NOVIOLET BULAWAYO
NoViolet Bulawayo, seudónimo de Elizabeth Zandile Tshele, es una
escritora que nace en Tsholotsho, Zimbabue en el año 1981. En sus primeros años
de educación asistió a Njube High School, y más adelante a Mzilikazi High
School para los niveles avanzados. Completó su formación universitaria en los
Estados Unidos, estudiando en Kalamazoo Valley Community College, así como
obteniendo el bachillerato y el máster en Inglés por Texas A&M
University-Commerce y Southern Methodist University, respectivamente. En el año
2010, completó el Máster de Bellas Artes en Escritura Creativa en la
Universidad de Cornell, donde su trabajo fue reconocido con una beca de
investigación Truman Capote.
En el año 2011, ganó el Premio Caine por su relato breve “Hitting
Budapest”, que había sido publicado en Boston Review en el
número de noviembre / diciembre de 2010 y se convirtió en el capítulo inicial
de la novela con la que se presentaría a la sociedad: Necesitamos
nombres nuevos. La novela fue incluída en la lista del premio Man
Booker 2013, lo que convirtió a Bulawayo en la primera mujer negro-africana,
así como en la primera zimbabuense en ser nominada para el premio. También ganó
el Premio Etisalat para la Literatura, y el Premio Fundación/PEN Hemingway,
entre otros galardones.
En 2011, se informó de que había empezado a trabajar en un
proyecto de memorias. Bulawayo formó parte de la iniciativa literaria
panafricana Writivism entre 2014 y 2018.
fuente: casa África
NoViolet Bulawayo: “escribo historias de las que normalmente no se cuentan”
octubre 29, 2018 | Por Jacquelin RamosCon una lectura que bien podría ser recomendada especialmente para los adolescentes, es parte de lo mucho que ofrece la escritora zimbabuense, NoViolet Bulawayo, en su novela Necesitamos nombres nuevos, basada en una conmovedora y atractiva historia que proyecta una imagen compleja de África, de los africanos y del hecho migratorio, una visión de las múltiples caras de un prisma, muchas de las cuales no se corresponden con los discursos más habituales.
Bastardo, Chipo, Sabediós, Sbho y Stina forman el grupo de amigos en Darling, la protagonista y narradora de la historia, todos ellos habitantes de un poblado de chabolas con un evocador nombre, Paraíso. A este grupo de infantes, a decir de la autora en una entrevista para el diario El País, les dio voz para entender el mundo desde otra perspectiva: “Los niños también son piezas de este puzzle que compone la vida, pero la viven a través del mundo que construyen los adultos”.
Agregó que tocar temas como la violencia, los abusos o el suicidio visto a través de los menores, es una forma de colocar a los adultos en un punto incómodo, en un punto distinto, para que reflexione sobre estos problemas, y se pregunte qué pueden hacer para que ya no sucedan.
“La generación actual vive en un país con una disfuncionalidad extrema. Aunque los detalles son diferentes, es la historia de mis sobrinos y sobrinas. Pero no hay que olvidar que hay muchas historias en el mismo país y también hay niños privilegiados que jamás han experimentado historias como las de Darling”.
Darling habla de sus amigos, de su madre, de sus vecinos, de sus juegos, de lo que le rodea. De vez en cuando, se va con su abuela a la capilla. Habla de la presencia de los chinos, que están trabajando y dirigiendo algunas obras en la ciudad. Con su ingenua pero experimentada mirada, Darling describe muchas experiencias difíciles, como las que vivió la propia NoViolet, pues ambas comparten la migración a otro país, el cruzar fronteras: “cuando Darling llega a EE UU, nuestras historias se vuelven más íntimas y se acercan más. Las dos hemos estado intentando encontrar nuestra voz, buscando nuestro lugar, sintiéndonos desplazadas. Pero Darling se ha quedado en un limbo en el que el hogar no es en realidad el hogar… También tenemos en común la voz: hablamos igual, sonamos igual y las dos somos tremendamente divertidas”.
En libro editado por Salamandra, Noviolet Bulawayo muestra luces y sombras de los dos estilos de vida: en África hay pobreza, pero están su madre, su familia, sus amigos, etc. En Estados Unidos no pasa hambre, pero vive con escasas expectativas, condenada a asimilar una cultura con la que no se identifica y que le provoca traumas.
“Darling es un excelente personaje que encarna estas ambigüedades y, sobre todo, la nostalgia que siente de haber perdido definitivamente su mundo y sus raíces”, señaló la galardonada por el Premio Caine para la Escritura Africana por su cuento Hitting Budapest, en la que narra las idas y venidas de una banda callejera de jóvenes en un slum de Zimbabwe, una historia más, dice Noviolet, “de esas que normalmente no se cuentan”.
NoViolet Bulawayo: "Me criaron mujeres y siempre estuve rodeada de historias"
La escritora ha acaparado la atención con su primera novela Necesitamos nombres nuevos, en la que en la voz de una niña cuenta la realidad de su país natal, Zimbabue
NoViolet Bulawayo. Foto: Krystal Griffiths
Finalista del Man Booker y ganadora del premio Caine de literatura africana por su primera novela, Necesitamos nombres nuevos, el escritor keniata Ngugi wa Thiong'o señalaba a NoViolet Bulawayo (Tsholotsho, Zimbabue, 1981), junto a Chimamanda Ngozie Adichie o Peter Minai, como una de las jóvenes escritoras africanas actuales con más talento. A Bulawayo, que actualmente vive en Estados Unidos, donde emigró para estudiar derecho y terminó escribiendo relatos, su afición por narrar cuentos, dice, le viene de Zimbabue. "Lo que a mí me conmueve son las historias de la gente en el momento en que se están viviendo y creo que este es el material que más utilizo" señala.
Gran admiradora de autores como Toni Morrison o Gabriel García Márquez, explica que ella está "intentando" reinventarse un poco para no fijarse "en grandes modelos". En este contexto, su novela Necesitamos nombres nuevos, una historia que ella define como una especie de canto a la humanidad, ha conseguido hacerse el hueco en un mercado ciertamente complicado para una escritora novel de origen africano. Algo que celebra como un regalo maravilloso e inesperado. En ella, a partir de la voz narrativa de Darling, una niña de 10 años, y sus amigos, la autora desgrana la realidad difícil y complicada de Zimbabue, donde el hambre, las convulsiones socio-políticas, la enfermedad o la inmigración forman parte de la vida y del juego. O, como dice uno de sus personajes, "¿no ves que esto no es un juego?".
Pregunta.- Titula su novela Necesitamos nombres nuevos y lo cierto es que los nombres de sus personajes (Darling, su protagonista, Bastardo, Sabediós, Nacidolibre o Perdón…) tienen también su importancia, ¿por qué?
Respuesta.- Los nombres llevan consigo historias y yo quería que se viera en el texto cómo se relacionan con el carácter además de celebrar una cultura de nombres muy coloridos. Vengo de un país en el que los nombres significan algo y quería que el libro fuese una celebración de esa parte de mi herencia.
P.- De hecho, el escritor Biyavanga Wainaina cuenta en Algún día escribiré sobre África que en su cultura era costumbre pensar que el nombre, de algún modo, determina en quién te acabas convirtiendo, ¿comparte esa opinión?
R.- No siempre. A veces sí. No puedo hablar de la experiencia de todo el mundo, pero sé que los nombres son importantes. Yo misma soy alguien que se cambió el nombre que le pusieron por otro que pensé que reflejaba mejor quién era yo y lo que me importaba. Mi nombre original no me hacía ser quién era pero encontré un nombre que sí que era especial para mí.
P.- Cuenta la historia de una niña que, como usted, crece en Zimbabue y se va a vivir a Estados Unidos, ¿su novela tiene algo de autobiográfico o es ficticia? ¿Qué parte es real?
R.- Creo que todo eso no importa. Lo que importa es que es una historia que suena a real porque mi personaje pasa por cosas que son reales y trata sobre gente que crece en un espacio distinto y difícil y después tiene que cruzar fronteras.
P.- Escribe con una voz distendida sobre el hambre, el sida, las agitaciones sociales de su país, incluso de la violencia... ¿Cómo eligió su voz narrativa?
R.- Creo que la voz vino con el personaje. Darling es joven y la manera en la que se expresa siempre va a ser directa, inocente, honesta, sin filtros y, a veces, también con humor. Como artista tenía que pensar cómo contar la historia de la mejor manera posible, una historia que era difícil y dolorosa y pensé que con esa voz de niña era una manera mucho más efectiva de comunicarla.
P.- En ella, escribe que no se puede ser el mismo una vez que has dejado atrás lo que eres. Usted también, de algún modo, tuvo que dejar esa parte atrás, ¿se busca ahora en la literatura?
R.- No activamente, pero me encuentro conmigo misma de vez en cuando y creo que las mejores historias son aquellas que nos permiten hacer eso. Al fin y al cabo son historias que tratan de la humanidad, de personas como tú y como yo, y es genial tener esos momentos. Esto era importante para mí, sobre todo cuando era una lectora joven, me enseñó que podía encontrarme a mí misma en cualquier parte no solo en mis propias historias sino en historias de otros países también. Por supuesto, también es importante no esperar que eso suceda todo el rato, porque la vida no trata de uno mismo, hay otra gente que tiene otras experiencias y sus historias son igual de importantes para que podamos entendernos a nosotros mismo y al resto del mundo.
P.- En una segunda parte de su novela, su protagonista se enfrenta además al sentimiento de desarraigo, ¿existe una especie de distancia insalvable entre los que se quedan y los que se van?
R.- Es una barrera incómoda, la verdad. Pero es una barrera que, especialmente en el mundo que vivimos hoy en día en el que existen muchos movimientos, donde la gente sale en búsqueda de otros espacios distintos, es más o menos normal. Tenemos que encontrar la manera de ver cómo equilibramos esa experiencia. Ya sea en nuestro lugar de origen o en otro, hay que buscar ese modo de conciliar los diferentes espacios porque hoy en día, especialmente con la gente joven que es ambiciosa o con la gente que se ve forzada a irse a otro sitio por una razón u otra, es inevitable. Lo que hay que encontrar es la forma de cómo podemos ayudarnos los unos a los otros independientemente de donde estemos.
P.- La inmigración es otro de los temas que aborda su novela, ¿qué opinión tiene de las políticas actuales con respecto a este asunto?
R.- Es un tiempo bastante complicado para los inmigrantes. El mundo va más hacia el miedo al migrante, al racismo y a la demonización y eso hace que la experiencia sea mucho más difícil. Tenemos que recordar que los migrantes no se van de casa por diversión sino que lo tienen que hacer por obligación así que esta deshumanización y esta negatividad que están sufriendo en la búsqueda por algo mejor es algo que tendríamos que pensar.
P.- ¿Qué papel tienen los escritores para derribar fronteras?
R.- No creo que sea responsabilidad de los escritores, creo que es la responsabilidad de todo el mundo. Cómo podemos hacer que el mundo sea más justo, cómo podemos hacer que nuestras fronteras sean más justas y cómo podemos ayudar a la gente de verdad, a la gente que necesita ayuda.
P.- Actualmente vive en Estados Unidos, pero ha visitado recientemente Zimbabue, ¿cómo vive su país? ¿Cuál es la situación ahora?
R.- Con frustración y con ira. Porque sobre todo quiero decir que nosotros nos merecemos algo mejor. Zimbabue se merece algo mejor. Sobre todo si nos centramos en la última década de Mugabe, en sus últimos años. Es como volver ahora mismo a la casilla de salida, en términos de disfuncionalidad, de crisis, es como volver a 2008, es muy decepcionante. Pero bueno, el hogar es el hogar y te juntas con la gente que está allí y te levantas e intentas ver cómo puedes seguir e intentar ayudar a que esto cambie.
P.- Precisamente, Necesitamos nombres nuevos está dedica Zimbabue "por el don de las historias", escribe, ¿es de ahí de donde surge su escritura?
R.- A mí me criaron mujeres y siempre estuve rodeada de historias. Historias que a lo mejor no tenían ningún sentido y con narrativas muy distintas. También tuve la influencia de mi padre y su amor por contar cuentos. Cuando crecí empecé a descubrir los libros y cuando crucé la frontera de los Estados Unidos descubrí muchos más títulos. Así que las historias siempre han estado en mi vida y creo que es natural que haya terminado, no estudiando derecho, que es a lo que fui, sino como escritora.
P.- ¿Y cómo es el panorama literario de su país de origen?
R.- La verdad es que estoy muy contenta y muy agradecida de venir de un lugar con una parte literaria tan importante. Hay que decir que nuestra literatura no solo es escrita, también es oral. En ese sentido estoy feliz de venir de un espacio tan rico. Pero mi dieta literaria viene de todas partes del mundo. No solo de Zimbabue. No soy solo una niña de Zimbabue cuando hablamos de lo que he estudiado, sino que soy una niña del mundo.
fuente: El Cultural
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