundial, Russell pensó que la guerra era necesaria. Podemos ver,
entonces, que el pacifismo de Russell no era dogmático, sino que se
ajustaba al examen crítico de las circunstancias.
Se ha escrito mucho a favor de la guerra como un medio para alcanzar
un fin justo: “pienso en las guerras revolucionarias, por ejemplo, en la
Revolución Francesa, una guerra civil que se ha considerado como
necesaria, porque el estado de cosas que se alcanzó después de ella fue
mejor del que había antes. Lo que se ofrece, en este caso, es una
justificación de la guerra dentro de la lógica de los medios y los
fines: hay fines por los que es correcto ir a la guerra. No obstante,
hay filósofos, como Tolstoi, que han afirmado que ninguna guerra es
justificable, ni siquiera una guerra defensiva. Esta visión puede
resultarnos extrema, pues, en ocasiones, hay guerras que son medios para
fines valiosos. El problema es: ¿hasta qué punto se puede hacer uso de
la violencia para alcanzar un fin valioso? No es fácil responder esta
pregunta. Pensemos, por ejemplo, ¿acaso hay un fin que justifique el uso
de bombas atómicas?”
¿Hay guerras justas?
Hurtado comenta que ha habido filósofos que han hablado de la guerra
justa, como el filósofo español Francisco de Vitoria, fraile dominico y
catedrático de la Universidad de Salamanca. Según Vitoria, son justas
aquellas guerras que se hacen para defender a personas a quienes se les
violentan sus derechos básicos o para detener genocidios o para impedir
crímenes de lesa humanidad. Vitoria acuñó el concepto de “guerra justa”
durante la conquista de América, y aunque contempló razones a favor y en
contra de considerar a la conquista como justa, al final concluyó que
sí lo fue. “Es un problema que la filosofía pueda ofrecer
justificaciones a ciertas guerras. Se han dado justificaciones
filosóficas a todo tipo de guerras y el tema no puede quedar fuera de la
filosofía. Uno de los primeros textos filosóficos, atribuido a
Heráclito, afirma que la guerra es la madre y diosa de todas las cosas.
¿Qué entendía Heráclito por la guerra? ¿Lo mismo que nosotros?”
¿Cuándo se volvió mala la guerra?
“Un cambio en la apreciación moral acerca de la guerra – señala el
especialista – aconteció con en el surgimiento de la civilización
cristiana, la cual es, por principio, antibélica; aunque haya habido
cruzadas y otras cosas terribles, como la Inquisición. El mensaje de
Jesucristo va en contra de la violencia en todas sus formas y de aquí se
plantea una utopía de la paz que afirma que en el fin de los tiempos la
guerra ya no existirá, los seres humanos ya no se matarán entre ellos.
Es interesante que la paz universal sea un ideal de la humanidad,
presente en muchas culturas, en muchas matrices religiosas, a pesar de
que la historia de la humanidad es una historia de guerras permanentes”.
“Lo que algunas religiones han imaginado como una promesa para el más
allá, en la historia de la filosofía se ha pensado como algo que puede
alcanzarse aquí en la Tierra. Este es el ideal filosófico de la paz
perpetua. Lo que se sostiene es que los seres humanos deben ser capaces,
por medio del ejercicio de su razón, de construir un mundo en el que no
existan las guerras. No tenemos que esperar a que Dios implante un
nuevo orden de paz, sino que somos nosotros, los humanos, quienes, por
medio de nuestra inteligencia y nuestra voluntad, seremos capaces de
terminar con el mal de la guerra”, apunta Hurtado.
Distinguir entre guerra y conflicto
Para el especialista es necesario distinguir entre la guerra y el
conflicto: “Cuando terminó la Primera Guerra Mundial, las acciones
bélicas cesaron, pero el conflicto siguió latente. Se firmaron los
Tratados de Versalles, pero el conflicto europeo no se resolvió, tanto
así, que poco después estalló la Segunda Guerra Mundial, que, de acuerdo
con algunos especialistas, fue una consecuencia de los problemas no
resueltos por la paz de Versalles.”
“Podría decirse que lo mismo sucedió con la llamada Guerra Fría y que
lo que vemos ahora es la erupción bélica de un conflicto no resuelto
entre Europa y Rusia”.
Sobre la forma de acabar con una guerra, Hurtado comenta: “Acabar una
guerra no es fácil, pero puede ser más fácil que acabar con un
conflicto. Los conflictos pueden durar cientos, miles de años. Acabar
con un conflicto es complicadísimo, porque involucra, además de razones y
cálculos, emociones y memorias, que son muy profundas. En el plano
interpersonal la guerra puede acabar, pero el conflicto permanecer de
muchas otras maneras. Así como podemos distinguir entre la guerra y el
conflicto, podemos distinguir entre dos tipos de paz: la paz como lo
contrario de la guerra y la paz como lo contrario del conflicto. Como lo
contrario a la guerra, puede haber una paz en la que siga habiendo
elementos conflictivos; por eso, el ideal más alto de la paz tendría que
ser no sólo el de lo contrario de la guerra, sino del conflicto. Un
mundo donde podamos ir más allá de las rencillas, envidias, enemistades,
resentimientos, para poder vivir como hermanos, es el gran ideal de la
fraternidad universal en donde todos nos tratamos como miembros de una
misma familia, la familia humana. El sueño es hermosísimo. ¿Es eso
posible? Yo sí lo creo.