'Una historia ridícula': relato quijotesco del fracaso
Luis Landero se lanza en su nueva novela a tumba abierta por la pendiente de contar un lance tan raro que resulta estrafalario
26 marzo, 2022 03:45Luis Landero (Alburquerque, 1948) ha forjado desde los inicios de su obra un tipo de personaje del todo suyo, alguien que afronta la vida impulsado por un "afán" quimérico. En sus fábulas, una cervantina mirada de piedad emocional y moral redime el fracaso del protagonista. Dio, sin embargo, un fuerte giro a esa postura en su última novela, Lluvia fina, que se saldaba con una visión del mundo sombría. Ese apurar el fondo negativo de nuestra naturaleza debió de dejarle fatigado y se tomó unas vacaciones en su siguiente libro, El huerto de Emerson, aunque esta mezcla de recuerdos y reflexiones literarias tenga el interés esperable en un escritor siempre valioso. Digo, emulando a Umbral, lo de vacaciones porque tras este reposo del guerrero vuelve con brío a su mundo de seres atribulados en Una historia ridícula. Aquí, sin reparar en medios para cromar con humor la tragedia, se lanza a tumba abierta por la pendiente de contar un lance tan raro que resulta estrafalario.
En su núcleo fundamental, Una historia ridícula refiere una historia de amor imposible por las diferencias entre los amantes, personas muy desiguales. Él, Marcial, encarna a un farsante, simple matarife aupado a jefe de planta en un matadero industrial, que presume de autodidacta y se envanece de sus cualidades (originales ideas filosóficas, oratoria virtuosa y riqueza léxica). Ella, Pepita, pertenece a una clase superior y se mueve en un medio refinado. Marcial despliega las artes de la seducción y los engañosos vínculos establecidos con Pepita desembocan en la dramática mascarada previsible.
La escueta y esperpéntica peripecia sentimental se enmarca en un informe que Marcial envía a quien se lo ha exigido, un doctor Gómez, equivalente obvio al "vuesa merced" del Lazarillo, y con el que también interpela a los lectores del libro. El recurso clásico permite que varios asuntos se enhebren en el principal y la estrafalaria aventura se amplía para cobijar otros motivos. De forma destacada dos, la etiología del odio y la venganza. La mente trastornada del personaje justifica las opiniones extremas que sostiene acerca de estos impulsos –por ejemplo, que producen placer supremo–, pero debajo late una inquietante reflexión sobre nuestra naturaleza. La tendencia a las digresiones de Marcial facilita más observaciones, literarias y sociales, que conforman una madeja de propuestas bien controlada por un narrador que saca partido al juego de ir y venir entre los diversos sucesos de su patética confesión.
Avanza la historia con un nutrido arsenal de "filosofías" y mantiene viva la atención del lector con insistentes anuncios que añaden suspense acerca de un acontecimiento catastrófico. Todo ello se va mostrando de manera inseparable de una permanente cualidad de Landero, su gusto por contar historias, sin temor a referir desvaríos y tensar la cuerda de la verosimilitud ni a que su relato resulte un intencionado engendro. Pero siempre se vuelve a la realidad corriente. El difícil equilibrio entre lo común y el disparate tiene correspondencia simétrica en el juego de pensamientos sabios y estrambóticos de Marcial.
La peripecia concluye en una escena por entero quijotesca. Marcial diserta ante el auditorio expectante no de una venta o un palacio sino de una sofisticada tertulia familiar. La confrontación con los malintencionados oyentes finaliza en tragedia grotesca. Héroe alucinado, asume el fracaso de su impostura. Pero Landero no lo zahiere del todo. Escritor moral, invita a la compasión en esta turbadora historia con la cual añade un nuevo jalón a su peculiar cartografía de desazones del alma.
fuente: El Cultural
Luis Landero: "Cuando no te aman de pequeño difícilmente aprendes a amar de mayor"
El libro del día
El escritor publica 'Una historia ridícula', una novela repleta de humor e ironía con un protagonista matarife, filósofo y poeta que narra su historia en primera persona
"No creo pecar de orgullo, como demostraré a lo largo de mi exposición, si comienzo diciendo que soy un hombre con ciertas cualidades. Quizá no resulte especialmente apuesto y llamativo, pero sí educado, discreto, concienzudo, culto y buen conversador. Todos cuantos me conocen saben, o deberían saber, de mi honradez y rectitud. En otros tiempos tuve un buen puesto de trabajo y un piso en propiedad. ¿Mi visión del mundo y de la vida? Trágica y trascendente. ¿Mi historia? De amor, de odio, de venganzas, de burlas y de ofensas. Me llamo Marcial Pérez Armel, resido en Madrid, y tengo en muy alta estima el viejo concepto del honor".
Así arranca Una historia ridícula (Tusquets), la nueva novela de Luis Landero (Alburquerque, 1948), el autor de la celebrada y premiada Juegos de la edad tardía. Una novela en primera persona repleta de ironía y humor incluso en la tragedia protagonizada por un hombre "sin estudios superiores", aunque, como él diría, "sobre este asunto de los estudios, habría mucho que hablar" y que, cuenta, "antes que letras o ciencias, opté por la formación profesional", y tiene también "en estos tiempos ridículos que vivimos, mi propia filosofía de la vida y del mundo".
El protagonista se hace entrevistas a sí mismo y siente que ha sufrido más ofensas que casi todo el mundo
Un hombre que, afirma, "nunca hablo en vano", que a veces hace "disertaciones sobre un tema cualquiera, solo por el gusto de oírme disertar, o me hago entrevistas a mí mismo, como si fuese famoso, un filósofo, un científico, un explorador, un deportista o incluso un asesino a sueldo, y sé responder con prontitud y hondura a todas mis preguntas, por enrevesadas o maliciosas que sean". Y que siente que ha sufrido "más ofensas que casi todo el mundo" y no las olvida, y que añade que "también he odiado mucho, pero siempre en silencio y muy de puertas para adentro: ¿Quién no ha afilado su cuchillo en las sombras?".
Un hombre que cree que tiene un poder destructivo sobrenatural, que se define como matarife, filósofo y poeta -trabaja en un gran matadero industrial, donde llegó a jefe de planta- y al que el doctor Gómez, "ahora que está tan de moda la narración confesional", anima a contar en este libro nada menos que "la historia de mi vida a la vez que un ensayo sobre mí mismo". Y es sobre todo una historia de amor, la de su enamoramiento de Pepita, una mujer de clase muy superior, antes de la cual tenía "una vida desencantada y feliz". Todo narrado a partir de su única mirada en una historia delirante hasta el fin.
"Marcial es el que ha escrito esta novela, es el autor, y lo digo en serio, me he dejado llevar por su voz y su manera de ser"
"Una vez que escribí la novela pensé que parecía un personaje cómico de Thomas Bernhard", sonríe Landero, que explica que para él "Marcial es un resentido, un tío que viene de la infancia fuerte, porque tiene un nombre que está por encima de él. Le han puteado mucho en la infancia y llega a la edad adulta ya chamuscado y con ganas de ajustar cuentas y sin fiarse de nadie. Y sin saber amar porque cuando no te aman de pequeño difícilmente aprendes a amar de mayor. Es un resentido con causa". Y luego, asegura Landero, "para mí Marcial es el que ha escrito esta novela, es el autor, y lo digo en serio, me he dejado llevar por su voz y su manera de ser, que no tiene nada que ver con la mía".
"Me he puesto a su servicio, he sido un amanuense, ha sido la sensación que he tenido escribiendo esta novela", remarca Landero. ¿Una posesión? "No, más bien es un guiñol, ha sido la fuerza de su voz y su manera de ser, esta manera un poco engolada de hablar, un poco importanciosa, pero a la vez un poco ridícula. Extravagante pero a la vez un poco sabio. He conocido a muchos, gente a medio formar", aclara el escritor extremeño, que comenzó como guitarrista flamenco antes de lanzarse a la filología y, pasados los cuarenta, a la escritura, arrasando entre el público y la crítica.
Y razona que Marcial "es también un desclasado social y cultural y está fascinado con un mundo que es como para el gran Gatsby era el mundo de Daisy, el mundo de la elegancia, la distinción, la belleza, la cultura. De esa especie de aristocracia de espíritu, que es lo que él ve en Pepita, que no se llama Pepita sino Marisé o Marijó y a él le ofrecen las migajas del nombre, como un mendigo le tiran el nombre de Pepita. Es un hombre herido en su dignidad que intenta sobrevivir y un desclasado que intenta ascender y conquistar una mujer que no es para él y entrar en un mundo que le está vedado".
"Kafka nos ha enseñado hasta qué punto las minucias cotidianas pueden convertirse en pesadillas y marcar nuestra condición existencial"
Pero sobre todo, asegura, "para mí Una historia ridícula es un libro gracioso, cómico, me he reído mucho escribiéndolo, aparte de lo que pueda haber en él de trágico, dramático. Porque en Marcial hay un desnivel enorme entre su forma de hablar, habla desde las alturas, y lo que él hace: todo acaba al servicio de actos ridículos, pequeños, como los actores cómicos de cine mudo que iban a llevar una flor a la amada y de repente resbalaban con la cáscara de un plátano, se caían, se enredaban en las minucias de la realidad a pesar de que intentaban transcender".
Y, recuerda, "el maestro de todo eso es Kafka, el que nos ha enseñado a todos hasta qué punto las minucias cotidianas pueden convertirse en pesadillas y marcar nuestra condición existencial, hasta qué punto somos ridículos. Kafka ha sido para mí muy importante, no es que esté mucho en este libro, pero en el fondo sí está".
"No me he planteado la psicología de este personaje, ni sabría hacerlo, me he limitado a contar su historia, a hacerlo hablar"
Paradójicamente, Landero apunta que su protagonista "lo que menos soporta en la vida es quedar en ridículo, hay en él un afán de reivindicarse, piensa que se burlan de él, que incluso los lectores del libro que escribe se van a burlar de él, y también el doctor Gómez. Entra en conflicto con los lectores, con todo el mundo". Pero, remarca Landero, "hablo intuitivamente porque no me he planteado la psicología de este personaje, ni sabría hacerlo, me he limitado a contar su historia, a hacerlo hablar, él habla y le voy dando cuerda, pero conozco al personaje como lo puede conocer usted, ni mejor ni peor. Es un personaje que he visto en la distancia, y de la distancia nace el humor".
Un personaje que cree que por ejemplo que tiene superpoderes y puede causar el mal a los demás si lo desea. "¿Tú no has tenido nunca esa impresión? Porque todos de pequeños hemos pensado alguna vez...", sonríe Landero. Pero, ¿no es Marcial algo paranoico? "Yo eso no lo sé, eso el doctor Gómez. Tampoco me parece tan raro. A la vista del género humano, de los especímenes que tenemos a la vista, me parece que si Marcial es un paranoico, el mundo está lleno de paranoicos. Y conozco a varios, los veo en la televisión todos los días".
fuente: La Vanguardia