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jueves, 14 de diciembre de 2023

Virgina Woolf - Orlando

 

Virginia Woolf, una escritora atormentada

La autora británica se ha convertido en un mito de la literatura y del feminismo. Pero la vida de Virginia Woolf estuvo marcada por la inestabilidad emocional y por varios intentos de suicidio. Al final, la autora acabó con su sufrimiento en 1941, tras arrojarse a las aguas del río Ouse.

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Virgina Woolf padeció un trastorno bipolar con fases depresivas severas
Foto: CordonPress

Considerada como una de las escritoras referentes del modernismo vanguardista del siglo XX y del movimiento feminista, a Virginia Woolf, nacida en Londres como Adeline Virginia Stephen el 25 de enero de 1882, le tocó vivir en un mundo de hombres. En una de sus obras, Una habitación propia, la autora llegó a preguntarse: "¿Qué necesitan las mujeres para escribir buenas novelas? Independencia económica y personal, o sea, una habitación propia".

Una infancia truncada

La infancia de Virginia estuvo rodeada de intelectualidad por los cuatro costados. En su casa se respiraba arte, política y un ambiente tan liberal como complejo. A pesar de esto, fueron sus hermanos varones los únicos que pudieron estudiar en la Universidad, ya que se consideraba que las mujeres de la familia debían quedarse en casa para cuidar de su padre y, por lo tanto, ser educadas por un tutor. Los recuerdos de infancia de Virginia se enmarcan en sus visitas veraniegas a la zona de Cornualles donde su familia se trasladaba en verano. La casa familiar tenía unas fantásticas vistas a la playa y al faro, algo que posteriormente, en 1927, la autora reflejaría en su obra Al faro, cuya portada estaría ilustrada por su hermana Vanessa, una de las introductoras del impresionismo en Inglaterra.

A los trece años, Virginia sufrió un duro golpe del cual no se recuperaría jamás. El 5 de mayo de 1895 su madre murió repentinamente a causa de una fiebre reumática. Este hecho provocó en Virginia su primera crisis depresiva. A esto se unió, dos años más tarde, la muerte de su hermana Stella. Pero esto no fue lo único por lo que tuvo que pasar Virginia. En una obra autobiográfica, la autora desliza que tuvo que soportar abusos sexuales por parte de dos de sus hermanastros (hijos de un matrimonio anterior de su madre) y que a raíz de ello jamás pudo dejar de sentir desconfianza hacia los hombres y desarrolló una visión romántica de las mujeres. En 1905, su padre murió de cáncer, y antes de que Virginia hubiera cumplido los 23 años ya se había intentado suicidar. A pesar de no haberlo conseguido, sufrió una fuerte crisis nerviosa por la que tuvo que ser ingresada durante un tiempo.

El 5 de mayo de 1895 su madre murió repentinamente a causa de una fiebre reumática, lo que provocó en Virginia su primera crisis depresiva.

El Círculo de Bloomsbury

Tras la muerte de su padre, Virginia y tres de sus hermanos, Vanessa, Adrian y Thoby, se trasladaron a Bloomsbury, en la zona oeste de Londres. Convertida en centro de reunión para un grupo elitista de intelectuales británicos, por su casa pasaron figuras de la talla del economista John Maynard Keynes, los filósofos Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein, escritores como T. S. Eliot o la líder del movimiento sufragista Emmeline Pankhurst. Todos ellos formaron el grupo conocido como "Círculo de Bloomsbury". Las reuniones que se llevaban a cabo en la casa abrieron un nuevo mundo para Virginia, que de pronto se vio rodeada de ideas sobre la igualdad, el feminismo, la aceptación de la homosexualidad y la bisexualidad, el amor por el arte, el pacifismo y el ecologismo.

Hoy en día se considera que Virgina Woolf padeció un trastorno bipolar con fases depresivas severas. A pesar de que la inestabilidad mental de la joven era importante, en agosto de 1912 se casó con el teórico político, escritor, editor y antiguo funcionario público británico, Leonard Woolf. Los trastornos más graves que padeció Virgina los sufriría entre los años 1913 y 1915. El 9 de septiembre de 1913, Virginia ingirió cien gramos de veronal, en otro intento por quitarse la vida.

El 9 de septiembre de 1913, ingirió cien gramos de veronal, en otro intento por quitarse la vida.

En 1925, Virginia lograría un gran éxito con la publicación de su novela La señora Dalloway. La obra nos cuenta un día en la vida londinense de Clarissa, una dama de alta alcurnia casada con un diputado conservador y madre de una adolescente. La historia comienza una soleada mañana de 1923 y termina esa misma noche, cuando empiezan a retirarse los invitados de una fiesta que se celebra en la mansión de los Dalloway. Aunque en el transcurso de la jornada sucede un hecho trágico: el suicidio de un joven que había vuelto de la guerra psíquicamente perturbado. Lo más destacable de la obra radica en el modo de narrar la historia, ya que los hechos se cuentan desde el punto de vista de los personajes de un modo íntimo. Ese año, Virginia conoció a la también escritora Vita Sackville-West, con la que mantuvo una relación amorosa. Vita también estaba casada y aunque la relación entre ellas acabó sin que se separasen de sus respectivos maridos, la amistad entre ambas mujeres se mantendría durante el resto de sus vidas.

En una obra autobiográfica, la autora hizo entender que soportó abusos sexuales por parte de dos de sus hermanastros.
Foto: CordonPress

Objetivo de los nazis

En el marco de la Operación León Marino, por la cual el ejército nazi iba a invadir Gran Bretaña, Hitler redactó una lista negra en la que se encontraban los nombres de autores tan carismáticos como Aldous Huxley, H.G. Wells y la propia Virginia Woolf. Virginia ignoraba que existiera tal lista, pero en el caso de que Alemania acabara invadiendo Gran Bretaña, el matrimonio sabía que tarde o temprano los nazis irían a por ellos, puesto que Virginia era una renombrada intelectual y su marido Leonard era judío. Llegado el caso, la pareja tenía planeado suicidarse en su garaje aspirando los gases del tubo de escape de su vehículo. Además, Leonard guardaba bajo llave un frasco con una dosis letal de morfina que le había proporcionado Adrian, el hermano psiquiatra de Virginia, por si se complicaban las cosas.

Aunque las circunstancias personales de la escritora afectaron a su forma de encarar la existencia, algunos de los personajes de ficción de Virginia dejan pistas acerca del estado psicológico de su autora, como por ejemplo la ansiedad y el delirio. Fruto de sus crisis, las ideas y las palabras fluían como un río agitado. Durante los primeros brotes de su enfermedad, la escritora llegó a afirmar que había oído cantar a los pájaros en griego, escena que años más tarde reproduciría en sus obras La señora Dalloway y Los años.

Para saber más

Charles Chaplin junto a la Sra. Samuel Goldwyn (alias Frances Howard) H.G.Wells y Paulette Goddard

H. G. Wells, un genio de la ciencia ficción

Leer artículo

Vencida por sus fantasmas

Virginia se veía reflejada en los personajes de sus obras, que rezuman depresión y escepticismo, y en los cuales la idea del suicidio y el miedo a la gente son recurrentes. A Virginia le aterraba la soledad, era muy autocrítica y se sentía invadida a menudo por un sentimiento de culpa. También sufría terribles dolores de cabeza e insomnio. Algunos médicos que la trataron, atribuyeron a la escritura sus problemas de salud. Algunos le recomendaron incluso que lo dejara, ya que los brotes más fuertes que sufría, que en su diario ella definía como "la ola" y "el horror", se producían tras el gran esfuerzo que le suponía escribir. A pesar de estas recomendaciones, Virginia siguió escribiendo, aunque a veces tuvo períodos de inactividad. Gracias a que no dejó de hacerlo, nos ha legado una obra sorprendente, vasta y original.

Algunos médicos que trataron a Virginia atribuyeron a la escritura sus problemas de salud.

A pesar de ello, la escritura fue la tabla de salvación de Virginia ante el naufragio de su existencia. Pero el 28 de marzo de 1941, incapaz de hacer frente a la desesperación que la envolvía, se puso el abrigo y despojándose de su bastón, llenó los bolsillos de piedras y se adentró en el río Ouse, dejándose llevar por "las aguas que corren". Antes de tomar esta trágica decisión, Virgina dejó dos cartas, una para su hermana Vanessa y otra para su marido, Leonard Woolf, las dos personas más importantes de su vida. Virginia cumplió así con lo que narraba en su premonitoria obra Fin de viaje. En la carta de despedida de su querido esposo no sólo se percibe su padecimiento, tristeza y profundo dolor, sino también la gratitud y el gran amor que sentía hacia él. Su cuerpo fue encontrado tres semanas después, y Leonard hizo incinerar sus restos y esparció sus cenizas en el jardín de La Casa del Monje (Monk's House), su propio hogar.

Virginia Woolf creía que era necesario que cada vez hubiera más mujeres que escribieran, e incluso llega a hacer una apología de las diferencias entre sexos: "Sería una lástima terrible que las mujeres escribieran como los hombres, o vivieran como los hombres, o se parecieran físicamente a los hombres, porque dos sexos son ya pocos, dada la vastedad y variedad del mundo; ¿Cómo nos las arreglaríamos, pues, con uno solo? ¿No debería la educación buscar y fortalecer más bien las diferencias que no los puntos de semejanza?".

Fuente: Historia National Geographic

martes, 24 de octubre de 2023

 Las bibliotecas son espacios de democratización de la cultura, lugares que nos mejoran como sociedad, y que como dice el cartel, tejen comunidades. 

Larga vida a las bibliotecas



martes, 3 de mayo de 2022

REFLEXIONES SOBRE LA GUERRA II

 La reflexión de Héctor Bellerín sobre la guerra de Ucrania: “hemos hecho la vista gorda con otros conflictos”

El lateral del Real Betis nos pide que atendamos también a otras guerras como la de Palestina o Yemen.
#Hearstforpeace #Esquireforpeace

 

Fuente: SQUIRE

Joaquim Bosch, una reflexión sobre la guerra en tweets

El magistrado Joaquim Bosch suele dar en el clavo con sus reflexiones y aprovecha la red social Twitter para explicar de forma didáctica situaciones normalmente asociadas al ámbito del Derecho. Esta vez se ha centrado en comentar algunos puntos que considera fundamentales sobre la invasión de Rusia a Ucrania a través de un hilo que a las pocas horas de ser publicado acumula miles de retuits y "Me gusta".

 

 

 1.- Algunas reflexiones sobre la agresión militar de Rusia a Ucrania. La primera es que existe una regla de oro: hay que rechazar taxativamente las guerras. Esa regla solo tiene una excepción (hilo)

2.- Los derechos humanos son una de las aportaciones fundamentales de la humanidad para acabar con la barbarie. La guerra siempre supone una negación de esos derechos. A lo largo de la historia las guerras siempre han provocado las catástrofes más dolorosas.

3.- Las guerras no solo causan daños entre quienes combaten, sino también enormes sufrimientos en toda la población afectada, especialmente entre los más vulnerables e indefensos. Incluso entre quienes formalmente las ganan se produce un inevitable proceso de brutalización.

4.- La primera víctima de las guerras siempre es la verdad. Es el marco perfecto para la manipulación, el fanatismo, la incitación al odio y la justificación del exterminio ajeno. Se trata de situaciones que invariablemente sacan lo peor de la especie humana.

5.- Por eso la primera reacción cívica debe ser el “no a la guerra” y la condena a cualquier ataque militar. Eso es compatible con todos los matices que puedan contextualizar los hechos, pero en un plano muy inferior al rechazo categórico de la guerra.

6.- En el caso del ataque militar de Rusia a Ucrania, las relaciones entre ambos países pueden ayudar a entender lo ocurrido, pero en ningún caso pueden justificar una invasión armada. Los conflictos existentes deben ser resueltos de forma pacífica y sin acciones de guerra.

7.- Además, en el tablero internacional los intereses estratégicos y económicos también son muy amplios y van más allá de Rusia y Ucrania. La gestión de esas situaciones debe llevar a mecanismos distintos a una guerra, porque esta siempre arrasa con los derechos de las personas.

8.- En el derecho interno no se puede agredir a nadie, pero sí que está justificado repeler una agresión. Esa es la única excepción a la regla de oro, también en derecho internacional. La legítima defensa armada ante un ataque es completamente válida.

9.- Son legítimas las formas de resistencia no violentas, pero también lo son las respuestas que usan la fuerza de manera defensiva. Un caso muy claro fue la respuesta contra la guerra iniciada por Hitler. La Carta de las Naciones Unidas regula ese derecho a la legítima defensa.

10.- Hay que analizar con atención esas situaciones: históricamente todos los países han iniciado las guerras con la excusa de defenderse. No son admisibles las guerras preventivas, las que buscan supuestas armas de destrucción masiva o las que imputan malas intenciones ajenas.

11.- Todo ataque militar unilateral es una forma de guerra que debe rechazarse. La única excepción sería la defensa bélica ante una agresión real. El concepto de “guerra justa” también suele incluir la protección de los derechos humanos ajenos, pero es una noción más manipulable.

12.- No hay justificación para el ataque de Putin contra Ucrania. No puede ser un motivo la exhibición de ultranacionalismo imperialista. Tampoco lo justifica la protección o la seguridad de Rusia frente a la OTAN, porque ese interés legítimo se puede defender sin invadir un país

13.- En consecuencia, resulta admisible cualquier apoyo de la comunidad internacional para la protección de un país que se está defendiendo, con inclusión de las sanciones necesarias contra el agresor. Cruzarse de brazos es lo contrario a defenderse.

14.- Lo explicado aquí vale para todas las guerras. No son admisibles los ejercicios de hipocresía: no hay masacres buenas y masacres malas. El rechazo de la guerra es un imperativo categórico que está muy por encima de simpatías o antipatías hacia países concretos (fin).            

REFLEXIONES SOBRE LA GUERRA

 ¿Cómo ve la filosofía a la guerra?

Hugo Maguey y Alberto Resendiz 

 

 La guerra y el conflicto han acompañado la historia de la humanidad, sin embargo, desde la filosofía, no podemos decir que sea inherente pues el ser humano es capaz de cambiar cualquiera de sus circunstancias

“¿Cuál es la primera gran obra literaria de la civilización occidental? – pregunta Guillermo Hurtado, investigador del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM -. La Ilíada, la historia de una guerra cruel y sanguinaria. El poema alaba a sus héroes y ensalza sus proezas. He aquí un ejemplo, entre otros, de cómo guerra ha sido enaltecida como una empresa admirable. Los héroes son, casi siempre, héroes de guerra. Y, sin embargo, la guerra también nos parece algo repudiable.

Acerca de la guerra, como de cualquier otra cosa, podemos tener opiniones encontradas: desde las más negativas, hasta las más positivas. La filosofía tiene que colocarse entre esos extremos. Hay que reflexionar críticamente sobre las razones que nos pueden mover a pensar de una u otra manera”.

Para Hurtado, lo más difícil es encontrar el punto medio. “Para algunos es fácil tomar una postura radical, por ejemplo, defender un pacifismo a ultranza; sin embargo, ha habido algunos filósofos, como Bertrand Russell, que han sido capaces de distinguir los matices. En la Primera Guerra Mundial, Russell fue un pacifista, incluso fue a la cárcel por negarse a participar en ella. Pero en la Segunda Guerra Mundial, Russell pensó que la guerra era necesaria. Podemos ver, entonces, que el pacifismo de Russell no era dogmático, sino que se ajustaba al examen crítico de las circunstancias.

Se ha escrito mucho a favor de la guerra como un medio para alcanzar un fin justo: “pienso en las guerras revolucionarias, por ejemplo, en la Revolución Francesa, una guerra civil que se ha considerado como necesaria, porque el estado de cosas que se alcanzó después de ella fue mejor del que había antes. Lo que se ofrece, en este caso, es una justificación de la guerra dentro de la lógica de los medios y los fines: hay fines por los que es correcto ir a la guerra. No obstante, hay filósofos, como Tolstoi, que han afirmado que ninguna guerra es justificable, ni siquiera una guerra defensiva. Esta visión puede resultarnos extrema, pues, en ocasiones, hay guerras que son medios para fines valiosos. El problema es: ¿hasta qué punto se puede hacer uso de la violencia para alcanzar un fin valioso? No es fácil responder esta pregunta. Pensemos, por ejemplo, ¿acaso hay un fin que justifique el uso de bombas atómicas?”

¿Hay guerras justas?

Hurtado comenta que ha habido filósofos que han hablado de la guerra justa, como el filósofo español Francisco de Vitoria, fraile dominico y catedrático de la Universidad de Salamanca. Según Vitoria, son justas aquellas guerras que se hacen para defender a personas a quienes se les violentan sus derechos básicos o para detener genocidios o para impedir crímenes de lesa humanidad. Vitoria acuñó el concepto de “guerra justa” durante la conquista de América, y aunque contempló razones a favor y en contra de considerar a la conquista como justa, al final concluyó que sí lo fue. “Es un problema que la filosofía pueda ofrecer justificaciones a ciertas guerras. Se han dado justificaciones filosóficas a todo tipo de guerras y el tema no puede quedar fuera de la filosofía. Uno de los primeros textos filosóficos, atribuido a Heráclito, afirma que la guerra es la madre y diosa de todas las cosas. ¿Qué entendía Heráclito por la guerra? ¿Lo mismo que nosotros?”

¿Cuándo se volvió mala la guerra?

“Un cambio en la apreciación moral acerca de la guerra – señala el especialista – aconteció con en el surgimiento de la civilización cristiana, la cual es, por principio, antibélica; aunque haya habido cruzadas y otras cosas terribles, como la Inquisición. El mensaje de Jesucristo va en contra de la violencia en todas sus formas y de aquí se plantea una utopía de la paz que afirma que en el fin de los tiempos la guerra ya no existirá, los seres humanos ya no se matarán entre ellos. Es interesante que la paz universal sea un ideal de la humanidad, presente en muchas culturas, en muchas matrices religiosas, a pesar de que la historia de la humanidad es una historia de guerras permanentes”.

“Lo que algunas religiones han imaginado como una promesa para el más allá, en la historia de la filosofía se ha pensado como algo que puede alcanzarse aquí en la Tierra. Este es el ideal filosófico de la paz perpetua. Lo que se sostiene es que los seres humanos deben ser capaces, por medio del ejercicio de su razón, de construir un mundo en el que no existan las guerras. No tenemos que esperar a que Dios implante un nuevo orden de paz, sino que somos nosotros, los humanos, quienes, por medio de nuestra inteligencia y nuestra voluntad, seremos capaces de terminar con el mal de la guerra”, apunta Hurtado.

Distinguir entre guerra y conflicto

Para el especialista es necesario distinguir entre la guerra y el conflicto: “Cuando terminó la Primera Guerra Mundial, las acciones bélicas cesaron, pero el conflicto siguió latente. Se firmaron los Tratados de Versalles, pero el conflicto europeo no se resolvió, tanto así, que poco después estalló la Segunda Guerra Mundial, que, de acuerdo con algunos especialistas, fue una consecuencia de los problemas no resueltos por la paz de Versalles.”

“Podría decirse que lo mismo sucedió con la llamada Guerra Fría y que lo que vemos ahora es la erupción bélica de un conflicto no resuelto entre Europa y Rusia”.

Sobre la forma de acabar con una guerra, Hurtado comenta: “Acabar una guerra no es fácil, pero puede ser más fácil que acabar con un conflicto. Los conflictos pueden durar cientos, miles de años. Acabar con un conflicto es complicadísimo, porque involucra, además de razones y cálculos, emociones y memorias, que son muy profundas. En el plano interpersonal la guerra puede acabar, pero el conflicto permanecer de muchas otras maneras. Así como podemos distinguir entre la guerra y el conflicto, podemos distinguir entre dos tipos de paz: la paz como lo contrario de la guerra y la paz como lo contrario del conflicto. Como lo contrario a la guerra, puede haber una paz en la que siga habiendo elementos conflictivos; por eso, el ideal más alto de la paz tendría que ser no sólo el de lo contrario de la guerra, sino del conflicto. Un mundo donde podamos ir más allá de las rencillas, envidias, enemistades, resentimientos, para poder vivir como hermanos, es el gran ideal de la fraternidad universal en donde todos nos tratamos como miembros de una misma familia, la familia humana. El sueño es hermosísimo. ¿Es eso posible? Yo sí lo creo.

Fuente: UNAM GLOBAL

 

martes, 2 de marzo de 2021

Escuela de pensar desde casa: Acusar o no Acusar, he ahí la cuestión

 ACUSAR según a RAE

Del lat. accusāre.

1. tr. Señalar a alguien atribuyéndole la culpa de una falta, de un delito o de un hecho reprobable.

2. tr. Denunciar, delatar. U. t. c. prnl.

3. tr. Notar, tachar.

4. tr. Reconvenir, censurar, reprender.

5. tr. Manifestar, revelar, descubrir.

6. tr. Avisar, noticiar el recibo de cartas, oficios, etc.

7. tr. En algunos juegos de naipes, dicho de una persona: Manifestar en tiempo oportuno que tiene determinadas cartas con que por ley del juego se gana cierto número de tantos.

8. tr. Reflejar la contundencia y efectos de un golpe recibido.

9. tr. Dep. Dicho de un atleta o de un jugador: Mostrar inferioridad o falta de preparación física.

10. tr. Der. Exponer en juicio los cargos contra el acusado y las pruebas de ellos.

11. prnl. Dicho de una persona: Confesar, declarar sus culpas.

 

¿Por qué nos repugnan los chivatos?

15 diciembre, 2016 13:33
Algunos migrantes intentan escalar la valla de Melilla.

Algunos migrantes intentan escalar la valla de Melilla.

Una de las figuras más repugnantes que nos aporta el mundo contemporáneo es la del sano ciudadano occidental aficionado a denunciar (o incluso a cazar) inmigrantes pobres sin papeles. Tanto en la frontera de Estados Unidos con México, como en algunas fronteras del este de Europa (Hungría sobre todo), hemos visto ejemplos infames de estos rigurosos colaboradores con la autoridad que se dedican en su tiempo libre a perseguir y delatar a personas en andrajos que intentan salvar o mejorar su vida. Pero, ¿por qué nos causan tanto rechazo estos individuos? ¿No están al fin y al cabo colaborando con la sociedad, haciendo que las leyes se cumplan? ¿Por qué son tan antipáticos?

Estos nuevos delatores de inmigrantes nos evocan toda una tradición que la literatura y el cine ha dejado condenados

En una primera lectura parece claro que lo que nos repugna es la injusticia evidente de tal situación: el abuso del débil y la intolerancia con los extranjeros, el racismo detrás de estas actitudes. Estos nuevos delatores de inmigrantes nos evocan toda una tradición que la literatura y el cine ha dejado condenados: los delatores de judíos durante la ocupación alemana de media Europa occidental a principios de los cuarenta y los delatores de disidentes en cualquier estado totalitario o dictadura.

Pero creo que hay algo anterior, más pequeño pero quizás más profundo que nos repugna en estos caza débiles y es que son la declinación más monstruosa de un personaje menos llamativo, pero igual de antipático: el vigilante vocacional, el delator por hobby, el policía amateur, el que nos señala por gusto públicamente al saltarnos alguna norma (por leve que sea). En España “chivato” sigue siendo un insulto que cualquiera entiende y sabe usar; y en Argentina hay muchas palabras para designarlo: “ortiba”, “buchón”, “botón” y más.

Este lunes ha comenzado el desmantelamiento de la Jungla.

Este lunes ha comenzado el desmantelamiento de la Jungla. Pascal Rossignol Reuters

¿De dónde viene el rechazo al delator vocacional? ¿Es universal? ¿Es un signo de decadencia moral de una sociedad? No es difícil detectar en el rechazo al chivato un origen sociológico bastante elemental: en países donde la autoridad pública, el Estado, es normalmente corrupto, represor o, más en general, poco fiable, es lógico que se forje una cultura de enfrentamiento más o menos tácito entre “el pueblo” y las autoridades. La ética popular tiene en esos casos al delator, al que se pone del lado de la autoridad pública, unánimemente condenado. Así para la posguerra española o para la dictadura argentina o para cualquier estado muy corrompido.

Poder ilimitado

A partir de esta lectura sociológica se podría concluir que en una sociedad próspera, con un Estado fiable y unos ciudadanos virtuosos, delatar y acusar a los infractores estará bien visto, será aceptado (o incluso, por qué no, estimulado). Sin embargo, Benjamin Constant, uno de los grandes del pensamiento liberal, que sufrió en carne propia los excesos de una autoridad pública ilimitada al final de la revolución francesa, escribía en 1806:

“Entre los antiguos, la función de acusador era honorable. Todos los ciudadanos se encargaban de esta función y trataban de distinguirse acusando y persiguiendo a culpables. Entre nosotros, la función de acusador es odiosa. Un hombre sería deshonrado si se encargara de esto sin un mandato legal. Ocurre que, entre los antiguos, el interés público tenía precedencia sobre la seguridad y la libertad individual y que, entre nosotros, la seguridad y la libertad individual tienen precedencia sobre el interés público”.

La posibilidad de que todos los ciudadanos (sin límite) puedan erigirse en policías es justamente la idea más querida por los estados totalitarios

Cuando Constant dice “nosotros”, se refiere a los modernos, a los que nos organizamos políticamente alrededor de una democracia representativa; frente a los antiguos que se organizaban en una democracia directa. La democracia representativa es un dispositivo que privilegia la libertad individual de los ciudadanos, liberándolos de la función pública, (que queda delegada en profesionales) y protegiéndolos, a la vez, de una extensión ilimitada de la autoridad pública. La posibilidad de que todos los ciudadanos (sin límite) puedan erigirse en policías es justamente la idea más querida por los estados totalitarios, donde el supuesto “interés público” está siempre por encima de las libertades individuales y puede pisotearlas.

MSF ha rescatado a unas 20.000 personas entre abril y noviembre.

MSF ha rescatado a unas 20.000 personas entre abril y noviembre. MSF

Lo interesante de lo que señala Constant (y que pocas veces es destacado), es que el acto de “delatar” o de acusar es también un modo de “acción directa”, de ruptura de la distancia representativa, y por tanto, en el fondo, de desprecio por la libertad individual de los demás. El delator vocacional es, propiamente, un “activista”: un activista del supuesto interés público contra los individuos (y en esto se puede parecer peligrosamente al “héroe”). Por eso la antipatía por el delator vocacional es en sí misma una marca de las democracias modernas y de su central encumbramiento de los derechos del individuo y su libertad por encima, incluso, de cualquier “interés público”.

El que se dedica a meterse en nuestra vida o en la de otros y a sancionar nuestras transgresiones sin ser él mismo policía, ni fiscal, ni juez, a nosotros, modernos, nos repugna tanto como alguien que se arrogara el derecho de legislar sin haber sido elegido diputado o de ejecutar leyes sin haber sido elegido presidente. Por eso incluso (y quizás más que nunca) en una sociedad próspera con un Estado fiable, los delatores vocacionales son objetiva y universalmente deleznables.

fuente: El Español

 

Defensa del chivato

Cada vez que leo sobre un caso de acoso escolar pienso lo mismo: ¿fui yo cómplice del acoso a alguno de mis compañeros del colegio? Lo analizo y creo que no, que no tuve ningún ejemplo cerca. Tampoco recuerdo comportamientos excesivos, más allá de lo contumazmente tontos que somos de adolescentes. Sigo creyendo que si los humanos hibernáramos de los 13 a los 19 años, no pasaría gran cosa.

Pero otras veces creo que vi a gente pasarse con compañeros míos y que no hice nada. No podría describir una situación concreta, porque ni tengo buena memoria ni puede que fuera nada traumático, pero reconozco que quizá vi algunas situaciones que podrían bordear el acoso y me callé. Cuando analizo que quizá estuve cerca de comportamientos que pudieron hacer sufrir a algún compañero de la manera, terrible e indefensa, en la que solo penan las víctimas de acoso escolar, y quizá no hice nada, me duele.

En España está muy extendida la cultura del no chivarse. De no dar un paso al frente si la cosa no va con nosotros ni nos afecta. En Guztiak, el maravilloso libro de Borja Ventura, muchos testimonios de personas relacionadas con el llamado conflicto vasco coinciden en que el silencio cómplice de una mayoría ayudó a la consolidación de la violencia. El español no delata: si alguien nos ofrece cobrarnos sin IVA, no se nos ocurre denunciar a quien lo ha hecho. De hecho, mucha gente acepta no pagarlo, como si no estuviera robando a todos los que tiene alrededor. Escuchamos al que se vanagloria de hacer truquitos alegales para no pagar una multa, y, además de que hay quien le ríe las gracias, el que no lo hace, al que le parece mal, no le afea el comportamiento. No hay que chivarse, no hay que meterse, mejor callar. Esa cultura de la no delación es la que también lleva a los niveles de corrupción moral de los que disfrutamos en España. El chivato es más condenable que el criminal. Callar es de machos, hablar es de débiles.

Creo que tenemos que empezar un discurso en defensa del delator, desde niños. No sabría cuál debería ser el límite, pero sí insistir en que delatar lo incorrecto no es malo per se, sino darle la presunción de heroísmo. Sobre todo a los críos: si ven algo parecido al acoso, si ven sufrir a algún compañero por los abusos de los otros, que lo cuenten. A sus padres, a los profesores, a quien sea. Pero que no se callen. Que el daño del que tienen al lado también les afecta. Que el precio que tendrán que pagar por ser el chivato, porque lo tendrán que pagar, es mucho más barato que el sufrimiento que quizá logren evitar. Que no chivarse es ser cómplice.

fuente: El Mundo 

 

Quiero que mi hijo sea un chivato

Cuando se produce una situación de bullying, solemos centrarnos en quien ejerce el acoso y en el acosado. Sin duda, son los principales protagonistas de la escena, ¿pero qué ocurre con los actores secundarios? Los niños y niñas que observan cómo ocurre el acoso, los testigos. 

Sin darnos cuenta, transmitimos a nuestros hijos e hijas ciertos mantras que luego ellos asimilan y aplican en sus vidas al pie de la letra. “A nadie le gustan los chivatos”, “mantente alejado de los líos”, “no te metas en los asuntos de los demás”… Esto, sumado al miedo a ser el “siguiente” o ser desplazado del grupo, puede derivar en el silencio o la complicidad de los observadores. 

4 tipos de testigos en situaciones de bullying

Como nos contaba el psicólogo David Cuadrado en otro artículo, existen cuatro tipos de observadores cuando se produce una situación de acoso escolar:

  • Los asistentes: alumnos que “ayudan” al acosador aunque no hayan sido ellos quienes comenzaran. El peligro principal es que se conviertan ellos mismos en acosadores en corto plazo o que refuercen de tal manera a los primeros que aumenten el grado y violencia del acoso. 
  • Los reforzadores: jalean, comentan positivamente, muestran en redes sociales, dan feedback positivo y de refuerzo a los actos del acosador. Ellos facilitan, a menudo, la imagen positiva del acosador o la negativa de la víctima. Son quienes más ayudan a distribuir por redes sociales las imágenes y frases fomentando el ciberbullying. Corren el riesgo de convertirse en asistentes.
  • Los externos pasivos: no se inmiscuyen. Huyen de la situación. Recogen esa frase que hemos comentado antes de algunos padres: “no te metas en líos”. En la mayor parte de los casos llegan a racionalizar lo sucedido teorizando sobre qué ha hecho la víctima para merecer ese trato.
  • Los defensores: toman partido por la víctima. Los apoyan y consuelan. A menudo después de lo acontecido. Solo pocas veces antes o durante el acoso. Son quienes se atreven a ponerlo en comunicación a profesores y padres.

El papel de las madres y padres

La postura que adoptemos y que transmitamos a nuestros hijos e hijas respecto a estas situaciones va a ser determinante a la hora de configurar los comportamientos que luego ellos acabarán llevando a cabo. En una maravillosa ponencia de Carmen Ruiz Repullo sobre la violencia de género en adolescentes, la socióloga nos instaba a “deserotizar al chulo y erotizar al friki”. Dejar de idealizar la figura del chulito, el malote que va por la escuela modo Mario Casas en “Tres metros sobre el cielo”. Y en esto voy a añadir otra más: tenemos que erotizar y ensalzar al chivato. El chivato que se convierte en héroe, el que ve una situación de acoso y se lo dice a sus padres o a sus profesores, el que acude en busca de ayuda, el valiente que no consiente con su silencio. 

Esos son los valores que debemos transmitir a nuestros hijos e hijas, que ante las injusticias no se queden callados. 

El bullying no es algo que afecta solamente a quien lo sufre y a quien lo ejerce, la sociedad entera tiene que unirse, cada uno desde su posición, para luchar contra esta lacra que sigue afectando a nuestros jóvenes. Según el estudio realizado por Gestionando hijos y Totto acerca de la percepción de los españoles sobre el bullying refleja que 1 de cada 5 niños escolarizados sufre bullying y 8 de cada 10 jóvenes han presenciado alguna vez una situación de acoso escolar. 

En definitiva, educar a nuestros hijos en la empatía, en la inteligencia emocional, entrenar su asertividad y la confianza en sí mismos, reforzar su autoestima… serán factores INDISPENSABLES para que se conviertan en personas capaces de vivir en sociedad, que no se dejen pisotear y que levanten la cabeza ante las injusticias. 

Así que sí, yo quiero que mi hijo sea un chivato. Porque eso significará que ha aprendido los mejores valores que como madre le podría enseñar, y me hará sentirme tremendamente orgullosa de haber criado y educado a alguien que no le da la espalda al bullying.

“La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”.Nelson Mandela

 fuente: gestionandoconhijos

 

EXTRACTOS DE ARTÍCULOS SOBRE ACUSAR O NO

¿Caminamos hacia una sociedad de chivatos? ¿O es que nos falta tradición cívica para recriminar al otro cuando no se comporta conforme a las normas que todos hemos pactado?

“La desconfianza y la sospecha son letales para la comunidad civil, para las relaciones de convivencia”, “no hay posible convivencia cívica sin relaciones de confianza”. “Como te sientes perseguido, persigues, y al final acabas en el manicomio colectivo” Enrique Gil Calvo, sociólogo de la Universidad Complutense de Madrid

“Instalarnos en la eterna sospecha da al traste con la confianza, y eso es muy peligroso” Julián Ríos, profesor de Derecho Penal de la Universidad Pontificia de Comillas

“El deber de denunciar a quien arroja una colilla en carretera, se salta un stop al volante o defrauda al fisco me parece indiscutible, denunciar a los que mendigan en un tren sería cruel e insolidario” Mariano Fernández, catedrático en Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.

“Estamos muy lejos de ser una sociedad policial y nuestro problema es más bien el opuesto: la idea generalizada de que buena parte de la ley está hecha para violarla, o de que obtener ventajas sobre los demás o hacerles cargar con las consecuencias de nuestros actos es aceptable.  Marc Molins, presidente de la sección de Derecho Penal del Colegio de Abogados de Barcelona. Con él coincide la asociación en defensa de los consumidores Facua, que fue acusada también de promover la cultura del chivatazo al crear una web para denunciar las vulneraciones de la ley antitabaco. “A diferencia de países de nuestro entorno, no tenemos tradición cívica de llamar la atención a la gente. Y hacerlo, cuando no cumplen las normas, es hacer valer nuestro derecho. Falta tradición y educación ciudadana”, defiende su portavoz, Rubén Sánchez.

“El problema del incivismo no se soluciona denunciando, se soluciona educando”, repite la abogada Llaneza. “Tenemos que poder hablar con nuestro vecino y decirle que no compartimos ciertas actitudes, porque una comunidad civil bien ordenada no debería tener gorrones, ni defraudadores, ni estafadores”, expone el sociólogo Gil Calvo.

Fuente EL PAÍS

 

La filosofía y la psicología están de acuerdo: gritarles a los que no llevan mascarilla no funciona

(…)Para decidir si la indignación es una respuesta apropiada incluso cuando una persona se niega egoístamente a ponerse la mascarilla, considera las consecuencias de dicha indignación.

Los seguidores del filósofo del siglo XIX John Stuart Mill creen que las personas deben actuar para maximizar lo positivo y minimizar las consecuencias negativas de sus acciones en beneficio del mayor número de personas.

Pero incluso aquellas personas que rechazan las ideas de Mill y siguen las de Immanuel Kant creen que las consecuencias son importantes. Desde el punto de vista de Kant, necesitamos comprender cómo ayudar a la gente a seguir las leyes morales, puesto que Kant creía que lo más importante es la buena voluntad o las motivaciones de cada uno.

(…)La epidemióloga Julia Marcus argumenta que avergonzar a la gente que no usa mascarillas no beneficiará a ninguna parte. La gente puede convencer con más éxito a otras personas para que usen la mascarilla si les explican la

 

angustia, el miedo y la incertidumbre que sienten y que les lleva a sentir dicha preocupación, en vez de utilizar su indignación para avergonzar a otras personas.

Tal y como argumentaba Kant, todo el mundo debería tratar a los demás con respeto, independientemente de la inclinación política de la persona. Todos compartimos necesidades en cuanto a seguridad, problemas económicos y salud. Los estudios sugieren que aplicar la vergüenza puede ser contradictoria a la hora de intentar promover la motivación moral.

Por otro lado, si una persona comparte sus sentimientos y explica con franqueza sus miedos y aspiraciones a los demás, podría promover un cambio positivo en los demás.

Muestra empatía

Tratar de entender por qué la gente se resiste a llevar mascarilla podría ser un buen lugar donde empezar. Por ejemplo, a algunas personas les puede preocupar que una mascarilla pueda no permitir que el oxígeno fluya adecuadamente a los pulmones, aunque tales preocupaciones sean infundadas. A algunas personas también les resulta difícil respirar con la mascarilla puesta si están corriendo o haciendo ejercicio. Se pueden reconocer y argumentar todo este tipo de preocupaciones.

Del mismo modo, todo el mundo debería recordar que algunas personas tienen buenos motivos para no llevar mascarilla. Algunas personas pueden tener problemas de salud subyacentes como autismo o trastornos de ansiedad que dificultan el uso de la mascarilla.

Incluso cuando una persona se niega a usar la mascarilla por motivos políticos, es importante escuchar por qué le resulta tan importante. Tal y como argumentaba Kant, es necesario entender los diferentes puntos de vista.

Es posible que las personas que han perdido su trabajo vean en las mascarillas una amenaza que retrasaría aún más la vuelta a la normalidad de la economía.

Todos deberíamos recordar que en nuestra vida cotidiana cada uno de nosotros emprendemos actividades que suponen al menos un pequeño riesgo para terceras personas. Actividades cotidianas como hacer la compra o incluso mantener conversaciones con amigos o vecinos conllevan un pequeño riesgo de transmisión del virus.

Centrarse en los hechos (en las reglas y normativas que los gobiernos, las localidades o las empresas privadas ponen en práctica para la protección de las personas) en lugar de echar la culpa a otras personas podría ser una forma más eficaz de convencerlos.

Tanto las personas que defienden el uso de mascarillas como las que se niegan a usarlas han encontrado motivos para convertir su uso en un tema muy polémico. Puede que simplemente escuchando con atención y empatía a los demás podamos entender que estamos juntos en esto juntos.

Autora: Nicole Hassoun, doctora de Filosofía por la Binghamton University, State University of New York.

https://magnet.xataka.com/preguntas-no-tan-frecuentes/filosofia-psicologia-estan-acuerdo-gritarles-a-que-no-llevan-mascarilla-no-funciona

 

REFLEXIONESVideo sobre reflexionar antes de crear tu Videojuego - Gametopia

·       ¿Qué te parecen las imágenes que hemos visto durante el confinamiento de gente gritando desde los balcones a quienes no llevaban mascarillas?

·         ¿Sabías que ha habido personas que han gritado a madres con sus hijos menores de edad porque estos no llevaban mascarilla o salían a la calle durante el confinamiento por ser autistas? Esto les ha generado mucho estrés a las familias, que tuvieron la iniciativa de llevar un distintivo para que la gente entendiera por qué no llevaban la mascarilla. ¿Sabías que ha habido personas que han gritado a personal médico por salir de su casa durante el confinamiento cuando en realidad iban a trabajar?

·         ¿Estas acusaciones se pueden generar por nuestro propio temor? ¿son correctas?

·         SI ves a alguien haciendo algo incívico, ¿le dirías algo? Ejemplo: no llevar mascarilla, tirar papeles al suelo, romper una papelera, escupir en la calle, pegar a alguien en público…

·         Ves a alguien haciendo algo malo en público y la persona con la que estás paseando te dice: déjalo, mejor no meterse en líos. ¿Es correcto?

·         Si en una conversación un amigo te dice que está defraudando a haciendo, vanagloriándose, y a ti te parece mal, ¿dirías algo, o te mantendrías en silencio y sonreirías?

·         Ante un caso de acoso escolar, si tuvieras hijos o hijas, ¿les dirías que si ven algo mejor no se metan en líos?

·         ¿por qué crees que se ve con malos ojos a las personas que denuncian un acto incorrecto?

·         Imagínate que tienes 12 años y en tu clase han puesto en la pizarra una frase vegatoria contra una profesora. Tú sabes quién ha sido, ¿lo dirías? ¿lo dirías delante de todo el mundo? ¿lo dirías en privado? La dirección del colegio ha decidido castigar a toda la clase, en ese caso, ¿confesarías quién ha sido para que no se castigue a toda la clase?