Chacel Arimón, Rosa. Valladolid, 3.VI.1898 – Madrid, 27.VII.1994. Novelista, poeta y ensayista.
Representante de la escuela orteguiana e integrante de la Generación del 27.
Hija de Francisco Chacel Barbero, empleado de ministerios, y de Rosa Cruz Arimón Pacheco, nacida en Caracas y sobrina-nieta de José Zorrilla; su abuelo paterno, Gervasio Chacel, era militar de carrera, de clase acomodada de Valladolid. Rodeada desde niña de personas adultas, Rosa Chacel vivió en un ambiente familiar con grandes aficiones literarias y artísticas. Las continuas visitas al cementerio con su madre —tras la muerte de su hermano Emilio— le permitieron descubrir en él “sus imágenes solemnes y sus olores acres”. Los asiduos paseos con su padre, componiendo versos que retuvo en su memoria, y las clases que recibía de su madre (maestra de profesión), ayudaron a la niña a aprender a leer a los tres años y a recibir en casa la enseñanza de otras materias. Del mismo modo, dejaron huella en ella las escenificaciones teatrales y las comedias musicales improvisadas por los padres, las lecturas sobre Las mil y una noches o los pequeños cuentos de Calleja.
En 1904 ingresó en el colegio de las carmelitas en Valladolid. En 1905, el viaje a Rodilana (Tierra de Campos) le ayudó a ponerse en contacto con la naturaleza, “el Pipaire la playa de un mar de sol”. De igual manera, la fascinación del cine descubierto en el “zotropo”, la asistencia al cinematógrafo del Salón Pradera en Valladolid, la atracción de dibujos modernistas que aparecían en Blanco y Negro y en La Ilustración Iberoamericana, junto a las clases de pintura que recibió en la Academia de Arte (1906-1907), donde contempló la estatua de Apolo —que la llevó al desarrollo de la escultura—, iban forjando en ella la semilla de toda una creatividad literaria, y dejó constancia de ello en su obra autobiográfica sobre los diez primeros años de su vida: Desde el amanecer. Leía a Victor Hugo, Walter Scot, Dumas. Robur, el Conquistador y El castillo de los Cárpatos, de Julio Verne, le servirían de inspiración a su libro de relatos Icada, Nevda, Diada.
En 1908 se trasladó a Madrid para instalarse en casa de su abuela materna, en el antiguo barrio de Maravillas; dicho microcosmos le sirvió de inspiración a su novela Barrio de Maravillas. Los paseos por los jardines de la Moncloa le permitieron contemplar el cisne negro del estanque mientras su tío Paco Arimón le hablaba de la desolación del rey Lear, de Shakespeare y Dostoievski, lo que produjo en ella una renovación intelectual junto a las experiencias inolvidables compartidas con su otro tío, el coronel Mariano Galbany, secuencias que dejaban un recuerdo grato en su memoria.
A los doce años se matriculó en la Escuela de Artes y Oficios (1910) y en la Escuela del Hogar y Profesional de la Mujer (1911), ubicada en los Altos del Hipódromo, donde continuó dando clases de dibujo con la prestigiosa pintora Fernanda Francés.
Tras el nacimiento de su hermana Blanca en 1914 —inicio de la Primera Guerra Mundial—, la inmersión de Rosa Chacel en la vida cultural española se produjo cuando ingresó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando (1915-1918), para estudiar escultura.
Esos años habían sido decisivos en su formación intelectual, incluso en el ámbito sentimental. Allí coincidió con el hombre que durante la Guerra Civil salvó los fondos del Museo del Prado, Timoteo Pérez Rubio, y que años después fue su marido. Pasado el tiempo, Rosa Chacel le dedicó su biografía: Timoteo Pérez Rubio y sus retratos del jardín. Recibió clases de Ramón del Valle-Inclán en la asignatura de Estética, del pintor Julio Romero de Torres y del antropólogo José Parada y Satín, cuya figura era evocada en Acrópolis.
Posteriormente visitó el Casón, el Museo, se hizo miembro del Ateneo (institución destacada por su actividad intelectual y por el florecimiento y renovación de ideas). Fue la tribuna del Ateneo la que le brindó la posibilidad de pronunciar en 1921 su primera conferencia, La mujer y sus posibilidades, destruida en la quema de fondos del Ateneo durante la guerra. Las lecturas de Nietzsche, Dostoievski, Schopenhauer, Kant, entre otros, le ayudaban a la formación de su pensamiento novelesco. Con el influjo de los ismos, Chacel se interesó por el ultraísmo. En 1922 frecuentó el café de la Granja del Henar —centro de tertulias entre jóvenes intelectuales de la época—, y la botillería de Pombo, aunado con las reuniones mantenidas en torno a Ramón Gómez de la Serna, Juan Ramón Jiménez y Ortega y Gasset.
Conoció a Paz González y a Concha de Albornoz, proveniente de la Institución Libre de Enseñanza, de donde floreció una gran amistad que duró toda su vida. Concha de Albornoz y Joaquín Valverde fueron los padrinos de su boda con Timoteo Pérez Rubio en la iglesia de la Concepción (Madrid) en 1922, y después en el bautizo de su hijo Carlos. El mismo año en que Mussolini subió al poder en Italia y Jacinto Benavente recibió el premio Nobel, Timoteo Pérez Rubio ganó las oposiciones a una beca de la Academia de España en Roma. Para que Rosa Chacel pudiera acompañarle se tenía que modificar el reglamento de la Academia por Real Orden y, para ello, el rey “don Alfonso XIII, firmó la ley que autorizaba nuestro matrimonio”.
Viajó con Timoteo Pérez Rubio a Roma, Nápoles, Salerno, Ravello, Castelnuevo di Porto, Amalfi, Murano, Florencia y Venecia. Residió en Cortina d’Ampezo (los Alpes), donde Timoteo había dejado constancia de este paisaje en su cuadro titulado Primavera en los Alpes. Cuando en 1923 se produce en España el golpe de Estado de Primo de Rivera y es desterrado Unamuno, Rosa Chacel visita Múnich, París, Londres, Normandía, Le Treport, Innsbruck.
En París entró en contacto con el surrealismo de André Bretón y, en Roma, con el futurismo. Aquí había escrito su primera novela, cuyo primer capítulo, “Estación, ida y vuelta” (comienzo de una novela), apareció publicado en la Revista de Occidente que, fundada por Ortega y Gasset, acogió a escritores que unificaban sus esfuerzos publicando nuevas formas de creatividad literaria y científica.
Tres períodos comprenden su producción literaria: los escritos narrativos y poéticos realizados antes del exilio; la producción literaria efectuada durante el destierro; el período que acogió una intensa actividad literaria, que coincidió con el regreso definitivo a España y se prolongó hasta su muerte.
Con Estación. Ida y vuelta, Chacel se consagró dentro de las técnicas de la nueva novela. La Deshumanización del arte (1925) e Ideas sobre la novela (1914), de Ortega y Gasset, constituían un núcleo esencial en su narrativa, ya que asimilaba profundamente las teorías orteguianas que en la “famosa década” estaban en pleno auge. Del mismo modo, influían en ella las teorías de Sigmund Freud y de Jung, la lectura de Ulises, de Joyce, y En busca del tiempo perdido, de Proust, que significaron una renovación dentro de la literatura del momento.
Cuando regresó a España en 1927, conoció a Ortega, por el que sintió una profunda admiración filosófica y, por encargo de éste, escribió Teresa (novela de amor), donde expone las vivencias tumultuosas de Teresa Mancha (amante de Espronceda), para incluirla en Vidas extraordinarias del siglo xix. Colaboró con Revista de Occidente, Meseta, Caballo Verde para la poesía y La Gaceta Literaria. Fijó su residencia en Madrid (1929) y veraneó en San Román de Cándamo (Asturias), en casa de Concha de Albornoz.
Su adhesión a la Segunda República (1931) por afinidades intelectuales fue inminente. En 1933 viajó a Berlín, justo en el momento en que Alemania estaba bajo la incertidumbre de la agitación nazi. En la misma pensión donde residía conoció a Rafael Alberti y a María Teresa León. Rosa Chacel les dedicó dos poemas en su libro A la orilla de un pozo, escrito dentro de las técnicas vanguardistas y publicado por Manuel Altolaguirre. La experiencia berlinesa la transcribió después en La sinrazón y dejó constancia de ello en el Cuaderno de sueños que destruyó treinta años después.
En 1936 se producía el acontecimiento político de la Guerra Civil. El general Franco proclamaba el levantamiento frente al régimen republicano.
Chacel formó parte junto a otros escritores (Lorca, Cernuda, Alberti, Altolaguirre) del Manifiesto antifranquista ante la detención de Miguel Hernández, y del Manifiesto Fundacional de la Alianza de Intelectuales Antifascistas contra el régimen militar. Partidaria de la República, trabajaba como enfermera en la Cruz Roja de Madrid, mientras Timoteo (nombrado presidente de la Junta de Defensa del Tesoro Artístico Nacional) ponía a salvo las obras artísticas del Museo del Prado.
Ante el bombardeo que sufría la población civil en Madrid, Rosa Chacel, con su hijo Carlos y Trudis —la mujer de Máximo José Kant—, emprendía el éxodo hacia Barcelona, Valencia (donde Rosa colaboró junto a Juan Gil-Albert y Ramón Gaya en los seis primeros números de la revista Hora de España), y París. Kant —ministro de España en Atenas, nombrado por la República— le había enviado dos pasajes para Grecia: uno para Rosa y otro para Concha de Albornoz. Todas las secuencias de su estancia en Grecia quedaban reflejadas en el libro de poemas Versos prohibidos.
Conocido el desenlace de la Guerra Civil en marzo de 1939, viajó a El Cairo, Marsella, Ginebra (donde esperaba Timoteo) y Ascona —lugar donde estudiaba su hijo Carlos—, hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Todos ellos decidieron ir a Brasil y, desde allí, a Argentina. Mientras tanto, Chacel seguía escribiendo y envió el primer capítulo de su novela Memorias de Leticia Valle a la revista Sur (Buenos Aires), dirigida por Victoria Ocampo. De nuevo en París, se producía el encuentro con antiguos amigos: Luis Cernuda, Concha de Albornoz, Máximo y Trudis, Ángel Rosenblat, Kazantzaki y Eleni, Mariquiña y Jaime del Valle-Inclán, Manolo Reinoso y Germaine.
Fue en el Flore y en Les Deux Magots, donde Chacel y Timoteo se habían
entrevistado con Picasso —que había sido nombrado director del Museo del Prado en 1937—, y con Christian Zervos. Más tarde se trasladaron a Burdeos y allí Chacel empezó a escribir su diario: un “Cuaderno Negro”, regalo de Máximo.
“Burdeos, jueves, 18 de abril de 1940”. “Mi adiós a París ha sido el primer adiós de mi vida: probablemente porque es mi primer adiós a la vida”.
En 1940, Rosa Chacel fijó su residencia en Río de Janeiro. Conoció a Gabriela Mistral, pues los hijos de ambas asistían al Liceo Francés en Buenos Aires y esa coincidencia les permitió entablar una relación amistosa y duradera. En 1941 publicó Teresa y figuró en varias revistas de Buenos Aires y Montevideo. Escribía en el periódico La Nación; colaboró con la revista Sur, Los Anales de Buenos Aires y Realidad. Había traducido a N. Kazantzaki, R. Poggioli, S. Mallarmé, Albert Camus, sor Juana Inés de la Cruz, C. Fry, Walmir Ayala y Las Tragedias de Racine (seleccionadas en 1985 para el Premio Nacional de Traducción). Publicó Memorias de Leticia Valle influida por la lectura de Edgar Allan Poe (en la traducción de Baudelaire) y Sobre el piélago. En 1952, la Sociedad Argentina de Escritores la premió con la Faja de Honor, y en 1958 publicó el ensayo Poesía de la circunstancia. Cómo y por qué de la novela.
A instancias de Concha de Albornoz y con la ayuda ofrecida por el primo de ésta, Severo Ochoa (Premio Nobel) solicitó en 1959 una beca de creación a la John Simon Guggenheim Memorial Foundation de Nueva York. La beca le fue concedida y así pudo acabar su libro de ensayos Saturnal. Diez años tardó en escribir La sinrazón. Publicó Ofrenda a una virgen loca y el filósofo Julián Marías difundió en 1962 el nombre de Rosa Chacel dentro del entorno intelectual español. En París se entrevistó con hispanistas relevantes: Brotherson, Claude Couffon, Marcel Bataillon, Aubrun. De nuevo en Brasil hasta 1970, redactó La confesión (ensayo que investigaba en san Agustín, Kierkegaard, Rousseau y en la confesión de Cervantes, Galdós y Unamuno). En 1974, la Fundación March le concedió una beca de creación y finalizó Barrio de Maravillas. Acabado su exilio —con la muerte del general Franco en 1975—, su incesante actividad literaria y sus colaboraciones en revistas y periódicos quedaron reunidas en Rebañaduras y Los títulos. Viajó a Río de Janeiro, Francia, Roma y París. El 2 de abril de 1976, en la librería Cal y Canto, Juan Pedro Quiñonero presentó su novela Barrio de Maravillas. Al día siguiente, la Agrupación Nacional de Libreros de España falló en Sitges la concesión del Premio de la Crítica a la misma novela. En 1977 su actividad literaria quedó interrumpida por la muerte de su esposo, Timoteo Pérez Rubio. Un año más tarde La Encina le concedió el “Trofeo Librato Fuentes 1978”, y publicó Versos prohibidos. Había sido presentada, en ese mismo año, por Luis Rosales, Antonio Tovar y Julián Marías como candidata para ingresar en la Real Academia Española, sin conseguirlo. Carmen Conde fue la elegida.
Bajo la dirección de Miguel Rivas, en 1979, el cine se hizo eco de la novela Memorias de Leticia Valle, cuyo guión había sido preparado por la autora en colaboración con Alberto Porlan; incluso la misma Rosa Chacel apareció en la película caracterizada de marquesa. En Barcelona, Carlos Barral presentaba en 1981 Novelas antes de tiempo y, en 1982, firmó Chacel con otros intelectuales y artistas, el Manifiesto a la candidatura del Petit dels socialistas de Catalunya.
El Centro de Estudios y Defensa de los Derechos del Hombre realizaba un coloquio en torno a Rosa Chacel.
Fueron Francisco Ayala, Luis Antonio de Villena y Guillermo Carnero quienes hicieron la presentación en Madrid de los diarios Alcancía. Ida (1940-1966) y Alcancía. Vuelta (1967-1981). En 1984, Jaime Gil de Biedma presentaba en el Club Internacional de Prensa Acrópolis —segundo libro de la trilogía Escuela de Platón—, que en 1985 quedó como finalista al Premio Nacional de Literatura que otorgaba el Ministerio de Cultura. Candidata al Premio Príncipe de Asturias de las Letras en su quinta edición, participó en la novena sesión del seminario “Ortega y la introducción cultural de España en el Siglo xx”, en el que, junto con María Zambrano y Margarita Pedroso, disertó sobre “La mujer y la Revista de Occidente”. En 1987, el Ministerio de Cultura concedió a Rosa Chacel el Premio Nacional de las Letras Españolas.
Después de concederle una renta vitalicia a cambio de entregar al Centro de Estudios Jorge Guillén los fondos documentales de su vida y obra, fue nombrada hija predilecta de Valladolid.
En la Residencia de Estudiantes, Pere Gimferrer presentó Ciencias Naturales —última novela de la trilogía Escuela de Platón—. Se inauguró el monumento a Rosa Chacel situado en el Campo Grande de Valladolid.
Fue investida doctora honoris causa en Filología española por la Universidad de la misma ciudad.
Publicó La lectura es secreto y aparecieron los dos primeros tomos de su Obra Completa: La sinrazón y Ensayos y Poesía. Ofreció en Málaga un recital literario organizado por el Centro Cultural Generación del 27. En 1991 le fue otorgado el Premio de Castilla y León de las Letras 1990. En 1992, Televisión Española dedicaba el primer capítulo de la serie Mujeres a la figura biográfica de Rosa Chacel. En ese mismo año reunió el conjunto de su obra poética en el libro Poesía (1931-1991), pero —a pesar de sus incursiones poéticas—, apenas era incluida en el grupo poético de la llamada Generación del 27. Sin embargo, en Rosa Chacel se hallaba la más alta prosa del 27, una prosa de estilo riguroso y clásico que indagó en lo más subjetivo del ser humano y puso en práctica, junto a Francisco Ayala y Benjamín Jarnés, la renovación de la prosa española del 27. En 1993 se celebró en Logroño un congreso en homenaje a Rosa Chacel. La disertación dada por la autora, bajo el título “Presencias”, constituyó un verdadero testimonio de evocación y creación literaria. En ese mismo año se publicaban los volúmenes III y IV de su Obra Completa.
Convaleciente en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid, recibió la visita de los reyes de España, que le entregaron la Medalla de Oro de Bellas Artes. La Universidad de Lille la nombraba en ese mismo día doctora honoris causa. Quedaba en proyecto un ensayo que había dedicado a la mujer y que llevaba el título Cuidado con la libertad, pues según la propia autora, “la revolución de las mujeres ha sido la única revolución triunfadora de este siglo”.
En 1998 salieron a la luz sus diarios póstumos: Alcancía. Estación termini. En ese mismo año, la Fundación Jorge Guillén celebró en Valladolid un congreso internacional para conmemorar el centenario de su nacimiento bajo el título “Rosa Chacel. Una mujer del siglo xxi. 1898-1998”, al que asistieron estudiosos y amigos de la escritora para reivindicar la razón de su memoria. En 1999 se celebró en Algodonales (Cádiz), un homenaje póstumo, al que se adhirieron S.
M. la Reina y diversas personalidades del mundo político e intelectual; fundaciones e instituciones culturales asistían o se adherían al acto. Carlos Pérez Chacel (su hijo) descubrió el busto de la escritora erigido en su memoria en la plaza que lleva su nombre.
Fuente: Real Academia de la Historia
Letras Las 25 mejores novelas de mujeres
'Barrio de Maravillas', la novela ambientada en la actual Malasaña
Con un tono intimista y autobiográfico, Rosa Chacel retrataba la vida de dos niñas en una casa que perteneció a su abuela materna
7 marzo, 2022 08:49Publicada en plena transición, en 1976, por la vallisoletana Rosa Chacel, Barrio de Maravillas es la primera novela de una trilogía que tiene como título genérico Escuela de Platón, completada años después con los volúmenes Acrópolis (1984) y Ciencias naturales (1988).
La obra, de marcado carácter autobiográfico, retrata la vida en el Barrio de Maravillas de Madrid, que en la actualidad ha cambiado ese nombre por el de Malasaña. En una casa que perteneció a su abuela materna, y que luce en su fachada una placa conmemorativa, discurrió el devenir vital de Chacel entre 1908 y 1911, un tiempo clave en el que pasó de la infancia a la primera adolescencia.
Barrio de Maravillas cuenta la historia de dos niñas –Isabel y Elena– vista a través de sus ojos y contada desde diversas subjetividades. Se trata de una obra intimista en la que apenas hay intriga, razón por la que se la ha relacionado con el nouveau roman francés, entonces en boga, de un texto que retrata muy bien el trasfondo social y político del Madrid de la época.
Lo hace desde una óptica femenina porque muchos de sus personajes son mujeres cuyo desarrollo vital no ha sido fácil. La autora terminó la escritura de la obra gracias a una beca que le otorgó la Fundación Juan March tras una estancia en Nueva York y con ella consiguió el Premio de la Crítica correspondiente al año de su publicación.
Fuente: El Cultural
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