El poeta y escritor Héctor Castrillejo publica Dioses, ruinas, semillas y canciones
El libro recoge la producción poética de los últimos 10 años de Héctor Castrillejo, con poemas, versos de canciones, rapsodias, micropoemas y greguerias
El grupo El Naán prepara su cuarto disco, que saldrá después del verano, coincidiendo con la gira de conciertos para presentar los nuevos temas
El poeta y escritor Héctor Castrillejo, componente de la formación musical El Naán, acaba de publicar el poemario ‘Dioses, ruinas, semillas y canciones’, un libro que recoge su producción poética de la última década, con poemas, letras de canciones, brindis que son versos al sol, rapsodias de la Tribu Zíngara y micropoemas y greguerías. Se trata, sin duda, de una obra clave para entender la poesía rural contemporánea.
El autor explora los temas y las formas de la tradición oral más ancestral para llevarlo a un lenguaje contemporáneo, un camino ya recorrido en la creación de las canciones del grupo El Naán. Muchos de los poemas de la obra forman parte de esas canciones, a los que se suman las nuevas composiciones.
‘Dioses, ruinas, semillas y canciones’, editado por ‘Punto Rojo Libros’, nace, según explica su autor, “en un pajar de barro que contiene un hogar en su interior y que resiste estupefacto, en el centro de un mundo que desaparece”. Héctor Castrillejo vive en ese pajar reconstruido entre ruinas de adobe, en Tabanera de Cerrato (Palencia), un pueblo de 60 habitantes que llegó a tener casi 800 habitantes, hace algunas décadas, donde también nació la canción ‘Cuando el ruido regrese’, que se estrenó con un videoclip en pleno confinamiento.
Este libro se puede adquirir en diversas librerías y puntos de venta o se puede conseguir previa petición al correo poemaenruinas@gmail.com (14 euros más gastos de envío).
“Desde esta privilegiada atalaya del vaciamiento, solo podía germinar esta poesía que aspira a recoger la belleza que se desprende a borbotones de la desolación. Un pequeño universo donde los enseres que brotan de entre las ruinas nos hablan de los seres que lo poblaron. Un mundo lejano y aparentemente extraño que en realidad es el nuestro, el de nuestros pueblos, el de nuestros abuelos, el de nuestra infancia”, así explica el autor el nacimiento de esta obra. “versos que germinaron al calor de la lumbre y bajo el colosal cielo de los páramos, que nos hablan del derrumbe físico y emocional de un mundo rural que desaparece llevándose consigo una vasta sabiduría que nos conecta con la tierra, con los ciclos, con los oficios y con la belleza”.
Héctor Castrillejo San Millán nació en Zumárraga (1974) y además de su conocida faceta como miembro y fundador de El Naán, imparte cursos y conferencias de Arqueología Experimental y Prehistoria y es creador de la Universidad Rural Paulo Freire del Cerrato.
El libro está fragmentado en varios “libros” interiores: ‘Poemas del Derrumbe’, que son palabras y versos que han “fermentado entre las ruinas”; Canciones, los poemas que conforman las canciones de los discos “La Danza de las Semillas” (2017), “Código de Barros” (2013) y “De babel a Ítaca” (2009) editados por El Naán; Brindis, versos creados para ser lanzados al aire, oraciones, plegarias o ruegos para celebrar, honrar, bendecir o pedir protección al vino en todas sus formas y deidades conocidas y desconocidas; Rapsodias de la Tribu Zíngara, poemas creados para ser declamados a viva voz en diversos espectáculos y ritos, tanto en conciertos de El Naán como en las representaciones, los viajes y los rituales de la Kabaila Zingary y en pregones para fiestas y eventos, y Micropoemas y greguerías, chispas, guiños fugaces de poesía, a veces ocurrente y humorística y a veces simple pero esencial.
Como expone el autor en su presentación, este libro está dedicado a “un mundo ajeno que en realidad habita en nuestra sangre y en nuestros sueños. Un mundo perdido al que pertenecemos y que contiene también arcadias campesinas, sabidurías secretas, hogueras y cánticos en la noche, oficios asombrosos y susurros antiguos. Un mundo en el que las semillas atrapadas en las grietas comienzan a palpitar con la promesa de que entre las ruinas está fermentando un mundo nuevo”.
El autor está inmerso en la presentación de este en diversos encuentros literarios, que compagina con las actuaciones del espectáculo poético-musical “La desaparición de las luciérnagas” que ofrece El Naán, en versión dúo, donde los poemas de ‘Dioses, ruinas, semillas y canciones’ se funden con canciones y melodías propias y tradicionales interpretadas por Héctor Castrillejo, junto al músico Carlos Herrero.
El grupo palentino El Naán es un proyecto musical y poético, que explora la raíz étnica de la tradición Ibérica y Castellana. En la actualidad el grupo castellano prepara un nuevo trabajo discográfico, inspirado en el concepto de la ‘rosa de los vientos’ y que cómo explica Héctor Castrillejo, será un paseo por los “caminos invisibles que nos unen, un mapa imaginado de los cuatro vientos, las mareas, o los humildes senderos de tierra, con parada en las músicas de raíz de la América indígena y campesina.
Este nuevo trabajo, que será el cuarto disco, saldrá después del verano, casi al mismo tiempo que se iniciará la Gira de actuaciones para presentar los nuevos temas, si el confinamiento lo permite.
El Naán al completo está formado por César Díez (bajo eléctrico), María Alba (segunda voz, percusiones y pandero), Adal Pumarabín (percusiones), Javier Mediavilla (guitarra eléctrica), Carlos Herrero (voz principal, buzuqui, tres), Héctor Castrillejo (poesía, videoarte y rapsoda) y César Tejero (saxo).
El septeto ha llevado su directo a festivales de Irlanda, Polonia, Hungría, Portugal y en Inglaterra, donde actuaron en directo en la BBC. Su segundo disco, ‘Código de Barros’ fue distribuido por el sello Inglés ARCMusic, una de las principales referencias mundiales en la World Music y el Folk, desde 1976. El último disco ‘La Danza de las Semillas’ fue el Mejor Disco Europeo 2018, por la Trasnglobal World Music Chart, y llegó al puesto número 4 del TOP 100 Mundial.
Fuente: Canción a quemarropa
Entrevista a Héctor Castrillejo: “Lo no urbano ya estaba germinando antes de la pandemia”
Autor del poemario "Dioses, ruinas, semillas y canciones"
Héctor Castrillejo (Foto: cedida por el autor) |
Durante el último siglo el mundo rural ha sobrevivido entre las grietas de la cultura urbana, estigmatizado y ridiculizado como un arte bruto en el sentido más puro del término artístico acuñado en los cuarenta. Formas de expresión artística desvinculadas de las modas y de la academia, han sobrevivido en los márgenes de la sociedad del espectáculo. Una nueva generación de poetas, músicos y artistas plásticos han vuelto su mirada a las fuentes milenarias para beber de la tradición oral y del saber que durante milenios había inspirado al ser humano.
La poesía de Héctor Castrillejo, habitante de Tabanera del Cerrato (Palencia) y fundador de El Naán, grupo de referencia de la música folk contemporánea, llega al papel después de haber sido compartida, depurada y cantada colectivamente. Una poesía que es semilla y que contiene los ritmos puros castellanos, ibéricos y antiguos. Ritmos poéticos ancestrales que se convierten en el esqueleto capaz de soportar los naufragios y soledades contemporáneas. Una poesía que habita en el mundo rural y en los saberes tradicionales convertidos en semilla de vanguardia y de creación contemporánea.
¿Poesía nacida para ser declamada que ahora se convierte en papel?
Llevo muchos años haciendo poesía, pero sobre todo para espectáculos. Vengo del mundo del teatro y la música. En los espectáculos y los conciertos del Naán siempre recito poesía, pero nunca había publicado. Nunca había sentido la necesidad, pero creo que ahora era un momento bueno, así que he juntado ahí muchas cosas: canciones, poemas, brindis… La historia comenzó en un espectáculo que hemos creado Carlos Herrero, compositor y cantante del Naán, y yo, que se llama “La desaparición de las luciérnagas”. Son temas de El Naán llevados a su mínima expresión, a lo más puro, solo un ravel o con unas cántaras, unas vasijas, o con unas tejoletas, tocado con unas piedras, con objetos de cocina… mezclados con poemas míos. Nos está encantando el concepto y cómo funciona y parece que también le está gustando mucho porque siempre cuando acabamos viene mucha gente y pregunta dónde están estos poemas… y no estaban en ningún sitio.
Un poemario poblado por dioses antiguos, ¿dioses que ya murieron?
La palabra dioses para mí es la metáfora de las metáforas. Es el demiurgo: lo que genera cosas. Yo soy un enamorado de la Prehistoria. Me dedico también a la arqueología experimental, a la prehistoria, y a todas las referencias a las deidades antiguas, las más ancestrales, es lo que me conecta con la poesía de manera automática y profunda. Entonces, las deidades antiguas son muchas cosas, pero acaban todas en la naturaleza misma. Son el rayo, los árboles, los ríos… Todo ese mundo de los dioses antiguos paganos son metáfora de muchas otras cosas. Ese hilo me encanta recorrerlo. Por ejemplo, en el libro hay muchos brindis, que son oraciones antiguas, más antiguas que la mayoría de las religiones. Antes de que hubiera religiones monoteístas ya orábamos alzando un cuenco para estos dioses del vino.
Las ciudades se hicieron con la supremacía de la cultura contemporánea. Es difícil seguir el rastro de la poesía rural…
La poesía, como la música popular, rural, no ha estado en las academias, y tiene mucho que ver con la tradición oral, y por eso es verdad que está poco puesta en valor y poco recogida. Yo en este libro pretendo, por lo menos, beber de la tradición oral, que da unos contenidos, unos resultados y unas formas que no tienen nada que ver con lo académico. Los brindis, por ejemplo, son una tradición oral clarísima.
Yo tengo necesidad de esa poética. En los últimos 20 o 30 años lo urbano ha tenido tanta fuerza que todo tenía que pasar por ahí en muchos aspectos. En el literario y en el poético también. Entonces parecía que la poesía, la música y la pintura tenían que ser urbanas. De alguna manera se ha ido arrinconando al mundo rural, que en España tiene un cliché de algo zafio, a superar, aburrido. Lo que era guay era lo urbano y la poesía ha ido por ese mismo tobogán. Claramente ya estaba empezando a cambiar eso. Lo “no urbano”, por no decir lo rural, que parece estar relacionado con los oficios de la tierra y no necesariamente tiene que ser todo eso ni tampoco paisajismo, pueden ser muchas cosas. Lo no urbano ya estaba brotando, ya estaba germinando cuando ha llegado la pandemia y creo que lo va a acelerar bastante, porque creo que nuestra concepción de lo urbano y lo rural se va a ver modificada bastante a nivel colectivo.
La poesía de Héctor Castrillejo tiene sabor a nuevo pero destila también la palabra masticada, lenta...
La intención es recoger la tradición, pero no para ponerla en una vitrina como algo intocable, en un museo, donde se muere. La tradición lo es cuando está viva. Cuando rompe lo anterior, pero conservando la raíz, el ADN. Entonces, con la música, en el Naán hacemos eso. Intentar recoger ritmos, melodías o instrumentos, para hacer una composición contemporánea. Yo con las letras y la poesía intento hacer lo mismo. No es nada nuevo, Machado lo hacía. Lorca también, de manera evidentísima, siendo él mismo etnógrafo, recogiendo poemas y melodías de la tradición oral con La Barraca, yendo por los pueblos y convirtiéndolo en la vanguardia absoluta de su época. A mí eso es lo que me hace vibrar.
Todos esos mundos cuando se mezclan, cuando fermentan, sale algo parecido a lo que me sale a mi. Tampoco tengo un sistema muy claro de construcción, sino que es muy impulsivo e intuitivo. Lo popular tiene sus ritmos. Por ejemplo, el Naán, tiene a veces, como representación más pura, los ritmos castellanos, ibéricos, antiguos. Sobre ese ritmo, que es como un “esqueleto”, se coloca la carne que tú quieras poner. El ritmo antiguo, ese esqueleto, soporta cualquier contenido contemporáneo. Al revés igual era más complicado.
La despoblación es la ruina de una cultura...
Toda la ruina que hay en este pueblo y en otros tantos tiene que ver con la despoblación. Somos tierra de emigrantes, no deberíamos olvidarlo. La migración tiene que ver con dónde están los recursos y dónde se ponen. Observar las migraciones a nivel global y ver cómo la gente que está viniendo a España o al resto de países ricos están viviendo lo que vivimos nosotros cien años atrás. Amigos saharauis, de Senegal o de Mauritania que nos han visitado en nuestro pueblo de Palencia ven como en su país ha empezado a pasar lo que pasó aquí. En sus pueblos construidos también en adobe, ha empezado hace no mucho el vaciamiento, por eso se sorprendían al observar qué sucede con las ruinas de adobe cuando se deshacen.
Nuestros abuelos y abuelas se fueron a Cuba, Argentina y Venezuela. Nuestros padres se fueron a Alemania. Nuestros hijos y nosotros nos estamos yendo a Londres. Realmente, las ruinas tienen que ver con eso: con el reparto de la riqueza y la inmigración. Conectar eso es muy poderoso para la mirada de aquí, porque es algo que no te da tiempo a ver desde dentro.
En muy pocos años hemos perdido una cultura milenaria, como si se nos hubiera deshecho entre las manos. En tu música y en tu poesía hablas con frecuencia de lo irrecuperable, de una cultura que ya es pasado.
La cultura tradicional, la campesina, es un continuo desde el Neolítico. Hace 10000 años que estamos aprendiendo, mejorando fórmulas, generación tras generación, para llegar a sitios muy interesantes. Estamos a punto de perder una cantidad de conocimiento y sabiduría incalculable que va a ser imposible recuperar, porque hemos tardado 10000 años en juntarla. Yo creo que el futuro pasa por dejar de perder toda esa sabiduría que se va a borbotones y recuperar lo que se ha perdido.
El tema del coronavirus nos ha puesto en nuestro sitio. Nos hemos creído invencibles, con una soberbia tremenda. Creíamos que no necesitábamos conocer nada de lo que es más importante: los ciclos, la naturaleza, y sin eso estamos perdidos. Si vienen malos tiempos, todo ese conocimiento es lo que nos podría salvar. En los pueblos se ha vivido de modo menos estresante el confinamiento, porque hay un conocimiento que tiene que ver con los ciclos, con el tiempo, que hace que no tengas una presión tan enorme con el concepto de la dependencia. El mundo tecnológico nos hace ir muy rápido, así que no vemos aquello que va despacio, y sobre todo nos hace dependientes.
Hemos cambiado el saber de todo: recolectar alimentos, construir nuestra casa, criar a nuestros hijos (como nuestros abuelos), todo lo que era necesario para estar bien, por ganar dinero y que nos lo hagan. Cuando vienen malas rachas, la gente que tiene un poco de ese conocimiento no tiene tanto miedo.
¿Qué podemos encontrar del próximo disco de El Naán en las páginas de Dioses, ruinas, semillas y canciones?
No sé si habrá mucho o todo. Los poemas son semillas. Están todos los poemas y las canciones de los discos anteriores de El Naán, aunque no están todas las letras tal cual, porque al hacer la canción se han ido cambiando trozos, modificándose, pero aquí están tal y como fueron concebidas en el origen. En principio no hay ningún poema nuevo, ni siquiera el poema del último tema que hemos hecho, “Cuando el ruido regrese”, está ahí. Pero como semilla hay muchas cosas que en algún momento usaré. Es mi almacén de metáforas.
¿Nos está sirviendo la pandemia para mejorar como humanos?
Siempre estábamos diciendo que lo importante no nos dejaba hacer lo urgente; que no había tiempo para nada, que pararan el mundo un momento y se ha parado y no lo hemos sabido aprovechar, pues tenemos mal remedio. Entonces no lo sé, yo creo que sí que en este estado de ansiedad en el que vive el mundo occidental sobre todo, los países ricos, esa velocidad, hace que a mucha gente le entre el pánico, el horror vacui, el pánico al silencio, el pánico a que las cosas vayan despacio, pero yo creo que a mucha gente nos ha servido también para lo contrario: para parar más aún y volver a cerciorarnos de lo que de verdad es importante: lo esencial y lo superfluo.
En el medio rural se ha vivido de una manera absolutamente diferente a las ciudades. Realmente, más allá de ideologías, de formas de concebir el mundo, ya solo el hecho de estar en el medio rural y cerca de la naturaleza hace que lo asimiles de otra manera. Yo he visto aquí a la gente en el pueblo con mucha tranquilidad, aquí vivimos en estado de alarma desde hace muchas décadas. Yo cuando me asomo por la ventana aquí, en medio del barrio de abajo de Tabanera de Cerrato, que es una zona de casas de adobe, que se van deshaciendo, veía la misma gente más o menos en el estado de alarma que antes.
fuente: Todo literatura
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