jueves, 29 de abril de 2021

La isla del Tesoro

La isla del tesoro de R.L. Stevenson, es un clásico que problablemente la mayor parte de los padres y madres de los niños y  niñas que particpan en el club juvenil, han leído. 

Unos cuantos años después, lo leemos también... pero en una versión en cómic de David Chauvel con la que no se pierde su esencia.  

¿nos gustaría irnos de aventuras a buscar un tesoro? por supuesto. Con el parche en el ojo y el loro en el hombro incluidos. 

Tiendascosmic: Cómics - La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson

La odisea contada a los niños

 

 

 

 

 

 

 En el club de lectura infantil hemos leído La odisea contada a los niños, de Rosa Navarro Durán. Una adaptación de este clásico griego, con la que conoceremos quiés es Ulises, Poseidón, Telémaco, Atenea o Penélope. 

Por cierto, ¿sabías que La Odisea es un poema  compuesto hace casi tres mil años, y que está escrita en griego, en 12.110 versos?

martes, 13 de abril de 2021

ARte, de Yasmina Reza

 

Yasmina Reza: «Lo que define a un creador es la libertad»

La autora de «Arte» conversó con Miguel del Arco, director de la producción española de la obra actualmente en cartel, sobre el texto, el teatro, el compromiso político o la creación artística

Julio Bravo Madrid Guardar

Hace algo más de veinte años, Yasmina Reza (París, 1959) fue a casa de un amigo suyo -un dermatólogo llamado Sergio, para más señas- y se encontró con que había comprado un cuadro absolutamente blanco. A pesar de que no era millonario, se había gastado en él 200.000 francos (el equivalente a unos 40.000 euros actualmente); la reacción de Yasmina Reza fue reírse, y su amigo Sergio lo hizo también, mientras admitía que había sido una locura.

Aquella anécdota se convirtió en una de las obras de mayor éxito internacional de las últimas décadas: «Arte», que actualmente se ofrece en El Pavón Teatro Kamikaze, interpretada por Roberto Enríquez, Cristóbal Suárez y Jorge Usón, bajo la dirección de Miguel del Arco. Con él conversó ayer, en el propio escenario de la función, la dramaturga francesa; en la charla, Yasmina Reza destiló alguna de sus lúcidas ideas acerca de la creación literaria, de la situación actual del teatro, el compromiso político y, naturalmente, de la que es su obra más popular -ha sido traducida a más de una treintena de idiomas y es la pieza contemporánea más representada-. «No me importa que me relacionen con esta obra solamente -reconoce-; por fortuna, otro de mis textos, “Un dios salvaje”, también tuvo mucho éxito -aquí no hubo una buena producción, pero en otros países sí- y popularmente no soy autora de una sola obra. De todos modos, me siento más cercana a otras piezas mías más atmosféricas».

Sonríe abrumada cuando escucha de labios de Miguel del Arco que «Arte» es «un clásico contemporáneo». «Es algo injusto -dice la dramaturga-; sobre un texto tiene que pasar el tiempo para ser considerado un clásico. Lo es cuando cien años después de escrito sigue siendo contemporáneo». Sin embargo, algo de razón debe tener Del Arco cuando la autora revela que la obra se estudia en los institutos franceses, en una edición especial para alumnos que incluye preguntas sobre el texto que ella misma, confiesa, no sabe contestar.

Una tragedia

Yasmina Reza, sin embargo, no tiene dudas cuando se le pregunta si «Arte» es «una comedia o una tragedia». «Una tragedia», responde rotunda, y a continuación explica lo que ella entiende por humor -la obra siempre provoca carcajadas en el público-: «ser sensible al ridículo de las cosas; no es el gag ni el chiste; es el exceso, dar un paso adelante, y en mis obras se ríen, creo, por esto». Y es una tragedia porque la obra habla, según su autora, «del desgarramiento de una amistad, y eso es verdaderamente trágico». Por ello, reconoce, le gusta la versión dirigida por Miguel del Arco. «Se pone el acento en ese aspecto. “Arte” habla de una pasión amorosa, no de una amistad distante; en esta función hay celos, hay posesión, hay cambios de bando... La amistad no es tranquila, es una pasión feroz».

No todo fueron parabienes para la obra, sin embargo, el día de su estreno. Yasmina Reza recuerda que se le tachó de misógina, «porque los protagonistas son tres hombres y las mujeres de las que se habla salen mal parada; pero es que yo partía de un hecho real y de tres hombres reales, que hablaban así de sus mujeres». Tampoco en el universo del arte contemporáneo fue muy bien acogida, por la crítica -bastante evidente- que se hace del esnobismo que existe en este mundo. «En Francia me tacharon de reaccionaria; sin embargo, en Estados Unidos varios museos y galerías regalaban entradas a sus clientes y me invitaban a sus exposiciones».

Precisamente del estreno en Nueva York cuenta Yasmina Reza una anécdota que le ayuda a ilustrar una cuestión acerca de la «propiedad» de las obras teatrales al subir a escena. «El éxito que la obra tuvo en Londres, donde se presentó traducida por Christopher Hampton (el autor de «Las amistades peligrosas») hizo que se estrenara en Broadway. Se hizo una lectura con los actores para “americanizar” la versión –narra la dramaturga-; teníamos todos el original francés y la traducción inglesa, que es la que se leyó. Alan Alda, que habla francés, hacía sugerencias para la adaptación americana muy divertidas; yo las aceptaba encantada, pero Christopher Hampton decía que no, que no era lo que yo había escrito. ¿Quién puede saber mejor que el autor lo que ha escrito? Él insistía. Volvimos luego al hotel y tuvimos una discusión metafísica sobre a quién pertenecía el texto».

Peligros

A Yasmina Reza no le gusta que la definan como «artista». «Es un término que implica un estatus social que no me gusta; cuando se alcanza acechan todos los peligros. Hay algo en el artista que debería permanecer asocial; debe mirar hacia adentro y mantener siempre un punto de rebeldía, porque lo que define a alguien que crea es la libertad, y eso está reñido con los honores sociales. Por eso no me gustan las entrevistas, no hago televisiones ni firmas de libros: para protegerme. De todos modos, no estoy tan loca como para pensar que soy absolutamente libre».

Toca hablar ahora del compromiso político del creador. Yasmina Reza se muestra igual de contundente que en el resto de la charla. «Estamos en una sociedad política y de hechos; es imposible abstraerse. Todo es posicionamiento, y más en un escritor: todo lo que se escribe es político. Si no, no eres de tu tiempo. Pero creo que los escritores no deben expresar sus opiniones políticas, porque destiñen y condiciona el pensamiento de los lectores».

En los últimos años, Yasmina Reza ha asumido la dirección de sus textos -no descarta dirigir los de otros dramaturgos-. «He tenido la suerte de que mis obras han sido montadas por grandes directores, pero con el tiempo me he dado cuenta de que quería ofrecer mi propia visión de mis textos; me encanta dirigirlos. Es una continuidad de la escritura; en ese momento no trabajo como autora, sino como cualquier otro director, pero tengo el ritmo de los textos, y así se lo marco a los actores».

Actriz

Ella misma fue actriz, y piensa que haber pisado el escenario ha sido «fundamental» en su trabajo como autora y como directora -y coincide con ella Miguel del Arco-. «No hubiera escrito teatro como lo he hecho si no conociera el ritmo, los silencios... Mi experiencia como actriz me ha llevado en muchas ocasiones a quitar palabras».

Actores y director, precisamente, son la piedra angular del teatro, dice Yasmina Reza, tirando una piedra sobre su propio tejado. «Un buen texto en manos de malos actores y un mal director puede convertirse en una función atroz, pero unos grandes actores y un buen director pueden hacer un gran espectáculo con un mal texto».

Ahora, Yasmina Reza es una autora consagrada y sus obras tienen la publicación y el estreno garantizados antes incluso de ser escritas. Pero no fue igual al principio. «Los comienzos en el teatro son extremadamente difíciles, y ahora más todavía. La tendencia general del teatro hoy en países como Francia o Alemania -no conozco el caso de España- es de hacer espectáculos sin textos dramáticos. El autor dramático vivo molesta; cuando está muerto ya no, porque se le puede cortar, reescribir... Ahora mismo se presenta un Chéjov en el Odeón de París que apenas tiene un puñado de palabras de Chéjov. Una obra de teatro no es ya necesaria para hacer teatro. 

                                                                                                                                                  fuente: ABC 

Yasmina Reza: “El éxito no es una confirmación del talento”

La dramaturga francesa habla sobre su teatro, el oficio de escribir y su familia judía, felizmente desenraizada

El teatro y su retrato de las clases medias acomodadas han encumbrado a Yasmina Reza. o

Yasmina Reza (París, 1959) parece incómoda con el éxito que le llegó siendo apenas treintañera y que no le abandona. Hoy, con 53 años, es una autora consagrada que ha recibido los principales premios de teatro, en Francia, Reino Unido y Estados Unidos, y que ha visto ampliadas sus audiencias gracias a la versión cinematográfica de Un dios salvaje, realizada por su amigo Roman Polanski. Reza se niega a analizar y a explicar sus obras, en esta entrevista que concede coincidiendo con la aparición en español en un único volumen de Tres versiones de la vida y Una comedia española, publicados por Alba en su colección Artes escénicas/Textos, en la que ya se ha editado Un dios salvaje. La escritora responde por Internet a un cuestionario de preguntas del que pide se excluya cualquier alusión a las pasadas elecciones francesas. Celosa de su imagen, Reza escoge también la fotografía que ilustrará el texto.

Yasmina Reza escribió Arte, su primer gran éxito internacional, en seis semanas, en 1994. ¿Le costó digerir la fama o podríamos decir, parafraseando a Giulio Andreotti, que el éxito desestabiliza al que no lo tiene?

—El éxito no es, evidentemente, un acontecimiento que se pueda aceptar de manera neutra. Es algo que “desestabiliza” en el sentido literal del término, como todo deseo que llega a realizarse. El éxito provoca muchos malentendidos. Entre la gente que te admira, muchos lo hacen por razones que, en tu opinión, no son las correctas. Esa es la razón de que no proporcione seguridad. Nunca he pensado que el éxito sea una confirmación del talento.

No todas las obras de Reza —que ha explorado también la novela con Hammerklavier, Una desolación o Adam Haberberg— han sido éxitos fulminantes. Sin embargo, hay pocos casos en la literatura actual en los que un autor sintonice de una manera tan rotunda con el público en diferentes formatos. Reza demostró dominar el relato periodístico con su libro El alba la tarde o la noche, sobre el expresidente francés Nicolas Sarkozy, al que siguió durante toda la campaña previa a las elecciones de 2007. Un libro que se vendió en Francia como rosquillas. Su retrato no totalmente negativo de Sarkozy, como ella descendiente de inmigrantes judíos, no gustó demasiado a la izquierda.

Los grandes actores no dejan de sorprenderme. Me asombran, van más allá de lo que yo esperaba”

Pero es el teatro, y su retrato de las clases medias acomodadas y aparentemente triunfadoras y civilizadas, lo que le ha convertido en un nombre de referencia. Piezas que indagan en las trampas de la existencia, como Tres versiones de la vida, escrita en 2000, que trata de los sacrificios que exige la sociedad al que quiere llegar a lo más alto. ¿Puede el talento evitar esa servidumbre? “Es difícil responder de una forma general. En lo que me concierne, no he tenido en cuenta nada más que mi cabeza”, responde la escritora. “Nunca he escrito nada que no hubiera nacido de un deseo personal. He sido muy solicitada, pero creo que me resulta más fácil decir no que sí”.

Reza no exagera. Desde mediados de los años noventa ha sido cortejada por multitud de directores, ansiosos de llevar sus obras a la escena, o al cine. En Estados Unidos se la presentó como una mezcla de Molière y Woody Allen. Una combinación que ni siquiera toma en cuenta. “No tengo una mirada analítica sobre lo que hago. Mis textos puramente literarios no tienen nada que ver con esas comparaciones”, dice. Tampoco es partidaria de dar nombres cuando se le pregunta por los autores que prefiere. “No me gusta citar a escritores contemporáneos porque siempre que lo hago, enseguida pienso ¡oh, me he olvidado de aquél!”.

Incómoda con su perfil de triunfadora, reforzado con el estreno de Un dios salvaje, escrita por encargo y en pocas semanas, en 2006, se niega a abordar el tema cuando se le pregunta cómo ha conseguido conquistar a los espectadores de medio mundo. “No lo sé. No lo percibo así”. ¿Tendrá algo que ver con su capacidad de describir personajes de un mundo global? ¿Acaso no podrían ser, aparte de parisienses, londinenses, neoyorquinos o madrileños los tres amigos de Arte, o las dos parejas de Un dios salvaje?

—Sinceramente, no me corresponde a mí contestar eso. No soy socióloga. Y me niego a ser una comentadora parásita de mis escritos.

Su éxito internacional fue visto con cierta suspicacia en Francia. En 2009, en declaraciones a The New Yorker, se quejó de los periodistas de izquierdas “en cuya opinión el éxito es de derechas”. ¿Quizás les molesta su desprecio por la intelectualidad francesa?

—Perdone, pero de nuevo me resulta difícil contestar, porque la situación es complicada y está evolucionando. El éxito, en Francia, pero creo que también en otros países, es percibido, a veces, erróneamente, como falta de integridad. Usted me asocia con el éxito porque me habla de textos que han dado la vuelta al mundo. Pero también he escrito cosas que me gustan tanto o más, que han funcionado de una manera más modesta. Por otra parte, siempre me las he arreglado para no ser prisionera de un solo género. No desprecio a los intelectuales lo más mínimo. Al contrario. Pero no tenemos el mismo oficio. El intelectual se ocupa de pensar el mundo, intenta descifrarlo, acosa una verdad oscurecida. El escritor critica el mundo, lo interpela, busca su propia verdad que no tiene el menor valor de ejemplo. El escritor no es un intelectual.

Un aspecto fundamental de sus obras es que sus personajes no son buenos ni malos en estado puro. Solo personas comunes. Simples ciudadanos, miembros de una sociedad desarrollada, más proclives quizás, por ese motivo, a sufrir episodios de violencia. “No. El principio de la civilización, de todas las civilizaciones pasadas y presentes, es contener la violencia, el salvajismo inherentes al hombre”, precisa la autora.

Podría pensarse, leyendo sus obras, que Yasmina Reza está más interesada por el universo masculino que por el femenino. “Durante mucho tiempo me sentía más protegida creando personajes masculinos. Pero desde hace años ya no es el caso”, aclara ella. “Mi última obra, Comment vous racontez la partie (Cómo cuenta usted la partida), tiene como heroína a una mujer. Una comedia española explora más a las mujeres que a los hombres”.

En Una comedia española habla de actrices, un territorio que conoce bien Reza, que estudió interpretación en la escuela Jacques Lecoq de París, y ha probado varias veces lo que se siente sobre un escenario. Una experiencia que califica de “esencial”, en su obra. “No habría escrito nunca de la manera que lo hago, en mi opinión muy económica, si no hubiera tenido la experiencia de la interpretación. Escribo dejando un hueco muy importante a los silencios, al subtexto, a todo lo que acompaña a las palabras y puede ser utilizado por el actor”. En cuanto a los actores, declara su “afecto” sin fisuras por su trabajo. “Les debo mucho. Pienso en ellos cuando escribo teatro. Les doy lo que me parece mejor para la interpretación futura, pero los grandes actores no dejan de sorprenderme. Me asombran, van más allá de lo que yo esperaba. He tenido la suerte y el privilegio de ver mis obras interpretadas por grandes actores en diferentes idiomas. Siempre me han enseñado mucho. Incluso sobre el sentido profundo de mi escritura”.

Y sin embargo, abandonó con gusto una profesión que ha calificado de “desastrosa” por el grado de dependencia que conlleva. Reza, madre de dos hijos, Alta, abogada penalista de 23 años, y Nathan, aspirante a cantante, de 19 años, nacidos de su relación con el cineasta Didier Martiny, se ha distinguido siempre por su espíritu independiente y su interés por probar su talento en todos los frentes.

En 2009 dirigió una película, Chicas, basada en Una comedia española. El filme pasó desapercibido, pero la escritora se declara satisfecha. “Me encantó. No tengo la impresión de haber hecho algo diferente de lo que hago normalmente. Tenía la impresión de estar escribiendo de otra manera, con otras herramientas”. Chicas cuenta la historia de una madre, con algunos rasgos de la propia madre de la autora, y de sus hijas. Y es que su familia es un tema importante para la escritora.

“Mis orígenes son muy complejos”, cuenta. “Mi padre era judío de Samarcanda, nacido en Moscú. Mi madre es húngara y también judía. Tengo la herencia doble de los sefarditas y de los asquenazis. Sin embargo, ninguno de los dos era religioso ni interesado en las tradiciones. Mi familia era la quintaesencia de la familia cosmopolita, feliz de no estar cargada de raíces. Lo contrario de lo que la mayoría de la gente busca”. La falta de raíces, el sentirse un poco externa a la sociedad en la que nació (un suburbio de clase media de París), ha marcado su obra. A tenor de su éxito, habría que decir que de manera positiva, pero Reza lo considera irrelevante en su trabajo. “Todo es bueno para un escritor. Funciona con lo que tiene. El escritor no depende en absoluto del contexto. Para un escritor es buena tanto la guerra como la vida tranquila. De todos modos, por definición está mal adaptado”.

fuente: El País 

Yasmina Reza


Yasmina Reza nació en París. Su padre, nacido en Moscú, descendiente de una familia judía expulsada de España por la Inquisición y que se refugió en Uzbekistán, y su madre, violinista, de una familia de judíos húngaros, se conocieron en París.

estudió Sociología y Teatro en la Universidad de Nanterre. Además de francés, habla inglés y alemán. Comenzó a actuar en papeles de obras nuevas o clásicos de Molière o Marivaux. En 1987, escribió Conversations après un enterrement (Conversaciones tras un entierro), que recibió el premio Molière.

Después de esto, tradujo La metamorfosis de Franz Kafka para Roman Polanski, lo que le valió una nominación para el premio Molière a la mejor traducción. Su segunda obra, La Traversée de l'hiver (La travesía del invierno), ganó también el premio Molière. Su tercera obra teatral, L'Homme du hasard (El hombre del azar), tuvo mucho éxito en varios países. Su obra Art (Arte), ganó también el premio Molière y fue otro éxito internacional.

Más de una década después, volvió a la actualidad con otra obra de éxito, Le dieu du carnage (2007), conocida en español como Un dios salvaje; que fue adaptada al cine por Polanski en 2011, con un rutilante reparto: Jodie Foster, Kate Winslet, John C. Reilly y Christoph Waltz.

Ha recibido los más prestigiosos galardones por sus obras tea­trales (como el Molière, el Laurence Olivier, el Theater Houte y el Tony).

Fuente: anagrama, Wikipedia

lunes, 12 de abril de 2021

podcast, la memoria donde ardía

La memoria donde ardía

 

"Hay un silencio total sobre el dolor que a veces significa ser madre"

  • Socorro Venegas explora en 'La memoria donde ardía', un conjunto de relatos breves de gran poso autobiográfico, la experiencia del duelo, la enfermedad y el sufrimiento a través de historias de niñeces y maternidades "incómodas"

La escritora mexicana Socorro Venegas (San Luis Potosí, 1972), durante su visita a Sevilla.

La escritora mexicana Socorro Venegas (San Luis Potosí, 1972), durante su visita a Sevilla. / José Ángel García

En su primera visita al Museo del Prado, Socorro Venegas se sintió totalmente imantada por las pinturas negras de Goya. Jovencísimo como lo era también ella, su marido la acompañaba pero en aquel instante curioseaba en otras salas. A solas, hechizada ante el Perro semihundido, aquella mujer que disfrutaba de la feliz ligereza de la vida a los veintialgo no sabía, no podía saber, que poco después de aquel viaje ella enviudaría. Veinte años ha tardado Venegas en ser capaz de evocar –en el relato Pertenencias– aquellos minutos de extraña plenitud e hipnosis frente al enigmático perro goyesco, que para siempre quedó asociado en su memoria a la pérdida del compañero cuando la vida acababa de empezar.

De esta clase de experiencias –o "catástrofes interiores", como ella las llama– se nutre La memoria donde ardía (Páginas de Espuma), un libro macerado durante casi 20 años y de inspiración autobiográfica, en el que la escritora mexicana aborda en 19 relatos breves cuestiones "delicadas": la muerte, el duelo, la enfermedad, la maternidad conflictiva, el vacío que deja el amor cuando se esfuma... A estas inmersiones a pulmón en las noches oscuras del alma se entrega Venegas con vocación lírica –"soy una obsesiva lectora de poesía: busco un lenguaje esencial, imágenes exactas, decir mucho con poco, no perder intensidad"– y marcada inclinación hacia el extrañamiento y las atmósferas inquietantes: "Mis cuentos parten de situaciones realistas, pero a partir de ahí me gusta que a veces sucedan cosas que no sabe ya si son una metáfora, un símbolo o algo que de verdad está pasando. Me interesa la incomodidad, crear ciertos misterios, pero no para resolverlos, sino para preservarlos".

–¿Trata más este libro sobre el dolor o sobre la supervivencia?

–Cuando terminé el primer borrador, pensando en aquello que conectaba todas las historias, sentí que era un homenaje a los sobrevivientes. Es un libro sobre cómo en medio de un dolor muy profundo también puedes encontrar dentro de ti cierta belleza, la razón por la cual no saltas por la ventana. Pero también es un libro sobre el dolor, sobre cómo lo atraviesas y cómo te reconstruyes.

–"¿Estaremos hechos más de lo que olvidamos que de aquello que recordamos?". Así comienza el relato que da título al libro, y da la impresión de que esa frase es clave para entender su manera de concebir la relación con la propia memoria así como el propósito mismo de todos los cuentos de este libro...

–Sin duda. Todo cuanto olvidamos o decimos que hemos olvidado nos constituye de la misma manera que lo que sí elegimos traer al presente, a nuestra vida, aquello que seguimos relatándonos a nosotros mismos para explicarnos lo que hemos vivido. Eso se elige. Hacerse esa pregunta es muy importante si hablamos de escritura: en qué momento puedes sentarte a escribir si quieres hacerlo de algo que te ha ocurrido. Si se trata de una experiencia dolorosa, pienso que el momento en el que de verdad puedes escribir de ello es cuando por fin eres capaz de elegir cómo quieres recordar o cómo quieres contarte a ti mismo esa experiencia que explica lo que eres ahora. Eso también se decide y se elige en un momento dado. Y a eso me refiero cuando digo que a mí lo que me interesa, cuando hablamos de la experiencia del dolor, no es escribir sobre la herida, sino desde la cicatriz de esa herida.

"Para mí la literatura funciona mejor desde la anomalía, cuando da voz a todo aquello que queda fuera de la norma"

–Todas las historias están protagonizadas por mujeres y niños. ¿Hay en esta elección algo que va más allá de una mera decisión narrativa?

–Quería mostrar específicamente la mirada de niños y mujeres porque a menudo son subestimados. Lo que yo principalmente hago en estos cuentos es seguir ciertas obsesiones, explorarlas literariamente, y por supuesto que hay en ellos también una mirada que con toda la voluntad del mundo quiere ser transgresora. Esto creo que queda muy claro en las historias sobre maternidades anómalas o incómodas, que quieren cuestionar eso que siempre nos han contado: que lo más maravilloso que le puede ocurrir a una mujer es ser madre. En las sobremesas se habla de a qué escuela llevas a tu niño, hay chats de padres para organizar fiestas de cumpleaños, pero en cambio hay un silencio total acerca del dolor que a veces significa ser madre.

–Retrata usted en varios relatos a mujeres, a madres que no quieren o no pueden aceptar a sus hijos. ¿Hay algún tabú más definitivo que ése?

–Imagínese, si ya es tabú hablar de depresión post-parto o de las mujeres que deciden no ser madres, como si no estuvieran queriendo cumplir con el papel que la naturaleza les asignó. En las presentaciones del libro muchas lectoras me están contando sus historias, y no pocas de ellas serían extraordinarios relatos. Hace poco, una de ellas se acercó, traía a un niño de la mano, de unos 9 o 10 años, y me dijo: Quiero que mi hijo escuche lo que le voy a decir. Cuando me preguntan cuál es mi máximo logro, digo que mi máximo logro no es haber sido madre, sino haber terminado mi doctorado. Ojalá las mujeres pudieran decir lo que piensan verdaderamente y no lo que socialmente sabemos que hay que decir para no ser juzgadas. Yo me hago preguntas acerca de todas estas cuestiones partiendo de los extremos, porque, para mí, la literatura funciona mejor cuando trabaja desde la anomalía dando voz a cuanto queda fuera de la norma.

  La escritora mexicana, después de la entrevista.

–Hay muchas imágenes perturbadoras de esas madres conflictivas, pero no menos lo son las de sus niños: crueles, sometidos a grandes sufrimientos, plenamente conscientes de su mortalidad... ¿Por qué le interesaba explorar la niñez en esa dimensión tan enormemente dura?

–Suele verse a los niños como personajes menores, como si sus experiencias fueran menos importantes precisamente por ser más pequeños, y por eso muchos hablan de ellos con mucha condescendiente. Y por esta razón también, supongo, los adultos procuran con mucho empeño, y lo logran, olvidar la infancia, su propia infancia. Pero los niños no son seres menores, ni la infancia debería ser ese proceso llamado a ser olvidado y superado cuanto antes. Por eso me interesaba mostrar a los niños como inesperados y poderosos personajes capaces de ejecutar un destino. ¿Les pasan cosas durísimas en estos relatos? Sin duda. Pero yo creo que cuidar a un niño significa comunicarle, transferirle la complejidad del mundo, no ahorrársela ni subestimarlo pensando que no va a poder comprenderla. Desgraciadamente algunos niños llegan a esa comprensión empujados por situaciones vitales terribles, como la enfermedad, y entonces parecen incluso más maduros que los propios adultos. Dije antes que este libro es un homenaje a los sobrevivientes, y es cierto, pero he de decir que Los aposentos del aire, ese cuento concretamente, es un homenaje a una sola persona, a alguien que no sobrevivió, a mi hermano, que murió de cáncer con 9 años. Yo pensaba en cuánto me hubiera gustado que él se hubiera enamorado, que él antes de morir hubiera sabido o intuido lo hermosa que es esa experiencia, y eso es lo que exploro en ese cuento. Viví de primera mano toda su enfermedad, cómo pensaba él, qué sentía, cuánto sabía de lo que le pasaba pese a que los adultos se esforzaran en fingir que él no sabía... Por eso planteo en este libro infancias tremendas, siempre con niños que no son solamente en potencia, sino capaces de. Es decir, este libro no de esos en los que los niños se cuidan del lobo, aquí los niños son capaces de ser ellos mismos lobos.

fuente: diario de Sevilla 

 

Socorro Venegas: “El cuento es solo una cuestión de tiempo”

La escritora mexicana presenta en la FIL 'La memoria donde ardía', relatos cortos entre la maternidad y la muerte

Socorro Venegas en un café de Ciudad de México.
Socorro Venegas en un café de Ciudad de México.

En la nueva novela que está armando Socorro Venegas nadie se muere. Eso, se ríe, es lo más cerca que ha estado nunca de la ficción absoluta, de una invención plena que no haya atravesado su cuerpo, su alma ni su mente. “Porque escribir siempre es una autoexploración, no te puedes alejar nunca de tu propia mirada, de lo contrario la literatura dejaría de ser auténtica. La autoficción no es más que un artificio, la mera necesidad de hablar de un género nuevo”. La escritora mexicana (San Luis Potosí, 1972) quiere volver al mundo de los vivos. Pero estos días anda presentando aún su último libro en la FIL (viernes, 19.30), en el que la muerte salta de un relato a otro. Mejor dicho, el principio y el fin de la vida se dan la mano entre las páginas en una extraña atmósfera que ella define como “la de los supervivientes”.

En estos cuentos, es verdad, ya no está el “aullido puro” del dolor pero sí el estado de ánimo que dejan las cicatrices. Y gran parte de esas historias han atravesado su cuerpo y su alma en el pasado: el padre alcohólico, el hermano muerto apenas en el alba de su existencia, un primer marido también enterrado... Ese es el pasado que aún le quema a Venegas y que da título, pidiendo un pequeño préstamo a Quevedo, a este libro editado por Páginas de Espuma: La memoria donde ardía.

Como buena mexicana, al lado de los que ya moran bajo nuestros pies sitúa a los que apenas acaban de nacer y los deja compartiendo la misma niebla que no acaba de despejarse, apenas deshilachada, al final del cuento. La maternidad es recurrente en estas breves historias impregnadas de experiencia, pero una maternidad tan estudiada como sentida. Un ejercicio liberador, alejado de los grilletes que impone la sociedad: maternidades fuera del canon, lejos del umbral de la dicha, nacimientos no asumidos, convivencias corporales enrarecidas. “Muchas mujeres sienten todavía ese desacomodo del alma cuando hablan de la maternidad. Si les preguntan qué fue lo mejor de sus vidas algunas se ven obligadas a decir que sus hijos, cuando es su trabajo, por ejemplo. Así me lo han contado. Mostramos esas cautelas porque sabemos que no nos perdonan que no podamos con todo. Yo misma llegué a un acuerdo con mi pareja para que él llevara al niño al colegio y todos sabían que yo era la madre, pero si alguna vez me acerqué a recogerlo me preguntaban: ¿Y tú quién eres, por qué niño vienes? Era su forma de reprocharme mi supuesta falta de dedicación”. Los hijos, el trabajo, los cuidados, la felicidad obligada de los roles femeninos.

¿Es quizá esa falta de tiempo lo que hermana a tantas escritoras con el relato corto? “Desde luego es una de las razones. Los cuentos no son más fáciles que las novelas, pero permiten ciertas interrupciones y un ejercicio más a salto de mata: grabas en el teléfono móvil una imagen o una idea que te asalta en el metro como el que caza una liebre y puedes dejarlo sin desarrollarlo mucho más”. Como en una receta de cocina, se deja sazonar y finalmente se busca que todo se dore por igual, es decir, que los relatos guarden una relación, que compartan una unidad. Tiempo: “Pueden pasar años hasta que el libro esté listo”. Dificultad: “La misma que una novela, pero la novela requiere continuidad, si la abandonas ella puede abandonarte a ti”. “Escribir cuentos es solo una cuestión de tiempo”, insiste Venegas.

Ha de admitirse entonces que muchas mujeres no han alcanzado todavía esa habitación propia que mencionaba Virginia Woolf en la que refugiarse a pensar y completar una novela, un ensayo.  Venegas asiente y lo hace de nuevo cuando se le pregunta si acaso ese cuarto propio no es, en ocasiones, la propia mente femenina, vagando entre tantas obligaciones o pasiones. Muchos intereses y deberes —impuestos o soñados— que no dejan espacio a la concentración que se necesita para armar una novela. Asiente Venegas. “Escribir sigue siendo un privilegio”. “Creo que la gran aportación de la editorial Páginas de Espuma ha sido esta dedicación al cuento, lo han colocado como un género apetecible, junto con la novela”.

En este pequeño libro para leer aunque no se disponga de mucho tiempo, deja Venegas su sello en un género no siempre bien valorado. Quizá leer también se ha convertido en un privilegio en estos días tan estrechos. Venegas propone caminar junto a la memoria del superviviente que aún se duele de su miembro amputado. No es autoficción. "Mi única aspiración, como decía Lowry, es contar algo nuevo sobre el fuego del infierno".

fuente: El País

Socorro Venegas


 

BIOGRAFÍA

Socorro Venegas nació en San Luis Potosí, México, en 1972. Estudió comunicación social en la UAM-X. Ha colaborado en diversos medios como redactora y guionista: La Jornada de Morelos; programa de radio La Divina Comedia de Radio Educación, Mala Vida, Blanco Móvil, El Nacional, El Universal, Mala Vida, y Tierra Adentro. Fue becaria del FOECA-Morelos, 1995; del FONCA, 1997 y 1999; del Centro Mexicano de Escritores, 2001; y del Writers Room de Nueva York 2003.

Con el libro de relatos Todas las islas logró el Premio Nacional de Poesía y Cuento Benemérito de América 2002. Su primera novela apareció en 2004 con el título de Será negra y blanca, y obtuvo el Premio Nacional de Novela Ópera Prima Carlos Fuentes. Le siguió Vestido de novia en 2014.

 

BILIOGRAFÍA
La risa de las azucenas (1997)
La muerte más blanca (2000)
Todas las islas (2002)
Será negra y blanca (2004)
Vestido de novia (2014)

 

PREMIOS
Premio Nacional de Novela Ópera Prima Carlos Fuentes 2004
VI Premio Nacional de Poesía y Cuento Benemérito de América 2002

 

ENLACES
https://es-es.facebook.com/socorro.venegas.56
http://www.ficticia.com/cuentos/plenilunio.html.html
http://www.vanguardia.com.mx/socorrovenegaseldolorsinvelointelectual-2114911.html
http://www.homines.com/palabras/entrevista_socorro_venegas/index.htm
https://www.youtube.com/watch?v=oF36wfil9is

lunes, 5 de abril de 2021

Mujeres escritoras e ilustradoras

Desde  los clubes de lectura infantil y juvenil nos sumamos a la iniciativa que lanzó Radio colores, la radio comunitaria de la Universidad Popular de palencia por el 8 de marzo, para poner en valor a distintas mujeres. En nuestro caso, hemos grabado varios audios hablando de escritoras e ilustradoras de literatura infantil y juvenil.