martes, 7 de octubre de 2025

EDUARDO MENDOZA, TRES ENIGMAS PARA LA ORGANIZACIÓN

 10 LIBROS QUE GARANTIZAN LA INMORTALIDAD A EDUARDO MENDOZA

Jesús Jiménez 14.05.2025  

 


Leyenda viva de las letras españolas y uno de los autores más queridos y admirados de los últimos 50 años, Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943), ha sumado este martes el Premio Princesa de Asturias de las Letras a su larga lista de galardones entre los que destacan el Cervantes (2016) o el Premio Planeta (2010). Un autor del que se suele destacar su facilidad para pasar de la novela seria al humor más surrealista y divertido pero en cuyas obras siempre late la mejor literatura. Elegir entre sus numerosas obras es cuestión de gustos, ya que casi todas son geniales, pero vamos a intentar quedarnos con diez de ellas.

'La verdad sobre el caso Savolta' (1975): Ya con su primera novela, La verdad sobre el caso Savolta (1975), Eduardo Mendoza se garantizó un lugar en las letras españolas. Una novela "de tiros" que a la censura le pareció que "no tenía ni pies ni cabeza" y que, gracias a eso se pudo publicar. Pero que en realidad era mucho más, para muchos es la primera novela de la transición democrática (además del libro que nos mandaban leer en los colegios, al menos en mi juventud). Poco después de su publicación fallecía Franco y gracias a eso pudo conseguir el Premio de la Crítica de narrativa castellana. Una novela muy coral que se ambienta en la Barcelona de los años del "pistolerismo" y las luchas sindicales (1917-1919) y en la que el autor describe perfectamente la realidad social, cultural y económica de la ciudad. Un libro en el que se mezclan las luchas de poder, las intrigas empresariales y políticas, el sindicalismo, la I Guerra Mundial y una bella historia de amor. Fue llevada al cine por Antonio Drove, en 1979, con un reparto que incluía a José Luis López Vázquez, Ovidi Montllor, Charles Denner, Stefania Sandrelli y Omero Antonutti. Este año se cumplen 50 años de su publicación y en una entrevista concedida a nuestro compañero Carlos del Amor, Mendoza confesaba que "su oficio fue desde el inicio una escapatoria del aburrimiento".

'El misterio de la cripta embrujada' (1978): Tras el éxito de su primer libro, Eduardo Mendoza se fue a Nueva York a trabajar como traductor para la ONU. Allí, en una sola semana, escribió El misterio de la cripta embrujada (1978), una novela policíaca protagonizada por el comisario Flores, inspector de la Brigada de Investigación criminal, que se enfrenta a la desaparición de una niña de un internado de madres lazaristas. Para buscarla se unirá a un depravado criminal que está internado en un manicomio y al que promete la libertad si logran resolver el caso. Un loco que acabará convirtiéndose en el protagonista de la historia. Una novela en la que Mendoza se lanza por primera vez al humor que también ha caracterizado su carrera, quizá para escapar un poco de ese solemne éxito de La verdad sobre el caso Savolta. Misterio y picaresca vuelven a juntarse en esta historia que acabaría convirtiéndose en una serie de novelas de gran éxito. De hecho, este primer título ha sido traducido a nueve idiomas.

'El laberinto de las aceitunas' (1982): Segundo de los libros protagonizados por el detective anónimo, que actualmente cuenta con cinco entregas y que, en su momento fue uno de los mayores éxitos de ventas de Mendoza. Con un humor cada vez más absurdo, en esta ocasión el protagonista abandonará el manicomio para enfrentarse a una peligrosa banda de delincuentes en la búsqueda de un maletín perdido lleno de dinero (en una época en la que esos maletines o incluso bolsas de basura repletas de dinero, llenaban las noticias y la imaginación de los españoles).

Una peripecia detectivesca que se va volviendo cada vez más surrealista y esperpéntica y que no es solo una caricatura del género policíaco sino también de esa sociedad de la época.

'La ciudad de los prodigios' (1986): Para muchos la obra maestra de Eduardo Mendoza y posiblemente su obra más ambiciosa. Está ambientada en la ciudad de Barcelona entre las Exposiciones Universales de 1888 y 1929, el año del Crac. Y narra el ascenso y caída de Onofre Bouvila, una anarquista que representa a las clases más bajas de la sociedad que, gracias a su falta de escrúpulos, crueldad e incluso salvajismo, se convertirá en uno de los hombres más ricos y poderosos de España. Su historia, además, está muy influida por la aparición de tres mujeres de las que una pitonisa le advierte que: una lo haría rico, otra lo encumbraría y otra lo haría feliz. Una novela en la que Mendoza también explora todas las posibilidades del lenguaje, alternando estilos distintos y buscando el placer de la escritura. Uno de los mejores ejemplos de picaresca moderna en las letras españolas. La novela también fue adaptada al cine por Mario Camus, en 1999, con Olivier Martinez y Emma Suárez en los principales papeles. Y también hay una excelente adaptación al cómic realizada por Claudio Stassi.

'Sin noticias de Gurb' (1991): Una de las novelas más divertidas de la literatura española de todos los tiempos. Originalmente publicada por en entregas en el periódico El País, también es uno de los libros más traducidos de Mendoza (inglés, francés, alemán, italiano, coreano, danés, polaco, persa, gallego y esperanto). Ambientada en la Barcelona que se preparaba para los Juegos Olímpicos de 1992, Mendoza vuelve a realizar un maravilloso retrato de la sociedad barcelonesa y española de la época, con mucha ironía. El libro relata la búsqueda de un extraterrestre (Gurb), que se pierde en las calles de Barcelona tras adoptar la apariencia de Marta Sánchez. Y la historia está narrada por otro extraterrestre que sale en su búsqueda camuflado como el conde-duque de Olivares, aunque va cambiando su apariencia a medida que avanza la trama, pasando a ser personajes como Miguel de Unamuno, Paquirrín, Isoroku Yamamoto, el duque de Kent o Alfonso V de León. Pero su roce con los terrícolas acabará convirtiendo la historia en una comedia bufa divertidísima.

'La aventura del tocador de señoras' (2001): Como el inolvidable H.M. Murdock, de la serie El Equipo A, esta nueva aventura del detective anónimo comienza con su salida del asilo en el que está encerrado desde hace décadas. Esta vez en un viaje sin retorno, porque el lugar se va a cerrar para vender el solar a una constructora. Y es que estamos en los años del pelotazo inmobiliario y ya sabemos que Mendoza siempre reflejaba la sociedad de la época en sus novelas. Acudirá a pedir ayuda a su hermana Cándida, que se ha casado con Viriato, que le ofrecerá trabajar en el tocador de señoras, un establecimiento que funciona fundamentalmente como peluquería y que nuestro protagonista administrará de una forma muy peculiar. pero cuando parece haber encontrado un poco de estabilidad, se verá involucrado en el robo de los documentos de una empresaEl Caco Español, S. L., y se convertirá en el principal sospechoso del asesinato del presidente la misma. Así que deberá mostrar su inocencia en una alocada trama en la que se cruzará con un chófer miope negro, dos mujeres llamadas Ivet, la alta sociedad e incluso el alcalde de Barcelona.

'Riña de gatos: Madrid 1936' (2010): Durante mucho tiempo Eduardo Mendoza se resistió a escribir sobre la Guerra Civil. Hasta 2010, cuando publicó Riña de gatos: Madrid 1936. la historia de un inglés llamado Anthony Whitelands, que llega a bordo de un tren al Madrid convulso de la primavera de 1936. Deberá autenticar un cuadro desconocido, perteneciente a un amigo de José Antonio Primo de Rivera, cuyo valor económico puede resultar determinante para favorecer un cambio político crucial en la historia de España. Turbulentos amores con mujeres de distintas clases sociales distraen al crítico de arte sin darle tiempo a calibrar cómo se van multiplicando sus perseguidores: policías, diplomáticos, políticos y espías, en una atmósfera de conspiración y de algarada. "Un escritor tiene el compromiso moral de ser reflejo de su tiempo". Así justificaba Eduardo Mendoza esta novela de la que dijo que "no es sobre la Guerra Civil, pero sí de la Guerra Civil" y de la que confesaba haber quedado "muy satisfecho". Una novela que le valió el Premio Planeta 2010 y en la que cambió su Barcelona natal, escenario de la mayoría de sus obras, por Madrid, porque le convenía "cambiar de aires".

'Trilogía Las tres leyes del movimiento' (2018-22): El rey recibe (2018), El negociado del yin y el yang (2019) y Transbordo en Moscú (2022) son las tres novelas que forman la trilogía Las leyes del movimiento. "Al llegar a cierta edad, uno se da cuenta de que ha sido testigo de acontecimientos que en su momento parecieron trascendentales y luego resultaron no serlo. Y también se da cuenta de que ha vivido grandes transformaciones sociales sin advertir su importancia. A partir de esta reflexión me embarqué en este proyecto", aseguraba Eduardo Mendoza sobre el libro. Tres novelas que recorren los principales acontecimientos culturales y políticos del siglo XX en clave de comedia (con un protagonismo especial de la Transición) y que están protagonizadas por Rufo Batalla, un periodista de segunda división, y el príncipe Tukuulo, aspirante al trono del país ficticio de Livonia, un país hoy inexistente. Partiendo de la Barcelona de los años 60 y el final del franquismo, esta trilogía nos trasladará al movimiento hippy y la lucha por los derechos sociales en EE.UU., hasta la caída de Berlín y la disolución de la Unión Soviética. Una trilogía que tiene mucho de las novelas de espías de la guerra fría que tanto apasionan al escritor. Tres enigmas para la Organización' (2024)

Tras esa trilogía, Eduardo Mendoza declaró que no iba a volver a escribir una obra de ficción, pero en 2024 publicó la que, de momento, es su última novela: Tres enigmas para la Organización (20024). “Lo intento, pero no puedo. Es que no sé qué hacer, se me va la mano sola al papel. Esto me pasa por escribir a mano”, bromeaba el escritor en el programa de RNE No es un día cualquiera.

Fuente: RTVE

TRES ENIGMAS PARA LA ORGANIZACIÓN

“-Hay mucha gente mala en la tierra. Me refiero en la tierra por oposición al mar. Allí es distinto. Viene Moby Dick y ya sabes a qué atenerte.” (p. 237)

 Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) nos regala con su último título, Tres enigmas para la Organización (2024), una buena muestra de su esencia detectivesca, satírica, existencial y disparatada. Las escenas con las que recorre su eterna Barcelona dibujan con una mirada desenfadada, aunque no carente de crítica, una urbe de ambientes y personajes marcados por el devenir de los tiempos contemporáneos. En un presente tangible –la trama se sitúa en el año 2022– se erige una isla, un interregno: la Organización, un olvidado cuerpo de espionaje creado en el franquismo que ha sobrevivido como un reducto de burocracia y acciones ilógicas que no interfieren en las funciones de las demás fuerzas de seguridad del Estado. Encabezado por ‘el jefe’, este organismo secreto cuenta con un fresco de profesionales heterogéneo, entre los que se incluye un tierno padre exconvicto, una camaleónica y fantasiosa secretaria o un envejecido agente que, para combatir el deterioro cognitivo, recita pasajes de un viejo manual de tácticas militares en francés arcaico. Hasta nueve serán los detectives, espías e inocentes marginados que, bajo el auspicio de una voz narrativa omnisciente, se enfrenten –con un modus operandi que como mínimo resulta anacrónico– a tres misteriosas incógnitas que serán investigadas por si tuviesen relación: la aparición de un cadáver en El Indio Bravo (un hospedaje de mala muerte situado en las Ramblas), la volatilización de un rico británico dejando abandonado su yate y a su tripulación en el puerto y la inmutabilidad de precios de los productos de Conservas Fernández.

Como en ocasiones anteriores, basta pensar en la serie de novelas iniciadas con El misterio de la cripta embrujada (1978), Mendoza hace uso de un lenguaje paródico y picaresco que produce un continuo extrañamiento con respecto al género policiaco en el que se enmarcaría Tres enigmas de la Organización. Las apreturas económicas, la alegalidad (si no directamente la ilegalidad) y las reflexiones sobre el sentido de sus vidas construyen, a la vez que caricaturizan, a unos seres literarios que cumplen con un muy personal sentido del deber. Su doble identidad, puesto que deberían ocultar las funciones con que ocupan su parcela laboral, se entrecruzan sin remedio con sus familias, sus aspiraciones humanas y sueños. En una órbita que podríamos emparentar con las misiones de la T.I.A. para la que trabajan los Mortadelo y Filemón del desaparecido Francisco Ibáñez, la presente aventura incluye dosis de misterio, humor, violencia, cotidianeidad, denuncia social y peripecias que se conducen con un estilo ligero y que da lugar a reflexiones cuya hondura, como pasa cuando nos acercamos a Lázaro de Tormes, podemos elegir. A través de la superación de soledades y discriminaciones de distinto signo, Mendoza compone a unos antihéroes que habitan en el contraste entre una característica lengua culta –de registro a veces elevado y cervantino– y un grotesco submundo rayano con el hampa. Además, no se puede pasar por alto la habilidad con que da nombre y alias a los individuos que pasan por este relato. De esta forma, la Boni, Buscabrega, Monososo o la señora Grassiela aumentan el original índice onomástico con el que el autor ha dotado de personalidad a un incontable número de hombres y mujeres (y hasta extraterrestres) que ha poblado sus páginas y rubricado su ingenio.

A la vez que identificamos un conjunto de ingredientes que no son nuevos en su obra, también reconocemos a un autor que disfruta de su oficio. Nos transmite con alegre resolución una historia escrita con total libertad para él mismo y para todos los que gustamos de encontrarnos una vez más con quien decía haber cumplido con su ciclo autorial. Había anunciado, tras la culminación en 2021 de la trilogía Las tres leyes del Movimiento, una jubilación anticipada, pero, por suerte para quienes nos confesamos sus admiradores, a sus ochenta y un años de edad no ha parado de escribir. Y así, todavía podemos recibir un texto que consigue algo que siempre es y será esencial: una sonrisa, una carcajada ante lo inesperado y lo absurdo con que, por un momento, desconectar de las preocupaciones y los miedos, los Moby Dick que nos rodean.

 

Fuente: contrapunto revista literaria

martes, 13 de mayo de 2025

Hasta que empieza a brillar - Andrés Neuman

 

ANDRÉS NEUMAN BÁSICO


·        Nació en 1977 y pasó su infancia en Buenos Aires. Hijo de músicos argentinos exiliados, terminó de criarse en Granada, donde estudió Filología, trabajó como profesor universitario y vive con su familia.Andrés Neuman: "La vida de María Moliner es absolutamente fascinante"

·        A los veintidós años resultó finalista del Premio Herralde con su aclamada primera novela, Bariloche. Le siguieron La vida en las ventanas, Una vez Argentina, El viajero del siglo (Premio Alfaguara y Premio de la Crítica), Hablar solos, Fractura y Hasta que empieza a brillar.

·        Ha publicado libros de cuentos como Alumbramiento y Hacerse el muerto; poemarios como Mística abajo, Vivir de oído e Isla con madre; el diario de viajes por Latinoamérica Cómo viajar sin ver; el elogio de los cuerpos no canónicos Anatomía sensible; el díptico sobre su hijo que forman Umbilical y Pequeño hablante; y el diccionario satírico Barbarismos.

·        Obtuvo los premios Federico García Lorca, Antonio Carvajal e Hiperión de Poesía, el Firecracker Award for Fiction, otorgado por la comunidad de revistas, editoriales independientes y librerías de Estados Unidos, y la Mención Especial del jurado del Independent Foreign Fiction Prize.

·        Formó parte de la lista Bogotá-39 y fue seleccionado por la revista británica Granta entre los mejores narradores en lengua española de su generación. Sus libros están traducidos a veinticinco lenguas.


 

ANDRÉS NEUMAN: “LA VIDA DE MARÍA MOLINER ES ABSOLUTAMENTE FASCINANTE”

07/05/2025 15:00/ Clarín

En una casa de la calle Don Quijote de Madrid, una mujer emprendió una tarea digna de la imaginación desatada de aquel personaje de Cervantes. Se llamaba María Moliner y tenía ya cincuenta años cuando decidió que el diccionario de la Real Academia Española necesitaba una reescritura que fuera más amena para los hablantes de la lengua. En su novela Hasta que empieza a brillar (Alfaguara) el escritor hispano-argentino Andrés Neuman traza un relato biográfico de Moliner para honrar su obra e iluminar una vida atravesada por las palabras.

El Diccionario de uso del español, publicado por primera vez en 1966, se convirtió en un material de consulta esencial para los hablantes nativos y los aprendices del idioma. “El Moliner” –como pasó a ser conocido, mimetizándose con su autora– estableció una discusión sutil con la Academia, no sólo por atreverse a introducir cambios en las definiciones, un acto de por sí rebelde, sino por la incorporación de las expresiones de la lengua hablada, acaso el gesto que lo consagró como el diccionario del pueblo.

Neuman –quien en su libro Barbarismos (2014) también jugó a desafiar las definiciones de las palabras– intuyó que las acepciones redactadas por Moliner podían leerse en clave biográfica. Moliner nació en el año 1900 y fue licenciada en Historia por la Universidad de Zaragoza, fue la primera profesora mujer en la Universidad de Murcia y se desempeñó en varias bibliotecas y archivos de España. Llegó a ser directora de la Biblioteca de la Universidad de Valencia.

Tuvo una destacada labor formando parte de las Misiones Pedagógicas de la Segunda República Española y como funcionaria, creando y organizando bibliotecas en todo el país. La llegada del franquismo al poder en 1939 significó un duro golpe en su vida personal y profesional y para la de su marido Fernando Ramón Ferrando.

Fue la primera mujer en ser propuesta como integrante de la Real Academia, puesto que finalmente no le fue concedido. El machismo imperante, la popularidad de Moliner y recelos profesionales son algunas de las posibles causas que se han propuesto para explicar el rechazo.

Neuman, que se encuentra en Buenos Aires para presentar el libro en la Feria del Libro el próximo 9 de mayo, conversó con Clarín.

–¿Por qué elegiste contar la vida de María Moliner?

–Estudié Filología y me apasiona la lingüística, los secretos que laten detrás de las palabras. Un día me pregunté por qué sabía tan poco sobre la autora de mi diccionario preferido. Empecé a investigar y me quedé asombrado: lejos de lo que solemos suponer, la vida de María Moliner es absolutamente fascinante, llena de peripecias y adversidades. Me pasé una década estudiando su biografía, su legado como bibliotecaria, artículos académicos, cartas, testimonios familiares, etcétera. Pero sobre todo releí su diccionario como si fuese una novela: ella lo escribió sola en su casa, durante más de quince años, hasta completar ochenta mil palabras. Sus definiciones no sólo son más claras y precisas que las académicas, sino también más sabias y generosas: es un libro que acompaña la vida. Sus ejemplos de uso son sutilmente revolucionarios, porque los inventó ella misma y están llenos de atrevimiento, espíritu crítico y conciencia histórica.

–El libro recorre distintas formas de ver la palabra y el lenguaje según distintos contextos. Entre los temas, hay uno que trabajaste anteriormente en otro de tus libros, que es el redescubrimiento del lenguaje a partir del momento en que los hijos aprenden a hablar. Por otro lado, un tema central es cómo el autoritarismo también ejerce la violencia a través de las palabras, ya sea por la deformación de las formas de nombrar las cosas o por los silencios que genera.

–Siempre me intrigó algo obvio pero misterioso: todo el mundo aprende a hablar su lengua materna, pero nadie puede recordarlo. Maternar o paternar es quizá lo más parecido a recuperar ese recuerdo. Sólo la infancia o la poesía interrogan al mundo palabra por palabra, y sólo la filosofía se pregunta qué es cada cosa. Todo eso se pone en juego en un diccionario. Moliner volcó en el suyo su experiencia como lexicógrafa y bibliotecaria, pero también como madre y abuela, porque es la obra que culmina una vida entera de sabidurías. Para hacer ese increíble trabajo, doña María tuvo que enfrentarse a tres formas de autoridad. La lingüística de la Real Academia, a la que ella le contesta, definición por definición, de manera brillante. La autoridad política de la censura franquista, frente a la cual tiene que aguzar el ingenio para ir sembrando entre líneas sus críticas y rebeldías. Y otra más transversal, que es la de género: hablamos probablemente de la lexicógrafa más influyente de todos los tiempos. Un silencio tremendo era el del exilio, concepto que apenas se definía en el diccionario académico, y que ella desarrolla con valentía. Otro asunto clave es la censura de los medios: Moliner aprovecha el verbo “bloquear” para dar dos ejemplos. Uno aparentemente inofensivo: una pelota en un deporte. Y en el otro se la juega: ¡una emisión de radio!

–La obra de Moliner y tu libro traen una discusión que sigue vigente respecto del rol de los intelectuales y los académicos con su vínculo con los sectores populares. ¿En qué sentido se diferenció el enfoque de Moliner?

–Doña María introdujo modernidades en su forma de trabajar con la lengua que hoy están en el centro de la mirada pública. Leía diarios, escuchaba la radio y tomaba notas. Iba al mercado a recolectar palabras. Atendía a la gente joven para observar cómo mutaban la oralidad y el léxico. Así introdujo por primera vez en un diccionario “bikini”, que estaba prohibido por el Régimen y ausente del diccionario oficial. ¡Y tuvo que describirlo de manera irónicamente pudorosa, para que la censura no la reprimiese! Supo ensanchar el patrimonio de la lengua y sacarla del canon más académico, visibilizando usos familiares y cotidianos. En vez de limitarse a reproducir citas célebres, inventó la mayoría de ejemplos con gran oído y elegancia. Así que su diccionario es una obra de ficción lingüística, un acto de libertad y de reapropiación del idioma por parte de cada hablante. También descentralizó el canon: fue una trabajadora nómada en su país, se pasó media vida cambiando de región y escuchando distintos acentos. No tenía afán centralista ni vocación imperial. Eso la hace mucho más legible, querida y cercana en Latinoamérica.

–Algo que también aparece muy marcadamente es el rol de la mujer en la época. ¿Era tu intención poner una mirada de género al contar esta historia?

–Más que intencionado, era sencillamente inevitable cuando se trataba de contar la vida de una mujer pionera en tantos campos, tan en la periferia del poder y acostumbrada a remar contra las adversidades. El papá la abandonó, se fugó a Buenos Aires y ella tuvo que trabajar desde niña para pagarse los estudios. Estuvo entre las primeras universitarias de España, fue la primera docente de la historia en la Universidad de Murcia y una de las grandes bibliotecarias del siglo veinte. Fundó una escuela en Valencia, un centenar y pico de bibliotecas rurales. Viajaba para cuidar personalmente cada una de ellas. Y propuso una ley para que todos los libros pudieran llegar hasta el pueblo más pequeño. Otro silencio impresionante que había en el diccionario oficial era el de los cuidados. Los ejemplos de la Real Academia no tenían sujeto, y doña María reescribe cada frase para visibilizar quién carga, hasta el día de hoy, con nuestras tareas de cuidado: las madres, las abuelas, las enfermeras… Cada frase del diccionario de Moliner es un pequeño acto de generosidad y reparación.

–¿Qué palabras destacarías del diccionario de María Moliner?

–‘Cuidar’, que doña María consideraba sinónimo de pensar, porque cuidarnos colectivamente es lo más inteligente que podemos hacer como especie. ‘Madre’, primera palabra en cualquier lengua, que para la Academia era una mera hembra paridora, y que ella dignifica con toda sensatez: “mujer que tiene o ha tenido hijos”, incluyendo así la posibilidad de la adopción y también de la pérdida, porque doña María había perdido una hija. Y ‘amor’, que en el Moliner encuentra el antídoto contra los amores tóxicos: “alegrarse con lo que es bueno para la otra persona y sufrir con lo que es malo”. Hace falta mucho amor a la lengua y a la vida para llegar a esa síntesis.

 

ANDRÉS NEUMAN REIVINDICA A MARÍA MOLINER, LA AUTORA DEL DICCIONARIO DE USO DEL ESPAÑOL RECHAZADA POR LA RAE

HASTA QUE EMPIEZA A BRILLAR | Andrés Neuman | ALFAGUARA | Casa del Libro

El 30 de marzo de 2025 se cumplen 125 años del nacimiento de María Moliner, una de las figuras más influyentes de la lingüística española. Con la biografía novelada Hasta que empieza a brillar (ed. Alfaguara), Andrés Neuman no solo rinde homenaje a la autora y a su icónico diccionario, sino que también se adentra en su vida personal, sus luchas y su incansable dedicación a la cultura y el lenguaje.

Dafne Rocamora / Librújula

Han pasado 17 años aproximadamente desde que Andrés Neuman se propuso novelar la vida de María Moliner. Sin embargo, ha sido el destino, y sucesos tan importantes como una pandemia y la paternidad, los que han querido que la publicación de Hasta que empieza a brillar coincidiese con el 125 aniversario del nacimiento de esta gran autora.

Andrés Neuman conoció la figura de María Moliner en su época de estudiante de filología en la Universidad de Granada. Rápidamente, la persona y el diccionario, que a veces parecen una sola entidad, se convirtieron en un misterio fascinante para el novelista: «¿Cómo es posible que una mujer de 50 años, con cuatro hijos criados, en mitad del franquismo, y con una carrera profesional cercenada y estancada tras las represalias de la posguerra, tome la decisión insólita, disparatada y genial de escribir ella sola un diccionario completo?», se pregunta el autor.

Durante años, Neuman realizó una tarea de documentación amplia y exhaustiva: leyó biografías, cartas personales, vio entrevistas televisivas de la autora y se puso en contacto con aquellos que la llegaron a conocer. Además, leyó la primera edición del Diccionario de uso del español como si de una novela se tratase. Para Neuman, las definiciones redactadas por María y las acepciones que elegía y descartaba contaban en clave la vida de la autora: «Fue fascinante para mí como filólogo, pero también como narrador, leer en paralelo el Moliner original y el DRAE que ella manejó. Comparé cada palabra y pude ver las acepciones que se omitieron en el diccionario académico pero que ella sí incorporó. Ella modificó las definiciones con enorme astucia para eludir la censura, y aun así consiguió dotar al diccionario de un peso social y político. Son innumerables los ejemplos, muchos de los cuales tienen que ver con la vida y con la visión de la mujer que fue María Moliner, pero también con su faceta de licenciada en Historia y con su obsesión por el orden meticuloso, propio de la bibliotecaria que fue». Esta última parte de su vida, desconocida para la mayoría e incluso para Neuman, fascinó al escritor: «Se pateó buena parte de las bibliotecas de la Comunidad Valenciana y se convirtió en una exploradora de la vida afectiva, política y social que se creaba en torno a ellas. Toda esta parte de su vida, de la que sabía mucho menos, me conmovió y me sorprendió a partes iguales».

Una vez que se empapó de la vida de María Moliner y sintió que verdaderamente conocía la persona que fue y los motivos que la llevaron a empezar su colosal diccionario, Andrés Neuman comenzó a redactar su novela y a imaginar cómo había sido la infancia de María, cómo fueron las conversaciones con su marido y sus hijos, a imaginarla sola cada noche, sobre el escritorio, rodeada de sus fichas y de un lápiz para borrar y corregir lo escrito.

Neuman construye una novela con pasajes emotivos y diálogos cargados de humor donde se nos presenta a una María cercana, siempre centrada en su objetivo. Hasta que empiece a brillar no es solo una biografía sobre María Moliner y su Diccionario de uso del español es una novela cargada de conocimiento y respeto hacia un personaje casi anónimo que dedicó gran parte de su vida a hacer que la cultura fuese accesible a los demás, a que los libros llegaran a todas las casas de España con su proyecto de bibliotecas rurales, a que las definiciones de los diccionarios respondieran al uso de sus hablantes y no a una estructura jerárquica que lo quería inmaculado; y para que la Academia dejase entrar no solo a hombres sino también a mujeres. La candidatura de María Moliner para ser académica en 1972 fue rechazada por la RAE; no será hasta 1978 que se nombre académica a una mujer: Carmen Conde.