CARSON MCCULLERS: EL ACTO DE ESCRIBIR
Lectores y crítica amaban a esa chica sureña que narraba con tanta simplicidad la soledad de unos seres marginados que idealizan la amistad y el amor en una búsqueda desesperada de cobijo. En el centenario del nacimiento de la escritora estadounidense, recordamos su vida y su obra.
Texto: Ana Belén Herrera de la Cruz
(Sugerencia: acompañar la lectura de este artículo con la música del álbum de Suzanne Vega Lover, beloved: Songs from an evening with Carson McCullers (2016).
¿De dónde proviene la obra? ¿Qué azar, qué ínfimo episodio dará comienzo a la cadena de la creación?
Carson McCullers. Iluminación y fulgor nocturno
Carson McCullers llevaba horas dando vueltas por la sala de estar, cavilando el mismo asunto de siempre, cuando de repente se le ocurrió la solución. Frenó el salto que estaba a punto de dar sobre uno de los cuadrados del dibujo de la alfombra y se llevó ambas manos a la boca, los ojos muy abiertos. Acababa de tener una iluminación, como ella llamaba a aquellos momentos fugaces de claridad creativa. Hacía años que le rondaba una novela por la cabeza pero no podía acabar de escribirla hasta resolver el problema del protagonista. A este se lo imaginaba escuchando a otros personajes mientras le explicaban sus tribulaciones, silencioso, como ajeno a la acción, pero no sabía el porqué de esta posición pasiva. Ahora la razón de su silencio se le presentaba diáfana en aquella sala de estar: su protagonista era mudo. Le puso un nombre bien sonoro: John Singer. En 1940 McCullers publicó la historia del mudo Singer con el título El corazón es un cazador solitario (Seix Barral acaba de reeditar este título, junto a toda su obra, con ocasión del centenario de su nacimiento). Fue su primera novela, ella tenía 24 años y de la noche a la mañana se convirtió en una celebridad.
Antes de escritora, Carson McCullers, nacida Lula Carson Smith en Columbus, Georgia, quiso ser concertista de piano. Tocaba el piano y componía desde los cinco años, y animada por su madre, que estaba convencida de que su hija era una genio de la música, comenzó a tomar clases. Tuvo dos profesoras, la señora Kierce y más tarde, Mary Tucker, por la que Carson sentía fascinación. A los quince tuvo un reuma cardiaco que la mantuvo en cama durante semanas, dejándola sin energías para tocar el piano. Fue en ese momento cuando decidió cambiar la música por la escritura. No obstante, la música tendría siempre un lugar importante en su obra literaria, de igual manera que la enfermedad la tuvo en su vida. En ese momento, a los quince años, Carson tuvo miedo de que su decisión decepcionara a su madre, también a su profesora Mary Tucker, así que durante un par de años más siguió tomando clases de música, mientras escribía sus primeros cuentos y obras de teatro.
A los diecisiete años vendió un anillo de diamantes y esmeraldas que heredó de su abuela y se fue a Nueva York. A su madre le había dicho que se marchaba para continuar sus estudios de música, pero en realidad lo que hizo fue matricularse en cursos de escritura creativa en la universidad de Nueva York y en la de Columbia. Nada más llegar, perdió el dinero del anillo en el metro, así que tuvo que ponerse a trabajar como telefonista. Otra crisis reumática devuelve temporalmente a la joven escritora a su hogar en Columbia, y de vuelta a Nueva York, en 1933, vende a la prestigiosa revista Story su relato Wunderkind (incluido en la recopilación de sus relatos El aliento del cielo), que será la primera de sus obras en ser publicada. La protagonista de Wunderkind, alter ego de Carson, es una joven que está perdiendo su talento musical, y anticipa el personaje de Mick Kelly, la adolescente tomboy (marimacho) que sueña con comprarse un piano y lucha contra un destino impuesto en El corazón es un cazador solitario, que publicó siete años después.
Entre curso y curso de escritura en Nueva York, Carson McCullers conoció a Reeves McCullers, un soldado aspirante a escritor con el que se casó en 1937. Con Reeves mantuvo durante años una relación tormentosa a la altura de sus grandes relatos de amor obsesivo, algunos de ellos escritos antes de conocerle. Ambos compartieron alcoholismo, una relación compleja con la sexualidad (Carson no se manifestaba sobre el tema, y en sus obras la sexualidad está unida a la violencia, mientras que Reeves se declaró homosexual justo antes de morir) y un deseo irrefrenable de posesión. Se casaron, se divorciaron, se volvieron a casar. Se enamoraron del mismo hombre, el músico David Diamond. Reeves le robó dinero a Carson y se marchó con David. (…). Se reconciliaron en la distancia, mediante cartas de amor apasionado durante la guerra, cuando Reeves se fue al frente. Tras la guerra volvieron a vivir juntos, a emborracharse, a pelearse. En París, ya entrados los años cincuenta y tras más de quince años de relación, Reeves invitó a Carson a suicidarse con él. Carson declinó la invitación y volvió a Estados Unidos. Reeves murió solo en la habitación de un hotel, tras tomar una sobredosis de barbitúricos.
Tras publicar El corazón es un cazador solitario Carson McCullers se había transfigurado, como dice Rodrigo Fresán en el prólogo de El aliento del cielo, en “la perfecta poster-girl de escritora juvenil y exitosa”. Lectores y crítica amaban a esa chica sureña que narraba con tanta simplicidad la soledad de unos seres marginados que idealizan la amistad y el amor en una búsqueda desesperada de cobijo. El público le reclamaba una nueva obra y Carson, tras una nueva iluminación y dos meses de trabajo, le brindó Reflejos en un ojo dorado, dedicada a Annemarie Schwarzenbach, periodista y escritora de viajes a la que supuestamente amó con ardor no correspondido. El público se quedó horrorizado con la obra. Profundamente sombría, la novela se asemejaba, como la misma Carson define en boca del personaje del criado filipino Anacleto, a “un pavo real de una especie de verde fantasmal. Con un inmenso ojo dorado. Y en el ojo, reflejos de algo delicado y (…) grotesco”. Voyerismo, homosexualidad, infidelidad, sexo reprimido, violencia… aquella novela se ganó muchas críticas, y su autora incluso llegó a ser amenazada por el Ku Klux Klan por “su visión perversa del Sur”.
En las siguientes obras que publicó, Carson McCullers siguió profundizando en sus obsesiones. Temas como el amor ciego, la incomunicación, las taras físicas y psicológicas, o las diferencias raciales (realiza un espeluznante retrato del cacique sureño en el personaje del juez Fox Clane de Reloj sin manecillas) ya se apreciaban en sus primeros relatos de juventud. La balada del café triste, publicada en 1943, narra la historia de un triángulo amoroso entre una mujer de carácter y aspecto férreos, su exmarido criminal y un primo lejano jorobado, que se enmarca en el único café de un pueblo desolado. Carson enfermó de influenza mientras escribía Frankie y la boda (“Frankie está enamorada de la novia de su hermano y quiere ser parte de la boda”, soltaría sin venir a cuento en una nueva iluminación), que no salió publicada hasta 1946. La novela tuvo buena acogida y se convirtió en una obra de teatro que triunfó en Broadway. A estas alturas, la autora ya había sufrido su primera embolia, que le paralizó el lado izquierdo, aunque la enfermedad no redujo su actividad. Intentó repetir su éxito teatral estrenando una nueva obra, The Square Root of Wonderful, pero fue un fracaso desde el principio y duró en cartel poco tiempo. No tuvo mejor suerte con su siguiente obra, Reloj sin manecillas, publicada en 1961, en la que habla sobre la cercanía de la muerte y que los críticos americanos destrozaron. Cada vez más enferma, McCullers siguió trabajando impasible en la adaptación teatral de sus obras.
En 1959, con 42 años, estaba tan dolorida de las operaciones que le habían realizado a raíz de sus parálisis que, lejos de abandonar sus iluminaciones, comenzó a escribir versos para niños, de composición sencilla. En la primavera de 1967, asumiendo que pronto iba a morir, la autora se puso a trabajar en una autobiografía con el objetivo de que fuera útil a los nuevos escritores. Fue la última de sus iluminaciones. Tumbada en la cama, sin apenas poder moverse ni hablar, dictó retazos de su vida y de su experiencia creadora a un incontable número de amigos y seguidores que se turnaban a redactar en una máquina de escribir. Carson McCullers murió en octubre de ese año dejando inacabada su autobiografía Iluminación y fulgor nocturno, fiel a ella misma, en pleno acto de escribir.
Si mis lectores tienen paciencia, me permitiré referir las iluminaciones que he tenido, tal como me sucedieron. Cuando estaba escribiendo El corazón es un cazador solitario…
PIKARA MAGAZINE
LOS PRIMEROS PASOS DE CARSON MCCULLERS
· La autora solo tenía 23 años cuando describió en El corazón es un cazador solitario, con una prosa deslumbrante una historia de olvidados
· En un barrio paupérrimo de cualquier ciudad del sur de Estados Unidos en la década de los años cuarenta, varios personajes nos entregan su desvalido corazón
Sonia Asensio, 15 de septiembre de 2017
El verano es la estación de los clásicos. Su locus amoenus. El verano aleja la prisa y la inmediatez, atiende calmoso las voces que llegan del pasado y que se anillan con las del presente. La literatura es una voz continua que nació con el ser humano. El verano aloja a Sófocles, inquieta con la relectura de Moby Dick, se expande con Laurence Sterne y su genial Tristram Shandy, tiene tiempo y espacio para Rafael Alberti que nos mece en el calor de su Arboleda perdida. En verano podemos desayunar sentados e incluso saborear la magdalena de Proust.
En junio de 2017 Seix Barral lanzó una edición conmemorativa de una novela fascinante de Carson McCullers, autora estadounidense nacida en 1917, El corazón es un cazador solitario. El prólogo de esta edición es de Elvira Lindo y en él desentraña con acierto y ternura las claves de unas páginas que desde luego no dejan indiferente a quienes hemos tenido la suerte de haber apostado por este clásico en estos días azules.
En un barrio paupérrimo de cualquier ciudad del sur de Estados Unidos en la década de los años cuarenta, varios personajes nos entregan su desvalido corazón, sus miserias y sus sueños. La niña Mick Kelly que vive en una casa de huéspedes con sus padres y sus hermanos quiere ser músico. Anhela aprender a componer lo que resuena una y otra vez en su cabeza, tocar las notas en un violín, en un piano. Jake Blount, que en sus delirios de borracho clama por la justicia mundial y la unión de un proletariado que malvive con sueldos irrisorios en condiciones infrahumanas. Briff Brannon, dueño del café Nueva York, abierto veinticuatro horas al día, todos los días del año. En este bar, comedor, lugar de reunión de todos los personajes, el señor Brannon atiende generosamente a quien le puede pagar y a quien no puede hacerlo. Su corazón solitario reclama la compañía porque bien sabe que estar solo es el comienzo de una irreversible caída. Y en el centro, el mudo John Singer.
John Singer vive con otro sordomudo, el griego y gigante y desorientado Antonapoulous. La relación que mantienen no se hace explícita en la novela pero una tensión sexual y una dependencia brutal del mudo Singer hacia su amigo nos extraña y nos desconcierta. Cuando Antonapoulous es ingresado por sus familiares en una institución psiquiátrica, los días de Singer quedarán mutilados, cercenados, lisiados más allá de su mudez o de una sordera que no le impide comprender y escuchar a todos los personajes que mezclan su indigencia personal con un momento de la historia que la autora, tan joven cuando escribió esta novela, revela con una lucidez y una clarividencia que asombra, conocida después la historia de los Estados Unidos y también del ensangrentado siglo XX.
Porque el otro gran tema de El corazón es un cazador solitario es el segregacionismo de los negros, más pobres aún que cualquiera de los que malviven en estas ciudades del sur porque al menos estos últimos son blancos. En este sentido escuchamos las arengas del doctor Copeland, médico negro que tiene un sueño: luchar con una gran marcha de negros y de gente oprimida hacia Washington para conseguir los derechos civiles que les corresponden. La anticipación de lo que ocurrirá en la década de los sesenta con Martin Luther King asombra y conmueve. La autora solo tenía 23 años cuando creó a estos personajes y describió con una prosa deslumbrante una historia de olvidados, de apartados, una historia de la violencia que genera la miseria, del amor que crece a pesar de todo como una hermosa flor en un lodazal.
Ecos del nazismo en la vieja Europa. De todos los fascismos que azotaron el siglo pasado y que dan tanto miedo en esta Europa actual que genera odios y rechazos que debemos arrinconar con la fuerza del amor y la justicia social. Denuncia del racismo, del problema de los negros en el sur de Estados Unidos hace cien años que estremecen hoy después de la vigilia de un presidente negro que nos ha dejado una alternancia poco alentadora.
Fuente: Infolibre
El título de la novela "El corazón es un cazador solitario" proviene de un poema escrito por William Sharp, un poeta escocés que publicó bajo el seudónimo femenino de Fiona MacLeod. El poema se titula "The Lonely Hunter" (El cazador solitario). Aunque el texto completo del poema no es ampliamente conocido, la línea clave que inspiró el título del libro es la siguiente:
"The heart is a lonely hunter that hunts on a lonely hill." (El corazón es un cazador solitario que caza en una colina solitaria.)
Esta línea encapsula el tema principal de la novela: la búsqueda desesperada del corazón humano por conexión, significado y comprensión en un mundo que a menudo resulta indiferente o inalcanzable. Carson McCullers escogió este título -sugerido por sus editores- porque refleja la esencia de sus personajes, quienes, atrapados en su soledad, luchan por encontrar algo o alguien que les dé sentido a sus vidas. El título primario era El Mudo, pero los editores consideraron que no capturaba toda la profundidad emocional y filosófica de la novela.