Yuval Noah Harari
Por Camila Diaz en enero 15,
2019
Yuval
Noah Harari (24 de febrero de 1976) historiador y escritor. Nació en Kiryat
Atta, Israel. Es un reconocido profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén
conocido por sus obras: Sapiens: de animales a dioses, Homo Deus: breve
historia del mañana y 21 lecciones para el siglo
XXI. Sus
padres son judíos con raíces en Europa oriental. Se especializó en historia
medieval y militar. Luego, obtuvo su doctorado en la Universidad de Oxford en
Inglaterra.
Publicó varios libros y artículos en inglés y francés sobre historia
military en el medievo tales como, Special Operations in the Age of Chivalry
1100-1550, The Ultimate Experience: Battlefield Revelations and the Making of
Modern War Culture, The Concept of “Decisive Battles” in World History,
Armchairs, Coffee and Authority: Eye-witnesses and Flesh-witnesses Speak about
War, 1100-2000. El
primero le aseguró popularidad y reconocimiento a nivel mundial. Este texto fue
publicado inicialmente en hebreo y cuando llegó su momento de fama fue
traducido a unos treinta idiomas. El texto expone la historia de la humanidad
desde el principio de la evolución del Homo sapiens, la Edad de Piedra, hasta
las revoluciones políticas del siglo XXI.
Para difundir sus
obras ha realizado una serie de conferencias digitales de manera gratuita: Breve historia de la humanidad.
Más de 100 000 personas se han
inscrito a sus conferencias en la plataforma TED. No solo ha hablado del pasado
sino del futuro cercano, Harari asegura que los humanos vamos a estar
enfrentados con una nueva serie de retos. El autor explora los proyectos, los
sueños y las pesadillas que irán moldeando el siglo XXI: superar la muerte
hasta la creación de la inteligencia artificial.
El historiador en los
libros Homo Deus y lecciones para el siglo XXI expone que el epicureísmo es la
filosofía dominante en la sociedad actual; en la sociedad occidental por su
carácter ilustrado, racional y por su poderío económico y militar. El
epicureísmo se caracteriza por el alejamiento en la creencia en dioses, el
materialismo del mundo existente, la ausencia de temor a la muerte, la
satisfacción razonable del placer sin caer en el deseo ni en el miedo y la
práctica de la razón como guía de conocimiento. Harari expone que le evolución
del hombre alcanza en los tiempos presentes una posición privilegiada que lo
impulsa a ser consecuente con su humanidad globalizada y compleja.
Harari también maneja
la idea del dataísmo,
ubicándola en su contexto histórico. Argumenta que todas las estructuras
políticas o sociales competidoras pueden ser vistas como sistemas de
procesamiento de datos. Es necesario entender que el dataísmo consiste en flujos
de datos y que el valor de cualquier fenómeno se determina por su contribución
al procesamiento de datos
Harari, un
investigador joven que tomó la decisión de ser vegano y practicar la meditación
Vipassana,
ha sido leído y recomendado por personajes como Barack Obama y Mark Zuckerberg.
Actualmente reside en un moshav cerca de Jerusalén con su marido. Asegura que
las diferencias biológicas van a abrir la brecha de desigualdad en un futuro y
que la libertad, la democracia, y los derechos humanos se encuentran en
peligro. En una entrevista aseguró: Cuanto más globalizada y automatizada es la
economía, menor es el poder de la clase obrera.
Sobre su profesión
afirmó:
los
historiadores no ven el presente como algo natural y eterno. Debemos utilizar
este conocimiento para mirar hacia el futuro con una perspectiva más abierta,
para darnos cuenta de que hay alternativas a los sistemas políticos, económicos
y sociales que dominan el mundo hoy. Y esto es lo que intento hacer. No
predecir el futuro, algo que es imposible, sino abrir mentes y pensar de una
forma más creativa sobre el futuro.
Distinciones
Harari recibió el premio Polonsky
por la creatividad y originalidad, posteriormente fue galardonado con el premio
Moncado de la «Society for Military History» por sus artículos que ha redactado
sobre historia militar. En 2012, se convirtió en miembro del foro de jóvenes
universitarios de la Academia Israelí de Ciencias y Humanidades
FUENTE: Historia-biografía.com
La larga vida de los ‘Homo sapiens’
Harari ofrece
una historia de la humanidad provocativa donde la crueldad gana a la ética
Carlos Martínez Shaw 18 SEP 2014 ELPAÍS
Profesor de Historia de la Universidad Hebrea de
Jerusalén, el autor, que se había doctorado con una tesis sobre las memorias de
los soldados medievales, nos presenta ahora un ensayo divulgativo para
determinar los principales hitos de la historia del Homo sapiens, desde
su aparición hace 200.000 años hasta el momento actual. Naturalmente, un relato
de este tipo lleva consigo señalar sólo los acontecimientos más relevantes,
dejar largos periodos casi en blanco y asignar un holgado espacio a la
interpretación personal de los hechos. Al mismo tiempo, si quiere garantizarse
un público amplio, debe echar mano de unos recursos expositivos que combinen
las abundantes lecturas con un lenguaje directo y desenfadado, lo que
constituye sin duda uno de los principales atractivos de la obra.
Dividida en cuatro partes, la primera nos enfrenta con
los orígenes del mundo (campo para la física, la química y la biología), con la
aparición sobre la Tierra del género Homo, con su evolución hasta llegar
al triunfo del Homo sapiens sobre otras especies humanas (que quedaron
extinguidas) y animales (a la aniquilación de muchas de las cuales contribuyó
de forma efectiva como mayor serial killer de la Tierra), mientras se
producía una "revolución cognitiva" con la creación de un lenguaje
ficcional como fundamento de su superioridad (el punto "en el que la
historia declaró su independencia de la biología").
La segunda
parte trata de la revolución neolítica, aquí llamada “revolución agrícola”, es
decir, ese momento que transformó la sociedad de cazadores-recolectores nómadas
en otra de agricultores y pastores sedentarios, hace unos 10.000 años. Ahora
bien, este escalón del progreso humano se complementó con la aparición de
organizaciones complejas para ordenar la producción y la distribución de los
acrecentados bienes, lo que conllevó inevitablemente la jerarquización de los
grupos, de modo que las clases superiores (reyes, sacerdotes, administradores,
grandes propietarios) tendieron a la discriminación y la opresión de las masas
de trabajadores. Aquí el autor abre un espacio para el estudio del patriarcado,
es decir, del predominio del hombre sobre la mujer, que las sucesivas
ideologías han tratado de legitimar como el “orden natural de las cosas”, que
ni es orden ni es natural, sino una forma más del dominio histórico de los
grupos más poderosos sobre los más débiles.
La tercera parte ya
nos lleva a la edad moderna, al periodo de la primera globalización y de la
aparición de los grandes imperios mundiales, como el español o el británico.
Imperios que tienen su base en la ambición, es decir, en el dinero, por mucho
que se disimule bajo la capa de la "pesada carga del hombre blanco" (Kipling dixit) de evangelizar, de civilizar o
de democratizar a otros pueblos. Aquí entre un largo y lúcido discurso sobre el
papel de las religiones, en el que se hace una discreta apología de los
politeísmos (que conllevan una abundante dosis de tolerancia) y se clama contra
el fanatismo de los monoteísmos (insistiendo más, es cierto, en el cristianismo
y el islam que en el judaísmo por razones obvias) y sus productos: la
intolerancia para los que no acepten su verdad única, los antagonismos
internos, las guerras santas (cruzadas y yihads). Con algún ejemplo
verificable: los emperadores romanos mandaron menos cristianos a los leones en
tres siglos que los cristianos a otros cristianos a la muerte en sólo 24 horas,
las del día de San Bartolomé, tan celebrado por los (supuestamente caritativos)
magnates católicos, incluyendo el Papa de Roma.
El último apartado se
dedica a la "revolución científica", aunque no se limita a este
episodio situado tradicionalmente en el siglo XVII europeo, sino a todos los
hallazgos de los últimos 500 años en el terreno de la ciencia. Esta laxitud
conceptual le permite hacerse cargo igualmente de los grandes avances
tecnológicos desde los generados por la revolución industrial hasta los más
recientes de la ingeniería genética, como la recreación de un cerebro humano dentro
de un ordenador o la búsqueda, si no de la inmortalidad, sí al menos de la
“amortalidad” implícita en el Proyecto Gilgamesh y otras posibilidades abiertas
a los modernos Frankensteins. Y también de las limitaciones de este nuevo poder
del hombre, que acelera el deterioro climático, que agrede a su propio hábitat,
que se obsesiona por las cifras de la macroeconomía, pero al mismo tiempo se
despreocupa de la felicidad cotidiana de millones de individuos.
Es imposible que nadie
esté completamente de acuerdo con todas las afirmaciones de este libro aparte
del propio autor. Faltan ingredientes, como la aportación del espíritu griego a
la cultura universal, la influencia del Renacimiento en la génesis de la
revolución científica en sentido estricto, el valor de las utopías como motores
del progreso humano… Hay acentos y énfasis que no todos pueden compartir: la
equiparación como constructos semejantes de los mitos religiosos y la
Declaración de los Derechos del Hombre, la minimización de los conflictos
bélicos actuales (máxime estando Gaza tan cerca)… Sin embargo, no se puede
tener todo en la vida, especialmente si se trata de un libro de 500 páginas
sobre la historia universal.
Por el contrario, su
ensayo resulta original y provocativo en numerosos aspectos y propone muchas
cuestiones dignas de meditación. Lo más sugestivo es quizá su relativismo (la
inexistencia de verdades absolutas suplidas por meras convenciones) y su
ateísmo implícito: todas las religiones son meras ficciones, la naturaleza es
el reino de la crueldad y no de la ética, "la belleza de la teoría de Darwin es que no necesita suponer la
existencia de un diseñador inteligente", como lo es la belleza de la
teoría de Laplace en relación con el universo.
Fuente: EL PAÍS
Yuval Noah Harari, el autor de ‘Sapiens’: “La tecnología permitirá
‘hackear’ a seres humanos”
Cristina
Galindo 29 AGO 2018
Este historiador israelí de 42 años que ha vendido
cerca de 15 millones de libros en todo el mundo se ha convertido en uno de los
pensadores del momento. Es el autor del fenómeno Sapiens, provocador
ensayo sobre cómo los humanos llegaron a conquistar el planeta. Ahora regresa a
las librerías con 21 lecciones para el siglo XXI y nos recibe en Tel
Aviv para conversar sobre los peligros del avance tecnológico descontrolado, el
fascismo y las noticias falsas.
hace 10 años, Yuval Noah Harari era un desconocido profesor de
la Universidad Hebrea de Jerusalén. Nada en su carrera académica —especializada
en historia mundial, medieval y militar— hacía pensar que se convertiría en uno
de los pensadores de moda. Lleva vendidos cerca de 15 millones de ejemplares de
sus ensayos en todo el mundo, se pasea por los foros de debate más
prestigiosos, sus libros son recomendados por Bill Gates, Mark Zuckerberg y
Barack Obama, y líderes políticos como Angela Merkel y Emmanuel Macron abren
huecos en sus agendas para intercambiar ideas con él. A este israelí de aspecto
menudo la fama le llegó de forma inesperada con un original y provocador ensayo
sobre la historia de la humanidad. Sapiens. De animales a dioses (Debate) triunfó primero en
Israel al ser publicado en 2011 y luego en todo el mundo, con 45 traducciones.
El 30 de agosto, el historiador publica su tercer libro, 21 lecciones para el
siglo XXI, una guía para afrontar las turbulencias del presente.
Harari, de 42 años, es
vegano, medita dos horas diarias y no tiene smartphone.
Reside cerca de Jerusalén en un moshav,
un tipo de comunidad-cooperativa rural formada por pequeñas granjas
individuales que fue promovida durante el siglo XX para albergar a los
inmigrantes judíos. ¿Cómo es vivir en un sitio así? Sonríe. “No tiene nada de
especial, en realidad ahora es un barrio residencial tan normal como cualquier
otro”, aclara. Pero Harari no abre las puertas de su casa para la entrevista,
organizada por Debate con motivo del lanzamiento mundial del nuevo libro (en
catalán será publicado por Edicions 62). El encuentro tiene lugar en un
luminoso ático del centro de Tel Aviv que utiliza como base de operaciones en
la ciudad. En los primeros minutos le acompaña su marido, Itzik Yahav, su mano
de derecha en temas económicos y de promoción, aunque le deja solo cuando
empiezan las preguntas. Se casaron en Canadá porque Israel solo reconoce los
matrimonios civiles, sean entre personas del mismo sexo o no, si se han
celebrado en el extranjero.
El historiador se crio
en Haifa (norte del país) en el seno de una familia laica con orígenes en
Europa del Este. En 2002 se doctoró en la Universidad de Oxford (Reino Unido)
y, después, empezó a dar clases en Jerusalén. La inspiración para escribir Sapiens surgió de
un curso de introducción a la historia mundial que impartió él porque sus
colegas más veteranos no aceptaron el encargo. De los meses de investigación
que dedicó para escribirlo aprendió muchas cosas, pero una de las que le
marcaron fue el uso despiadado que, en su opinión, el humano hace de los
animales para su propio beneficio. Desde entonces basa su dieta en alimentos de
origen vegetal.
Tras el éxito de Sapiens, publicó Homo Deus, un viaje a un futuro dominado
por la tecnología,
que también fue bastante bien recibido en las librerías. Falta por ver qué pasa
con su nuevo libro, que como el mismo Harari ha explicado está inspirado en
artículos suyos publicados en varios periódicos y debates que han surgido
durante las conferencias que ha pronunciado y las entrevistas que ha concedido.
En él aparecen temas de sus libros anteriores, pero si el primer ensayo se
centraba en el pasado y el segundo en el futuro, el tercero se ocupa del
presente.
Ejemplares de sus
libros traducidos a varios idiomas se amontonan en la mesita de centro del
salón de la oficina de Harari en Tel Aviv. El historiador comenta, en un inglés
fluido con acento hebreo, que le parece especialmente curiosa una versión en
japonés que resultó tan larga que se tuvo que publicar en dos tomos. Su perro,
llamado Pengo, grande y peludo, dormita sobre el suelo de madera del
apartamento, mientras Harari, amable en todo momento y muy paciente mientras
posa para los retratos, sirve a los invitados unos vasos de agua fresca para
aliviar los efectos del calor húmedo que invade la calle en pleno julio.
Siete años
después de su publicación, Sapiens sigue apareciendo en las
listas de los más vendidos. Ridley Scott ha anunciado sus planes para adaptarlo
al cine. ¿Por qué el libro ha logrado interesar a tanta gente? Nuestras vidas son moldeadas por
cosas que pasan al otro lado del mundo, ya sea la economía china, la política
americana o el cambio climático. Pero la mayoría de los sistemas educativos
siguen enseñando la historia como algo local. La gente quiere tener una
perspectiva más amplia de la historia de la humanidad. Además, es un libro
bastante accesible, con un estilo sencillo, que no está escrito para lectores
especializados. Y, claro está, hay que tener en cuenta el trabajo de mi marido
y de toda la gente que trabaja con nosotros, porque una cosa es saber escribir
un libro y otra promocionarlo.
¿Qué impacto
ha tenido el éxito en su vida?
La popularidad es muy agradable. ¿Quién no quiere tener éxito, que la gente lea
sus libros, tener influencia? Pero tiene un lado negativo. Tengo menos tiempo
para leer, investigar y escribir, porque viajo mucho, doy entrevistas y cosas
así… También existe el riesgo de que se te suba a la cabeza, de que tu ego
crezca y te conviertas en una persona desagradable. Empiezas creyéndote muy
listo y que todos deberían enterarse de lo que dices. Cuando la gente empieza a
escuchar demasiado a una persona, no es bueno para nadie. Ya sea en política,
en religión o en ciencia. El fenómeno del gurú puede ser peligroso. Espero que
mucha gente lea mis libros, pero no porque sea un gurú que tiene todas las
respuestas, porque no las tengo. Se trata de las preguntas.
¿Qué preguntas
son importantes para usted?
El mayor problema político, legal y filosófico de nuestra época es cómo regular
la propiedad de los datos. En el pasado, delimitar la propiedad de la tierra
fue fácil: se ponía una valla y se escribía en un papel el nombre del dueño.
Cuando surgió la industria moderna, hubo que regular la propiedad de las
máquinas. Y se consiguió. Pero ¿los datos? Están en todas partes y en ninguna.
Puedo tener una copia de mi historial médico, pero eso no significa que yo sea
el propietario de esos datos, porque puede haber millones de copias de ellos.
Necesitamos un sistema diferente. ¿Cuál? No lo sé. Otra pregunta clave es cómo
conseguir una mayor cooperación internacional.
Sin esa mayor
cooperación global, argumenta en su último libro, es complicado afrontar los
retos del siglo.
Nuestros tres principales problemas son globales. Un solo país no puede
arreglarlos. Hablo de la amenaza de una guerra nuclear, del cambio climático y
de la disrupción tecnológica, en especial el auge de la inteligencia artificial
y la bioingeniería. Por ejemplo, ¿qué podría hacer el Gobierno español contra
el cambio climático? Aunque España se convirtiera en el país más sostenible y
redujera sus emisiones a cero, sin la cooperación de China o Estados Unidos, no
serviría de mucho. En cuanto a la tecnología, aunque la UE prohíba experimentar
con los genes de una persona para diseñar superhumanos, si Corea o China lo
realizan, ¿qué haces? Es probable que Europa acabara creando seres
superinteligentes para no quedarse atrás. Es difícil ir en la dirección
contraria.
En Sapiens, argumenta que la cooperación
a gran escala es una de las grandes especialidades humanas. Los chimpancés, por ejemplo,
solo cooperan con aquellos de su especie a los que conocen personalmente.
Quizás 150 como mucho. Los humanos somos capaces de cooperar con millones de
humanos, sin conocerlos. Y es gracias a esta capacidad para creer en los relatos.
Relatos económicos, nacionalistas, políticos, religiosos… El dinero, por
ejemplo, trabajamos a cambio de euros, confiamos en ello, pero un simio nunca
te dará un plátano a cambio de un pequeño papel verde.
¿Cómo entender
el mundo actual?
Está cambiando de una forma tan rápida que resulta cada día más difícil
comprender lo que está pasando. Nunca habíamos vivido de una manera tan
acelerada. A lo largo de la historia los humanos no sabíamos con exactitud qué
iba a pasar en 20 o 30 años, pero podíamos adivinar lo básico. Si vivías en
Castilla en la Edad Media, en dos décadas pasaban muchas cosas (quizás la unión
con Aragón, la invasión árabe…), pero el día a día de la gente seguía siendo
más o menos el mismo. Ahora no tenemos ni idea de cómo será el mercado de
trabajo y las relaciones familiares en 30 años, que no es un futuro tan lejano.
Esto crea una confusión enorme.
¿Cuál es la
reacción ante esto?
El futuro es tan incierto que la gente busca certezas, se centran en las
historias que conocen y que les ofrecen la promesa de una verdad invariable. El
cristianismo, el nacionalismo… Y no tiene sentido. ¿Cuántos años tiene el
cristianismo? Dos milenios no son nada comparado con la historia total de la
humanidad. Además, las religiones tradicionales no tienen soluciones para los
problemas de hoy: la Biblia no dice nada de la inteligencia artificial, sobre
ingeniería genética o el cambio climático.
Hay una vuelta
al nacionalismo. ¿Hasta qué punto es peligrosa? En principio, creo que no hay
nada malo con el nacionalismo cuando es moderado. Permite que millones de
desconocidos compartan un sentimiento, puedan cooperar, a veces para hacer la
guerra, pero sobre todo para crear una sociedad. Yo pago impuestos y el Estado
dedica el dinero a proporcionar servicios a todos, aunque no los conozcamos. Y
eso es muy bueno. Pero conviene saber que el nacionalismo se convierte en
fascismo cuando te dicen que tu nación no es solo única, sino superior, que es
más importante que ninguna otra cosa en el mundo. Y no tienes obligaciones
especiales con tu país, sino que son exclusivas con tu nación, con nadie más,
ni tu familia, ni la ciencia, ni el arte… ni el resto de la sociedad. Así, la
forma de juzgar si una película es buena reside, únicamente, en si sirve a los
intereses de la nación. Es la manera fascista de ver las cosas.
¿Por qué el
fascismo sigue resultando atractivo? No sé cómo se enseña en España, pero en Israel se
presenta el fascismo como un monstruo terrible. Creo que es un error, porque
como todo mal tiene una cara amable y seductora. El arte tradicional cristiano
ya representaba a Satanás como un hombre atractivo. Por eso es tan difícil
resistir las tentaciones del mal y, por supuesto, del fascismo. ¿Cómo es
posible que millones de alemanes apoyaran a Hitler? Se dejaron llevar porque
les hacía sentir especiales, importantes, bellos. Por eso es tan atractivo.
¿Qué pasa cuando la gente empieza a adoptar puntos de vista fascistas? Que como
les han dicho que el fascismo es un monstruo, les cuesta reconocerlo en los
demás y en sí mismos. Cuando se miran al espejo, no ven a ese monstruo
terrible, sino algo hermoso. No soy un fascista, se dicen.
El Parlamento
israelí ha aprobado una ley que habla de la “nación judía” que ha sido muy
criticada sobre todo por los ciudadanos árabes que viven aquí. En el libro
asegura que en su país se ha exagerado la influencia real del judaísmo en la
historia.
Mucha gente tiene una imagen exagerada de sí misma como individuos y como
colectivo. Pongo el ejemplo de Israel porque es un país que conozco. Muchos
israelíes creen que el judaísmo es la cosa más importante que ha pasado en la
historia. Les molestan mucho las críticas sobre lo que está haciendo Israel en
los territorios ocupados. Tienen una imagen muy distorsionada del lugar que
ocupan en el mundo y de lo que los israelíes están haciendo ahora en un
contexto global. Aquí es muy difícil hablar de ello sin que te tachen de
traidor. Sobre la ley de la “nación judía”, estoy orgulloso de ser israelí,
pero en mi país se están restringiendo algunos derechos.
¿Qué es lo que
más le preocupa de la tecnología?
Los partidos fascistas en los años treinta o el KGB soviético controlaban a la
gente. Pero no podían seguir a todos los individuos personalmente ni
manipularlos individualmente porque no tenían la tecnología. Nosotros empezamos
a tenerla. Gracias al big data, la inteligencia artificial y el aprendizaje
automatizado, por primera vez en la historia empieza a ser posible conocer a
una persona mejor que ella misma, hackear a seres humanos, decidir por ellos.
Además, empezamos a tener el conocimiento biológico necesario para entender qué
está pasando en su interior, en su cerebro. Tenemos cada vez una mayor
comprensión de la biología. El gran tema son los datos biométricos. No se trata
solo de los datos que dejas cuando haces clic en la web, lo que dices o adónde
vas, sino de los datos que dicen qué pasa en el interior de tu cuerpo. Como la
gente que utiliza aplicaciones que reúnen información constante sobre la
tensión arterial y las pulsaciones. Ahora un Gobierno puede seguir esos datos
y, con el suficiente poder informático, se puede llegar a un punto en que me
entienda mejor que yo a mí mismo. Con esa información, puede fácilmente empezar
a manipularme y controlarme de la forma más efectiva que se ha visto nunca.
¿Eso no suena
un poco a ciencia-ficción?
Ya estamos viendo cómo la propaganda se diseña de forma individual, porque
existe suficiente información sobre cada uno de nosotros. Si quieres crear mucha
tensión dentro de un país en relación con la inmigración, pones a unos cuantos
hackers y trolls a difundir noticias falsas personalizadas. A la persona
partidaria de endurecer las políticas de inmigración le mandas una noticia
sobre refugiados que violan a mujeres. Y lo admite porque tiene tendencia a
creer esas cosas. En cambio, a su vecina, que piensa que los grupos
antimigrantes son fascistas, le envían una historia sobre blancos dando palizas
a refugiados, y se inclinará a creerlo. Así, cuando se encuentran en el portal
de casa, están tan cabreados que no pueden mantener una discusión tranquila.
Esto pasó en las elecciones de Estados Unidos de 2016 y en la campaña del
Brexit.
Dan ganas de
irse a vivir a Marte…, de aislarse. ¿Cómo concentrarse en lo importante? La atención es un recurso muy
disputado y está vinculado a los datos. Todo el mundo quiere atraer tu
atención. El modelo de la industria informativa ha sido completamente
distorsionado. Ahora el patrón básico es que recibes la mayoría de las noticias
supuestamente gratis (sean reales o falsas), pero en realidad lo haces a cambio
de tu atención, y esta se vende a otros. El nuevo símbolo de estatus es la
protección contra los ladrones que quieren captar y retener nuestra atención.
No tener un smartphone
es un símbolo de estatus. Muchos poderosos no tienen uno.
Pero parece
que Donald Trump tiene un móvil inteligente, al menos se pasa el día tuiteando.
Usted también tiene cuenta en Twitter desde enero de 2017. Hay gente que me gestiona la
cuenta. Me parece que las redes sociales esclavizan mucho. Si quieres estar de
verdad en ellas, no puedes tuitear algo una vez al mes. Tienes que hacerlo todo
el tiempo. ¡Yo no tengo tantas cosas que decir en Twitter!
¿Cómo se
organiza para mantener su atención a salvo de secuestradores? Intento limitar los tiempos.
Empiezo el día con una hora de meditación. Después de desayunar miro los
correos electrónicos e intento responder a todos. Que quede la bandeja de
entrada a cero, porque, si lo dejo para luego, se me atragantan. Después,
intento no mirar el correo todo el tiempo. Como no tengo smartphone, no recibo
notificaciones, ni tengo la tentación de entrar en Internet para leer cualquier
cosa. Simplemente, cojo un libro y lo leo. Una o dos horas. Solo hago eso. Si
tengo que escribir, escribo. La práctica de meditación me ayuda a mantener la
concentración.
Dicen que se
enteró de la victoria de Donald Trump varias semanas después porque estaba en
un retiro meditando.
Efectivamente… Me enteré algunas semanas después.
¿Cree que la
promoción del nuevo libro le dejará tiempo para ir a
un retiro este año? ¡Por supuesto! Nunca falto. Me
voy 60 días a India en diciembre.
Fuente: ELPAÍS SEMANAL