martes, 15 de febrero de 2022

Be Gómez, Todos los finales

 



Entrevista a Be Gómez en Radio Colores 

Todos los finales, un poemario de Be Gómez

 

Todos los finales’, de Bea Gómez

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Todos los finales (Editorial Bala Perdida), resulta ser uno de los poemarios más potentes que recuerdo en lengua castellana. Te sorprende la capacidad de Bea Gómez para jugar y subvertir el verso, para queerizar la semántica, para volver brillante lo cotidiano y hasta lo aparentemente banal.

Barroco y con aristas, también sabe ser tierno y sorprendente en su calidad de libro de poesía de una avezada conocedora de la literatura universal.

Un libro imprescindible que, desde su magia, dará mucho que hablar.  Poesía en estado puro, prosa poética y subversiva, un libro valiente y necesario que sitúa la literatura y el lenguaje en el centro de un campo de batalla, el cuerpo, los barbarismos y los mitos impuestos, la soledad, la solidaridad y el amor. De poemas situados en su  Castilla profunda y natal, con un tono intimista y sensual, a verdaderas declaraciones sociopolíticas contra los lenguajes del heteropatriarcado.

Bea Chinaski ha conseguido una obra redonda, cautivadora a la vez frágil y resistente, dura y delicada. La autora es profesora de secundaria y activista de Transfeminalia-Palencia y otras muchas causas, entre ellas, la  de romper con el lenguaje poético y simbólico habitual.

fuente: La tortuga búlgara


TODOS LOS FINALES. LOS POEMAS DE BE GÓMEZ.

ENTREVISTA A BE GÓMEZ CON MOTIVO DE LA PUBLICACIÓN DE SU POEMARIO “TODOS LOS FINALES”

por Eduardo Nabal 

Hola Be, cogí “Todos los finales” y no podía dejar de leerlo. Cuéntanos todo el proceso que hay detrás de este poemario tan bello e iconoclasta a la vez. Da la impresión de que has trabajado mucho pero nadie mejor que tú para ponernos en situación.

Hola Edu. No sabes lo importante que es para mí que un lector me diga que cogió mi libro y que no pudo parar de leerlo, como si fuese droga dura, o algo así. Es maravilloso, gracias. En cuanto al libro, es verdad que hay detrás mucho trabajo, y de muchos años además, pues aunque si bien es cierto que esta es la primera obra que publico, el libro lleva gestándose mucho tiempo. En este sentido, además de la fase más puramente compositiva, han venido días de trabajar mucho el diálogo entre unos poemas y otros, entre portada, contenido, y todo lo demás para que todo fluyera en permanente conversación. La labor de la edición ha sido fundamental, y si no hubiese sido por mi mujer y mi editora, que me han aportado todo lo aportable, en ese sentido, el producto final de “Todos los finales” no hubiese sido ni la mitad de poderoso y molón de lo que es ahora. Además, contar con un prólogo maravilloso como el que Nacho Vegas ha escrito con tanta generosidad es una suerte para un autor novel como yo, y todo eso es posible porque hay más personas como el propio Nacho y sobretodo mi editora, implicadas en el proyecto. Muy poca gente lo sabe, pero sentirte arropado por el buen hacer de la editora es fundamental, no sólo para lo relativo a la difusión y venta del libro, sino también a su calidad, a lo que tiene que decir. Y en este sentido, con Lorena Carbajo (editora de Bala Perdida) tengo una suerte enorme.

 

- Percibo una diferencia, nunca clara, entre poemas intimistas en que reconocemos a la autora en su entorno cotidiano y otros más políticos  como “El género y otras ficciones” donde pones una cita de Judith Butler en el encabezamiento. ¿Ves tú esa diferencia?

Entiendo lo que planteas, pero la verdad es que yo no lo percibo así. Se repite continuamente que lo personal es político, y es verdad, pero también creo que la política siempre acaba por ser personal, y por tanto, no entiendo otra manera de hacer política que no sea desde la intimidad, ni mejor manera de conectar con lo propio, que ponerlo a dialogar con lo social, con lo común y con lo cotidiano. En mi cotidianidad, en mi cuerpo, en mi vida, todo lo que está presente en “Todos los finales” me atraviesa de un modo u otro, y entiendo que, a menudo, quedarme en casa cuidando de mi perro anciano es un gesto más político que ir a una manifestación. De hecho, entiendo que ahí está la verdadera revolución, el verdadero cambio. Yo entiendo la ternura como un acto político y, de hecho, el poema al que haces alusión, “El género y otras ficciones”, es una especie de autorretrato, es el “mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla” particular. Otra cosa es que, en ese poema, como ocurre en otros, se pongan de relieve situaciones, creencias y aspectos sociales y políticos que hieren directamente al sujeto poético, que en este caso soy yo, lo que provoca en el lector una extraña empatía incómoda, porque le obliga a aceptar el sinsentido de determinados convencionalismos sociales, especialmente relativos al género, del que él, muchas veces, también ha formado parte. Dicho de otra manera: utilizo mi dolor para que el lector conecte con él, y una vez que lo he logrado le digo: vale, pues toda esta mierda también es, en parte, responsabilidad tuya. Y ahí lo dejo pensando. Por eso no entiendo bien que la gente crea que la poesía es una especie de trajecito cantarín hecho a medida para ricos y snobs. La poesía puede ser vibrante y brutal, y puede convertirse en una ventana abierta a la luz en un día de mierda o en una atmósfera irrespirable que irrumpe en medio de tu apacible existencia. Y siempre lo hará para quedarse. La gente que no lee poesía vive flojito; es como si fuesen por ahí con cara de velocidad montadas en sus bicis y no se hubiesen atrevido todavía a quitarle los ruedines a sus vidas; y me da mucha pena, porque es como si no se atrevieran a vivir de verdad. A palpitar muy en serio y ver ese pálpito de frente.

 

- La cotidianidad puede ser explosiva y también la batalla con el lenguaje y la literatura tradicionales. ¿Te has peleado simbólicamente con una profesora de literatura a la antigua usanza que escamotea todo lo que tú cuentas en el libro?

Jajajaja. No. Y tampoco he peleado ni con el lenguaje ni con la tradición literaria, porque la verdad es que ambas, junto con muchas otras influencias como el rock, el pop o la filosofía, por ejemplo, son el material con el que yo he construido “Todos los finales”. Otra cosa es que yo utilice el lenguaje y la literatura de maneras distintas, pero creo que ahí también está el trabajo del poeta. Creo, sinceramente, que ya es muy difícil, además de acrónico, hablar de literatura tradicional y cosas así. Entiendo la idea, pero la verdad es que no tengo una lucha con las antiguas usanzas ni las antiguas escuelas. Simplemente, estoy en otra frecuencia. No me interesa respetar el canon ni por supuesto la historia. No soy historiador. Pero sí me interesa, en cambio, todo lo que no nos han contado de esas historias. La literatura silenciada, las biografías no contadas, las inventadas, las recreadas a medias entre ficción y recuerdo, entre invención y poesía. Creo que la Historia con mayúsculas, en su obsesión por la fidelidad de los hechos, traiciona multitud de lecturas “no oficiales” y, en ese sentido, siempre tiende a conservar el statu quo. Por eso en “Todos los finales” yo doto a muchos autores respetados, otras vivencias, otras biografías y otras lecturas. Si no dotamos a los clásicos de nuevas lecturas, aun a riesgo de traicionarlos, se mueren. A la tradición hay que traicionarla por pura supervivencia.

No solo pones en solfa tu feminidad sino que no olvidas las masculinidades de los grandes nombres para subvertirlos como Bécquer en tu poema Be Queer. ¿Crees que hay que reescribir la historia de la literatura? Y ya de paso. ¿El lenguaje es un campo de batalla sobre nosotros y nosotras nuestros cuerpos y nuestras subjetividades y creencias?

No considero que en “Todos los finales” yo ponga en solfa mi feminidad, sobre todo porque yo no me entiendo ni me explico desde la feminidad, y tampoco entiendo desde ahí mi voz poética. En todo caso, planteo, eso sí, otro tipo de masculinidad que, claro está, no es la hegemónica ni la biologicista. Por otro lado, en relación al poema Be queer, en el que juego con la biografía del poeta romántico por excelencia, debo decir que, efectivamente, me interesaba proponer ahí también otro tipo de masculinidad y proporcionar otra biografía a un poeta claramente amanerado en su lirismo, pero que marcó un antes y un después en la poesía española contemporánea. Me planteé subvertir la biografía del poeta haciendo un poco lo mismo que hace la academia y la tradición: borrando lo que no interesa contar y maquillando un poco lo que sí. Sólo que mis intereses, mi manipulación, por así decirlo, es un poco más bestia evidente que la oficial. Y bueno, que me pareció un poco como un juego macarra y divertido, porque el libro está también lleno de humor.

Y lo de que hay que reescribir la literatura, absolutamente de acuerdo. Nos llevan contando el mismo cuento muchos años, y a lo mejor ya va siendo hora de revisarlo, porque depende de quién sea el narrador, el malo es el lobo, o caperucita. Tantas autoras silenciadas, tantas intelectuales al servicio de sus maridos poetas o escritores que ni siquiera llegaron a poder firmar sus obras, tantos autores maricas encerrados en poéticas heterosexualizadas, tantas autoras lesbianas disfrazando su erotismo y su calidad literaria, tantos y tantas autoras bisexuales, trans y queer cuyas identidades y orientaciones sexuales han sido, en el mejor de los casos, borradas de la historia de la literatura. Quizá no sea fácil explicar la historia de la literatura desde un punto de vista transversal, desde el feminismo, desde las prácticas e identidades no heterosexuales, pero puede –y debe- hacerse. Siempre digo que necesitamos un Renacimiento marica, y un Barroco trans. El Barroco es muy trans, si te fijas, con sus mutas mutandis y su vanitas vanitatis y todo eso. Tenemos esa obligación, porque el discurso del mundo y sus manifestaciones culturales podrán ser monolíticas, unidireccionales y homogéneas, pero el mundo y quienes lo habitan jamás lo serán, por fortuna. Por eso creo también que “Todos los finales” devuelve, de un modo extraño, nuevas identidades a personajes literarios a los que les fueron arrebatadas otras lecturas, dotándolos así de nuevas interpretaciones y esa es la savia de la literatura.

fuente: jackuerouack

Be Gómez

 Be Gómez es licenciada en Filología Hispánica y en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad de Valladolid. Participa en revistas universitarias como Imaginando (Fundación Jorge Guillén) y ganó el Premio Trinidad Arroyo de Narración. Fue finalista del Concurso Internacional de Cuentos Cosecha Eñe 2007 y ha colaborado con diversas publicaciones, como la revista queer Una buena barba, Zoozobra Magazine o el Norte de Castilla. Es docente de Lengua castellana y Literatura y es miembro del colectivo Transfeminalia.


Be Gómez

Toda biografía es una invención. Pero es que la autobiografía, además, siempre tiene un algo de mascarada masturbatoria, cierto aire de autocomplacencia voraz y dulce, que nos pone al borde de un abismo en el que, a menudo esperamos, ahí al fondo, nosotros mismos.

Trataré, por tanto, de que esto no se convierta —o no sólo- en una orgía solitaria y se parezca más, sin embargo, a un cuarto propio -gracias, Woolf-, a un lugar seguro al que volver cuando vengan mal dadas y yo necesite —porque tarde o temprano no hay quien no necesite algo así- volver a un lugar que no me mienta nunca a cerca de quien soy yo y, sobre todo, a cerca de quien siempre he querido llegar a ser.

Mi cuarto propio tiene memoria, pero no tiene historia y lleva dentro el abrazo de mi amor, las manos de mis amigos y la arena que levantan las patas de mi perro en todas las playas por las que hemos corrido juntos. Dice Cesare Pavese que es bonito pasear junto a un perro, pues mientras camina olisquea y reconoce por nosotros las raíces, las madrigueras, los acantilados y las vidas ocultas; lo que multiplica en nosotros el placer del descubrimiento. Y dice también que ir por el campo sin un perro hubiese supuesto perder demasiado de la vida y de lo oculto de la tierra. Eso dice Pavese, y quién soy yo para llevarle la contraria.

Ese cuarto propio mío tiene una puerta pero también varias ventanas que abrir para que entre lo torcido, lo inadecuado, lo que incomoda, lo que insurrecta; tendrá sudor, saliva y piel y vivirá en las notas discordantes de los cuerpos disfóricos y distópicos con euforia y utopía; y todo aquello que, de un modo u otro, no va a ser nunca bienvenido será bien hallado en este cuarto.

Hay que decirlo: mi cuarto propio es del todo inapropiado. Es excesivo, imperfecto, amanerado, y lo custodian la tortilla de patata de mi abuela, el Hora 25 de mi padre y un solsticio de verano de esos que aún relucen en las casas con relumbrón vacacional que veranean infinitamente en los poemas de Jaime Gil de Biedma. No sé si lo he dicho, pero de mayor —además de una idea no escrita de Judith Butler y una canción de Los Punsetes-, quiero ser un verso desocupado de Jaime Gil de Biedma.

Este cuarto propio tiene las paredes empapeladas de humor idiota, de canciones tontas y de chistes que son cobijo seguro contra el dolor y la intemperie de la edad adulta y sus amaestrados y domésticos monstruos. Por eso adoro la adolescencia más quebradiza y más bestia y por eso trabajo con ella; porque es euforia y languidez, dolor y efervescencia a un tiempo y me conecta al yo que necesité entonces, para poder hacer algo con quienes lo necesiten ahora. Para poder acompañar con fuerza y con ternura a esas balas que ya proyectan desviadas direcciones: las que no encajan, los que no juegan al fútbol y las que quieren jugar, las del pelo raro y la lectura triste, los mariquitas miopes y las marimachos furibundas y quienes sienten que lo que sienten —belleza monstrua, cómo no amarla- no tiene un discurso que los salve. El humano piensa, dios ríe, como decía Kundera. Ríe y se divierte a nuestra costa. Quizá por eso mis alumnes piensan que soy dios —jamás se me ocurriría desmentirlo-, aunque en bachillerato empiezan a sospechar del asunto (se ve que ya tienen un pie en la zafia realidad, los muy adultos).

Todos los finales, mi primer libro, es el impulso con el que se abren todos los caminos posibles. Es el mapeo jakeado de un tránsito, una suerte de aleph de callejuelas y avenidas que explora la identidad y sus categorías como estados provisionales y la transformación como única forma de vida posible (¡Viva Heráclito!).

Y si mi «pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor» adopta hoy la forma de balazo negro y amarillo, es porque Lorena tiene la pituitaria hecha a la pólvora que incendia los cuerpos en todas direcciones y la valentía y la generosidad suficiente para apretar el gatillo.

Si Todos los finales os laceran la piel, mi satisfacción crecerá en vuestra herida. Ojalá vengan muchos más y no queráis esquivarlos.



lunes, 14 de febrero de 2022