Honoré de Balzac, el creador del realismo literario
Honoré de Balzac, nacido en el seno de una familia burguesa, fue el mejor retratisa de la sociedad francesa de su época. Tras unos primeros tropiezos, Balzac se convirtiría en el principal representante de la novela realista gracias a obras como su monumental "La comedia humana".[1]
J. M. Sadurní 19 de abril de 2022
"La historia de mi vida es la historia de mi trabajo". Con estas palabras, el propio Honoré de Balzac define perfectamente su trayectoria vital. El famoso escritor francés nació el 20 de mayo de 1799 en Tours, una de las principales ciudades del Valle del Loira. Nacido como Honoré Balssa, tomó después el nombre de Honoré de Balzac, y a día de hoy se le considera el creador de la novela moderna, de la que es ejemplo una de sus obras más conocidas, La comedia humana, donde el escritor hace un incisivo retrato de la sociedad francesa de su época desde la caída de Napoleón hasta la restauración de la monarquía.
Un extraño para sus padres
La infancia de Balzac fue muy compleja. La carencia de amor por parte de sus padres marcaría para siempre al muchacho. Nada más nacer, Honoré fue confiado a una nodriza con la que pasaría sus primeros cuatro años de vida. Como si fuera un extraño, el niño solo veía a sus padres dos domingos al mes, y cuando por fin pudo regresar al hogar paterno, la distancia y la frialdad que le mostraron sus progenitores se reflejaron en su vida diaria. A los ocho años Honoré ingresó en un internado de la localidad de Vendôme, donde pasaría los siguientes siete años de su vida.
El 1814, y tras padecer una enfermedad de la que se tienen pocos datos (en palabras del propio Balzac se trató de una "congestión intelectual"), su familia se trasladó a París donde el joven empezó a estudiar leyes, una carrera que su familia consideraba la adecuada para todo hijo de buen burgués. Esa sería otra etapa de infelicidad en la vida de Balzac. Tanta era la presión que sentía el joven por parte de su madre, que insistía en que debía encontrar su lugar en la vida, que el propio escritor confesaría más tarde haber intentado suicidarse lanzándose desde un puente. Al final, tras licenciarse sin conseguir muy buenas notas, Balzac empezó a compaginar su trabajo como pasante con el de profesor de literatura en la Universidad de la Sorbona. En 1820, Balzac se inició en la poesía con la tragedia en verso Cromwell que junto con otros poemas trágicos que también llegó a publicar apenas pasó sin pena ni gloria. Gracias a su cuñado, Balzac pudo mostrar su obra a un profesor de la Escuela Politécnica de París, el cual, de manera muy educada, le aconsejó que dejara la poesía y se dedicara a la prosa.
Un desastre para los negocios
Desanimado, en 1821 Balzac conoció a otro aspirante a escritor como él llamado Auguste Lepoitevin. Este enseguida supo apreciar su gran capacidad de trabajo y le propuso que se asociaran: Balzac se encargaría de escribir novelas cortas y Lepoitevin de venderlas a los editores. Balzac llegó a escribir tres novelas bajo seudónimo, pero la asociación con Lepoitevin duraría menos de un año. A partir de entonces, Balzac decidió ir por libre. Su idea era enriquecerse en el menor tiempo posible para poder dedicarse plenamente a lo que él consideraba literatura con mayúsculas. Balzac trabajó en todo tipo de encargos, y entre 1821 y 1829 escribió multitud de obras de cuestionable calidad bajo distintos seudónimos; el escritor llegó a autorizar incluso que estas novelas fueran firmadas por otros.
Por aquel entonces Balzac empezó a llevar una vida bastante desenfrenada, algo que le acarreaba muchos gastos (derrochaba el dinero antes de haber cobrado los encargos). Varios fracasos editoriales, como editar en un solo volumen las obras completas de Moliére y de La Fontaine, y una desastrosa gestión en la dirección de una imprenta, una fundición de tipos de imprenta y un periódico obligaron al abogado de la familia a aconsejar a Balzac la liquidación de los tres negocios para, por lo menos, salvar el buen nombre de su familia. En abril de 1828, la deuda que había alcanzado el escritor ascendía a cincuenta mil francos (y su principal acreedor era ni más ni menos que su propia madre). Al final, sorprendentemente, tras dos años de un saneamiento a fondo, tanto la imprenta como la fundición de tipos resultarían negocios económicamente viables.
Un escritor "desenfrenado"
Balzac decidió entonces enfundarse de nuevo la bata blanca con la que siempre se vestía para escribir, y armado con una pluma de ganso retomó la actividad que más le gustaba. El escritor francés se sometía a interminables sesiones de trabajo diarias, incluso de dieciséis horas, escribiendo siempre en compañía de su inseparable amigo: el café. En 1829 publicó Los chuanes, una crónica ambientada en la Revolución Francesa y que por primera vez firmó con su auténtico nombre. Parecía que por fin el éxito llamaba a su puerta. Balzac empezó a ser invitado a los eventos que organizaba la alta sociedad parisina, adonde acudía vestido con estrafalarios atuendos. El autor se inspiró en algunos de los asistentes a las fiestas a las que era invitado para crear muchos de los personajes de sus obras.
En 1832, Balzac publicó sin parar y tocado por la inspiración concibió la idea de crear una serie de novelas relacionadas entre ellas que retratasen a la sociedad parisina de su tiempo. Integradas en la obra Escenas de la vida privada, culminarán en la gran obra de Balzac titulada La comédie humaine. En ella se incluyen algunas de las grandes novelas de la década como Eugénie Grandet (1833), que será su primer gran éxito de ventas, y Le père Goriot (1835), una de sus novelas más famosas. A pesar de la fama, Balzac pronto volvió a tener problemas de liquidez como consecuencia de algunas malas inversiones. El autor viajó a Cerdeña, donde decidió comprar unas antiguas minas romanas pensando que este iba a ser un buen negocio. Pero cuando regresó a París, tras haberlas visitado in situ, se dio cuenta de que aquello era un timo y que había sido estafado.
En 1843, Balzac viajó a San Petersburgo para encontrarse con la condesa Ewelina Hańska, con la que desde 1833 mantenía una apasionada correspondencia. Con ella, su hija y el prometido de esta viajaría por toda Europa. Al final, se casó con la condesa el 14 de marzo de 1850 y la pareja se instalaría en una lujosa mansión en París. Pero la felicidad duró poco, y el genial escritor, cuya salud se había ido deteriorando, falleció de gangrena cinco meses después, el 18 de agosto.
Un observador empático
Los peculiares métodos de trabajo que empleaba Balzac consistían en el desarrollo de un breve borrador sobre el tema de que iba a tratar su novela, y poco a poco iba incorporando nuevas ideas. A veces tantas que la historia final sufría constantes cambios que volvían locos a los impresores. Balzac era un escritor tan detallista y perfeccionista en todo lo tocante a su trabajo que a menudo introducía muchas variaciones sobre el texto inicial, lo que resultaba en una nueva edición al poco tiempo.
Balzac no tenía rival en el dominio del lenguaje, cosa que se reflejaba claramente en sus diálogos. Su mordaz estilo evitaba que las historias más oscuras y tenebrosas acabasen siendo absolutamente pesimistas al darles su propio toque de humor. Al final, su obra dejaría una huella indeleble, tanto que, durante su funeral, otro grande de la pluma, Victor Hugo, pronunciaría las siguientes palabras: "A partir de ahora los ojos de los hombres se volverán a mirar los rostros, no de aquellos que han gobernado, sino de aquellos que han pensado".
Fuente: National Geographic Historia
'Eugenia Grandet', el dinero como motor del mundo
Una novela extraordinaria, llena de detalles, que describe al avaro por excelencia y que pinta a una mujer muy particular
Cadena SER13/09/2020
Honoré de Balzac nació en Tours en 1799 y murió en París en 1850. Es uno de los novelistas más relevantes de la primera mitad del siglo XIX francés. Trabajador incansable y escritor prolífico, elaboró un ciclo de varias decenas de novelas agrupadas bajo el título 'La comedia humana', con la intención de reflejar y describir en detalle la sociedad de su tiempo. Podemos destacar 'La piel de zapa', 'El médico de aldea', 'Papá Goriot' o 'Las ilusiones perdidas'.
'Eugenia Grandet' se publicó en 1833 y es una novela extraordinaria, llena de detalles, que describe un mundo que casi podemos tocar, que describe al avaro por excelencia, que habla del dinero como motor del mundo y que pinta a una mujer muy particular, de provincias, sacrificada y dependiente.
'Eugenia Grandet' se convirtió rápidamente en un texto clásico. Es una obra que posee aparentemente el mérito de representar la novela realista en su mejor forma: una intriga simple y bien llevada, unos personajes concretos, un contenido comprensible y una moral irreprochable. El éxito de 'Eugenia Grandet' no dejó de aumentar. Forma parte de las novelas más reimpresas entre 1860 y 1899, se convierte en una presencia regular en concursos y aulas, y figura en el programa de oposiciones a las cátedras universitarias de 1889.
La elección de las provincias para situar la novela puede sorprender, y Balzac es el primero en reconocerlo. Las provincias resultan lejanas y desconocidas; no poseen 'ni relieves ni salientes'; son monótonas, silenciosas y secretas, de una naturaleza en apariencia 'hueca'». Pero la realidad es mucho más tormentosa. Pasiones y misterios, dramas, desenlaces en una sola palabra; todo tipo de acontecimientos se dan en ellas.
Las provincias son una prodigiosa reserva de fábulas para quien está dispuesto a mirar muy de cerca y con paciencia. Porque ignoran lo accidental y lo fútil, obran a largo plazo; bajo un aspecto insignificante, la vida adopta en ellas aires de tragedia; las desgracias se transforman allí en destinos.
Del mismo modo que la arqueología (ya cruzada con la sociología) pretende reconstituir a partir de un fragmento de arquitectura un mundo como suma de costumbres, la práctica novelesca debe interpretar, plantear relaciones, remontarse a la fuente de los comportamientos.
Por consiguiente, todo se sostiene y tiene sentido: el carácter de un personaje se lee tanto en su indumentaria como en sus particularidades físicas o en su interior, el menor detalle tiene valor de indicio, toda parte conduce al conjunto que ilumina. En busca ya de un origen que será la idea fija del naturalismo, obsesionado por los modelos y las ciencias que convoca en desorden, el realismo en literatura plantea así su legitimidad. En realidad, solo aspira a una racionalidad bien entendida.
"Gran geógrafo de las pasiones"
Balzac sabe escribir con simplicidad sin ser simple. No basta decir que es un excelente conocedor de los sentimientos humanos: desde que en 1829, en 'La fisiología del matrimonio', analizó los menores movimientos del corazón en su relación con la sociedad, se aseguró la fidelidad y la admiración de un público ante todo femenino. "El señor Balzac aborda el tema del sexo como un confidente que consuela, un confesor similar a un médico", observa Sainte-Beuve.
El escritor construye su intriga sentimental sobre dos verdades a las que inscribe en el orden de la 'naturaleza'. Ambas poseen la misma importancia, y solo existen unidas. Balzac empieza ensalzando las delicias de un nacimiento: la llegada del amor, su reconocimiento y los cambios repentinos que produce (entre ellos la coquetería). A continuación detalla los pensamientos que genera el amor y las virtudes que suscita: piedad, modestia, probidad, simplicidad, generosidad y pudor.
Balzac pinta lo que denomina el 'ilotismo' de las mujeres de provincias
El 'ilotismo' se refleja en la condición de esclava sin autonomía y sin deseo que define a la señora Grandet, a su criada, más tarde a Eugenia, sin ambages, no para proponer un remedio.
Tras leer 'Eugenia Grandet', las mujeres aplaudieron la obra y expresaron su entusiasmo al autor. Se identificaron con la heroína como habrían podido hacerlo con una hermana o una amiga, la compadecieron, lloraron con ella y comprendieron su dolor.
Como escribió Balzac: "Entre las mujeres, Eugenia Grandet tal vez sea un tipo, el de la abnegada que se enfrenta a las tempestades del mundo y se hunde en ellas como una noble estatua robada en Grecia y que, durante el transporte, cae al mar donde permanecerá para siempre ignorada".
Allá donde Molière pintó la avaricia, Balzac ha querido mostrar al avaro. El avaro de Balzac no es, como en Molière, la caricatura viva de un conocido defecto. Se llama Félix Grandet, mide 1,62 m; come de pie una tostada y bebe un vaso de vino blanco; desde 1791 lleva una corbata negra y un sombrero de cuáquero. Antes de ser un arquetipo, es un individuo definido por una condición.
La avaricia posee su 'fisiología': sus manifestaciones se describen, su actividad se analiza, sus signos forman un sistema y se interpretan. La pasión de Grandet se lee en sus ojos, amarillos como el color de las monedas que manipula. Una economía de fachada, hecha de pequeñeces y mezquindades, oculta así una inmensa satisfacción interior, un placer tan egoísta como desenfrenado.
El dinero como motor del mundo
Pero es que en 'Eugenia Grandet', el dinero no es solo un valor; es una energía, un temible campo magnético que lo atrae todo hacia sí y al que todo conduce. El 'realismo mítico' está ahí: en ese dinero en sumas, en cifras, en cálculos arrojados a manos llenas en la novela y que hacen de Eugenia Grandet una epopeya de la riqueza que se está constituyendo, una novela picaresca sobre el arte de acumular beneficios, una ficción del provecho.
A pesar de las apariencias (entre ellas un vocabulario muy marcado por las finanzas y el derecho notarial), Balzac no tiene otra intención que mostrar, más allá del carácter pasmoso de los gastos, la extraordinaria movilidad de la fortuna, el formidable enmarañamiento de los negocios durante la Restauración, el dinero como resorte, como motor, como fuente viva.
(El texto se ha extraído en gran parte de la introducción de Martine Reid a la edición de Penguin Clásicos)
[1] La comedia humana es el título de uno de los mayores proyectos narrativos de la historia de la literatura: Honoré de Balzac su autor, se propuso escribir 137 novelas e historias interconectadas que retrataran la sociedad francesa en el período que abarca desde la caída del Imperio Napoleónico hasta la Monarquía de Julio (1815-1830). Semejante producción se justifica tanto por la popularidad de Balzac como escritor por entregas como por la constante necesidad de dinero que lo acuciaba. La Comédie humaine consta finalmente de 94 obras completadas —de las cuales 85 son novelas, y el resto relatos y ensayos analíticos—, y de 20 obras inacabadas (de algunas solo se tiene el título). Estas obras abarcan la práctica totalidad de la producción de Balzac entre 1830 y 1850. El título del conjunto, Comedia humana, es una referencia a la Divina Comedia de Dante. Las historias que componen la Comédie se desarrollan en distintos lugares de la Francia de la primera mitad del siglo XIX, con personajes que van a aparecer en múltiples novelas, y cuya posición y fortuna irá variando según cambien las fechas en que se desarrolle la acción de cada novela.
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