jueves, 17 de octubre de 2019

noticias sobre Siri Husvedt II

Hablamos con Siri Hustvedt en Oviedo: "Los premios son como esperar al autobús 37 en Londres. Esperas y esperas. Y después vienen tres a la vez"

Tiempo de lectura: 7 minutos

La escritora estadounidense recibirá el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2019. Novelista, ensayista, científica, feminista y todos los “ista” positivos que existan, se toma con sentido del humor el machismo, la ciencia, a sí misma…

Siri Hustvedt.

"Tengo 64 años. Digámoslo de esta forma: reconocimientos como este ni se te suben a la cabeza ni te hacen perderla, solo provocan agradecimiento y felicidad. Si tuviese 25 años, ¿quién sabe el daño que podría haber supuesto esto?"
A continuación, Siri Hustvedt se ríe a carcajadas. 2019 es su año. Sentada en el vestíbulo del hotel La Reconquista, en Oviedo, presume de Premio Princesa de Asturias de las Letras, del Premio Europeo de Ensayo que recogió en Suiza y del premio que le acaba de otorgar la Academia Americana de las Artes y las Letras. Porque, como ella ha comentado en más de una ocasión, presumir, dentro de unos límites, es bueno. Y es una actividad que le ha sido negada a las niñas y a las mujeres.

Hustvedt lleva toda la semana en la capital asturiana. Aterrizó el lunes a las 10 de la mañana junto a su marido y, desde entonces, no para de hablar con gente. Con 1.700 miembros (mujeres en su mayoría) de clubes de lectura de toda España, que se juntaron en el Palacio de Congresos de Oviedo para escucharla. Con estudiantes de instituto. Con asistentes a su coloquio en el Teatro Jovellanos de Gijón. Con la prensa. Con los parroquianos de la librería Cervantes, a la que acude a firmar libros.
No es la primera vez que Hustvedt pisa Asturias. Ni siquiera es la primera vez que vive la vorágine de estos Premios. En 2006 acompañó al marido anteriormente mencionado, el escritor Paul Auster, a recibir el suyo. Y a pesar de los ojillos que le ponen el público y la prensa, Auster se mantiene en esta visita no en un discreto segundo plano, sino en un tercero o cuarto. “Es el momento de Siri”, ha declarado. Y ella ha dejado finalmente de ser definida como la “consorte de”. Todo el mundo le pregunta por su opinión sobre ello. Y se encoge de hombros, con una sonrisa, asumiendo que nadie ha entendido nada. “A lo largo de nuestro matrimonio”, confesaba ante los clubes de lectura, “siempre nos hemos visto como seres iguales. Ha sido el mundo exterior quien nos ha catalogado de acuerdo a términos más convencionales”.

Su familia de convencional no tiene nada. El tercer miembro en discordia, Sophie Auster, cantante y actriz, da un concierto dentro de la Semana de los Premios en honor al galardón de su madre, y ha escrito en un artículo que ella es “su luchadora favorita”.

Resulta que al mismo Dickens al que debe su vocación literaria le debe también su voluntad científica, una faceta tan suya como la obsesión por la literatura: “Cuando estaba escribiendo mi tesis sobre Dickens descubrí a un personaje que nunca usa el pronombre de primera persona. Leí que en afasia lo primero que pierden los pacientes es el 'yo'", me cuenta ahora. "Y empecé a pensar: ¿Cuál es la relación entre el lenguaje y el ser? ¿Qué papel juega la carne en cómo nos identificamos con nosotros mismos? Me empecé a interesar mucho por la neurobiología. Conocí a algunos científicos, incluyendo a Mark Solms, y me invitó a unirme a su grupo, que se reunía en Nueva York una vez al mes. Me convertí en el miembro no-científico de este grupo, y estuve con ellos al menos un par de años”.

En 2006, durante una conferencia en la que recordaba a su padre, fallecido dos años antes, empezó a temblar de forma descontrolada, en un suceso parecido al vivido por Angela Merkel hace unos meses. Auster, al verla en uno de esos episodios, se asustó mucho. Hustvedt decidió utilizar el análisis de ese caso para otra charla en la Escuela de Medicina de Columbia hablando de sus síntomas desde el punto de vista psicoanalista, psiquiátrico y neurocientífico. Su agente le animó a escribir un libro sobre sus temblores y su investigación. Una investigación sin respuestas, porque no fue capaz de encontrarlas. Sin embargo, a partir de la publicación de La mujer temblorosa o la historia de mis nervios, “gente de neurología, medicina y psiquiatría se interesó por él. Y empecé a recibir solicitudes para participar en conferencias. Eso se retroalimentó hasta el punto de que tuve que pararlo, porque si aceptase todas las solicitudes, nunca estaría en casa escribiendo”, me explica divertida. Y escribiendo es como se siente más profundamente viva. Aunque también disfruta con “urgencia” de sus placeres: trabajar, leer y estar con la gente a la que quiere.

Es la intelectual de la familia, una clasificación que abrazan ella y Auster. “Claro que lo soy, la que tiene un doctorado, la que escribe artículos académicos, soy yo”, señaló en el evento con sus lectores. Y aboga por mirar más allá de la especialización para buscar respuestas a las preguntas que nos hacemos. Aunque nadie pueda saberlo todo, alega, sí que podemos saber más: “Siempre he sentido que cometemos un gran error si pretendemos diferenciar entre la creatividad de un físico y la de un poeta", me cuenta en el hotel. "Ambas son flores que crecen. Las flores son diferentes, pero a un nivel creativo fundamental son iguales”.

En Recuerdos del futuro, su última novela, publicada la pasada primavera, bebe de una versión antigua de sí misma. La S. H. (como se llama la protagonista) que aterrizó en Nueva York desde Minnesota en los años 70, con ganas de escribir y comerse el mundo. Aprovecha entonces para hablar del tiempo, los recuerdos y el trauma. Diferentes narradores, puntos de vista temporales y novelas dentro de novelas se entremezclan en un relato en el que lo que se cuenta es tan importante como cómo se cuenta: “Gertrude Stein, y no podré citarla de forma exacta, hablaba de la forma y decía algo como: “Ya vendrá”. La forma, cuando es buena, no está impuesta desde el exterior sino que crece naturalmente a partir de la esencia del proyecto. Luché mucho con Recuerdos del futuro. Escribí 200 páginas que no sirvieron para nada. Ese fracaso me enseñó no solo qué no hacer sino que me hizo encontrar la forma del libro. Pero no hubiese podido encontrarla sin esos 200 folios”, continúa en nuestra conversación. Y confiesa que está muy orgullosa de la estructura de su novela.
La escritora viaja mucho en el tiempo, en su propio tiempo, para escribir, pero eso no significa que toda su obra sea autobiográfica: “La memoria está relacionada con los sueños y con la imaginación. A veces te despiertas de un sueño y piensas: ‘¿Quién era esa persona?’. O conoces a alguien en un sueño y tienen el nombre de una persona, pero no sus facciones. O, a veces, coges algo de alguien y lo mezclas con otro. Es lo que Freud llamó condensación. Escribir ficción es muy similar. ¿Cuál es el material de la ficción? El material crudo son los recuerdos. Pero después se recolocan, se condensan o se reemplazan”.

Siri Hustvedt es tan escritora e intelectual como feminista. Pone caras de estupor e indignación cuando se le menciona al señor que se sienta hoy en día en la Casa Blanca, al que se niega a nombrar. Y en su discurso siempre hace hincapié en la incapacidad del mundo masculino por aceptar la autoridad femenina, incluso a la hora de tener en cuenta las novelas escritas por mujeres. “Durante años me lo he planteado. Al final di con la razón, me sentí tan estúpida de no haberlo visto antes. Leer es una forma de entregarte a la voz del libro. Es una sumisión”, reveló unas horas antes. De momento, concluye, no todo el mundo puede someterse a una voz narrativa femenina. Sin embargo, como con todo, no pierde comba al hacer chistes sobre lo absurdo del machismo: “En EE.UU. se considera afeminado que un hombre pida una ensalada. ¿En serio? ¿Vemos todos lo ridículo del asunto? ¿Ahora la lechuga tiene género?”.

Para el futuro tiene varias ideas, entre ellas una novela que llevará por título “The Haunted Envelope” y una investigación sobre la placenta. Poca gente puede atreverse con esto último. Siri Hustvedt sí. Como decía Sophie Auster en un artículo, “ella quiere saberlo todo, y está cerca de conseguirlo”.

Salman Rushdie, un gran amigo, me dio la enhorabuena el otro día en una cena por todos mis galardones. Y me dijo: “Siri, es como esperar al autobús 37 en Londres. Esperas, esperas y esperas. Y después vienen tres a la vez”. ¡Me encantó! Es una buena forma de encapsular este año.

–Y aún no ha terminado, –apunto.

–Ya. ¿Quién sabe qué más vendrá?
fuente: Vanity Fair

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