lunes, 18 de marzo de 2024

El Extranjero, de Albert Camus

 

Camus, un escritor de las dos orillas del Mediterráneo

Camus, un escritor mediterráneo

Saila Marcos

Es precisamente este mestizaje de Argelia, donde convivieron y se enfrentaron las diferentes culturas mediterráneas, lo que determinó la filosofía vital de Camus, un colono de origen francés que vivió y creció en este país durante las últimas décadas (y las más violentas) de dominio galo. Así lo reconoce Reverte, autor de referencia de la literatura de viajes y que por fin ha podido dedicarle un libro a uno de sus escritores fetiche. “Tú lees a Camus y te llega directamente al corazón”, señala Reverte sobre El hombre de las dos patrias. Tras las huellas de Albert Camus (Ediciones B). “Camus es un escritor fundamentalmente mediterráneo”, subraya, “decía que en algún momento habría que derribar las fronteras de España, Italia y Francia”. El Nobel argelino era un pied-noir (pies negros) —apelativo con el que se conocía popularmente a los colonos franceses, bautizados así porque usaban zapatos en lugar de babuchas— que se crió en uno de los barrios más pobres de la capital, huérfano de padre y con una madre prácticamente analfabeta.

El hombre de las dos patrias, como bien apostilla Reverte en el título de la obra, estaba vinculado a Argelia de manera sentimental, y a Francia de forma intelectual. A lo que habría que añadir unas gotas de sangre española por parte de su abuela, menorquina, que provocaron que siempre se sintiera especialmente ligado a España, sobre todo tras la derrota republicana en 1939, que vivió como propia. “Fue en España donde mi generación aprendió que uno puede tener razón y ser derrotado”, escribió en una ocasión.

El amargo rechazo de sus dos patrias

Sin embargo, a pesar de haber emigrado a Francia en 1940 por presiones del gobierno argelino (el país no sería independiente hasta 1962), el autor de El extranjero y La peste apenas escribió sobre su país de acogida. “Siempre le fascinó Argelia”, reconoce Reverte, que siguió sus pasos por Argel y Orán. Y eso que en su país natal nunca se han sentido cómodos reivindicando su legado: no hay ninguna placa de recuerdo en el instituto en el que estudió el Nobel y los argelinos responden con cierto desprecio cuando el periodista les pregunta por él. “En Argelia amamos la cultura española y detestamos todo lo francés, incluidos sus escritores… Y sobre todo a los pieds-noirs: nos trataron como a perros durante la colonia”, le confiesa el gerente del colegio a Reverte durante su visita al país. Bien es cierto, como se encargan de resaltar muchos de los que se cruzan con el periodista, que los personajes de la obras de Camus eran casi siempre pied-noirs, y que describía a los argelinos de una manera vaga bajo la categoría de “los árabes”.

Eso explica, en buena medida, por qué Camus no contó con el beneplácito de sus compatriotas, pero su posición intelectual tampoco encontró acomodo entre la izquierda francesa, tras situarse claramente en contra del estalinismo y enzarzarse en sonados debates con Sartre. “No le importaba decir lo que pensaba aunque fuera a contracorriente”, constata Reverte. Ese rechazo por ambas partes se acentuó cuando comenzó el proceso de descolonización en 1954 y las acciones terroristas del grupo argelino Frente de Liberación Nacional (FLN) y de las organizaciones paramilitares francesas. En una ocasión, un miembro del FLN se encaró con Camus por sus tesis condenando el terrorismo árabe. El escritor le espetó entonces: “En estos momentos están poniendo bombas en los tranvías de Argel. Mi madre puede estar en uno de esos tranvías. Si eso es justicia, prefiero a mi madre”. Aquella frase, que fue acogida con bastante repulsa tanto en el propio movimiento independentista argelino, como entre los franceses que les apoyaban, le valió años más tarde un cumplido de Abdelaziz Bouteflika (líder histórico del FLN), siendo ya éste presidente del país: “Cuando [Camus] dijo que, entre la justicia y su madre, escogería a su madre, demostró ser un verdadero argelino”.

El centenario de su nacimiento, en 2013, hizo todavía más amargo el profundo, y a veces inexplicable, rechazo al escritor fallecido abruptamente en un accidente de coche, en 1960, a los 47 años. Argelia no conmemoró los fastos; mientras que en Francia, la efeméride quedó empañada por las diferentes y absurdas disputas políticas de la ciudad de Aix-en-Provence, donde está depositado su legado.

Referente de la literatura de viajes

Reverte (Madrid, 1944) es uno de los escritores más destacados de la literatura de viajes, con una extensa obra en la que combina la historia y la cultura de los lugares que visita con el paisaje y, sobre todo, el paisanaje. “Lo que da alma a un libro es la gente que te vas encontrando”, dice cuando le preguntan por Houari, uno de los protagonistas de su última obra, del que cuenta que tenía cara de asesino pero un gran corazón. A lo largo de los días que pasaron juntos en Argel, Houari —“un hippy a la argelina”— no paraba de susurrarle al oído “terrorista” cada vez que se cruzaban con un hombre con barba.

El autor de El sueño de África y Un verano chino es uno de los escritores jubilados afectados por la legislación que limita a 9.000 euros al año los ingresos que se pueden percibir por cualquier trabajo al margen de la pensión. Según contó a infoLibre, la Seguridad Social le reclama 120.000 euros por haber sobrepasado dicho umbral. Ahora, el periodista y escritor se niega a pagar la sanción (que realmente es la devolución de las pensiones consideradas “indebidas” durante el tiempo que infringió la norma) y la ha recurrido en los tribunales, a la espera de que un nuevo Gobierno cambie la legislación, tal y como se han comprometido todos los partidos, incluido el PP.

Así las cosas, aunque ya tiene en mente visitar Trieste, en Italia, donde James Joyce pasó varios años, y el castillo del Duino (muy cerca de esta localidad), germen de las Elegías del Duino de Rilke; Reverte echa cuentas e incluso ha llegado a suspender algunos de esos viajes para que la sanción impuesta por la Administración no alcance cifras astronómicas. 

fuente: infolibre 

 

'El extranjero' de Camus: las claves secretas de una novela inmortal

"Entonces comprendí que había roto el equilibrio del día, el silencio de una playa en la que fui feliz". Meursault se siente deslumbrado por el sol


"Entonces comprendí que había roto el equilibrio del día, el silencio de una playa en la que fui feliz". Meursault se siente deslumbrado por el sol de un verano que aún no es invencible y dispara cuatro veces más contra el cuerpo del árabe. Acaba de perpetrar un póker de aldabonazos en la puerta de la desgracia.

El famoso asesinato en la playa de 'El extranjero' ('L’étranger'), ópera prima de Albert Camus en el Hexágono, es una pieza más que ayuda a explicar una clave del libro. El autor francés de origen argelino, o argelino de nacionalidad francesa, vivió el preludio del crimen en la arena de Orán. Lo cuenta Olivier Todd en su monumental biografía del premio Nobel de 1957. Un domingo por la mañana Albert fue a la playa con su íntimo Pierre Galindo y toda su pandilla. La jornada transcurre con normalidad. Unos juegan al fútbol, otros observan. De repente Raoul Bensoussan le dice a su hermano que le siga porque se ha peleado con dos árabes y quiere ajustar cuentas. Encuentran a sus adversarios. Hay puñetazos y golpes con la cabeza. Uno de sus adversarios reacciona y acuchilla a Raoul en el brazo y la comisura de los labios. La historia no termina aquí porque por la tarde el agredido y Galindo vuelven al lugar de los hechos en busca de gresca con un revólver. Por suerte la cosa no pasa a mayores y los árabes no responden a la provocación.

La escena tiene una variación en la novela y conduce a la muerte. Camus encontró las dos primeras legendarias frases de su texto, así lo atestiguan sus notas, el 22 de agosto de 1938, con 26 años. "Aujourd d’hui, maman est morte. Ou peut-être hier, je ne sais pas". Del inicio al punto final, rubricado en París el 5 de mayo de 1940, mediarán demasiados acontecimientos que encajarán la obra primero en el magma de su época y a posteriori en la inmortalidad que aún genera debate.

Un torbellino

Europa y el mundo se acercaban peligrosamente a la Segunda Guerra Mundial. Por aquel entonces Camus estaba a punto de entrar en el periódico de izquierdas L’Alger Republicain, fundado por Pascal Pía, quien rápidamente aprecia el talento del recién llegado, un torbellino que brilla en las crónicas judiciales que luego le ayudarán a completar con escrupulosa precisión un importante trecho de la segunda parte de 'L’étranger'.

  Primera edición de 'El extranjero'
Primera edición de 'El extranjero'

Mientras desarrolla su labor redaccional Camus mantiene una azarosa vida sentimental complementada con una desmedida ambición literaria que pretende lanzar con una trilogía sobre el absurdo a partir de una obra de teatro, 'Calígula', un ensayo filosófico, 'El mito de Sisífo', y la novela, que tardará en germinar. Expulsado del Partido Comunista, con una salud precaria debida a sus antecedentes tuberculosos, es un peso pesado de fardo ligero que sueña y sufre desde su compromiso mientras, poco a poco, nota cómo Argel tiene el confort del hogar y los barrotes de la provincia. Se liberará de los mismos cuando Pascal Pía, su absoluto ángel guardián, encuentre un trabajo en el gubernamental París-Soir y ponga en su maleta al joven destinado al estrellato.

Esta anécdota biográfica es otro eje esencial para esclarecer interpretaciones de 'El extranjero'. En la primera parte del mismo el jefe de Meursault le ofrece un puesto en París que le permitirá viajar. Con su habitual indiferencia el protagonista, un hombre sin atributos dentro y fuera del mundo, responde que le da igual, que su vida actual le está bien y no necesita más, a diferencia de su autor, que como ya apuntó Nathalie Sarraute en 1947, realiza con su propuesta una proyección de sí mismo, de lo que pudo ser y no fue.

El tono analítico en primera persona de frases cortas y desnudas enfrenta dos universos en torno a la idea de libertad

Este factor explica en parte el tono analítico de esa primera persona que usa frases cortas y desnudas mientras teje un esquema que enfrenta a dos universos enfrentados por la idea de libertad. Camus confiere a su relato una serie de parcelas de un primitivismo normalizado y objetivo. La sociedad cumple una serie de ritos. Hay que enterrar a los seres queridos, las mujeres son hermosas, el trabajo sirve para sobrevivir y en la cotidianidad real de la primera mitad del siglo XX lo políticamente correcto aún no existe, por eso Meursault ayuda a su vecino Raymond cuando este maltrata a una de sus chicas y por lo mismo no duda en decirle a Marie que si ella quiere casarse lo hará aunque le de lo mismo porque todo continuará igual.

La ley natural

Lo arcaico de fondo no es un asilvestramiento inocente, sólo una ley natural entre humanos donde las acciones siguen una rutina implacable y el sol sale cada mañana desde una ausencia total de trascendencia . El día de autos la quiebra del aire y la irrupción obscena del astro rey desbaratan ese ordenamiento.

Hasta ese momento todo ha transcurrido a unas leyes no escritas. En la segunda parte la justicia conduce la trama hacia la convención que destruye el libre albedrío al existir una serie de valores a cumplir impresos en el código penal. Sin embargo lo que se castiga no es tanto el óbito violento del árabe sino el comportamiento existencial de Meursault, insensible por dormirse y aceptar un café con leche del extranjero mientras vela, entre pequeñas porciones de duermevela, el cadáver de su progenitora, a quien encima no llora.

La condena a muerte y el final con los aplausos ante el cadalso dio a la novela la definición de existencialista que su autor refutó

La condena a muerte y ese final con la idea de los aplausos ante el cadalso dio a la novela, publicada hace 75 años por Gaston Gallimard, esa definición de existencialista que su autor refutó y que lo hermana con otras perlas europeas de la época como 'Los indiferentes' de Alberto Moravia, publicada en 1929 en pleno fascismo, o 'Nada', de Carmen Laforet, retales de desasosiego en un mundo de cielo plomizo. Aún así la sentencia camusiana se asemeja por contexto, el absurdo de la muerte masiva por la guerra más devastadora de la Historia, con el discurso de Charles Chaplin en Monsieur Verdoux. Un asesino de viudas ricas puede ser ejecutado mientras los asesinos de millones de seres humanos campan a sus anchas. Cruda, triste e inexorable verdad.

La equidistancia de Camus y su actualidad

Los años que median entre 1940 y 1942 no fueron fáciles para nadie. Tampoco para Albert Camus. Con la ocupación alemana su trabajo en Paris-Soir se volvió una especie de caravana ambulante. Lo despidieron en Lyon, volvió a Orán, se casó con Francine y recayó en su tuberculosis mientras mantenía la esperanza de regresar a Europa y ver publicada su novela, lo que acaeció tras la lectura de grandes nombres cercanos a Gallimard como su idolatrado André Malraux, el héroe que después transformó con De Gaulle el significado de ser ministro de cultura.

Tras su publicación en 1942 llegaron las críticas y los parabienes, entre ellos un extenso ensayo de Sartre y una sorprendente acogida entre los lectores que se acrecentó con la aparición de 'El mito de Sísifo'. El resto del camino es bastante conocido hasta su muerte los primeros días de enero de 1960 en un accidente automovilístico que no truncó la fortuna de su libro más conocido, replicado en fechas recientes por Karen Daoud en Meursault, caso revisado (Almuzara) y adaptada al cine por Luchino Visconti en 1967 y al cómic por Jacques Ferrandez.

Sartre permaneció fiel a su extremismo mientras Camus mantuvo su equidistancia consistente en criticar lo injusto sin ideologías

El hueco de su desaparición física fue colmado por Sartre. Tras la disputa surgida por la aparición de 'El hombre rebelde' en 1951 los dos colegas se separaron. El autor de 'La náusea' permaneció fiel al extremismo de la Guerra Fría mientras Camus mantuvo su equidistancia consistente en criticar lo que consideraba injusto sin considerar afinidades ideológicas. Esos postulados ya están en las raíces desapasionadas de 'El extranjero' y son las mismas que, caído el muro, lo devolvieron a la palestra hasta alcanzar el siglo XXI, cuando su postura racional sin escorarse hacia el blanco o el negro es un ejemplo para todos aquellos que creemos en el uso del pensamiento por encima de la emoción.

fuente: el confidencial 

 

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