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lunes, 16 de marzo de 2020

La fórmula preferida del profesor de Yoko Ogawa

El otro libro que hemos leído en febrero y marzo en los clubes de lectura ha sido La fórmula preferida del profesor, de Yoko Ogawa.

Escrito en 2004, la novela supuso todo un éxito en Japón. Tanto, que desató un interés mayúsculo por las matemáticas en el país, y que le dio pie a la autora a escribir en el año 2006 Una introducción a las matemáticas más elegantes del mundo con Masahiko Fujiwara (matemático).Pero además, a raíz de la novela se hizo una versión en manga, y una película.

Durante la Muestra de Cine Internacional de Palencia, y dentro del ciclo Leer-hablar-ver que se organiza con distintos clubes de lectura de la ciudad, hemos podido ver dicha película (no estrenada en España) y comentar las diferencias entre la adaptación y la novela.

La fórmula preferida del profesor nos hace, si no amar las matemáticas, sí comprender que tienen un algo más especial de lo que pudimos intuir en el instituto; e intuir que las relaciones personales son únicas y a veces, incomprensibles.

Quizá la parte matemática a ratos se pueda hacer algo pesada, igual que algunas personas han comentado que ocurría con las alusiones al baseball, deporte bastante ajeno a nuestra sociedad, a excepción de las referencias en las películas americanas. 

El escritor Kenzaburō Ōe ha dicho: "Yoko Ogawa es capaz de dar expresión a los elementos más sutiles de la psicología humana en una prosa sutil pero penetrante." La sutileza reside en parte en el hecho de que los personajes de Ogawa a menudo no parecer saber por qué actúan de la forma en que actúan. Su estilo se basa en la acumulación de detalles, una técnica quizás más eficaz en sus obras breves; el lento ritmo de desarrollo en las obras más extensas requiere algún tipo de intervención "deus ex machina" para resolver las tramas. Al lector se le presenta una profunda descripción de los protagonistas, en su mayoría, aunque no siempre, mujeres, cómo observan, sienten y razonan, reflejando la sociedad japonesa y especialmente el papel de las mujeres en ella. El tono de sus obras varía de lo surrealista a lo grotesco y en ocasiones introduce elementos humorísticos, mostrándose psicológicamente ambigua e inquietante".

Los libros de la isla desierta: La fórmula preferida del profesor, de Yoko Ogawa

POR ÓSCAR HERNÁNDEZ CAMPANO


Los libros hermosos, complejos, útiles, profundos, que te arrastran a realidades que interiorizas como propias, suelen aparentar precisamente lo contrario.
Esta novela de la afamada Yoko Ogawa, best seller en Japón, es un objeto delicado, sencillo, aparentemente pequeño. Podría ser una pompa de jabón, una fina porcelana o un gatito recién nacido. Es un texto sencillo sólo en apariencia que desde el primer capítulo cautiva y conmueve. Una historia que le valió a su autora premios en su país y la fama mundial.

La editorial Funambulista ha apostado por la autora creando incluso una colección completa dedicada a ella. Después de ser arrastrado a una lectura compulsiva de la novela que reseño, aplaudo la decisión del equipo de Max Lacruz.

La novela, un relato en primera persona, una sucesión de memorias o recuerdos de un ya lejano 1992, nos narra los meses que una madre soltera y trabajadora en una empresa de asistentas de hogar, pasó trabajando en casa -más bien cobertizo- de un eminente profesor de matemáticas retirado. El profesor tiene una peculiaridad -quizá sea su carácter lo que hace que nuestra protagonista sea la novena trabajadora que la empresa envía a casa del profesor-. Años atrás, en la cumbre de su carrera, sufrió un aparatoso accidente automovilístico que afectó a su cerebro, causándole una dolencia que hace que su memoria sólo dure 80 minutos. Esta circunstancia -que Christopher Nolan llevó al cine en su soberbia Memento– obliga a profesor a llevar notas cosidas a su ropa para recordarle las cosas importantes. Cada 80 minutos, su memoria retrocede al año 1975, cuando tuvo el accidente. Como en una cinta de video que graba sobre grabado, la asistenta deberá presentarse cada día y pasar de nuevo el interrogatorio al que la somete el profesor, que no la reconoce pasado ese tiempo.

La protagonista tiene un hijo de diez años que hará las delicias del profesor y con quien comparte su pasión por el baseball. Así, el profesor le enseñará matemáticas y el niño se convertirá en su amigo.
El libro trata de lo que permanece, de lo que perdura y de lo que se desvanece en el tiempo. Capa sobre capa, la memoria dura lo que somos capaces de amarrarla. Las fotografías, los cromos y las notas del profesor lo anclan a la realidad mientras que su memoria se extingue. Las verdades eternas -las fórmulas matemáticas- se contraponen al “todo fluye, nada permanece” de Heráclito. Los meses con el profesor desaparecerán en su frágil memoria pero su huella permanecerá en la protagonista y en su hijo, porque como en el baseball, el profesor golpeó sus vidas y cambió sus trayectorias para siempre.

Quizá eso sea la memoria, y la vida, fórmulas fijas y pelotas que rebotan y son golpeadas durante su trayectoria por este mundo. Quizá unas notas, unas fotografías, unos folios escritos nos den la sensación de trascendencia. Sin embargo, lo que permanece es la influencia, las enseñanzas y el cariño.

La fórmula preferida del profesor es un libro de múltiples capas y muchas enseñanzas. Es hermoso, escrito con sencillez y delicadeza; gusta, conmueve y enseña. Fue llevado al cine en Japón y consagró a su autora. Es una novela que marca, que requiere ulteriores lecturas. Es definitivamente una novela para llevarse a la isla desierta.

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