Siguiendo nuestra incursión en la literatura oriental, en los clubes de lectura de los miércoles y jueves, hemos leído Sin ti no hay nosotros de Suki Kim, una especie de diario o crónica de la estancia de una periodista (Suki) infiltrada en una universdidad extranjera de Corea del Norte.
Lo cierto es que ya lo de universidad extranjera en Corea suena extraño, ¿cómo es posible que el gobierno coreano permitiera la creación en su país de una universidad extranjera dirigida por cristianos evangelistas? ¿y cómo es posible que les delegaran la educación de los hijos de la élite?
Susi Kim nos presenta en este libro, del que poco hay que decir a nivel literario, pero sí a nivel de generador de interés, las dificultades de una profesora para enseñar a inglés a chicos que, aunque estén estudiando informática, no conocen realmente el funcionamiento de internet.
La universidad de la PUST acaba siendo una cárcel, al igual que lo es Corea del norte, para quienes habitan en ella. Es muy poco lo que la escritora es capaz de ver, y sin embargo, eso tan simple es lo que nos hace darnos cuenta de la terrible realidad en la que incluso la gente más privilegiada vive. la distopía de Orwell se vuelve realidad.
La escritora Suki Kim (Seúl, 1970), nacida en Corea del Sur, pero criada en Estados Unidos, se infiltró como profesora de inglés para impartir dos trimestres en la PUST. Fingió ser evangelista (es atea) y docente (el objetivo siempre fue el de escribir un libro). Durante el tiempo que pasó encerrada en el edificio de la universidad, próximo al centro de Pyongyang, almacenó notas en una pequeña memoria USB que llevaba a todas horas consigo. A día de hoy, sentada en un hotel de Madrid y dejando atrás el miedo que llegó a sentir, se ríe al recordar algunas de las absurdas situaciones de las que fue testigo: como que las piedras de la montaña Myohyang, una de las más famosas del país, estuviesen talladas con frases del Gran Líder.
El resultado ha sido Sin ti no hay nosotros, un libro publicado por la editorial Blackie Books y cuyo título está sacado de la Canción del General Kim Jong-Il. El pronombre personal “ti” del verso que le da nombre al libro, y que se refiere al propio Kim Jong-Il, padre del actual jefe del Estado, refleja el espíritu de un país en el que los mandatarios son tratados como auténticos semidioses. Incluso el conocido como Gran General probablemente sea el autor de tan ególatra composición.
El objetivo de la universidad
El proyecto de la universidad evangélica está regido por otro Kim, de nombre James, un norteamericano de origen coreano que ya en los noventa puso en marcha un centro similar en la ciudad de Yanbian, China. ¿Pero qué objetivo persigue esta magnánima inversión en un país donde lo único a lo que se puede adorar es el Gran Líder? La escritora apunta que, por un lado, existe una pulsión de los misioneros por buscarse un hueco en el cielo intentando salvar las almas de la región más hermética del planeta; por otro, se garantizan cierta influencia en la zona si el país llega al colapso en algún momento.
Al régimen norcoreano, por su parte, tampoco le viene mal. Con la amenaza constante (y palpable) de la deportación o el gulag (la ONU asegura que existen 20 campos de trabajo forzado de este tipo), tienen la certeza de que los contenidos de las clases y los temas de conversación sean los pautados por las “contrapartes”, el grupo de norcoreanos que supervisan la gestión de la PUST. Y, además, no tienen que desembolsar ni un céntimo para que los hijos de las élites reciban formación de profesionales extranjeros.
Cuando los profesores-misioneros de la PUST desembarcaron en Pyongyang
les dieron una serie de pautas de comportamiento. Además de las básicas
para la vida diaria: hervir el agua antes de consumirla o llevar dinero
en efectivo debido a la ausencia de cajeros, las instrucciones más restrictivas eran las relativas a los temas de conversación
con los alumnos. Nada de política ni asuntos excesivamente personales,
tampoco temas sobre el mundo exterior o la religión, además de
aconsejarles que no fuesen demasiado “entusiastas” al hablar sobre su
propia cultura. ¿De qué hablaban entonces? “Sobre inglés”, explica Suki
Kim, que ejerció como profesora de esa lengua, “hablábamos de las
clases, de los libros de texto, de vocabulario...”.
Pero, a veces, inconscientemente, las charlas acaban derivando en cuestiones incómodas. Entiéndase como incómodo el hecho de que, por ejemplo, un alumno le confesase avergonzado que cantaba rock and roll cuando estaba a solas en su cuarto. O también lo que implica explicar a una clase de universitarios qué es un anuncio de televisión en un país como Corea del Norte, donde sólo tienen un único canal por el que constantemente pasan imágenes del actual líder: Kim Jong-Un.
Si algo atormentó durante su estancia a Suki Kim fue el hecho de haberles enseñado algún tema que les hiciese cuestionar el régimen. Antes de plantearles cualquier actividad, la escritora siempre se preguntaba si ese conocimiento sería valioso para ellos. Una tarea tan simple como pedirles que redactasen un ensayo, lo que implica el pensamiento crítico del alumno respecto a una tesis, se convertía en una cuestión escabrosa. De hecho, los estudiantes, que rondaban todos los 20 años, no sabían qué era un ensayo. Ni siquiera comprendían las fases de un trabajo de esas características. “En Corea del Norte no se debate nada. Si llegan a saber lo que es el pensamiento crítico podrían cuestionarse el sistema, y si lo hacen, ¿estarían seguros?”, se pregunta.
Aislados del mundo exterior
Días antes de que la estancia de Suki Kim en la PUST terminase logró convencer a las contrapartes para mostrar la película Harry Potter y el prisionero de Azkaban a sus alumnos. Sorprendentemente, los supervisores norcoreanos se mostraron dispuestos, no así los fundamentalistas cristianos. “Preferían que pusiésemos Narnia, con un profundo mensaje cristiano”. Ante la insistencia de la escritora (y, según cuenta ella misma, sus lágrimas) consiguió que aceptasen poner Harry Potter, pero le exigieron tomar una decisión salomónica: sólo podrían verla uno de los dos grupos a los que daba clase.
Salvadas las exigencias burocráticas, lo que dejó atónita a la autora deSin ti no hay nosotros fue la reacción de los estudiantes. Lejos de sorprenderse por los efectos especiales o el universo mágico que recrean las películas de la saga, los norcoreanos se quedaron pasmados cuando uno de los personajes le comentó a otro que tenían que escribir un ensayo. “De repente se sintieron conectados con el mundo exterior”, explica Suki Kim todavía emocionada con aquel gesto.
Y es que, al final, los alumnos de la PUST, a pesar de que dedicaban buena parte de su vida a alabar las proezas del Gran Líder, eran unos chavales de 20 años, “unos simples universitarios”, como dice la escritora, “interesados en aquello que les interesa a la mayoría de los chicos de su edad: las chicas”. Aunque algunos propusiesen técnicas de cortejo tan bizarras como rescatar a su chica favorita si ésta se estuviera ahogando para demostrarle lo buena persona que era. Y, así, decían, hacerse novios.
Lo cierto es que ya lo de universidad extranjera en Corea suena extraño, ¿cómo es posible que el gobierno coreano permitiera la creación en su país de una universidad extranjera dirigida por cristianos evangelistas? ¿y cómo es posible que les delegaran la educación de los hijos de la élite?
Susi Kim nos presenta en este libro, del que poco hay que decir a nivel literario, pero sí a nivel de generador de interés, las dificultades de una profesora para enseñar a inglés a chicos que, aunque estén estudiando informática, no conocen realmente el funcionamiento de internet.
La universidad de la PUST acaba siendo una cárcel, al igual que lo es Corea del norte, para quienes habitan en ella. Es muy poco lo que la escritora es capaz de ver, y sin embargo, eso tan simple es lo que nos hace darnos cuenta de la terrible realidad en la que incluso la gente más privilegiada vive. la distopía de Orwell se vuelve realidad.
Una universidad celestial en Corea del Norte
- Suki Kim se hizo pasar durante medio año por misionera evangélica y profesora de inglés para escribir el libro
- Consiguió convencer a los supervisores norcoreanos para poner a los alumnos una película de Harry Potter
Publicada el 13/03/2015 a las 06:00
Actualizada el 17/04/2015 a las 14:13
En 2011 todos los estudiantes universitarios norcoreanos tuvieron
que abandonar las aulas para dedicarse a la construcción. Celebrarían el
centenario del nacimiento de Kim Il-Sung, el Gran Líder Eterno,
fundador de la dinastía Kim y abuelo del actual mandatario, haciendo
edificios. Sólo 270 jóvenes universitarios se libraron de celebrar de
esta manera tan sacrificada la efeméride: los alumnos de la Universidad
de Ciencia y Tecnología de Pyongyang (PUST, en sus siglas en inglés). El
centro, sufragado por donaciones de iglesias evangélicas
de todo el mundo y gestionado por un grupo de misioneros, había
empezado a funcionar en la capital norcoreana en 2009 tras una inversión
de 35 millones de dólares. A él asistían los hijos varones de la élite norcoreana. La escritora Suki Kim (Seúl, 1970), nacida en Corea del Sur, pero criada en Estados Unidos, se infiltró como profesora de inglés para impartir dos trimestres en la PUST. Fingió ser evangelista (es atea) y docente (el objetivo siempre fue el de escribir un libro). Durante el tiempo que pasó encerrada en el edificio de la universidad, próximo al centro de Pyongyang, almacenó notas en una pequeña memoria USB que llevaba a todas horas consigo. A día de hoy, sentada en un hotel de Madrid y dejando atrás el miedo que llegó a sentir, se ríe al recordar algunas de las absurdas situaciones de las que fue testigo: como que las piedras de la montaña Myohyang, una de las más famosas del país, estuviesen talladas con frases del Gran Líder.
El resultado ha sido Sin ti no hay nosotros, un libro publicado por la editorial Blackie Books y cuyo título está sacado de la Canción del General Kim Jong-Il. El pronombre personal “ti” del verso que le da nombre al libro, y que se refiere al propio Kim Jong-Il, padre del actual jefe del Estado, refleja el espíritu de un país en el que los mandatarios son tratados como auténticos semidioses. Incluso el conocido como Gran General probablemente sea el autor de tan ególatra composición.
El objetivo de la universidad
El proyecto de la universidad evangélica está regido por otro Kim, de nombre James, un norteamericano de origen coreano que ya en los noventa puso en marcha un centro similar en la ciudad de Yanbian, China. ¿Pero qué objetivo persigue esta magnánima inversión en un país donde lo único a lo que se puede adorar es el Gran Líder? La escritora apunta que, por un lado, existe una pulsión de los misioneros por buscarse un hueco en el cielo intentando salvar las almas de la región más hermética del planeta; por otro, se garantizan cierta influencia en la zona si el país llega al colapso en algún momento.
Al régimen norcoreano, por su parte, tampoco le viene mal. Con la amenaza constante (y palpable) de la deportación o el gulag (la ONU asegura que existen 20 campos de trabajo forzado de este tipo), tienen la certeza de que los contenidos de las clases y los temas de conversación sean los pautados por las “contrapartes”, el grupo de norcoreanos que supervisan la gestión de la PUST. Y, además, no tienen que desembolsar ni un céntimo para que los hijos de las élites reciban formación de profesionales extranjeros.
Pero, a veces, inconscientemente, las charlas acaban derivando en cuestiones incómodas. Entiéndase como incómodo el hecho de que, por ejemplo, un alumno le confesase avergonzado que cantaba rock and roll cuando estaba a solas en su cuarto. O también lo que implica explicar a una clase de universitarios qué es un anuncio de televisión en un país como Corea del Norte, donde sólo tienen un único canal por el que constantemente pasan imágenes del actual líder: Kim Jong-Un.
Si algo atormentó durante su estancia a Suki Kim fue el hecho de haberles enseñado algún tema que les hiciese cuestionar el régimen. Antes de plantearles cualquier actividad, la escritora siempre se preguntaba si ese conocimiento sería valioso para ellos. Una tarea tan simple como pedirles que redactasen un ensayo, lo que implica el pensamiento crítico del alumno respecto a una tesis, se convertía en una cuestión escabrosa. De hecho, los estudiantes, que rondaban todos los 20 años, no sabían qué era un ensayo. Ni siquiera comprendían las fases de un trabajo de esas características. “En Corea del Norte no se debate nada. Si llegan a saber lo que es el pensamiento crítico podrían cuestionarse el sistema, y si lo hacen, ¿estarían seguros?”, se pregunta.
Aislados del mundo exterior
Días antes de que la estancia de Suki Kim en la PUST terminase logró convencer a las contrapartes para mostrar la película Harry Potter y el prisionero de Azkaban a sus alumnos. Sorprendentemente, los supervisores norcoreanos se mostraron dispuestos, no así los fundamentalistas cristianos. “Preferían que pusiésemos Narnia, con un profundo mensaje cristiano”. Ante la insistencia de la escritora (y, según cuenta ella misma, sus lágrimas) consiguió que aceptasen poner Harry Potter, pero le exigieron tomar una decisión salomónica: sólo podrían verla uno de los dos grupos a los que daba clase.
Salvadas las exigencias burocráticas, lo que dejó atónita a la autora deSin ti no hay nosotros fue la reacción de los estudiantes. Lejos de sorprenderse por los efectos especiales o el universo mágico que recrean las películas de la saga, los norcoreanos se quedaron pasmados cuando uno de los personajes le comentó a otro que tenían que escribir un ensayo. “De repente se sintieron conectados con el mundo exterior”, explica Suki Kim todavía emocionada con aquel gesto.
Y es que, al final, los alumnos de la PUST, a pesar de que dedicaban buena parte de su vida a alabar las proezas del Gran Líder, eran unos chavales de 20 años, “unos simples universitarios”, como dice la escritora, “interesados en aquello que les interesa a la mayoría de los chicos de su edad: las chicas”. Aunque algunos propusiesen técnicas de cortejo tan bizarras como rescatar a su chica favorita si ésta se estuviera ahogando para demostrarle lo buena persona que era. Y, así, decían, hacerse novios.
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