El día 14 de junio, durante nuestro encuentro con el escritor Jesús Sánchez Adalid, realizamos una pequeña dinámica. Este es el resultado:
Los libros por cierto, nos hicieron llegar al cine, o viceversa, nunca se sabe. Y también disfrutamos en pantalla grande de películas con las que jamás, jamás volveremos a pasar hambre, lo juro.
Porque leer es un proceso, es un camino que descubrimos, que abandonamos, que retomamos, que reinventamos, recuperamos y cualquier re que haga falta, en nuestro proceso como seres humanos, como personas lectoras a lo largo de las distintas etapas de la vida: la infancia, la juventud, la maternidad en algunos casos, la madurez... Hay libros que nos han redescubierto nuestro yo de hace tantos años, otros que nos identifican como madres y padres, como amantes, como luchadores... incluso, como profesionales, que para eso hay aquí tantos y tantas bibliotecarias. Libros que nos identifican como personas, y que siempre, siempre nos hacen sentir...
... curiosidad,
nos hacen descubir
viajar (y barato)
compartir
disfrutar
aprender
abrirla mente...
... vivir. Porque eso es la lectura, vivir.
Nuestro proceso como personas lectoras comienza ya desde la infancia, desde el colegio donde ese profesor o profesora nos hizo descubrir los libros como algo más que un rollo de páginas y páginas llenas de palabras sin sentido. como algo que suponía una experiencia con la que soñar.
También la familia ha influido en este camino lector: nuestros padres y madres al regalarnos libros desde los primeros años; nuestras amistades, que nos han ido introduciendo ese gustillo por conocer otros mundos, por disfrutar de esa actividad que a ellas les envolvía; y más adelante, también nuestra pareja, porque compartir la vida es maravilloso, y compartir las lecturas, también.
Los gustos son muy importantes en esto del leer (como en todas las cosas claro), y por tanto, nuestras referencias, esos libros que nos han impactado, esos autores y autoras, son bien variopintos.
Algunas personas se acuerdan de los clásicos, de molinos y gigantes o de pícaros cercanos al rio Tormes; otras se maravillan con un realismo mágico en el que Pedro Páramo se pierde en ciudades fantasmales: o se sumergen en letras vallisoletanas y disfrutan de sus herejes, caminos, hojas rojas y horas con Mario. Por supuesto, hay quienes sufren con mujeres rompedoras como Madame Bobary, quienes se quedan con los nobeles, como es el caso de Vargas Llosa y sus ciudades llenas de perros; o quienes se dejan acompañar de ese grande de sonrisa etrusca y amante de viejas sirenas, que se despidió hace unos meses.
No podían faltar aquellas locas personas que aman la poesía y se emocionan al imaginar los bellos campos de Castilla, las imágenes de Rosalía de Castro, o el sentimiento de ese burro llamado Platero.
Asterix, Tintín, Azucena... tenían que aparecer por algún sitio ¡no quedaba otra! ya sea por lo que hemos disfrutado con ellos en primera persona, o porque esos habitantes pequeñitos que teníamos en casa, nos los hicieron descubrir. La historia interminable, Momo, Celia... nos hacen volver aún hoy a una adolescencia llena de vacilaciones, a una nada que nunca vence, y a unos hombres de gris que a pesar de todo, jamás nos quitarán las ganas de soñar.
Pero esperad... también nos gustan los libros recientes, que no solo de los clásiscos se alimentan los y las lectoras, y seguimos soñando e inquietándonos son Suskind y sus perfumnes, con asesinos nórdicos, con niños que no queremos que lleven jamás pijama... y cómo no, con novelas históricas de, por ejemplo, Sánchez Adlid, porque si no... ¿aquí que estamos haciendo?
Los libros por cierto, nos hicieron llegar al cine, o viceversa, nunca se sabe. Y también disfrutamos en pantalla grande de películas con las que jamás, jamás volveremos a pasar hambre, lo juro.
Porque leer es un proceso, es un camino que descubrimos, que abandonamos, que retomamos, que reinventamos, recuperamos y cualquier re que haga falta, en nuestro proceso como seres humanos, como personas lectoras a lo largo de las distintas etapas de la vida: la infancia, la juventud, la maternidad en algunos casos, la madurez... Hay libros que nos han redescubierto nuestro yo de hace tantos años, otros que nos identifican como madres y padres, como amantes, como luchadores... incluso, como profesionales, que para eso hay aquí tantos y tantas bibliotecarias. Libros que nos identifican como personas, y que siempre, siempre nos hacen sentir...
... curiosidad,
nos hacen descubir
viajar (y barato)
compartir
disfrutar
aprender
abrirla mente...
... vivir. Porque eso es la lectura, vivir.