Un día la reina Casiopea, casa con el rey Cepheus de Saffa, que reinaban lo que los antiguos llamaban Ethiopía, proclamó que ella era más guapa que las Nereidas, hijas de Neptuno y por tanto, ninfas del mar. Estas ofendidas ante tal afirmación se apresuraron furiosas a hablar con su padre, que, enfadado ante la altivez de los humanos, mandó inundar todo el reino de Saffa y envió a Cetus, un monstruo marino.
Preocupado ante esta situación el rey, acudió al oráculo de Zeus en busca de consejo. Allí le dijeron que para para tal desastre tendría que sacrificar a su propia hija: Andrómeda, atándola ante las rocas de un acantilado. Así lo hizo el rey, con la suerte de que el joven Perseo, que acababa de matar a Medusa, pasó por allí y al ver a Andrómeda quedó prendado de su belleza.
Liberó a la joven a cambio de casarse con ella, a lo que Cepheus dio consentimiento, a pesar de que ya estaba prometida a su primo Phineas. De esta manera, Perseo, tras luchar ferozmente, mató al monstruo y se casó con Andrómeda.
Durante la ceremonia entró arrolador un ejército comandado por el primo de andrómeda, Phineas. Perseo enfadado sacó la cabeza de Medusa y acabó con su vida.
Perseo y Andrómeda fueron felices y tuvieron seis hijos, ascendientes, según dicen, del primer rey de Persia: Perses.
Cuando ambos murieron, Atenea les dejó un lugar en el firmamento como constelaciones, junto a los padres de ella, y al monstruo marino Cetus. Casiopea se sitúa al revés, como sentada en un trono cabeza abajo, siendo este el castigo que Poseidón por fin le infringe por su vanidad. De esta manera todo el mundo podría ver su belleza.
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