VIDA Y OBRA: ARTHUR RIMBAUD
Autor de "Una temporada en el infierno" e "Iluminaciones", el poeta que anticipó el surrealismo escribió toda su obra entre los 15 y los 20 años. Tuvo una relación fundamental y escandalosa con Paul Verlaine. Pasó la última década de su vida en un pequeño pueblo en Etiopía trabajando como comerciante, totalmente renegado de su vida como escritor.
17/01/2013 11:47 Clarín
Si uno quisiera filmar una película de la vida de Arthur Rimbaud haría bien en comenzar con dos largas tomas que servirían como elementos básicos de la narración, pero también como claves simbólicas para ilustrar la gloria y la tragedia del poeta francés que murió en 1891 a los 37 años y que dejó de escribir a los 20.
Una toma sería del poeta caminando. Se podría filmar con la perspectiva desde el suelo, a unos cuatro metros detrás del caminante, mostrando su andar por los pastos altos de los campos de Francia, Italia y Bélgica. Y también por las calles adoquinadas de París y Londres de la segunda mitad del siglo XIX, acompañado por su mentor, amante y compañero maldito, Paul Verlaine.
La segunda, sería de la punta de la pluma de Rimbaud trazando palabras sobre hojas en blanco. Allí lo veríamos haciendo sus deberes de latín de la escuela primaria —fue alumno estrella de su colegio provincial— y la redacción de sus poemas inmortales (es uno de los pocos casos en que se puede usar este abusado término correctamente) que escribió entre los 16 y los 20 años.
Con esa misma pluma, muchos años después, lo veríamos en el desierto en Etiopía haciendo meticulosas cuentas de mercancías cuando ya había renunciado a la literatura, como lector y como escritor, en un intento de ganar una fortuna como comerciante de armas, especias, café y, algunos dicen, esclavos -aunque los más responsables investigadores descartan totalmente esta hipótesis.
Durante toda su vida Rimbaud caminó y escribió. Caminaba porque le gustaba, pero también porque tenía una manía por viajar y era pobre y muchas veces no tenía otra forma de movilizarse. Y escribió porque quería penetrar, a través del arte de la poesía, la misteriosa esencia de la vida a la manera de un místico.
En 1871, cuando tenía 17 años, Rimbaud le escribió a su profesor Georges Izambard: “Je est un autre” (Yo es un otro) y en esa misma carta, declaró su proyecto artístico: “Quiero ser poeta y me estoy esforzando en hacerme Vidente... Consiste en alcanzar lo desconocido por el desarreglo de todos los sentidos... Y yo me he dado cuenta de que soy poeta. No es en modo alguno culpa mía”.
En 1878, cuando tenía 24 años, un médico le dijo que por caminar excesivamente sus costillas habían desgastado las paredes de su abdomen. Acababa de hacer una caminata desde Bélgica hasta Italia, dos veces.
Mientras caminaba, o en los intervalos de calma, escribió versos cuyos contenidos y formas eran tan novedosos que no pudieron ser comprendidos hasta muchísimos años después de su primera aparición. Mientras escribía, quizás imaginaba viajes que, dada su pobreza, solo podía realizar a pie.
Pero el impulso subterráneo y esencial de esas dos actividades —caminar y escribir— es un secreto inhallable que ningún biógrafo descubrirá. Las pasiones y frustraciones de Rimbaud, sus talentos y búsquedas, se pueden enumerar y describir, pero eso no es lo mismo que entender. Sólo podemos mirar su vida y obra, y especular.
Entonces, estas dos tomas cinematográficas hipotéticas —el del caminante y del escribidor— sirven para indagar sobre los misterios de la vida de Rimbaud, que se pueden resumir en dos preguntas.
La primera: ¿Cómo puede ser que un niño de 16 años, sin ninguna preparación particularmente especial, haya entrado en una racha de producción creativa durante unos cuatro años, no más, que lo ubicó en el panteón de los panteones de los poetas líricos del mundo occidental? Y la segunda: ¿Cómo puede ser que semejante ángel de la palabra haya abandonado, abruptamente, a los 20 años aproximadamente, la tarea de escribir, como si lo que hizo no hubiera significado nada?
Por su rebeldía contra las normas de su tiempo, ha sido el ídolo de cantantes de rock como Patti Smith y Jim Morrison (y también de innumerables adolescentes lectores). Pero por más caótica y anti-burguesa que fuera la vida de Rimbaud en su primera juventud, la base de su triunfo como poeta fue el trabajo riguroso. Al fin de su vida volvió a abrazar los valores de un ciudadano respetable: su sueño era criar un hijo para ser ingeniero...
Rimbaud fue criado, junto a un hermano mayor y una hermana menor, en el pueblo de Charleville en el noreste de Francia por una madre que se autodenominaba viuda por la ausencia crónica de su marido. Rimbaud fue, lejos, el mejor alumno de su colegio. De hecho, sus profesores nunca habían visto un sujeto igual, hasta tal punto que uno dijo de él: “Es una máquina perfecta para triunfar en los exámenes.” De ahí que haya una leyenda acerca del niño Rimbaud que en un examen extremadamente exigente de tres horas se pasó las primeras dos mirando el techo, y en la última hora, con una velocidad supernatural, terminó la prueba consiguiendo los máximos honores.
Dentro de poco, Charleville le quedó chico y miró hacia París. Se había familiarizado con el ámbito cultural de la capital gracias a la lectura de revistas que le prestaban algunos profesores y conocidos de su pequeña aldea. Con apenas 16 años le escribió al poeta Paul Verlaine, uno de los pocos contemporáneos que el adolescente admiraba (y que le llevaba 11 años), mandándole unos versos. En poco tiempo recibió una respuesta: “Venga, querida y gran alma. Te esperamos. Te deseamos.” E incluyó un boleto de tren para el viaje.
Aquí empieza la segunda vida de Rimbaud, de la cual, años después en Harar, Etiopía, diría que fue solamente un episodio de borrachera. Fue eso y muchas otras cosas más. Verlaine acababa de casarse, aparentemente, para controlar sus tendencias alcohólicas y acomodarse en una situación financieramente más cómoda, ya que su esposa venía de una familia de dinero.
Sucede que Verlaine venía de una familia más complicada. Su madre guardaba sus primeros dos nacimientos –abortados espontáneamente- en frascos con alcohol en el cristalero del comedor. Una vez, en un ataque de ira en el cual le rogaba dinero a su madre para ir a beber, Verlaine estalló los frascos de sus dos hermanos homúnculos contra la pared. Algunos biógrafos consideran que esta presencia constante de la "muerte" en su hogar (se supone que por las noches su madre y él rezaban por los hermanos muertos), así como la así como la devoción opresiva de su madre hacia él por ser el único hijo vivo, pudo haber influido en su carácter y en su tendencia hacia la autodestrucción, la melancolía y el conflicto emocional, que se manifiestan en su vida y su poesía.
Rimbaud, con manos de campesino y modales de un delincuente, entró al mundo burgués de Verlaine e hizo explotar todo. De golpe Verlaine y Rimbaud eran amantes, componían juntos poemas eróticos y escatológicos sobre el ano, se escaparon a Londres dos veces para vivir en la pobreza, se peleaban con cuchillos para entretenerse, se separaban y se reconciliaban –con viajes de por medio de la madre de Rimbaud para calmar las aguas en la casa Verlaine, mientras Verlaine intentaba volver a su vida en familia (tenía un hijo).
Entre tanto Rimbaud escribió sus poemas y Verlaine los suyos.
Todo terminó mal, en un episodio tan violento y confuso como protagonizaron Van Gogh y Gauguin. Verlaine se había fugado a Bélgica. Allí estaba en un hotel con su suegra y su esposa. Desesperado, se había comprado un revolver de 7 milímetros. Ahí apareció Rimbaud. Se chocaron, se separaron y Verlaine le dio un tiro lastimándole levemente el brazo. Pero al día siguiente hubo otra confrontación que no terminó en disparos, pero sí, por una acusación de Rimbaud, llevó a la encarcelación de Verlaine por dos años. La reputación de los dos era infame, y Verlaine, aparte de ser acusado de intento de asesinato, fue sometido a humillantes y pseudocientificas pruebas para comprobar si era o no homosexual (le midieron la "dilatacion anal" y la forma del pene). La homosexualidad era un acto criminal en ese momento, y el juez determinó que Verlaine era culpable.
Nunca se vieron más, aunque después Verlaine fue fundamental en difundir la obra y reputación de Rimbaud. Rimbaud, por su lado, era despreciado en París. Los que lo conocían, lo consideraban un criminal en el mejor de los casos. Una etapa de su vida se había agotado. Con poco más de 20 años, Rimbaud le dio la espalda a la literatura. En una breve pero magistral biografía, Edmund White escribió:
Hay que enfatizar que Rimbaud se despidió de la literatura para siempre. No la escribió ni la leyó más. Miraba a sus años creativos (de los 15 a los 19 años) como un tiempo vergonzoso, un tiempo de borrachera, de escándalo homosexual, de arrogancia y rebelión que lo llevó a ningún lado.
White también escribe una útil síntesis sobre la obra de Rimbaud: Lo que es extraordinario es que en su breve carrera como escritor Rimbaud cubrió la historia completa de la poesía, desde versos en latín, pasando por los Románticos y el Parnasianismo y los simbolistas hasta el surrealismo, aun antes que existiera el surrealismo.
Y aquí comienza la tercera vida de Rimbaud, como comerciante en África. Solamente de esta etapa se han escrito varias biografías. En todas, los autores luchan para reconciliar al poeta con el hombre de negocios. Los únicos libros que Rimbaud le pedía a su madre desde África -nunca perdió en contacto con su madre, siempre le exigía y la buscaba- eran de ingeniería, geología y ciencias prácticas. Nunca consiguió la fortuna que buscaba. En las poquísimas ocasiones en las cuales fue recordado por su pasado como escritor, reaccionaba como si le estuvieran hablando de un extraño.
Aparte de su revolucionaria obra y su tumultuosa vida, la existencia de Rimbaud nos deja con una inquietante certeza: escribir bien — ¡escribir como un ángel! ¡O como un demonio!— no es suficiente para lograr la paz.
La última toma de nuestra película es de Rimbaud en una cama, devuelto a Francia, en un hospital en Marsella con la pierna amputada. Ya no es un niño genio. Si no fuera por sus ojos azul cristalinos pasaría por un árabe. Sus caminatas están terminadas y sus versos olvidados en un pasado remoto. El hombre tiene 37 años y está terminado, al borde de la muerte. Sus botas y su pluma no le sirven más.
Rimbaud es considerado uno de los precursores del modernismo y un poeta "maldito", cuya vida rebelde y su poesía visceral rompieron con las convenciones y exploraron los aspectos más profundos y oscuros de la experiencia humana. Influenció a poetas y artistas como los surrealistas, los poetas de la Generación Beat, y hasta músicos contemporáneos. La intensidad de su visión poética y su espíritu rebelde siguen siendo una inspiración. Como él mismo escribió: "Hay que ser absolutamente moderno", una frase que aún define el ethos de quienes buscan en el arte una ruptura y una búsqueda sin límites.
Vocales (Voyelles)
A negra, E blanca, I roja, U verde, O azul: vocales,
Un día diré vuestros nacimientos latentes:
A, negro ajuar velludo de moscas relucientes
Que bombinan en torno a marismas brutales,
Golfos sombríos; E, candor de tienda, ardiente,
Lanzón glaciar, rey blanco, umbelas espasmales;
I, púrpuras, esputos, la risa de labiales
Bellezas en la cólera o embriagueces sufrientes;
U, ciclos, vibramientos de Dios en mar virido,
Paz de pastos sembrados de bestias, paz de hundido
Surco alquímico impreso en frentes de estudiosos;
O, supremo Clarín de estridores rotundos,
Silencios perforados por Ángeles y Mundos;
– ¡O, la Omega, centella violeta de Sus Ojos!
En este poema, Rimbaud asigna un color a cada vocal (A en negro, E en blanco, I en rojo, O en azul, U en verde) y les otorga significados simbólicos y sensoriales. Este poema se puede interpretar como una exploración de la sinestesia, una condición en la que los sentidos se mezclan, permitiendo a una persona "ver" sonidos o "oír" colores. La elección de los colores y el simbolismo que les da (como negro para la A, que representa algo fúnebre o sombrío) sugiere una experimentación innovadora con el lenguaje y los sentidos, creando un poema enigmático que trasciende la lógica.
Vocales revolucionó la poesía en su intento de dar una experiencia sensorial completa a través del lenguaje. Este poema inspiró a poetas simbolistas y, más adelante, a surrealistas como Paul Éluard y Louis Aragon. Además, la idea de la sinestesia y el simbolismo abstracto influyó en el uso del color y los sentidos en movimientos artísticos del siglo XX, como el surrealismo y el expresionismo. Rimbaud dejó como legado una poesía que desafía y transforma, mostrando que el poeta es un "vidente" que puede captar lo invisible y comunicarlo mediante el lenguaje
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