¿Por qué
cuando la naturaleza se viste de túnicas floridas y el sol sale a mesar
nuestros cabellos, como una novia entretenida en darnos cobijo entre sus manos,
por qué, digo, por qué parece entonces que la lírica aflora de tan dentro que
nos arde en las mejillas y se aviene a despertar nuestra pasión? ¿Es acaso un
deber que tiene el ser humano de enamorarse de las palabras cuando apenas, y a
duras penas, sabe contener tantas emociones? ¿No será quizá, como por un
descuido, que necesitamos declarar que estamos vivos, igual que los campos
reivindican su derecho natural de renacerse?
Renacerse,
sí, como se renace la poesía al ser leída y escuchada de nuevo. Se nos antoja
ya un motivo suficiente para encontrarse en DiVersos y disfrutar con el juego
floral de las palabras, una tarde más, entre las butacas de la biblioteca
pública que nos cede un espacio en el que enriquecernos. Y no hay razón mayor
para compartir que el advenimiento de la primavera, cargado de entusiasmo y
acompañado de un clima que promete mejorar a voz callada (aunque los susurros,
lamentablemente, no llegasen esta vez a pleno pulmón).
Grande es, sin duda, la buenaventura que anuncian los pétalos del verso. En esta ocasión, gratamente acompañada por Toño Gutiérrez, Manolo López, Pablo Otero y por mí, junto a una breve concurrencia que pudo disfrutar de la poesía en todos los aspectos: tiempo hubo de leer poemas de todo tipo, si bien es cierto que alternados con debates, que trataban de dilucidar la motivación lírica que nos transporta a los reverdecidos horizontes del poema.
Es posible
que la esperada y esperanzadora primavera viniese a hacernos mella en nuestros
delicados pechos, horadando con su trino un corazón en barbecho en dónde
germinar, y alejar así de él la pesadumbre de un frío invierno. Es posible que
la magia de esta ciudad en flor nos haya enamorado, sin más, con sencillez, de
todas esas cosas que la helada nos hacía pasar inadvertidas. No importa
demasiado. La tarde acontecía, y era de savia nueva y de colores nuevos y de
poemas nuevos para cantarla. La tarde, un estallido de luz que hería el alma de
tan pura, donde brotan todos los poemas y florecen los versos.
Crónica grupo DiVersos 21-06-13
Luis
Javier Pinar