domingo, 8 de mayo de 2022

Encuentro de clubes de lectura

Había muchas ganas de encuentro literario, y pasara lo que pasara, lo íbamos a disfrutar gracias a la organización de las bibliotecas de Dueñas, Venta de Baños, Aguilar y Palencia.




















Una jornada estupenda en Dueñas gracias a la organización de las bibliotecas de Venta de Baños, Aguilar, Dueñas y Palencia.


Guía para leer Cara de Liebre








 

Cara de liebre, Liliana Blum

El rostro sórdido de la belleza. “Cara de liebre”, de Liliana Blum

por Oct 20, 2020

La literatura, en tanto que forma artística, se asocia a la búsqueda estética. En términos simples, parece lógico esperar que una obra sea o, por lo menos, quiera ser bella. Esto hace que un libro como Cara de liebre, de Liliana Blum (Durango, 1974), resulte complejo. Por un lado, la habilidad de la escritora es indiscutible: su capacidad para construir una historia redonda, llena de personajes profundos, y narrada con una prosa ágil, reflexiva sin perder el ritmo. Dicho de otro modo, la capacidad de Blum como escritora trasluce en cada página. En contraste, el tema abordado, la vida de los personajes y las cosas que hacen nos confrontan. La novela introduce en un mundo sórdido, explora realidades difíciles de enfrentar. En pocas palabras, esta obra no está escrita para estómagos sensibles y, por tanto, se aleja del sentido llano que se suele dar a la noción de “belleza”.

La narración se enfoca en tres individuos. Irlanda es una mujer cuya vida está marcada: una operación que corrigió un defecto congénito, un labio leporino, le dejó una cicatriz en el rostro. Crece siendo el objeto de las burlas y la violencia del mundo que la rodea. Entre los apodos que le dieron de niña, se encuentra el que da título al libro: Cara de liebre.  Tamara, por su parte, es una joven pintora que, incapaz de lograr el éxito en el mundo artístico, trabaja como depiladora en un spa. Sus vidas se conectan a través de un hombre, Nick, el obeso cantante de una banda de rock mediocre, un individuo narciso y egoísta. A pesar de ser una persona que se aleja de los estereotipos de la belleza, sus ojos azules se vuelven el origen del deseo de las dos protagonistas.

A primera vista, la trama se proyecta como un triángulo amoroso y, en cierto sentido, la idea no es desacertada. Sin embargo, desde el primer capítulo se puede intuir que la historia tomará un camino poco convencional y, con algo de malicia, el lector podría empezar a intuir el carácter oscuro de la narración. Blum ha mostrado un interés por este tipo de estrategias: partir de temas convencionales para mostrar su rostro sórdido. En Cara de liebre, retoma una de las cuestiones por las que ha mostrado interés en el pasado: el deseo. Al hacerlo, se aleja de los lugares comunes a los que esta temática suele estar asociada. No encontramos nada cercano al sentimentalismo fácil o a un erotismo estereotipado. En las novelas de Blum, el deseo muestra sus desviaciones, sus formas monstruosas. No sorprende, por esto, que el cuerpo cobre relevancia. Pero, como se puede intuir, lo corporal se explora alejado de la normatividad. Incluso cuando algún personaje es capaz de entrar dentro de las expectativas sociales, es mostrado desde un ángulo diferente que resalta lo extraño y hasta lo grotesco. Más importante, y este es el caso, por ejemplo, de Tamara, quienes transitan la novela de Blum están profundamente alienados de sus propios cuerpos.

Lo que subyace a estas cuestiones es la violencia: la del deseo truncado o impuesto, la de una sociedad que impone moldes estrechos a una realidad heterogénea, la de quienes se aferran a un pasado perdido o la de aquellos que buscan ideales imposibles. En la novela, esta violencia no es solo tácita, tiene expresiones concretas que confrontan al lector con un mundo que no deja de asemejarse a la realidad. Parece irónico que esta problemática englobe una novela que, como dijimos, puede leerse como una suerte de triángulo amoroso. Ahora, no debemos olvidar que el amor también es o puede ser una forma de violencia.

Volvemos, entonces, a la pregunta inicial: ¿dónde está lo bello? Cara de liebre se suma a una tradición artística que quiere alejarnos de los lugares comunes de la estética, de cualquier idea fácil que podamos tener en torno a lo que es, supuestamente, la belleza. En cambio, aborda una parte de lo humano que pocas veces queremos enfrentar o, incluso, aceptar. Al hacerlo, rechaza cualquier idea acomodaticia sobre el arte. Su potencia estética está, precisamente, en esa capacidad de remover los tópicos que poseemos sobre las relaciones humanas y, en última instancia, sobre la literatura.

 fuente: Contrapunto Revista

 

Cara de liebre, una novela de terror cotidiano: Entrevista a Liliana Blum

Por María Rascón

«Nick abre la boca y recibe las nueces como si tomara la Sagrada Comunión, no sin antes expedir un aliento demoniaco. No he podido asearlo como quisiera porque se rehúsa a cooperar. Me abstengo de comentar algo sobre su halitosis, que espero sea pasajera. No se trata de herir sus sentimientos, pero me resulta imposible suprimir un gesto de asco con el que cierro mis ojos por una fracción de segundo. Él se aprovecha de este breve descuido y muerde uno de mis dedos y parte del dorso de mi mano».

Es temporada de caza. En el jardín, un gran árbol de duraznos se nutre con los restos de los hombres que ha despedazado Cara de liebre. La zapatilla de cristal se ha roto. Solo queda la cebolla, que crece en la oscuridad.

1. El diseño de portada de Cara de Liebre es enigmático. Funciona, en mi opinión, como un acertijo. Entrevemos algunas pistas importantes de la historia, y el vistazo, aunque breve, es sumamente provocativo. ¿Qué opina Liliana Blum sobre la portada de su libro?

Es una de las cosas que más me gustan del libro. Gracias a lo bien que le fue a mi segunda novela, para esta mi tercera, la editorial me consintió mucho con la portada: un artista digital, tras leer la novela, nos presentó algo muy parecido a lo que ves ahora. Usualmente los autores no tienen mucho que ver con las portadas, sobre todo en las editoriales grandes. Recuerdo que para mi primera novela, Pandora, se me avisó cuál iba a ser la portada (y nunca me terminó de gustar por completo). Sin embargo, a Pandora le fue tan bien que para mi segunda novela, El monstruo pentápodo, se me preguntó qué cosa tenía en mente, y se me hicieron tres propuestas de las cuales pude escoger una. Para Cara de liebre realmente me querían consentir, y creo que fue un gran acierto: es una portada que llama la atención, pero que no se termina de entender hasta que se lee la novela.

2. Tengo curiosidad por saber qué parte de la novela escribiste primero.

Escribí la novela en dos tiempos. Primero escribí toda la parte de Irlanda, y fue solo hasta que la terminé, que comencé a escribir la de Tamara, guiándome por cada capítulo de Irlanda, y entreverando los capítulos de Tamara.

3. ¿El final de Cara de liebre siempre estuvo claro para ti? ¿Cuál hubiera podido ser otro desenlace?

Muy buena pregunta. De hecho inicialmente pensaba en un final más tipo Hollywood, donde prevalece el bien. Es decir, que Tamara llegaba a tiempo y lograba salvar a Nick, sin saberlo, sino como un efecto secundario de enfrentarse a la “otra”. Sin embargo, mi hija adolescente (que no leyó el manuscrito, sino que lo escuchó platicado por mí), me sugirió el final actual. Me gustó mucho la idea de que tras superar a un mal hombre y apelar a su propia dignidad, toma la decisión que, sin saberlo, será el destino fatal del hombre que tanto daño le causó.

4. ¿Crees que Irlanda volvería a cometer un asesinato después de deshacerse de Nick? Tuvo suerte de que no la pillaran esta vez.

Creo que Irlanda ha aprendido la lección. Ya no quería más cadáveres (por las razones más obvias y pragmáticas), así que lo que sucedió con Nick fue un experimento que salió mal. Irlanda es muy inteligente y aprende de sus errores, pero no es una asesina sádica que saque alguna satisfacción de cometer un asesinato: sus primeros cadáveres son el resultado (nuevamente, efectos secundarios) de no querer ser abandonada, de tener un hombre que le haga compañía y la quiera. Por retorcido que esto suene, son las razones por las que mata al principio. Al final, tras darse cuenta de que no se puede obtener por la fuerza el amor de nadie, tiene que disponer de Nick: no puede dejarlo vivo o ella terminará en la cárcel. Así que podemos ver que esta muerte es necesaria para conservar su libertad, pero tampoco es algo que quisiera o disfrutara hacer. En mi cabeza, tanto Irlanda como Tamara aprenden una lección muy parecida: no puedes obligar a nadie a que se quede contigo. Por consiguiente, nadie necesita a un hombre en realidad.

5. ¿Qué obstáculos enfrentaste mientras escribías Cara de liebre?

La batalla contra mi propia desidia y mi poca capacidad de concentración en primer lugar. Después, unir las historias de Irlanda y de Tamara de modo que coincidieran en acciones y en tiempo. Y finalmente, obligarme a trabajar las revisiones que se vuelven siempre tediosas y eternas.

6. De todos los libros que has escrito, ¿cuál es tu favorito?

Una pregunta difícil. Los libros escritos por uno mismo son como los “amores de la vida” que uno se encuentra muchas veces. Durante un tiempo piensas que ése es EL libro (o el amor de tu vida), pero más adelante viene otro libro (u otro hombre) y te das cuenta que el anterior no era tan bueno. Le tengo un cariño muy especial a El libro perdido de Heinrich Böll, pero tengo una especie de “crush” por Cara de liebre, porque es una novela catártica, juguetona, y en donde me atreví a sobrepasar varios límites, tanto con la editorial como con mis lectores.

7. ¿Qué elementos consideras indispensables para escribir una buena novela?

Primero, tener una historia qué contar, y tenerla bien clara en la cabeza, de principio a fin, antes de sentarse a escribir. En segundo lugar, tener personajes tridimensionales, con sus defectos y virtudes, y con quienes los lectores se puedan identificar. Trama y personajes para mí lo son todo en una novela. Solo con ellos se puede dar el conflicto, que será el motor que haga avanzar a la novela.

8. Esta es una pregunta que puede resultar interesante para los escritores que apenas comienzan a hacer una carrera. ¿Por qué es importante contar con un agente literario?

Esto plantea un problema casi casi de lógica, porque hay que tener ya una carrera de cierto nivel y una obra sólida para que un agente quiera representarte. Me refiero a los agentes verdaderos, esos que se llevan un pequeño porcentaje de los contratos que logran para tu obra, sea de publicaciones, traducciones, derechos para el cine, etc., y no los fraudulentos que le cobran a los autores incautos una cuota fija mensual, hagan o no su trabajo, tengan o no resultados. Lamentablemente conozco varios autores que han perdido años y dinero pagándole a este tipo de agentes, sin ningún resultado. ¿Por qué habrían de trabajar, si reciben una cuota fija por no hacer nada? Por otro lado, los agentes verdaderos no se arriesgan a representar a un autor principiante y desconocido, porque no hay garantía de que puedan hacer negocio con este. Al final de eso se trata, de una relación simbiótica entre autor y agente, en la que ambos se beneficien. Recomiendo entonces a los escritores que apenas empiezan tratar de publicar con mucha paciencia, siempre de menos a más, y sobre todo, alejarse de las autopublicaciones como si fueran la peste. Nada ahuyenta más a un editor serio o a un agente, que un autor con libros publicados por él mismo. Así que hay que hacerse a la idea de que esta es una carrera en la que quizás puedes estar trabajando diez años sin que lleguen los frutos. Sugiero empezar a publicar en revistas (usualmente no pagan a menos que ya tengas un cierto nombre), luego en editoriales de los estados o municipios (suelen pagar con libros). Todo esto va forjando un currículum poco a poco. Después hay que pasar a las editoriales independientes, que pueden pagar una cantidad simbólica o también con libros. Ojo: una editorial JAMÁS le debe de cobrar ni un peso a un escritor por publicarlo. Las que lo hacen son imprentas disfrazadas de editoriales y que se dedican a defraudar escritores llenos de ansias por cortar camino y publicar. Si los trabajos publicados en revistas, editoriales de estados, y editoriales independientes son de calidad, vendrán luego las editoriales más grandes, donde hay adelantos por cada libro, contratos, y regalías anuales. Es en este punto que algún agente volteará a ver a los autores: no antes.

9. Para Ignacio Alarcón eres una narradora de prosa ágil y reflexiva, no apta para estómagos sensibles. Las personas mayores te preguntan por qué no escribes sobre cosas más bonitas. ¿Cómo definiría Liliana Blum su propio estilo de escritura?

A pesar de que muchas veces mis novelas se han catalogado como literatura noir, yo creo que no es una etiqueta acertada, y no porque tenga algo contra el género, sino porque no creo que describe lo que yo hago. Me parece que el noir se refiere más a lo policiaco, a lo detectivesco, y mis novelas son más bien enfocadas en lo psicológico. Yo definiría mi escritura quizá como “terror cotidiano”: historias de corte realista que resultan perturbadoras porque se adentran en la oscuridad de la naturaleza humana. El terror deviene en la conciencia de que son tan cercanas a lo que conocemos, que podría sucedernos a nosotros o a alguien cercano a nosotros.

10. Por último, sabemos que Stephen King es el escritor que más admiras. ¿Cómo describirías aquello que lo hace tan especial? 

Stephen King es un escritor que admiro, sin duda, pero no es el que más admiro. Lo uso mucho como escape de mi cotidianeidad: cuando quiero evadirme realmente de mi vida, tomo un libro suyo y me sumerjo en el por días, olvidándome de todo lo demás. Es un gran maestro del que podemos aprenderle mucho: tramas fluidas, que nunca aburren, y que se mueven azarosas por el conflicto. Ahora bien, los escritores que más admiro son otros: Alejo Carpentier, Margaret Atwood, Joyce Carol Oates, Jonathan Safran Foer, Alice Munroe, Isaac Bashevis Singer…

 


martes, 3 de mayo de 2022

Prohibido leer a Lewis Carroll

 El libro que hemos leído en el club de lectura juvenil ha sido Prohibido leer a Lewis Carroll, de Diego Arboleda , e ilustrado por Raúl Sagospe.

Sin duda es una novela muy divertida con la que nos hemos reído a carcajadas en ocasiones como la no-conversación, la persecución de las dos bandejas llenas de magdalenas, o la lucha por salvar a Humpty-dumpty y el muro de pan. 

Además, hemos estado reflexionando sobre si es bueno prohibir, y qué pasa cuando nos obligan a hacer algo. 

Vamos, que nos ha encantado, y para muestra, el vídeo de Nuria, una de las participantes del club, recomendando el libro.  







En el mar de la imaginación

 Los niños y las niñas que aparecen en este libro hablan con la lluvia. Juegan con amigos imaginarios, se enfadan con su sombra, andan boca abajo, viajan alrededor del mundo, defienden a su muñeca, enseñan a leer a un gato o cuentan las olas. Y hacen todo esto y mucho más sumergidos en el mar de su imaginación, el mar donde nadan todos los niños.

Todo esto es lo que dice la contraportada de En el mar de la imaginación, el libro que hemos leído en el club de lectura infantil, y que ganó el XIV Premio de Literatura Infantil Ala Delta en 2003.

Un libro en el que hemos tenido que usar un espejo, dar vueltas a las páginas, leer en escalera... y donde nos hemos reído y hemos contemplado nuestros miedos, problemas y curiosidades. 

Lleno de poesía visual... sin duda, os recomendamos su lectura. 

 

 




REFLEXIONES SOBRE LA GUERRA II

 La reflexión de Héctor Bellerín sobre la guerra de Ucrania: “hemos hecho la vista gorda con otros conflictos”

El lateral del Real Betis nos pide que atendamos también a otras guerras como la de Palestina o Yemen.
#Hearstforpeace #Esquireforpeace

 

Fuente: SQUIRE

Joaquim Bosch, una reflexión sobre la guerra en tweets

El magistrado Joaquim Bosch suele dar en el clavo con sus reflexiones y aprovecha la red social Twitter para explicar de forma didáctica situaciones normalmente asociadas al ámbito del Derecho. Esta vez se ha centrado en comentar algunos puntos que considera fundamentales sobre la invasión de Rusia a Ucrania a través de un hilo que a las pocas horas de ser publicado acumula miles de retuits y "Me gusta".

 

 

 1.- Algunas reflexiones sobre la agresión militar de Rusia a Ucrania. La primera es que existe una regla de oro: hay que rechazar taxativamente las guerras. Esa regla solo tiene una excepción (hilo)

2.- Los derechos humanos son una de las aportaciones fundamentales de la humanidad para acabar con la barbarie. La guerra siempre supone una negación de esos derechos. A lo largo de la historia las guerras siempre han provocado las catástrofes más dolorosas.

3.- Las guerras no solo causan daños entre quienes combaten, sino también enormes sufrimientos en toda la población afectada, especialmente entre los más vulnerables e indefensos. Incluso entre quienes formalmente las ganan se produce un inevitable proceso de brutalización.

4.- La primera víctima de las guerras siempre es la verdad. Es el marco perfecto para la manipulación, el fanatismo, la incitación al odio y la justificación del exterminio ajeno. Se trata de situaciones que invariablemente sacan lo peor de la especie humana.

5.- Por eso la primera reacción cívica debe ser el “no a la guerra” y la condena a cualquier ataque militar. Eso es compatible con todos los matices que puedan contextualizar los hechos, pero en un plano muy inferior al rechazo categórico de la guerra.

6.- En el caso del ataque militar de Rusia a Ucrania, las relaciones entre ambos países pueden ayudar a entender lo ocurrido, pero en ningún caso pueden justificar una invasión armada. Los conflictos existentes deben ser resueltos de forma pacífica y sin acciones de guerra.

7.- Además, en el tablero internacional los intereses estratégicos y económicos también son muy amplios y van más allá de Rusia y Ucrania. La gestión de esas situaciones debe llevar a mecanismos distintos a una guerra, porque esta siempre arrasa con los derechos de las personas.

8.- En el derecho interno no se puede agredir a nadie, pero sí que está justificado repeler una agresión. Esa es la única excepción a la regla de oro, también en derecho internacional. La legítima defensa armada ante un ataque es completamente válida.

9.- Son legítimas las formas de resistencia no violentas, pero también lo son las respuestas que usan la fuerza de manera defensiva. Un caso muy claro fue la respuesta contra la guerra iniciada por Hitler. La Carta de las Naciones Unidas regula ese derecho a la legítima defensa.

10.- Hay que analizar con atención esas situaciones: históricamente todos los países han iniciado las guerras con la excusa de defenderse. No son admisibles las guerras preventivas, las que buscan supuestas armas de destrucción masiva o las que imputan malas intenciones ajenas.

11.- Todo ataque militar unilateral es una forma de guerra que debe rechazarse. La única excepción sería la defensa bélica ante una agresión real. El concepto de “guerra justa” también suele incluir la protección de los derechos humanos ajenos, pero es una noción más manipulable.

12.- No hay justificación para el ataque de Putin contra Ucrania. No puede ser un motivo la exhibición de ultranacionalismo imperialista. Tampoco lo justifica la protección o la seguridad de Rusia frente a la OTAN, porque ese interés legítimo se puede defender sin invadir un país

13.- En consecuencia, resulta admisible cualquier apoyo de la comunidad internacional para la protección de un país que se está defendiendo, con inclusión de las sanciones necesarias contra el agresor. Cruzarse de brazos es lo contrario a defenderse.

14.- Lo explicado aquí vale para todas las guerras. No son admisibles los ejercicios de hipocresía: no hay masacres buenas y masacres malas. El rechazo de la guerra es un imperativo categórico que está muy por encima de simpatías o antipatías hacia países concretos (fin).            

REFLEXIONES SOBRE LA GUERRA

 ¿Cómo ve la filosofía a la guerra?

Hugo Maguey y Alberto Resendiz 

 

 La guerra y el conflicto han acompañado la historia de la humanidad, sin embargo, desde la filosofía, no podemos decir que sea inherente pues el ser humano es capaz de cambiar cualquiera de sus circunstancias

“¿Cuál es la primera gran obra literaria de la civilización occidental? – pregunta Guillermo Hurtado, investigador del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM -. La Ilíada, la historia de una guerra cruel y sanguinaria. El poema alaba a sus héroes y ensalza sus proezas. He aquí un ejemplo, entre otros, de cómo guerra ha sido enaltecida como una empresa admirable. Los héroes son, casi siempre, héroes de guerra. Y, sin embargo, la guerra también nos parece algo repudiable.

Acerca de la guerra, como de cualquier otra cosa, podemos tener opiniones encontradas: desde las más negativas, hasta las más positivas. La filosofía tiene que colocarse entre esos extremos. Hay que reflexionar críticamente sobre las razones que nos pueden mover a pensar de una u otra manera”.

Para Hurtado, lo más difícil es encontrar el punto medio. “Para algunos es fácil tomar una postura radical, por ejemplo, defender un pacifismo a ultranza; sin embargo, ha habido algunos filósofos, como Bertrand Russell, que han sido capaces de distinguir los matices. En la Primera Guerra Mundial, Russell fue un pacifista, incluso fue a la cárcel por negarse a participar en ella. Pero en la Segunda Guerra Mundial, Russell pensó que la guerra era necesaria. Podemos ver, entonces, que el pacifismo de Russell no era dogmático, sino que se ajustaba al examen crítico de las circunstancias.

Se ha escrito mucho a favor de la guerra como un medio para alcanzar un fin justo: “pienso en las guerras revolucionarias, por ejemplo, en la Revolución Francesa, una guerra civil que se ha considerado como necesaria, porque el estado de cosas que se alcanzó después de ella fue mejor del que había antes. Lo que se ofrece, en este caso, es una justificación de la guerra dentro de la lógica de los medios y los fines: hay fines por los que es correcto ir a la guerra. No obstante, hay filósofos, como Tolstoi, que han afirmado que ninguna guerra es justificable, ni siquiera una guerra defensiva. Esta visión puede resultarnos extrema, pues, en ocasiones, hay guerras que son medios para fines valiosos. El problema es: ¿hasta qué punto se puede hacer uso de la violencia para alcanzar un fin valioso? No es fácil responder esta pregunta. Pensemos, por ejemplo, ¿acaso hay un fin que justifique el uso de bombas atómicas?”

¿Hay guerras justas?

Hurtado comenta que ha habido filósofos que han hablado de la guerra justa, como el filósofo español Francisco de Vitoria, fraile dominico y catedrático de la Universidad de Salamanca. Según Vitoria, son justas aquellas guerras que se hacen para defender a personas a quienes se les violentan sus derechos básicos o para detener genocidios o para impedir crímenes de lesa humanidad. Vitoria acuñó el concepto de “guerra justa” durante la conquista de América, y aunque contempló razones a favor y en contra de considerar a la conquista como justa, al final concluyó que sí lo fue. “Es un problema que la filosofía pueda ofrecer justificaciones a ciertas guerras. Se han dado justificaciones filosóficas a todo tipo de guerras y el tema no puede quedar fuera de la filosofía. Uno de los primeros textos filosóficos, atribuido a Heráclito, afirma que la guerra es la madre y diosa de todas las cosas. ¿Qué entendía Heráclito por la guerra? ¿Lo mismo que nosotros?”

¿Cuándo se volvió mala la guerra?

“Un cambio en la apreciación moral acerca de la guerra – señala el especialista – aconteció con en el surgimiento de la civilización cristiana, la cual es, por principio, antibélica; aunque haya habido cruzadas y otras cosas terribles, como la Inquisición. El mensaje de Jesucristo va en contra de la violencia en todas sus formas y de aquí se plantea una utopía de la paz que afirma que en el fin de los tiempos la guerra ya no existirá, los seres humanos ya no se matarán entre ellos. Es interesante que la paz universal sea un ideal de la humanidad, presente en muchas culturas, en muchas matrices religiosas, a pesar de que la historia de la humanidad es una historia de guerras permanentes”.

“Lo que algunas religiones han imaginado como una promesa para el más allá, en la historia de la filosofía se ha pensado como algo que puede alcanzarse aquí en la Tierra. Este es el ideal filosófico de la paz perpetua. Lo que se sostiene es que los seres humanos deben ser capaces, por medio del ejercicio de su razón, de construir un mundo en el que no existan las guerras. No tenemos que esperar a que Dios implante un nuevo orden de paz, sino que somos nosotros, los humanos, quienes, por medio de nuestra inteligencia y nuestra voluntad, seremos capaces de terminar con el mal de la guerra”, apunta Hurtado.

Distinguir entre guerra y conflicto

Para el especialista es necesario distinguir entre la guerra y el conflicto: “Cuando terminó la Primera Guerra Mundial, las acciones bélicas cesaron, pero el conflicto siguió latente. Se firmaron los Tratados de Versalles, pero el conflicto europeo no se resolvió, tanto así, que poco después estalló la Segunda Guerra Mundial, que, de acuerdo con algunos especialistas, fue una consecuencia de los problemas no resueltos por la paz de Versalles.”

“Podría decirse que lo mismo sucedió con la llamada Guerra Fría y que lo que vemos ahora es la erupción bélica de un conflicto no resuelto entre Europa y Rusia”.

Sobre la forma de acabar con una guerra, Hurtado comenta: “Acabar una guerra no es fácil, pero puede ser más fácil que acabar con un conflicto. Los conflictos pueden durar cientos, miles de años. Acabar con un conflicto es complicadísimo, porque involucra, además de razones y cálculos, emociones y memorias, que son muy profundas. En el plano interpersonal la guerra puede acabar, pero el conflicto permanecer de muchas otras maneras. Así como podemos distinguir entre la guerra y el conflicto, podemos distinguir entre dos tipos de paz: la paz como lo contrario de la guerra y la paz como lo contrario del conflicto. Como lo contrario a la guerra, puede haber una paz en la que siga habiendo elementos conflictivos; por eso, el ideal más alto de la paz tendría que ser no sólo el de lo contrario de la guerra, sino del conflicto. Un mundo donde podamos ir más allá de las rencillas, envidias, enemistades, resentimientos, para poder vivir como hermanos, es el gran ideal de la fraternidad universal en donde todos nos tratamos como miembros de una misma familia, la familia humana. El sueño es hermosísimo. ¿Es eso posible? Yo sí lo creo.

Fuente: UNAM GLOBAL