PRIMO LEVI
Primo Levi nació en Turín, Italia, el 31 de julio de 1919. Sus ancestros fueron judíos piamonteses que habían llegado de España y Provenza.
Al graduarse de la secundaria se inscribió como especialista en química en la Escuela de Ciencias de la Universidad de Turín (1937), justo antes de que el gobierno de Mussolini aprobara sus primeras leyes raciales (1938), que impedían a los judíos asistir a escuelas públicas. Sin embargo, se permitió a los estudiantes que ya estaban inscritos en la universidad terminar sus estudios. Levi se asoció con grupos de estudiantes antifascistas, tanto judíos, como no judíos. En 1941 se graduó con honores y excelentes calificaciones de la Universidad de Turín. Su título lleva la anotación: “de raza judía”.
Las fuerzas armadas alemanas ocuparon el norte y centro de Italia. Levi se unió a la resistencia que operaba en el Valle de Aosta (una región al noroeste de Turín), pero fue arrestado junto con otros dos compañeros cerca de Brusson y fue enviado al campo de concentración de Fossoli, en la provincia de Módena.
En febrero de 1944, el campo fue tomado por los alemanes, quienes pusieron a Levi y otros prisioneros en un tren hacia Auschwitz. El viaje duró cinco días.
Aunque el campo fue liberado el 27 de enero de 1945, Levy no llegó a Turín hasta el 19 de octubre de ese año. Tras permanecer en un campo de la Unión Soviética que concentraba a ex prisioneros, inició un viaje indirecto a casa a través de Europa del Este con antiguos ciudadanos italianos que lucharon en la guerra entre el ejército italiano y el ejército ruso.
Al volver a Italia, ejerció como químico industrial en la factoría química SIVA en Turín. Pronto empezó a escribir sobre sus experiencias en el campo y su vuelta subsiguiente a casa a través de un largo periplo por la Europa del Este, en las que se convirtieron en sus dos memorias clásicas: Si esto es un hombre y La tregua, respectivamente. También escribió otras dos memorias muy apreciadas, Momentos de indulto y El sistema periódico. El primero lidia con personajes que observó durante su prisión. El segundo es una colección de piezas cortas, mayormente episodios de su vida, así como dos relatos, todos relacionados de algún modo con alguno de los elementos químicos. La ambiciosa novela Si ahora no, ¿cuándo?, que cuenta la historia de una banda de partisanos judíos durante la Segunda Guerra Mundial errantes por Rusia y Polonia, ganó los destacados premios Viareggio y Campiello cuando fue publicada en Italia e hizo a Levi internacionalmente conocido.
Sus relatos más conocidos se encuentran en La torcedura del mono (1978), una colección de cuentos sobre trabajo y trabajadores relatados por un narrador que recuerda al propio Levi.
Murió, aparentemente por suicidio, el 11 de abril de 1987; no dejó nota aclarando que se quitara la vida. La cuestión sigue fascinando a los críticos literarios debido a la mezcla característica de oscuridad y optimismo en la escritura de este autor. Levi se precipitó por el hueco de las escaleras de su edificio, desde el tercer piso en el que vivía. Algunas de las biografías publicadas con posterioridad explican este hecho como una consecuencia inevitable de las heridas abiertas de su estancia en Auschwitz, así como de los horrores que allí vivió, que se reflejan en su obra. Pero es un asunto controvertido, pues amigos cercanos, que hablaban a menudo con él, no previeron en ningún momento tal desenlace. Hay quienes argumentan que el método elegido para quitarse la vida quizá no fuera el más adecuado para alguien que posee conocimientos de química. Todavía se desconoce si fue realmente un suicidio.
SI ESTO ES UN HOMBRE
Los que vivís seguros
En vuestras casas
caldeadas
Los que os encontráis,
al volver por la tarde,
La comida caliente y
los rostros amigos:
Considerad si es un hombre
Quien trabaja en el
fango
Quien no conoce la paz
Quien lucha por la
mitad de un panecillo
Quien muere por un sí o
por un no.
Considerad si es una
mujer
Quien no tiene cabellos
ni nombre
Ni fuerzas para
recordarlo
Vacía la mirada y frío
el regazo Como una rana invernal.
Pensad que esto ha sucedido:
Os encomiendo estas
palabras.
Grabadlas en vuestros
corazones
Al estar en casa, al ir
por la calle,
Al acostaros, al levantaros;
Repetídselas a vuestros
hijos.
O que vuestra casa se derrumbe,
La enfermedad os
imposibilite,
Vuestros descendientes
os vuelvan el rostro.
Levi comenzó a escribir Si esto es un hombre casi inmediatamente después de la liberación de los campos, en 1946; tenía ya muy claro, incluso en ese momento de trauma, que era necesario dar cuenta de lo sucedido, para que el mundo supiera la verdad; para que no pudiera volver a repetirse. "Contaréis lo que pasa aquí y no os creerán", cuenta Levi (y otros supervivientes de los campos) que decían los oficiales de las SS. En efecto, la brutalidad de lo sucedido en Auschwitz, en Buchenwald, en Dachau, parecía superar la capacidad de asimilación y de comprensión humana (algo sobre lo que también reflexionan Kertész y Semprún en sus obras).
Si esto es un hombre es la narración, ni melodramática ni idealizada, de la experiencia de Primo Levi en los campos de concentración, desde su deportación junto con otros judíos italianos, hasta la liberación por el ejército ruso. Las vivencias aquí presentadas (el hambre, el cansancio extremo, la lucha por la supervivencia, las miserias físicas y morales, la muerte o la muerte en vida) nos resultan ahora ya conocidas, por la literatura y sobre todo por el cine de los últimos 70 años; pero pocas veces se han plasmado con tanta crudeza, con tanta sinceridad, con una conciencia tal clara del valor y la necesidad del testimonio.
Levi no huye de la crudeza, pero tampoco la busca; no cae en el kitsch ni en el maniqueísmo, un mal que aqueja a demasiadas obras recientes dedicadas al Holocasusto. Es un retrato brutal y polifónico, porque en él se incluyen también las historias (heroicas algunas, trágicas casi todas) de otros habitantes del lager, sobre los límites a los que se ve reducido un hombre sometido a aquellas condiciones: su progresiva pérdida de la dignidad, de la conciencia, de la humanidad.
Quizás porque las realidades descritas en el texto eran tan horribles que resultaban inverosímiles, hasta 1957 Primo Levi no consiguió que se lo publicara una gran editorial, Einaudi, que diez años antes había rechazado el manuscrito. Fue, en todo caso, a partir de esta fecha cuando Si esto es un hombre alcanzó difusión y notoriedad, animando a Primo Levi a escribir dos libros más sobre su experiencia en los campos: La Tregua (donde narra su regreso a Italia tras la liberación) y Los hundidos y los salvados, en el que reflexiona, ya desde cuarenta años de distancia, sobre el Holocausto, sus causas y sus consecuencias, tanto en las víctimas como en los verdugos (categorías más borrosas, según insiste Primo Levi, de lo que nos gustaría pensar).
Las obras de Primo Levi, y en especial este Si esto es un hombre, son un testimonio fundamental de uno de los mayores horrores de la historia; no solo por ser cronológicamente pioneras, sino sobre todo por su honestidad, su profundidad y su clarividencia.
Entonces por primera vez nos damos cuenta de que nuestra lengua no tiene palabras para expresar esta ofensa, la destrucción de un hombre. En un instante, con intuición casi profética, se nos ha revelado la realidad: hemos llegado al fondo. Más bajo no puede llegarse: una condición humana más miserable no existe, y no puede imaginarse. No tenemos nada nuestro: nos han quitado las ropas, los zapatos, hasta los cabellos; si hablamos no nos escucharán, y si nos escuchasen no nos entenderían. Nos quitarán hasta el nombre: y si queremos conservarlo deberemos encontrar en nosotros la fuerza de obrar de tal manera que, detrás del nombre, algo nuestro, algo de lo que hemos sido, permanezca.
Sabemos que es difícil que alguien pueda entenderlo, y está bien que sea así. Pero pensad cuánto valor, cuánto significado se encierra aún en las más pequeñas de nuestras costumbres cotidianas, en los cien objetos nuestros que el más humilde mendigo posee: un pañuelo, una carta vieja, la foto de una persona querida. Estas cosas son parte de nosotros, casi como miembros de nuestro cuerpo; y es impensable que nos veamos privados de ellas, en nuestro mundo, sin que inmediatamente encontremos otras que las sustituyan, otros objetos que son nuestros porque custodian y suscitan nuestros recuerdos.
Imaginaos ahora un hombre a quien, además de a sus personas amadas, se le quiten la casa, las costumbres, las ropas, todo, literalmente todo lo que posee: será un hombre vacío, reducido al sufrimiento y a la necesidad, falto de dignidad y de juicio, porque a quien lo ha perdido todo fácilmente le sucede perderse a sí mismo; hasta tal punto que se podrá decidir sin remordimiento su vida o su muerte prescindiendo de cualquier sentimiento de afinidad humana; en el caso más afortunado, apoyándose meramente en la valoración de su utilidad. Comprenderéis ahora el doble significado del término «Campo de aniquilación», y veréis claramente lo que queremos decir con esta frase: yacer en el fondo.