ACUSAR según a RAE
Del lat. accusāre.
1. tr. Señalar a alguien atribuyéndole la culpa de una falta, de un delito o de un hecho reprobable.
2. tr. Denunciar, delatar. U. t. c. prnl.
3. tr. Notar, tachar.
4. tr. Reconvenir, censurar, reprender.
5. tr. Manifestar, revelar, descubrir.
6. tr. Avisar, noticiar el recibo de cartas, oficios, etc.
7. tr. En algunos juegos de naipes, dicho de una persona: Manifestar en tiempo oportuno que tiene determinadas cartas con que por ley del juego se gana cierto número de tantos.
8. tr. Reflejar la contundencia y efectos de un golpe recibido.
9. tr. Dep. Dicho de un atleta o de un jugador: Mostrar inferioridad o falta de preparación física.
10. tr. Der. Exponer en juicio los cargos contra el acusado y las pruebas de ellos.
11. prnl. Dicho de una persona: Confesar, declarar sus culpas.
¿Por qué nos repugnan los chivatos?
Una de las figuras más repugnantes que nos aporta el mundo contemporáneo es la del sano ciudadano occidental aficionado a denunciar (o incluso a cazar) inmigrantes pobres sin papeles. Tanto en la frontera de Estados Unidos con México, como en algunas fronteras del este de Europa (Hungría sobre todo), hemos visto ejemplos infames de estos rigurosos colaboradores con la autoridad que se dedican en su tiempo libre a perseguir y delatar a personas en andrajos que intentan salvar o mejorar su vida. Pero, ¿por qué nos causan tanto rechazo estos individuos? ¿No están al fin y al cabo colaborando con la sociedad, haciendo que las leyes se cumplan? ¿Por qué son tan antipáticos?
Estos nuevos delatores de inmigrantes nos evocan toda una tradición que la literatura y el cine ha dejado condenados
En una primera lectura parece claro que lo que nos repugna es la injusticia evidente de tal situación: el abuso del débil y la intolerancia con los extranjeros, el racismo detrás de estas actitudes. Estos nuevos delatores de inmigrantes nos evocan toda una tradición que la literatura y el cine ha dejado condenados: los delatores de judíos durante la ocupación alemana de media Europa occidental a principios de los cuarenta y los delatores de disidentes en cualquier estado totalitario o dictadura.
Pero creo que hay algo anterior, más pequeño pero quizás más profundo que nos repugna en estos caza débiles y es que son la declinación más monstruosa de un personaje menos llamativo, pero igual de antipático: el vigilante vocacional, el delator por hobby, el policía amateur, el que nos señala por gusto públicamente al saltarnos alguna norma (por leve que sea). En España “chivato” sigue siendo un insulto que cualquiera entiende y sabe usar; y en Argentina hay muchas palabras para designarlo: “ortiba”, “buchón”, “botón” y más.
¿De dónde viene el rechazo al delator vocacional? ¿Es universal? ¿Es un signo de decadencia moral de una sociedad? No es difícil detectar en el rechazo al chivato un origen sociológico bastante elemental: en países donde la autoridad pública, el Estado, es normalmente corrupto, represor o, más en general, poco fiable, es lógico que se forje una cultura de enfrentamiento más o menos tácito entre “el pueblo” y las autoridades. La ética popular tiene en esos casos al delator, al que se pone del lado de la autoridad pública, unánimemente condenado. Así para la posguerra española o para la dictadura argentina o para cualquier estado muy corrompido.
Poder ilimitado
A partir de esta lectura sociológica se podría concluir que en una sociedad próspera, con un Estado fiable y unos ciudadanos virtuosos, delatar y acusar a los infractores estará bien visto, será aceptado (o incluso, por qué no, estimulado). Sin embargo, Benjamin Constant, uno de los grandes del pensamiento liberal, que sufrió en carne propia los excesos de una autoridad pública ilimitada al final de la revolución francesa, escribía en 1806:
“Entre los antiguos, la función de acusador era honorable. Todos los ciudadanos se encargaban de esta función y trataban de distinguirse acusando y persiguiendo a culpables. Entre nosotros, la función de acusador es odiosa. Un hombre sería deshonrado si se encargara de esto sin un mandato legal. Ocurre que, entre los antiguos, el interés público tenía precedencia sobre la seguridad y la libertad individual y que, entre nosotros, la seguridad y la libertad individual tienen precedencia sobre el interés público”.
La posibilidad de que todos los ciudadanos (sin límite) puedan erigirse en policías es justamente la idea más querida por los estados totalitarios
Cuando Constant dice “nosotros”, se refiere a los modernos, a los que nos organizamos políticamente alrededor de una democracia representativa; frente a los antiguos que se organizaban en una democracia directa. La democracia representativa es un dispositivo que privilegia la libertad individual de los ciudadanos, liberándolos de la función pública, (que queda delegada en profesionales) y protegiéndolos, a la vez, de una extensión ilimitada de la autoridad pública. La posibilidad de que todos los ciudadanos (sin límite) puedan erigirse en policías es justamente la idea más querida por los estados totalitarios, donde el supuesto “interés público” está siempre por encima de las libertades individuales y puede pisotearlas.
Lo interesante de lo que señala Constant (y que pocas veces es destacado), es que el acto de “delatar” o de acusar es también un modo de “acción directa”, de ruptura de la distancia representativa, y por tanto, en el fondo, de desprecio por la libertad individual de los demás. El delator vocacional es, propiamente, un “activista”: un activista del supuesto interés público contra los individuos (y en esto se puede parecer peligrosamente al “héroe”). Por eso la antipatía por el delator vocacional es en sí misma una marca de las democracias modernas y de su central encumbramiento de los derechos del individuo y su libertad por encima, incluso, de cualquier “interés público”.
El que se dedica a meterse en nuestra vida o en la de otros y a sancionar nuestras transgresiones sin ser él mismo policía, ni fiscal, ni juez, a nosotros, modernos, nos repugna tanto como alguien que se arrogara el derecho de legislar sin haber sido elegido diputado o de ejecutar leyes sin haber sido elegido presidente. Por eso incluso (y quizás más que nunca) en una sociedad próspera con un Estado fiable, los delatores vocacionales son objetiva y universalmente deleznables.
fuente: El Español
Defensa del chivato
Cada vez que leo sobre un caso de acoso escolar pienso lo mismo: ¿fui yo cómplice del acoso a alguno de mis compañeros del colegio? Lo analizo y creo que no, que no tuve ningún ejemplo cerca. Tampoco recuerdo comportamientos excesivos, más allá de lo contumazmente tontos que somos de adolescentes. Sigo creyendo que si los humanos hibernáramos de los 13 a los 19 años, no pasaría gran cosa.
Pero otras veces creo que vi a gente pasarse con compañeros míos y que no hice nada. No podría describir una situación concreta, porque ni tengo buena memoria ni puede que fuera nada traumático, pero reconozco que quizá vi algunas situaciones que podrían bordear el acoso y me callé. Cuando analizo que quizá estuve cerca de comportamientos que pudieron hacer sufrir a algún compañero de la manera, terrible e indefensa, en la que solo penan las víctimas de acoso escolar, y quizá no hice nada, me duele.
En España está muy extendida la cultura del no chivarse. De no dar un paso al frente si la cosa no va con nosotros ni nos afecta. En Guztiak, el maravilloso libro de Borja Ventura, muchos testimonios de personas relacionadas con el llamado conflicto vasco coinciden en que el silencio cómplice de una mayoría ayudó a la consolidación de la violencia. El español no delata: si alguien nos ofrece cobrarnos sin IVA, no se nos ocurre denunciar a quien lo ha hecho. De hecho, mucha gente acepta no pagarlo, como si no estuviera robando a todos los que tiene alrededor. Escuchamos al que se vanagloria de hacer truquitos alegales para no pagar una multa, y, además de que hay quien le ríe las gracias, el que no lo hace, al que le parece mal, no le afea el comportamiento. No hay que chivarse, no hay que meterse, mejor callar. Esa cultura de la no delación es la que también lleva a los niveles de corrupción moral de los que disfrutamos en España. El chivato es más condenable que el criminal. Callar es de machos, hablar es de débiles.
Creo que tenemos que empezar un discurso en defensa del delator, desde niños. No sabría cuál debería ser el límite, pero sí insistir en que delatar lo incorrecto no es malo per se, sino darle la presunción de heroísmo. Sobre todo a los críos: si ven algo parecido al acoso, si ven sufrir a algún compañero por los abusos de los otros, que lo cuenten. A sus padres, a los profesores, a quien sea. Pero que no se callen. Que el daño del que tienen al lado también les afecta. Que el precio que tendrán que pagar por ser el chivato, porque lo tendrán que pagar, es mucho más barato que el sufrimiento que quizá logren evitar. Que no chivarse es ser cómplice.
fuente: El Mundo
Quiero que mi hijo sea un chivato
Cuando se produce una situación de bullying, solemos centrarnos en quien ejerce el acoso y en el acosado. Sin duda, son los principales protagonistas de la escena, ¿pero qué ocurre con los actores secundarios? Los niños y niñas que observan cómo ocurre el acoso, los testigos.
Sin darnos cuenta, transmitimos a nuestros hijos e hijas ciertos mantras que luego ellos asimilan y aplican en sus vidas al pie de la letra. “A nadie le gustan los chivatos”, “mantente alejado de los líos”, “no te metas en los asuntos de los demás”… Esto, sumado al miedo a ser el “siguiente” o ser desplazado del grupo, puede derivar en el silencio o la complicidad de los observadores.
4 tipos de testigos en situaciones de bullying
Como nos contaba el psicólogo David Cuadrado en otro artículo, existen cuatro tipos de observadores cuando se produce una situación de acoso escolar:
- Los asistentes: alumnos que “ayudan” al acosador aunque no hayan sido ellos quienes comenzaran. El peligro principal es que se conviertan ellos mismos en acosadores en corto plazo o que refuercen de tal manera a los primeros que aumenten el grado y violencia del acoso.
- Los reforzadores: jalean, comentan positivamente, muestran en redes sociales, dan feedback positivo y de refuerzo a los actos del acosador. Ellos facilitan, a menudo, la imagen positiva del acosador o la negativa de la víctima. Son quienes más ayudan a distribuir por redes sociales las imágenes y frases fomentando el ciberbullying. Corren el riesgo de convertirse en asistentes.
- Los externos pasivos: no se inmiscuyen. Huyen de la situación. Recogen esa frase que hemos comentado antes de algunos padres: “no te metas en líos”. En la mayor parte de los casos llegan a racionalizar lo sucedido teorizando sobre qué ha hecho la víctima para merecer ese trato.
- Los defensores: toman partido por la víctima. Los apoyan y consuelan. A menudo después de lo acontecido. Solo pocas veces antes o durante el acoso. Son quienes se atreven a ponerlo en comunicación a profesores y padres.
El papel de las madres y padres
La postura que adoptemos y que transmitamos a nuestros hijos e hijas respecto a estas situaciones va a ser determinante a la hora de configurar los comportamientos que luego ellos acabarán llevando a cabo. En una maravillosa ponencia de Carmen Ruiz Repullo sobre la violencia de género en adolescentes, la socióloga nos instaba a “deserotizar al chulo y erotizar al friki”. Dejar de idealizar la figura del chulito, el malote que va por la escuela modo Mario Casas en “Tres metros sobre el cielo”. Y en esto voy a añadir otra más: tenemos que erotizar y ensalzar al chivato. El chivato que se convierte en héroe, el que ve una situación de acoso y se lo dice a sus padres o a sus profesores, el que acude en busca de ayuda, el valiente que no consiente con su silencio.
Esos son los valores que debemos transmitir a nuestros hijos e hijas, que ante las injusticias no se queden callados.
El bullying no es algo que afecta solamente a quien lo sufre y a quien lo ejerce, la sociedad entera tiene que unirse, cada uno desde su posición, para luchar contra esta lacra que sigue afectando a nuestros jóvenes. Según el estudio realizado por Gestionando hijos y Totto acerca de la percepción de los españoles sobre el bullying refleja que 1 de cada 5 niños escolarizados sufre bullying y 8 de cada 10 jóvenes han presenciado alguna vez una situación de acoso escolar.
En definitiva, educar a nuestros hijos en la empatía, en la inteligencia emocional, entrenar su asertividad y la confianza en sí mismos, reforzar su autoestima… serán factores INDISPENSABLES para que se conviertan en personas capaces de vivir en sociedad, que no se dejen pisotear y que levanten la cabeza ante las injusticias.
Así que sí, yo quiero que mi hijo sea un chivato. Porque eso significará que ha aprendido los mejores valores que como madre le podría enseñar, y me hará sentirme tremendamente orgullosa de haber criado y educado a alguien que no le da la espalda al bullying.
“La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”.Nelson Mandela
fuente: gestionandoconhijos
EXTRACTOS DE ARTÍCULOS SOBRE ACUSAR O NO
¿Caminamos hacia una sociedad de chivatos? ¿O es que nos falta tradición cívica para recriminar al otro cuando no se comporta conforme a las normas que todos hemos pactado?
“La desconfianza y la sospecha son letales para la comunidad civil, para las relaciones de convivencia”, “no hay posible convivencia cívica sin relaciones de confianza”. “Como te sientes perseguido, persigues, y al final acabas en el manicomio colectivo” Enrique Gil Calvo, sociólogo de la Universidad Complutense de Madrid
“Instalarnos en la eterna sospecha da al traste con la confianza, y eso es muy peligroso” Julián Ríos, profesor de Derecho Penal de la Universidad Pontificia de Comillas
“El deber de denunciar a quien arroja una colilla en carretera, se salta un stop al volante o defrauda al fisco me parece indiscutible, denunciar a los que mendigan en un tren sería cruel e insolidario” Mariano Fernández, catedrático en Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.
“Estamos muy lejos de ser una sociedad policial y nuestro problema es más bien el opuesto: la idea generalizada de que buena parte de la ley está hecha para violarla, o de que obtener ventajas sobre los demás o hacerles cargar con las consecuencias de nuestros actos es aceptable. Marc Molins, presidente de la sección de Derecho Penal del Colegio de Abogados de Barcelona. Con él coincide la asociación en defensa de los consumidores Facua, que fue acusada también de promover la cultura del chivatazo al crear una web para denunciar las vulneraciones de la ley antitabaco. “A diferencia de países de nuestro entorno, no tenemos tradición cívica de llamar la atención a la gente. Y hacerlo, cuando no cumplen las normas, es hacer valer nuestro derecho. Falta tradición y educación ciudadana”, defiende su portavoz, Rubén Sánchez.
“El problema del incivismo no se soluciona denunciando, se soluciona educando”, repite la abogada Llaneza. “Tenemos que poder hablar con nuestro vecino y decirle que no compartimos ciertas actitudes, porque una comunidad civil bien ordenada no debería tener gorrones, ni defraudadores, ni estafadores”, expone el sociólogo Gil Calvo.
Fuente EL PAÍS
La filosofía y la psicología están de acuerdo: gritarles a los que no llevan mascarilla no funciona
(…)Para decidir si la indignación es una respuesta apropiada incluso cuando una persona se niega egoístamente a ponerse la mascarilla, considera las consecuencias de dicha indignación.
Los seguidores del filósofo del siglo XIX John Stuart Mill creen que las personas deben actuar para maximizar lo positivo y minimizar las consecuencias negativas de sus acciones en beneficio del mayor número de personas.
Pero incluso aquellas personas que rechazan las ideas de Mill y siguen las de Immanuel Kant creen que las consecuencias son importantes. Desde el punto de vista de Kant, necesitamos comprender cómo ayudar a la gente a seguir las leyes morales, puesto que Kant creía que lo más importante es la buena voluntad o las motivaciones de cada uno.
(…)La epidemióloga Julia Marcus argumenta que avergonzar a la gente que no usa mascarillas no beneficiará a ninguna parte. La gente puede convencer con más éxito a otras personas para que usen la mascarilla si les explican la
angustia, el miedo y la incertidumbre que sienten y que les lleva a sentir dicha preocupación, en vez de utilizar su indignación para avergonzar a otras personas.
Tal y como argumentaba Kant, todo el mundo debería tratar a los demás con respeto, independientemente de la inclinación política de la persona. Todos compartimos necesidades en cuanto a seguridad, problemas económicos y salud. Los estudios sugieren que aplicar la vergüenza puede ser contradictoria a la hora de intentar promover la motivación moral.
Por otro lado, si una persona comparte sus sentimientos y explica con franqueza sus miedos y aspiraciones a los demás, podría promover un cambio positivo en los demás.
Muestra empatía
Tratar de entender por qué la gente se resiste a llevar mascarilla podría ser un buen lugar donde empezar. Por ejemplo, a algunas personas les puede preocupar que una mascarilla pueda no permitir que el oxígeno fluya adecuadamente a los pulmones, aunque tales preocupaciones sean infundadas. A algunas personas también les resulta difícil respirar con la mascarilla puesta si están corriendo o haciendo ejercicio. Se pueden reconocer y argumentar todo este tipo de preocupaciones.
Del mismo modo, todo el mundo debería recordar que algunas personas tienen buenos motivos para no llevar mascarilla. Algunas personas pueden tener problemas de salud subyacentes como autismo o trastornos de ansiedad que dificultan el uso de la mascarilla.
Incluso cuando una persona se niega a usar la mascarilla por motivos políticos, es importante escuchar por qué le resulta tan importante. Tal y como argumentaba Kant, es necesario entender los diferentes puntos de vista.
Es posible que las personas que han perdido su trabajo vean en las mascarillas una amenaza que retrasaría aún más la vuelta a la normalidad de la economía.
Todos deberíamos recordar que en nuestra vida cotidiana cada uno de nosotros emprendemos actividades que suponen al menos un pequeño riesgo para terceras personas. Actividades cotidianas como hacer la compra o incluso mantener conversaciones con amigos o vecinos conllevan un pequeño riesgo de transmisión del virus.
Centrarse en los hechos (en las reglas y normativas que los gobiernos, las localidades o las empresas privadas ponen en práctica para la protección de las personas) en lugar de echar la culpa a otras personas podría ser una forma más eficaz de convencerlos.
Tanto las personas que defienden el uso de mascarillas como las que se niegan a usarlas han encontrado motivos para convertir su uso en un tema muy polémico. Puede que simplemente escuchando con atención y empatía a los demás podamos entender que estamos juntos en esto juntos.
Autora: Nicole Hassoun, doctora de Filosofía por la Binghamton University, State University of New York.
REFLEXIONES
· ¿Qué te parecen las imágenes que hemos visto durante el confinamiento de gente gritando desde los balcones a quienes no llevaban mascarillas?
· ¿Sabías que ha habido personas que han gritado a madres con sus hijos menores de edad porque estos no llevaban mascarilla o salían a la calle durante el confinamiento por ser autistas? Esto les ha generado mucho estrés a las familias, que tuvieron la iniciativa de llevar un distintivo para que la gente entendiera por qué no llevaban la mascarilla. ¿Sabías que ha habido personas que han gritado a personal médico por salir de su casa durante el confinamiento cuando en realidad iban a trabajar?
· ¿Estas acusaciones se pueden generar por nuestro propio temor? ¿son correctas?
· SI ves a alguien haciendo algo incívico, ¿le dirías algo? Ejemplo: no llevar mascarilla, tirar papeles al suelo, romper una papelera, escupir en la calle, pegar a alguien en público…
· Ves a alguien haciendo algo malo en público y la persona con la que estás paseando te dice: déjalo, mejor no meterse en líos. ¿Es correcto?
· Si en una conversación un amigo te dice que está defraudando a haciendo, vanagloriándose, y a ti te parece mal, ¿dirías algo, o te mantendrías en silencio y sonreirías?
· Ante un caso de acoso escolar, si tuvieras hijos o hijas, ¿les dirías que si ven algo mejor no se metan en líos?
· ¿por qué crees que se ve con malos ojos a las personas que denuncian un acto incorrecto?
· Imagínate que tienes 12 años y en tu clase han puesto en la pizarra una frase vegatoria contra una profesora. Tú sabes quién ha sido, ¿lo dirías? ¿lo dirías delante de todo el mundo? ¿lo dirías en privado? La dirección del colegio ha decidido castigar a toda la clase, en ese caso, ¿confesarías quién ha sido para que no se castigue a toda la clase?