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miércoles, 13 de noviembre de 2024

El corazón es un cazador solitario, de Carson McCrs

 

La autobiografía que se le escapó a Carson McCullers 

CARSON MCCULLERS: EL ACTO DE ESCRIBIR

Lectores y crítica amaban a esa chica sureña que narraba con tanta simplicidad la soledad de unos seres marginados que idealizan la amistad y el amor en una búsqueda desesperada de cobijo. En el centenario del nacimiento de la escritora estadounidense, recordamos su vida y su obra.

Texto: Ana Belén Herrera de la Cruz

 

(Sugerencia: acompañar la lectura de este artículo con la música del álbum de Suzanne Vega Lover, beloved: Songs from an evening with Carson McCullers (2016).

 

 

¿De dónde proviene la obra? ¿Qué azar, qué ínfimo episodio dará comienzo a la cadena de la creación?

Carson McCullers. Iluminación y fulgor nocturno

Carson McCullers llevaba horas dando vueltas por la sala de estar, cavilando el mismo asunto de siempre, cuando de repente se le ocurrió la solución. Frenó el salto que estaba a punto de dar sobre uno de los cuadrados del dibujo de la alfombra y se llevó ambas manos a la boca, los ojos muy abiertos. Acababa de tener una iluminación, como ella llamaba a aquellos momentos fugaces de claridad creativa. Hacía años que le rondaba una novela por la cabeza pero no podía acabar de escribirla hasta resolver el problema del protagonista. A este se lo imaginaba escuchando a otros personajes mientras le explicaban sus tribulaciones, silencioso, como ajeno a la acción, pero no sabía el porqué de esta posición pasiva. Ahora la razón de su silencio se le presentaba diáfana en aquella sala de estar: su protagonista era mudo. Le puso un nombre bien sonoro: John Singer. En 1940 McCullers publicó la historia del mudo Singer con el título El corazón es un cazador solitario (Seix Barral acaba de reeditar este título, junto a toda su obra, con ocasión del centenario de su nacimiento). Fue su primera novela, ella tenía 24 años y de la noche a la mañana se convirtió en una celebridad.

Antes de escritora, Carson McCullers, nacida Lula Carson Smith en Columbus, Georgia, quiso ser concertista de piano. Tocaba el piano y componía desde los cinco años, y animada por su madre, que estaba convencida de que su hija era una genio de la música, comenzó a tomar clases. Tuvo dos profesoras, la señora Kierce y más tarde, Mary Tucker, por la que Carson sentía fascinación. A los quince tuvo un reuma cardiaco que la mantuvo en cama durante semanas, dejándola sin energías para tocar el piano. Fue en ese momento cuando decidió cambiar la música por la escritura. No obstante, la música tendría siempre un lugar importante en su obra literaria, de igual manera que la enfermedad la tuvo en su vida. En ese momento, a los quince años, Carson tuvo miedo de que su decisión decepcionara a su madre, también a su profesora Mary Tucker, así que durante un par de años más siguió tomando clases de música, mientras escribía sus primeros cuentos y obras de teatro.

A los diecisiete años vendió un anillo de diamantes y esmeraldas que heredó de su abuela y se fue a Nueva York. A su madre le había dicho que se marchaba para continuar sus estudios de música, pero en realidad lo que hizo fue matricularse en cursos de escritura creativa en la universidad de Nueva York y en la de Columbia. Nada más llegar, perdió el dinero del anillo en el metro, así que tuvo que ponerse a trabajar como telefonista. Otra crisis reumática devuelve temporalmente a la joven escritora a su hogar en Columbia, y de vuelta a Nueva York, en 1933, vende a la prestigiosa revista Story su relato Wunderkind (incluido en la recopilación de sus relatos El aliento del cielo), que será la primera de sus obras en ser publicada. La protagonista de Wunderkind, alter ego de Carson, es una joven que está perdiendo su talento musical, y anticipa el personaje de Mick Kelly, la adolescente tomboy (marimacho) que sueña con comprarse un piano y lucha contra un destino impuesto en El corazón es un cazador solitario, que publicó siete años después.

Entre curso y curso de escritura en Nueva York, Carson McCullers conoció a Reeves McCullers, un soldado aspirante a escritor con el que se casó en 1937. Con Reeves mantuvo durante años una relación tormentosa a la altura de sus grandes relatos de amor obsesivo, algunos de ellos escritos antes de conocerle. Ambos compartieron alcoholismo, una relación compleja con la sexualidad (Carson no se manifestaba sobre el tema, y en sus obras la sexualidad está unida a la violencia, mientras que Reeves se declaró homosexual justo antes de morir) y un deseo irrefrenable de posesión. Se casaron, se divorciaron, se volvieron a casar. Se enamoraron del mismo hombre, el músico David Diamond. Reeves le robó dinero a Carson y se marchó con David. (…). Se reconciliaron en la distancia, mediante cartas de amor apasionado durante la guerra, cuando Reeves se fue al frente. Tras la guerra volvieron a vivir juntos, a emborracharse, a pelearse. En París, ya entrados los años cincuenta y tras más de quince años de relación, Reeves invitó a Carson a suicidarse con él. Carson declinó la invitación y volvió a Estados Unidos. Reeves murió solo en la habitación de un hotel, tras tomar una sobredosis de barbitúricos.

Tras publicar El corazón es un cazador solitario Carson McCullers se había transfigurado, como dice Rodrigo Fresán en el prólogo de El aliento del cielo, en “la perfecta poster-girl de escritora juvenil y exitosa”. Lectores y crítica amaban a esa chica sureña que narraba con tanta simplicidad la soledad de unos seres marginados que idealizan la amistad y el amor en una búsqueda desesperada de cobijo. El público le reclamaba una nueva obra y Carson, tras una nueva iluminación y dos meses de trabajo, le brindó Reflejos en un ojo dorado, dedicada a Annemarie Schwarzenbach, periodista y escritora de viajes a la que supuestamente amó con ardor no correspondido. El público se quedó horrorizado con la obra. Profundamente sombría, la novela se asemejaba, como la misma Carson define en boca del personaje del criado filipino Anacleto, a “un pavo real de una especie de verde fantasmal. Con un inmenso ojo dorado. Y en el ojo, reflejos de algo delicado y (…) grotesco”. Voyerismo, homosexualidad, infidelidad, sexo reprimido, violencia… aquella novela se ganó muchas críticas, y su autora incluso llegó a ser amenazada por el Ku Klux Klan por “su visión perversa del Sur”.

En las siguientes obras que publicó, Carson McCullers siguió profundizando en sus obsesiones. Temas como el amor ciego, la incomunicación, las taras físicas y psicológicas, o las diferencias raciales (realiza un espeluznante retrato del cacique sureño en el personaje del juez Fox Clane de Reloj sin manecillas) ya se apreciaban en sus primeros relatos de juventud. La balada del café triste, publicada en 1943, narra la historia de un triángulo amoroso entre una mujer de carácter y aspecto férreos, su exmarido criminal y un primo lejano jorobado, que se enmarca en el único café de un pueblo desolado. Carson enfermó de influenza mientras escribía Frankie y la boda (“Frankie está enamorada de la novia de su hermano y quiere ser parte de la boda”, soltaría sin venir a cuento en una nueva iluminación), que no salió publicada hasta 1946. La novela tuvo buena acogida y se convirtió en una obra de teatro que triunfó en Broadway. A estas alturas, la autora ya había sufrido su primera embolia, que le paralizó el lado izquierdo, aunque la enfermedad no redujo su actividad. Intentó repetir su éxito teatral estrenando una nueva obra, The Square Root of Wonderful, pero fue un fracaso desde el principio y duró en cartel poco tiempo. No tuvo mejor suerte con su siguiente obra, Reloj sin manecillas, publicada en 1961, en la que habla sobre la cercanía de la muerte y que los críticos americanos destrozaron. Cada vez más enferma, McCullers siguió trabajando impasible en la adaptación teatral de sus obras.

En 1959, con 42 años, estaba tan dolorida de las operaciones que le habían realizado a raíz de sus parálisis que, lejos de abandonar sus iluminaciones, comenzó a escribir versos para niños, de composición sencilla. En la primavera de 1967, asumiendo que pronto iba a morir, la autora se puso a trabajar en una autobiografía con el objetivo de que fuera útil a los nuevos escritores. Fue la última de sus iluminaciones. Tumbada en la cama, sin apenas poder moverse ni hablar, dictó retazos de su vida y de su experiencia creadora a un incontable número de amigos y seguidores que se turnaban a redactar en una máquina de escribir. Carson McCullers murió en octubre de ese año dejando inacabada su autobiografía Iluminación y fulgor nocturno, fiel a ella misma, en pleno acto de escribir.

Si mis lectores tienen paciencia, me permitiré referir las iluminaciones que he tenido, tal como me sucedieron. Cuando estaba escribiendo El corazón es un cazador solitario…

PIKARA MAGAZINE

 

LOS PRIMEROS PASOS DE CARSON MCCULLERS

·         La autora solo tenía 23 años cuando describió en El corazón es un cazador solitario, con una prosa deslumbrante una historia de olvidados

·         En un barrio paupérrimo de cualquier ciudad del sur de Estados Unidos en la década de los años cuarenta, varios personajes nos entregan su desvalido corazón

Sonia Asensio, 15 de septiembre de 2017

El verano es la estación de los clásicos. Su locus amoenus. El verano aleja la prisa y la inmediatez, atiende calmoso las voces que llegan del pasado y que se anillan con las del presente.  La literatura es una voz continua que nació con el ser humano. El verano aloja a Sófocles, inquieta con la relectura de Moby Dick, se expande con Laurence Sterne y su genial Tristram Shandy, tiene tiempo y espacio para Rafael Alberti que nos mece en el calor de su Arboleda perdida. En verano podemos desayunar sentados e incluso saborear la magdalena de Proust.

En junio de 2017 Seix Barral lanzó una edición conmemorativa de una novela fascinante de Carson McCullers, autora estadounidense nacida en 1917, El corazón es un cazador solitario. El prólogo de esta edición es de Elvira Lindo y en él desentraña con acierto y ternura las claves de unas páginas que desde luego no dejan indiferente a quienes hemos tenido la suerte de haber apostado por este clásico en estos días azules.

En un barrio paupérrimo de cualquier ciudad del sur de Estados Unidos en la década de los años cuarenta, varios personajes nos entregan su desvalido corazón, sus miserias y sus sueños. La niña Mick Kelly que vive en una casa de huéspedes con sus padres y sus hermanos quiere ser músico. Anhela aprender a componer lo que resuena una y otra vez en su cabeza, tocar las notas en un violín, en un piano. Jake Blount, que en sus delirios de borracho clama por la justicia mundial y la unión de un proletariado que malvive con sueldos irrisorios en condiciones infrahumanas. Briff Brannon, dueño del café Nueva York, abierto veinticuatro horas al día, todos los días del año. En este bar, comedor, lugar de reunión de todos los personajes, el señor Brannon atiende generosamente a quien le puede pagar y a quien no puede hacerlo.  Su corazón solitario reclama la compañía porque bien sabe que estar solo es el comienzo de una irreversible caída. Y en el centro, el mudo John Singer.

John Singer vive con otro sordomudo, el griego y gigante y desorientado Antonapoulous. La relación que mantienen no se hace explícita en la novela pero una tensión sexual y una dependencia brutal del mudo Singer hacia su amigo nos extraña y nos desconcierta. Cuando Antonapoulous es ingresado por sus familiares en una institución psiquiátrica, los días de Singer quedarán mutilados, cercenados, lisiados más allá de su mudez o de una sordera que no le impide comprender y escuchar a todos los personajes que mezclan su indigencia personal con un momento de la historia que la autora, tan joven cuando escribió esta novela, revela con una lucidez y una clarividencia que asombra, conocida después la historia de los Estados Unidos y también del ensangrentado siglo XX.

Porque el otro gran tema de El corazón es un cazador solitario es el segregacionismo de los negros, más pobres aún que cualquiera de los que malviven en estas ciudades del sur porque al menos estos últimos son blancos. En este sentido escuchamos las arengas del doctor Copeland, médico negro que tiene un sueño: luchar con una gran marcha de negros y de gente oprimida hacia Washington para conseguir los derechos civiles que les corresponden. La anticipación de lo que ocurrirá en la década de los sesenta con Martin Luther King asombra y conmueve. La autora solo tenía 23 años cuando creó a estos personajes y describió con una prosa deslumbrante una historia de olvidados, de apartados, una historia de la violencia que genera la miseria, del amor que crece a pesar de todo como una hermosa flor en un lodazal.

Ecos del nazismo en la vieja Europa. De todos los fascismos que azotaron el siglo pasado y que dan tanto miedo en esta Europa actual que genera odios y rechazos que debemos arrinconar con la fuerza del amor y la justicia social. Denuncia del racismo, del problema de los negros en el sur de Estados Unidos hace cien años que estremecen hoy después de la vigilia de un presidente negro que nos ha dejado una alternancia poco alentadora.

Fuente: Infolibre

 

El título de la novela "El corazón es un cazador solitario" proviene de un poema escrito por William Sharp, un poeta escocés que publicó bajo el seudónimo femenino de Fiona MacLeod. El poema se titula "The Lonely Hunter" (El cazador solitario). Aunque el texto completo del poema no es ampliamente conocido, la línea clave que inspiró el título del libro es la siguiente:

"The heart is a lonely hunter that hunts on a lonely hill." (El corazón es un cazador solitario que caza en una colina solitaria.)

Esta línea encapsula el tema principal de la novela: la búsqueda desesperada del corazón humano por conexión, significado y comprensión en un mundo que a menudo resulta indiferente o inalcanzable. Carson McCullers escogió este título -sugerido por sus editores- porque refleja la esencia de sus personajes, quienes, atrapados en su soledad, luchan por encontrar algo o alguien que les dé sentido a sus vidas. El título primario era El Mudo, pero los editores consideraron que no capturaba toda la profundidad emocional y filosófica de la novela.

Arthur Rimbaud

 

VIDA Y OBRA: ARTHUR RIMBAUD

 Arthur Rimbaud - Wikipedia, la enciclopedia libre

Autor de "Una temporada en el infierno" e "Iluminaciones", el poeta que anticipó el surrealismo escribió toda su obra entre los 15 y los 20 años. Tuvo una relación fundamental y escandalosa con Paul Verlaine. Pasó la última década de su vida en un pequeño pueblo en Etiopía trabajando como comerciante, totalmente renegado de su vida como escritor.

17/01/2013 11:47 Clarín

Si uno quisiera filmar una película de la vida de Arthur Rimbaud haría bien en comenzar con dos largas tomas que servirían como elementos básicos de la narración, pero también como claves simbólicas para ilustrar la gloria y la tragedia del poeta francés que murió en 1891 a los 37 años y que dejó de escribir a los 20.

Una toma sería del poeta caminando. Se podría filmar con la perspectiva desde el suelo, a unos cuatro metros detrás del caminante, mostrando su andar por los pastos altos de los campos de Francia, Italia y Bélgica. Y también por las calles adoquinadas de París y Londres de la segunda mitad del siglo XIX, acompañado por su mentor, amante y compañero maldito, Paul Verlaine.

La segunda, sería de la punta de la pluma de Rimbaud trazando palabras sobre hojas en blanco. Allí lo veríamos haciendo sus deberes de latín de la escuela primaria —fue alumno estrella de su colegio provincial— y la redacción de sus poemas inmortales (es uno de los pocos casos en que se puede usar este abusado término correctamente) que escribió entre los 16 y los 20 años.

Con esa misma pluma, muchos años después, lo veríamos en el desierto en Etiopía haciendo meticulosas cuentas de mercancías cuando ya había renunciado a la literatura, como lector y como escritor, en un intento de ganar una fortuna como comerciante de armas, especias, café y, algunos dicen, esclavos -aunque los más responsables investigadores descartan totalmente esta hipótesis.

Durante toda su vida Rimbaud caminó y escribió. Caminaba porque le gustaba, pero también porque tenía una manía por viajar y era pobre y muchas veces no tenía otra forma de movilizarse. Y escribió porque quería penetrar, a través del arte de la poesía, la misteriosa esencia de la vida a la manera de un místico.

En 1871, cuando tenía 17 años, Rimbaud le escribió a su profesor Georges Izambard: “Je est un autre” (Yo es un otro) y en esa misma carta, declaró su proyecto artístico: “Quiero ser poeta y me estoy esforzando en hacerme Vidente...  Consiste en alcanzar lo desconocido por el desarreglo de todos los sentidos... Y yo me he dado cuenta de que soy poeta. No es en modo alguno culpa mía”.

En 1878, cuando tenía 24 años, un médico le dijo que por caminar excesivamente sus costillas habían desgastado las paredes de su abdomen. Acababa de hacer una caminata desde Bélgica hasta Italia, dos veces.

Mientras caminaba, o en los intervalos de calma, escribió versos cuyos contenidos y formas eran tan novedosos que no pudieron ser comprendidos hasta muchísimos años después de su primera aparición. Mientras escribía, quizás imaginaba viajes que, dada su pobreza, solo podía realizar a pie.  

Pero el impulso subterráneo y esencial de esas dos actividades —caminar y escribir— es un secreto inhallable que ningún biógrafo descubrirá. Las pasiones y frustraciones de Rimbaud, sus talentos y búsquedas, se pueden enumerar y describir, pero eso no es lo mismo que entender. Sólo podemos mirar su vida y obra, y especular. 

Entonces, estas dos tomas cinematográficas hipotéticas —el del caminante y del escribidor— sirven para indagar sobre los misterios de la vida de Rimbaud, que se pueden resumir en dos preguntas.

La primera: ¿Cómo puede ser que un niño de 16 años, sin ninguna preparación particularmente especial, haya entrado en una racha de producción creativa durante unos cuatro años, no más, que lo ubicó en el panteón de los panteones de los poetas líricos del mundo occidental? Y la segunda: ¿Cómo puede ser que semejante ángel de la palabra haya abandonado, abruptamente, a los 20 años aproximadamente, la tarea de escribir, como si lo que hizo no hubiera significado nada?

Por su rebeldía contra las normas de su tiempo, ha sido el ídolo de cantantes de rock como Patti Smith y Jim Morrison (y también de innumerables adolescentes lectores). Pero por más caótica y anti-burguesa que fuera la vida de Rimbaud en su primera juventud, la base de su triunfo como poeta fue el trabajo riguroso. Al fin de su vida volvió a abrazar los valores de un ciudadano respetable: su sueño era criar un hijo para ser ingeniero...

Rimbaud fue criado, junto a un hermano mayor y una hermana menor, en el pueblo de Charleville en el noreste de Francia por una madre que se autodenominaba viuda por la ausencia crónica de su marido.  Rimbaud fue, lejos, el mejor alumno de su colegio. De hecho, sus profesores nunca habían visto un sujeto igual, hasta tal punto que uno dijo de él: “Es una máquina perfecta para triunfar en los exámenes.” De ahí que haya una leyenda acerca del niño Rimbaud que en un examen extremadamente exigente de tres horas se pasó las primeras dos mirando el techo, y en la última hora, con una velocidad supernatural, terminó la prueba consiguiendo los máximos honores.

Dentro de poco, Charleville le quedó chico y miró hacia París. Se había familiarizado con el ámbito cultural de la capital gracias a la lectura de revistas que le prestaban algunos profesores y conocidos de su pequeña aldea. Con apenas 16 años le escribió al poeta Paul Verlaine, uno de los pocos contemporáneos que el adolescente admiraba (y que le llevaba 11 años), mandándole unos versos. En poco tiempo recibió una respuesta: “Venga, querida y gran alma. Te esperamos. Te deseamos.” E incluyó un boleto de tren para el viaje.

Aquí empieza la segunda vida de Rimbaud, de la cual, años después en Harar, Etiopía, diría que fue solamente un episodio de borrachera. Fue eso y muchas otras cosas más. Verlaine acababa de casarse, aparentemente, para controlar sus tendencias alcohólicas y acomodarse en una situación financieramente más cómoda, ya que su esposa venía de una familia de dinero.

Sucede que Verlaine venía de una familia más complicada. Su madre guardaba sus primeros dos nacimientos –abortados espontáneamente- en frascos con alcohol en el cristalero del comedor. Una vez, en un ataque de ira en el cual le rogaba dinero a su madre para ir a beber, Verlaine estalló los frascos de sus dos hermanos homúnculos contra la pared. Algunos biógrafos consideran que esta presencia constante de la "muerte" en su hogar (se supone que por las noches su madre y él rezaban por los hermanos muertos), así como la así como la devoción opresiva de su madre hacia él por ser el único hijo vivo, pudo haber influido en su carácter y en su tendencia hacia la autodestrucción, la melancolía y el conflicto emocional, que se manifiestan en su vida y su poesía.

Rimbaud, con manos de campesino y modales de un delincuente, entró al mundo burgués de Verlaine e hizo explotar todo. De golpe Verlaine y Rimbaud eran amantes, componían juntos poemas eróticos y escatológicos sobre el ano, se escaparon a Londres dos veces para vivir en la pobreza, se peleaban con cuchillos para entretenerse, se separaban y se reconciliaban –con viajes de por medio de la madre de Rimbaud para calmar las aguas en la casa Verlaine, mientras Verlaine intentaba volver a su vida en familia (tenía un hijo).

Entre tanto Rimbaud escribió sus poemas y Verlaine los suyos.

Todo terminó mal, en un episodio tan violento y confuso como protagonizaron Van Gogh y Gauguin. Verlaine se había fugado a Bélgica. Allí estaba en un hotel con su suegra y su esposa. Desesperado, se había comprado un revolver de 7 milímetros. Ahí apareció Rimbaud. Se chocaron, se separaron y Verlaine le dio un tiro lastimándole levemente el brazo. Pero al día siguiente hubo otra confrontación que no terminó en disparos, pero sí, por una acusación de Rimbaud, llevó a la encarcelación de Verlaine por dos años. La reputación de los dos era infame, y Verlaine, aparte de ser acusado de intento de asesinato, fue sometido a humillantes y pseudocientificas pruebas para comprobar si era o no homosexual (le midieron la "dilatacion anal" y la forma del pene). La homosexualidad era un acto criminal en ese momento, y el juez determinó que Verlaine era culpable.

Nunca se vieron más, aunque después Verlaine fue fundamental en difundir la obra y reputación de Rimbaud. Rimbaud, por su lado, era despreciado en París. Los que lo conocían, lo consideraban un criminal en el mejor de los casos. Una etapa de su vida se había agotado. Con poco más de 20 años, Rimbaud le dio la espalda a la literatura. En una breve pero magistral biografía, Edmund White escribió:

Hay que enfatizar que Rimbaud se despidió de la literatura para siempre. No la escribió ni la leyó más. Miraba a sus años creativos (de los 15 a los 19 años) como un tiempo vergonzoso, un tiempo de borrachera, de escándalo homosexual, de arrogancia y rebelión que lo llevó a ningún lado.

White también escribe una útil síntesis sobre la obra de Rimbaud: Lo que es extraordinario es que en su breve carrera como escritor Rimbaud cubrió la historia completa de la poesía, desde versos en latín, pasando por los Románticos y el Parnasianismo y los simbolistas hasta el surrealismo, aun antes que existiera el surrealismo.

Y aquí comienza la tercera vida de Rimbaud, como comerciante en África. Solamente de esta etapa se han escrito varias biografías. En todas, los autores luchan para reconciliar al poeta con el hombre de negocios. Los únicos libros que Rimbaud le pedía a su madre desde África -nunca perdió en contacto con su madre, siempre le exigía y la buscaba- eran de ingeniería, geología y ciencias prácticas. Nunca consiguió la fortuna que buscaba. En las poquísimas ocasiones en las cuales fue recordado por su pasado como escritor, reaccionaba como si le estuvieran hablando de un extraño.

Aparte de su revolucionaria obra y su tumultuosa vida, la existencia de Rimbaud nos deja con una inquietante certeza: escribir bien — ¡escribir como un ángel! ¡O como un demonio!— no es suficiente para lograr la paz.

La última toma de nuestra película es de Rimbaud en una cama, devuelto a Francia, en un hospital en Marsella con la pierna amputada. Ya no es un niño genio. Si no fuera por sus ojos azul cristalinos pasaría por un árabe. Sus caminatas están terminadas y sus versos olvidados en un pasado remoto. El hombre tiene 37 años y está terminado, al borde de la muerte. Sus botas y su pluma no le sirven más.

Rimbaud es considerado uno de los precursores del modernismo y un poeta "maldito", cuya vida rebelde y su poesía visceral rompieron con las convenciones y exploraron los aspectos más profundos y oscuros de la experiencia humana. Influenció a poetas y artistas como los surrealistas, los poetas de la Generación Beat, y hasta músicos contemporáneos. La intensidad de su visión poética y su espíritu rebelde siguen siendo una inspiración. Como él mismo escribió: "Hay que ser absolutamente moderno", una frase que aún define el ethos de quienes buscan en el arte una ruptura y una búsqueda sin límites.

Vocales (Voyelles)

A negra, E blanca, I roja, U verde, O azul: vocales,

Un día diré vuestros nacimientos latentes:

A, negro ajuar velludo de moscas relucientes

Que bombinan en torno a marismas brutales,

 

Golfos sombríos; E, candor de tienda, ardiente,

Lanzón glaciar, rey blanco, umbelas espasmales;

I, púrpuras, esputos, la risa de labiales

Bellezas en la cólera o embriagueces sufrientes;

 

U, ciclos, vibramientos de Dios en mar virido,

Paz de pastos sembrados de bestias, paz de hundido

Surco alquímico impreso en frentes de estudiosos;

 

O, supremo Clarín de estridores rotundos,

Silencios perforados por Ángeles y Mundos;

– ¡O, la Omega, centella violeta de Sus Ojos!

 

En este poema, Rimbaud asigna un color a cada vocal (A en negro, E en blanco, I en rojo, O en azul, U en verde) y les otorga significados simbólicos y sensoriales. Este poema se puede interpretar como una exploración de la sinestesia, una condición en la que los sentidos se mezclan, permitiendo a una persona "ver" sonidos o "oír" colores. La elección de los colores y el simbolismo que les da (como negro para la A, que representa algo fúnebre o sombrío) sugiere una experimentación innovadora con el lenguaje y los sentidos, creando un poema enigmático que trasciende la lógica.

Vocales revolucionó la poesía en su intento de dar una experiencia sensorial completa a través del lenguaje. Este poema inspiró a poetas simbolistas y, más adelante, a surrealistas como Paul Éluard y Louis Aragon. Además, la idea de la sinestesia y el simbolismo abstracto influyó en el uso del color y los sentidos en movimientos artísticos del siglo XX, como el surrealismo y el expresionismo. Rimbaud dejó como legado una poesía que desafía y transforma, mostrando que el poeta es un "vidente" que puede captar lo invisible y comunicarlo mediante el lenguaje