martes, 13 de mayo de 2025

Hasta que empieza a brillar - Andrés Neuman

 

ANDRÉS NEUMAN BÁSICO


·        Nació en 1977 y pasó su infancia en Buenos Aires. Hijo de músicos argentinos exiliados, terminó de criarse en Granada, donde estudió Filología, trabajó como profesor universitario y vive con su familia.Andrés Neuman: "La vida de María Moliner es absolutamente fascinante"

·        A los veintidós años resultó finalista del Premio Herralde con su aclamada primera novela, Bariloche. Le siguieron La vida en las ventanas, Una vez Argentina, El viajero del siglo (Premio Alfaguara y Premio de la Crítica), Hablar solos, Fractura y Hasta que empieza a brillar.

·        Ha publicado libros de cuentos como Alumbramiento y Hacerse el muerto; poemarios como Mística abajo, Vivir de oído e Isla con madre; el diario de viajes por Latinoamérica Cómo viajar sin ver; el elogio de los cuerpos no canónicos Anatomía sensible; el díptico sobre su hijo que forman Umbilical y Pequeño hablante; y el diccionario satírico Barbarismos.

·        Obtuvo los premios Federico García Lorca, Antonio Carvajal e Hiperión de Poesía, el Firecracker Award for Fiction, otorgado por la comunidad de revistas, editoriales independientes y librerías de Estados Unidos, y la Mención Especial del jurado del Independent Foreign Fiction Prize.

·        Formó parte de la lista Bogotá-39 y fue seleccionado por la revista británica Granta entre los mejores narradores en lengua española de su generación. Sus libros están traducidos a veinticinco lenguas.


 

ANDRÉS NEUMAN: “LA VIDA DE MARÍA MOLINER ES ABSOLUTAMENTE FASCINANTE”

07/05/2025 15:00/ Clarín

En una casa de la calle Don Quijote de Madrid, una mujer emprendió una tarea digna de la imaginación desatada de aquel personaje de Cervantes. Se llamaba María Moliner y tenía ya cincuenta años cuando decidió que el diccionario de la Real Academia Española necesitaba una reescritura que fuera más amena para los hablantes de la lengua. En su novela Hasta que empieza a brillar (Alfaguara) el escritor hispano-argentino Andrés Neuman traza un relato biográfico de Moliner para honrar su obra e iluminar una vida atravesada por las palabras.

El Diccionario de uso del español, publicado por primera vez en 1966, se convirtió en un material de consulta esencial para los hablantes nativos y los aprendices del idioma. “El Moliner” –como pasó a ser conocido, mimetizándose con su autora– estableció una discusión sutil con la Academia, no sólo por atreverse a introducir cambios en las definiciones, un acto de por sí rebelde, sino por la incorporación de las expresiones de la lengua hablada, acaso el gesto que lo consagró como el diccionario del pueblo.

Neuman –quien en su libro Barbarismos (2014) también jugó a desafiar las definiciones de las palabras– intuyó que las acepciones redactadas por Moliner podían leerse en clave biográfica. Moliner nació en el año 1900 y fue licenciada en Historia por la Universidad de Zaragoza, fue la primera profesora mujer en la Universidad de Murcia y se desempeñó en varias bibliotecas y archivos de España. Llegó a ser directora de la Biblioteca de la Universidad de Valencia.

Tuvo una destacada labor formando parte de las Misiones Pedagógicas de la Segunda República Española y como funcionaria, creando y organizando bibliotecas en todo el país. La llegada del franquismo al poder en 1939 significó un duro golpe en su vida personal y profesional y para la de su marido Fernando Ramón Ferrando.

Fue la primera mujer en ser propuesta como integrante de la Real Academia, puesto que finalmente no le fue concedido. El machismo imperante, la popularidad de Moliner y recelos profesionales son algunas de las posibles causas que se han propuesto para explicar el rechazo.

Neuman, que se encuentra en Buenos Aires para presentar el libro en la Feria del Libro el próximo 9 de mayo, conversó con Clarín.

–¿Por qué elegiste contar la vida de María Moliner?

–Estudié Filología y me apasiona la lingüística, los secretos que laten detrás de las palabras. Un día me pregunté por qué sabía tan poco sobre la autora de mi diccionario preferido. Empecé a investigar y me quedé asombrado: lejos de lo que solemos suponer, la vida de María Moliner es absolutamente fascinante, llena de peripecias y adversidades. Me pasé una década estudiando su biografía, su legado como bibliotecaria, artículos académicos, cartas, testimonios familiares, etcétera. Pero sobre todo releí su diccionario como si fuese una novela: ella lo escribió sola en su casa, durante más de quince años, hasta completar ochenta mil palabras. Sus definiciones no sólo son más claras y precisas que las académicas, sino también más sabias y generosas: es un libro que acompaña la vida. Sus ejemplos de uso son sutilmente revolucionarios, porque los inventó ella misma y están llenos de atrevimiento, espíritu crítico y conciencia histórica.

–El libro recorre distintas formas de ver la palabra y el lenguaje según distintos contextos. Entre los temas, hay uno que trabajaste anteriormente en otro de tus libros, que es el redescubrimiento del lenguaje a partir del momento en que los hijos aprenden a hablar. Por otro lado, un tema central es cómo el autoritarismo también ejerce la violencia a través de las palabras, ya sea por la deformación de las formas de nombrar las cosas o por los silencios que genera.

–Siempre me intrigó algo obvio pero misterioso: todo el mundo aprende a hablar su lengua materna, pero nadie puede recordarlo. Maternar o paternar es quizá lo más parecido a recuperar ese recuerdo. Sólo la infancia o la poesía interrogan al mundo palabra por palabra, y sólo la filosofía se pregunta qué es cada cosa. Todo eso se pone en juego en un diccionario. Moliner volcó en el suyo su experiencia como lexicógrafa y bibliotecaria, pero también como madre y abuela, porque es la obra que culmina una vida entera de sabidurías. Para hacer ese increíble trabajo, doña María tuvo que enfrentarse a tres formas de autoridad. La lingüística de la Real Academia, a la que ella le contesta, definición por definición, de manera brillante. La autoridad política de la censura franquista, frente a la cual tiene que aguzar el ingenio para ir sembrando entre líneas sus críticas y rebeldías. Y otra más transversal, que es la de género: hablamos probablemente de la lexicógrafa más influyente de todos los tiempos. Un silencio tremendo era el del exilio, concepto que apenas se definía en el diccionario académico, y que ella desarrolla con valentía. Otro asunto clave es la censura de los medios: Moliner aprovecha el verbo “bloquear” para dar dos ejemplos. Uno aparentemente inofensivo: una pelota en un deporte. Y en el otro se la juega: ¡una emisión de radio!

–La obra de Moliner y tu libro traen una discusión que sigue vigente respecto del rol de los intelectuales y los académicos con su vínculo con los sectores populares. ¿En qué sentido se diferenció el enfoque de Moliner?

–Doña María introdujo modernidades en su forma de trabajar con la lengua que hoy están en el centro de la mirada pública. Leía diarios, escuchaba la radio y tomaba notas. Iba al mercado a recolectar palabras. Atendía a la gente joven para observar cómo mutaban la oralidad y el léxico. Así introdujo por primera vez en un diccionario “bikini”, que estaba prohibido por el Régimen y ausente del diccionario oficial. ¡Y tuvo que describirlo de manera irónicamente pudorosa, para que la censura no la reprimiese! Supo ensanchar el patrimonio de la lengua y sacarla del canon más académico, visibilizando usos familiares y cotidianos. En vez de limitarse a reproducir citas célebres, inventó la mayoría de ejemplos con gran oído y elegancia. Así que su diccionario es una obra de ficción lingüística, un acto de libertad y de reapropiación del idioma por parte de cada hablante. También descentralizó el canon: fue una trabajadora nómada en su país, se pasó media vida cambiando de región y escuchando distintos acentos. No tenía afán centralista ni vocación imperial. Eso la hace mucho más legible, querida y cercana en Latinoamérica.

–Algo que también aparece muy marcadamente es el rol de la mujer en la época. ¿Era tu intención poner una mirada de género al contar esta historia?

–Más que intencionado, era sencillamente inevitable cuando se trataba de contar la vida de una mujer pionera en tantos campos, tan en la periferia del poder y acostumbrada a remar contra las adversidades. El papá la abandonó, se fugó a Buenos Aires y ella tuvo que trabajar desde niña para pagarse los estudios. Estuvo entre las primeras universitarias de España, fue la primera docente de la historia en la Universidad de Murcia y una de las grandes bibliotecarias del siglo veinte. Fundó una escuela en Valencia, un centenar y pico de bibliotecas rurales. Viajaba para cuidar personalmente cada una de ellas. Y propuso una ley para que todos los libros pudieran llegar hasta el pueblo más pequeño. Otro silencio impresionante que había en el diccionario oficial era el de los cuidados. Los ejemplos de la Real Academia no tenían sujeto, y doña María reescribe cada frase para visibilizar quién carga, hasta el día de hoy, con nuestras tareas de cuidado: las madres, las abuelas, las enfermeras… Cada frase del diccionario de Moliner es un pequeño acto de generosidad y reparación.

–¿Qué palabras destacarías del diccionario de María Moliner?

–‘Cuidar’, que doña María consideraba sinónimo de pensar, porque cuidarnos colectivamente es lo más inteligente que podemos hacer como especie. ‘Madre’, primera palabra en cualquier lengua, que para la Academia era una mera hembra paridora, y que ella dignifica con toda sensatez: “mujer que tiene o ha tenido hijos”, incluyendo así la posibilidad de la adopción y también de la pérdida, porque doña María había perdido una hija. Y ‘amor’, que en el Moliner encuentra el antídoto contra los amores tóxicos: “alegrarse con lo que es bueno para la otra persona y sufrir con lo que es malo”. Hace falta mucho amor a la lengua y a la vida para llegar a esa síntesis.

 

ANDRÉS NEUMAN REIVINDICA A MARÍA MOLINER, LA AUTORA DEL DICCIONARIO DE USO DEL ESPAÑOL RECHAZADA POR LA RAE

HASTA QUE EMPIEZA A BRILLAR | Andrés Neuman | ALFAGUARA | Casa del Libro

El 30 de marzo de 2025 se cumplen 125 años del nacimiento de María Moliner, una de las figuras más influyentes de la lingüística española. Con la biografía novelada Hasta que empieza a brillar (ed. Alfaguara), Andrés Neuman no solo rinde homenaje a la autora y a su icónico diccionario, sino que también se adentra en su vida personal, sus luchas y su incansable dedicación a la cultura y el lenguaje.

Dafne Rocamora / Librújula

Han pasado 17 años aproximadamente desde que Andrés Neuman se propuso novelar la vida de María Moliner. Sin embargo, ha sido el destino, y sucesos tan importantes como una pandemia y la paternidad, los que han querido que la publicación de Hasta que empieza a brillar coincidiese con el 125 aniversario del nacimiento de esta gran autora.

Andrés Neuman conoció la figura de María Moliner en su época de estudiante de filología en la Universidad de Granada. Rápidamente, la persona y el diccionario, que a veces parecen una sola entidad, se convirtieron en un misterio fascinante para el novelista: «¿Cómo es posible que una mujer de 50 años, con cuatro hijos criados, en mitad del franquismo, y con una carrera profesional cercenada y estancada tras las represalias de la posguerra, tome la decisión insólita, disparatada y genial de escribir ella sola un diccionario completo?», se pregunta el autor.

Durante años, Neuman realizó una tarea de documentación amplia y exhaustiva: leyó biografías, cartas personales, vio entrevistas televisivas de la autora y se puso en contacto con aquellos que la llegaron a conocer. Además, leyó la primera edición del Diccionario de uso del español como si de una novela se tratase. Para Neuman, las definiciones redactadas por María y las acepciones que elegía y descartaba contaban en clave la vida de la autora: «Fue fascinante para mí como filólogo, pero también como narrador, leer en paralelo el Moliner original y el DRAE que ella manejó. Comparé cada palabra y pude ver las acepciones que se omitieron en el diccionario académico pero que ella sí incorporó. Ella modificó las definiciones con enorme astucia para eludir la censura, y aun así consiguió dotar al diccionario de un peso social y político. Son innumerables los ejemplos, muchos de los cuales tienen que ver con la vida y con la visión de la mujer que fue María Moliner, pero también con su faceta de licenciada en Historia y con su obsesión por el orden meticuloso, propio de la bibliotecaria que fue». Esta última parte de su vida, desconocida para la mayoría e incluso para Neuman, fascinó al escritor: «Se pateó buena parte de las bibliotecas de la Comunidad Valenciana y se convirtió en una exploradora de la vida afectiva, política y social que se creaba en torno a ellas. Toda esta parte de su vida, de la que sabía mucho menos, me conmovió y me sorprendió a partes iguales».

Una vez que se empapó de la vida de María Moliner y sintió que verdaderamente conocía la persona que fue y los motivos que la llevaron a empezar su colosal diccionario, Andrés Neuman comenzó a redactar su novela y a imaginar cómo había sido la infancia de María, cómo fueron las conversaciones con su marido y sus hijos, a imaginarla sola cada noche, sobre el escritorio, rodeada de sus fichas y de un lápiz para borrar y corregir lo escrito.

Neuman construye una novela con pasajes emotivos y diálogos cargados de humor donde se nos presenta a una María cercana, siempre centrada en su objetivo. Hasta que empiece a brillar no es solo una biografía sobre María Moliner y su Diccionario de uso del español es una novela cargada de conocimiento y respeto hacia un personaje casi anónimo que dedicó gran parte de su vida a hacer que la cultura fuese accesible a los demás, a que los libros llegaran a todas las casas de España con su proyecto de bibliotecas rurales, a que las definiciones de los diccionarios respondieran al uso de sus hablantes y no a una estructura jerárquica que lo quería inmaculado; y para que la Academia dejase entrar no solo a hombres sino también a mujeres. La candidatura de María Moliner para ser académica en 1972 fue rechazada por la RAE; no será hasta 1978 que se nombre académica a una mujer: Carmen Conde.

La presa - Irene Nemirovsky

 

IRÈNE NÉMIROVSKY

Irène Némirovsky nació en Kiev en 1903, en el seno de una familia judía muy acomodada, ya que su padre era un banquero importante. Sin embargo, su infancia estuvo marcada por el exilio y la huida constante. Tras la Revolución Rusa, su familia tuvo que escapar de la violencia y el caos que se desataron en su país natal. Durante esta huida, Irène y su madre llegaron a disfrazarse de campesinas para evitar ser reconocidas y capturadas por los bolcheviques, quienes habían puesto precio a la cabeza de su padre. Finalmente, se establecieron en París, donde Irène viviría la mayor parte de su vida.The Fires of Autumn by Irene Nemirovsky, book review: A promising ...

Aunque su lengua materna era el francés, que aprendió gracias a una institutriz francesa, Irène también dominaba varios idiomas, incluyendo ruso, polaco, inglés, vasco[1], finés y yiddish. Esta riqueza lingüística refleja la complejidad de su identidad como exiliada y su capacidad para moverse entre diferentes culturas. Estudió Letras en la Sorbona y comenzó a escribir muy joven, a los 18 años.

Su vida personal estuvo marcada por un matrimonio con Michel Epstein, con quien tuvo dos hijas, Denise y Élisabeth. Curiosamente, su primera novela importante, David Golder, fue enviada a la editorial sin su nombre ni dirección, por miedo a ser rechazada. El editor tuvo que publicar un anuncio en la prensa para localizarla y poder publicarla. A lo largo de su carrera, Irène utilizó varios seudónimos, como Pierre Neyret, Denise Mérande o Charles Blancat, lo que revela su inquietud por experimentar y proteger su identidad literaria.

En 1939, se convirtió al catolicismo, un cambio religioso que no logró protegerla de la persecución nazi. En 1942, fue arrestada y deportada al campo de concentración de Auschwitz, donde murió con apenas 39 años. Su esposo también fue arrestado y ejecutado poco tiempo después. Sus dos hijas sobrevivieron gracias a la ayuda de una maestra que las escondió y protegió durante la ocupación.

Después de la guerra, muchas de sus obras permanecieron inéditas hasta que sus hijas las rescataron y publicaron, entre ellas la famosa Suite francesa, que la convirtió en una autora reconocida póstumamente. Su hija menor, Élisabeth, incluso escribió una biografía imaginaria titulada El Mirador, basada en cartas familiares, que ayudó a reconstruir la figura de su madre.

La obra de Irène Némirovsky se caracteriza por una aguda psicología de personajes y una crítica social incisiva, retratando con crudeza la condición humana y la experiencia del exilio. Su relación con su madre fue complicada y distante, lo que influyó en su visión sobre las relaciones familiares y la soledad. Fanny Némirovsky, la madre de Irène, nunca deseó la maternidad y veía a su hija como una amenaza para su propia juventud y feminidad, lo que se tradujo en una absoluta falta de afecto y apoyo a lo largo de la vida de Irène. Está documentado que cuando Irène fue arrestada y deportada, la abuela -Fanny Némirovsky- se negó a recibir a sus nietas y no les abrió la puerta de su casa. Fanny vivía protegida y con lujos en la Costa Azul, bajo la protección del gobierno colaboracionista de Vichy, haciéndose pasar por refugiada letona. .

Las hijas de Irène Némirovsky, Denise y Élisabeth, huyeron por diferentes lugares de la Francia ocupada tras la detención de sus padres en 1942. Inicialmente, su tutora las escondió en su propia casa y luego las ayudó a cruzar Francia clandestinamente. Pasaron varios meses ocultas primero en un internado católico, donde solo dos religiosas sabían que eran judías y donde debieron usar nombres falsos. Sin embargo, al ser descubiertas por los gendarmes, tuvieron que abandonar el internado y buscar nuevos refugios. Después, las niñas se ocultaron en sótanos y casas de la región de Burdeos, siempre acompañadas por su tutora y llevando consigo una maleta con recuerdos familiares y el manuscrito de su madre. En uno de estos refugios, Denise enfermó gravemente y tuvo que ser atendida en secreto para no ser delatadas

 

EL IMPLACABLE BISTURÍ DE IRENE NÉMIROVSKY

El éxito de Suite francesa ha provocado que se reediten otras novelas de la autora como La presa, publicada en 1938 y excelente.

Andrés Amorós, 17/06/2016 Libertad DigitalLa presa (ilustrado) - Irène Némirovsky - Babelio

(…)

El éxito de la Suite francesa ha provocado que se reediten –también en España– las novelas de la autora. No se trata solo de explotar el éxito: todo lo que escribió Irene Némirovsky posee altísima calidad. Se traduce ahora otra novela suya, La presa, publicada en 1938, y también es excelente.

En medio de una gran depresión económica, el joven Jean-Luc tiene una enorme ambición: le atrae el poder, más que el dinero. Subordina a eso todo, incluido el amor y la familia; lógicamente, tiene éxito pero se siente enormemente desgraciado. Cuando quiere volver a los auténticos valores, ya es demasiado tarde. El título de la novela no se refiere a la cárcel sino al cazador, que acaba convirtiéndose en su propia presa...

Si el lector conoce la literatura francesa, encontrará en seguida muy claras referencias: Stendhal (Julián Sorel); Balzac (A nous deux, Paris, maintenant!); Zola, Maupassant... A través de Jean-Luc, la autora nos ofrece una imagen implacable, desoladora, de la burguesía francesa, de los políticos y los hombres "importantes". En el cine, podría recordar a algunas películas de Chabrol.

Además del hermoso estilo, lo que singulariza a la Némirovsky es su penetración psicológica: como un cirujano, su bisturí disecciona implacablemente los tumores de una sociedad enferma. Eso le conduce a un pesimismo extremo: "La gente es asquerosa" (p. 82), nunca acepta su realidad, llega al suicidio por vanidad. Lo único a lo que nadie resiste es la adulación. El éxito suele ser sórdido y mezquino. El sino de padres e hijos es no entenderse. El erotismo suele disimular una secreta guerra. No soportamos la injusticia solamente cuando nos afecta. Las historias se repiten: "El único consuelo es saber que los que vendrán después de ti serán igual de idiotas, débiles y desgraciados que tú" (p. 200).

Hay que buscar mucho para encontrar en el libro algún rasgo positivo: "Aquella dulzura que hasta el hombre más frío adquiere con los años" (p. 218). Y la "desesperada necesidad de amor" (p. 185) que, al final, descubre el protagonista, "hambriento de ternura".

No es –me temo– una novela muy adecuada para el que se sienta desanimado. Pero es una excelente novela, como todas las de Irene Némirovsky.



[1] Irène Némirovsky sabía euskera. Durante sus largas estancias en el País Vasco francés (Iparralde), donde pasaba los veranos y escribió parte de sus novelas, aprendió euskera, en parte gracias a la convivencia con una sirvienta local que le enseñó el idioma. Aunque no se conoce con exactitud el nivel que alcanzó, está documentado que tenía facilidad para los idiomas y que efectivamente llegó a aprender euskera durante su estancia en la región.